A pesar de los logros alcanzados, en el país persiste el paradigma del productivismo de la agricultura convencional.
MEDIO AMBIENTE Redacción IPS Cuba 25 diciembre, 2017
Los piensos y alimentos para los peces criados en el centro de alevinaje se producen en la finca agroecológica “El Retiro”, ubicada en el municipio matancero de Cárdenas. Foto: Jorge Luis Baños/ IPS
La Habana, 25 dic.- Transitar hacia una agricultura con enfoque de sostenibilidad en Cuba, requiere de una gestión inclusiva por parte del sector, cambios de paradigmas en las altas esferas y la realización de proyectos robustos que garanticen su eficiencia y perdurabilidad.
Esa es la opinión de un colectivo de autores que analizaron el fenómeno en la nación caribeña y otros países del área en la compilación “Políticas públicas a favor de la agroecología en América Latina y el Caribe”.
El documento, auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, resume cómo la agroecología es un gran desafío para las políticas públicas en la agricultura cubana.
A entender de los especialistas, conspira en ello la persistencia del paradigma del productivismo de la agricultura convencional en diversos actores relevantes de los ámbitos académicos, empresariales y políticos.
Una trabajadora de la finca Marta, impulsada por uno de los históricos promotores de la agroecología en Cuba, recolecta lechugas producidas de forma orgánica, en el municipio Caimito, provincia occidental de Artemisa. Foto: Jorge Luis Baños/ IPS
Es necesario vencer este enfoque que prioriza la obtención de grandes volúmenes de producción independientemente de costos económicos, energéticos y ambientales, propuso el informe.
Los especialistas insisten en que esta es una solución parcial e insostenible, y limita la transición hacia la soberanía alimentaria.
“Además degrada recursos naturales, y aumenta la vulnerabilidad ante el cambio climático”, consideran.
De igual forma, los autores critican que no se ha implantado en la agricultura cubana una concepción integral de desarrollo ni un enfoque holístico, que permita articular los éxitos locales obtenidos en un esfuerzo único y coherente a nivel nacional.
Otro de los derroteros radica en la insuficiente apropiación en la isla de la base teórica sobre agroecología y agricultura sostenible.
En ese sentido, observan resistencias académicas y campesinas contra estos procesos.
No obstante, los especialistas resaltan las “prácticas ecológicas” llevadas a cabo en el país, como la sustitución de insumos químicos por más de 12 tipos de bioproductos y 22 biofertilizantes.
A su vez, está la extensión del empleo de abonos orgánicos así como la rotación de cultivos y el laboreo de conservación.
Fruto de estas acciones agroecológicas es el uso de tecnologías de biodigestores, instaladas principalmente para tratar residuales en la producción porcina.
Se lleva a cabo la diversificación e integración de especies productivas, principalmente los policultivos.
Asimismo, se potencian nuevos modelos de fincas, un mayor empleo de la tracción animal y la asunción de un enfoque de género en el proceso productivo.
El ramo intenta generalizar la producción de hortalizas en las ciudades mediante el Programa de Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar.
Esta última iniciativa, que ocupa el 14 por ciento del territorio agrícola nacional, permite el cultivo de frutales, plantas ornamentales, medicinales, aromáticas y forestales, además de la cría de animales.
Al estar próxima a los límites de las ciudades, incluye el tratamiento y reciclaje de basura y aguas utilizadas en el procesamiento industrial.
La transición hacia la agricultura sostenible en Cuba tuvo un paso acelerado a principios de los noventa del siglo pasado, debido al colapso de la agricultura convencional por el abrupto corte de los suministros que venían del extinto campo socialista soviético.
Durante el periodo y hasta la actualidad, la producción agrícola en la nación caribeña apostó a la obtención autónoma de alimentos.
En los últimos años resulta imperativo del país producir alimentos ya que es insuficiente la cantidad, calidad y variedad de los mismos para satisfacer la demanda de la población de 11,2 millones de habitantes.
Y por ese concepto la mayoría de las familias puede llegar a gastar cada mes cerca de 80 por ciento del presupuesto del hogar. (2017)
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