Apr 8 · 29 min read
Entrevista de La Tizza a Carlos Pérez Soto (segunda parte y final)
Desde La Tizza seguimos conversando con el Doctor en Ciencias Económicas Carlos Pérez Soto, profesor auxiliar de la Universidad de La Habana, poseedor de una amplia y diversa experiencia como funcionario del gobierno cubano y quien actualmente se desempeña como trabajador por cuenta propia.
En esta segunda y última entrega conversamos sobre el proceso inflacionario que atraviesa la economía cubana, la pertinencia de la nueva tasa unificada, la redolarización de la economía en tiempos de unificación, entre otros temas relevantes relacionados con el Ordenamiento.
La Tizza (LT): Carlos, a día de hoy una de las principales preocupaciones y motivo de incertidumbre para los cubanos es la escalada de incrementos de precios, tanto en circuitos formales como informales, probablemente en magnitudes que no se veían desde la crisis de los noventa. ¿Cuáles son las causas últimas de este proceso?
Carlos Pérez Soto (CPS): Para enfrentar y solucionar un problema lo primordial es comprender su naturaleza, su esencia. Diferenciar entre sus manifestaciones y sus causas es fundamental para poder descomponer el todo en sus partes sin perder integralidad y, con ello, la perspectiva de la totalidad.
En tal sentido, es conveniente recordar una frase de Marx que dice: «Toda ciencia estaría de más, si la forma de manifestarse de las cosas y la esencia coinciden directamente. Las verdades científicas son siempre paradójicas, si se les mide por el rasero de la experiencia cotidiana, que solo percibe la apariencia engañosa de las cosas».[1]
En particular, la inflación es la manifestación de un fenómeno multicausal. Convencionalmente, se reconocen como causas de los procesos inflacionarios aquellas relacionadas con impactos provenientes del lado de la oferta, o de la demanda, las originadas por conflictos distributivos entre los diferentes actores económicos, y las vinculadas a las expectativas y a las acciones especulativas de estos. A su vez, es muy importante visualizar y discernir si estas causas están asociadas a situaciones de carácter permanente o transitorio. También es necesario identificar sus orígenes, que pueden ser exógenos, endógenos o predeterminados.
En la coyuntura cubana actual están presenten todas estas causas, derivadas de situaciones permanentes y transitorias, cuyos orígenes son diversos. Reconocerlas y desentrañar sus interrelaciones es fundamental para el diseño adecuado de las políticas monetaria, cambiaria, crediticia, fiscal, que acompañen la implementación de la estrategia de actualización de nuestro modelo económico con el propósito de controlar el actual proceso inflacionario.
El manejo y conducción del proceso inflacionario actual resulta en extremo complejo; hay que enfocarlo con integralidad, no solo a la hora de analizar sus causas, sino también para comprender sus formas de manifestarse, ya sea a través de incrementos de precios o de lo que se conoce como inflación reprimida.
Es de suma importancia determinar qué problemáticas están relacionadas con la implementación del ordenamiento y cuáles no, con el propósito de diseñar las soluciones adecuadas sin anular los objetivos esenciales de la Tarea Ordenamiento y del resto de las transformaciones previstas.
La Tarea Ordenamiento, en su esencia, propicia inevitablemente un incremento de precios, que en términos técnicos más que como inflación — entendida como el proceso continuado de incremento del nivel general de precios en la economía — es conocido como un cambio de nivel en los precios, es decir, un salto en el nivel de los precios que se produce por única vez. Las claves para entender lo que estoy diciendo son las palabras «salto» y «continuado».
Tratar de anular el incremento de precios vinculado a este salto es un contrasentido, es ir en contra de la esencia misma de la Tarea Ordenamiento, ya que este incremento es parte del proceso de ajuste que se busca desatar. En otras palabras, hay que permitir el salto y anular o mitigar aquellas situaciones derivadas de este que promuevan la continuidad — lo que se conoce como espiral inflacionaria inducida por la devaluación — , que en lo fundamental están asociadas a deformaciones estructurales, expectativas desfavorables, situaciones especulativas y, en el caso cubano en particular, a errores en la implementación de la actualización del modelo económico.
Lo adecuado sería que este salto no rebase la magnitud de la devaluación, con el propósito que ya comentamos de lograr una expresión en términos reales de dicha devaluación. Esta declaración debe ser interpretada con singularidad en el caso cubano, y acotada en lo fundamental a la trayectoria de los precios mayoristas, ya que el punto de partida de la devaluación no es el de una tasa única, sino el de una dualidad cambiaria que se opta por eliminar de una sola vez a partir de devaluar la anterior tasa oficial (1 por 1) hasta situarla al mismo nivel de la tasa de cambio de CADECA (1 por 24), que se mantiene inamovible.
Esto explica por qué, para una devaluación de 24 veces, son aceptables incrementos de precios mayoristas cercanos a 20 veces; por diseño se ha fijado la meta de 12 veces, es decir, un 50 por ciento de la devaluación, como primer cortafuego antinflacionario. Para los precios minoristas lo ideal sería que los incrementos no excedieran las cuatro veces o el 300 por ciento de sus niveles de pre-ordenamiento, con el objetivo de al menos preservar el poder adquisitivo de los salarios y pensiones que se incrementan, en promedio, en cinco veces.
En este caso, el diseño establece como meta un incremento general para los precios minoristas de 1,6 veces, que incluye los incrementos de precios de aquellos bienes y servicios a los que se le elimina total o parcialmente el subsidio, y un incremento de hasta tres veces en los precios de los bienes y servicios ofertados por las formas no estatales. Bajo la lógica del ordenamiento, el resto de los bienes y servicios que se ofertan en la red estatal no tienen por qué experimentar incrementos de precios.
Esta dicotomía es resultado de la gran desconexión entre los precios mayoristas y minoristas que prevaleció durante todos estos años en la vida económica cubana, y que incidió en la profunda disociación existente entre las esferas productiva y la distributiva. La Tarea Ordenamiento, entre muchos otros de sus propósitos, se enfoca en eliminarla y propiciar un sistema de precios que garantice la adecuada continuidad y correspondencia entre los precios mayoristas y minoristas.
La idea incorporada al diseño original de incrementar en mayor proporción los salarios y las pensiones es adecuada, no solo porque apunta en la dirección de corregir la «pirámide invertida», sino también porque proporciona el lubricante para que las formas no estatales se ajusten a las nuevas condiciones; sin embargo, también puede constituir una presión inflacionaria adicional muy riesgosa. Como siempre, la cuestión es encontrar las magnitudes apropiadas, y en esto la práctica tiene la última palabra, sobre todo en condiciones donde se agudizan las restricciones por el lado de la oferta.
Abusando de la síntesis, podríamos identificar dos canales fundamentales que explican dicho salto, sin obviar sus interconexiones. Primero, el efecto traspaso de la devaluación a los precios, que se manifiesta a través de un proceso de varias iteraciones hasta que se estabiliza. Su manifestación es más visible en el segmento de los precios mayoristas. Segundo, los efectos de las transformaciones de los patrones distributivos con el propósito de corregir paulatinamente la «pirámide invertida», restablecer la importancia del trabajo y del poder adquisitivo de los ingresos provenientes del mismo, sobre todo en el sector estatal. En este caso, con una mayor visibilidad en los precios minoristas.
La Tarea Ordenamiento, en su esencia, promueve un nuevo enfoque en la redistribución de la riqueza, no solo por los cambios de conceptos en la asignación de los subsidios, sino por la homogenización de la forma de valorar el trabajo en los diferentes sectores de la economía, y también en el acceso al consumo, no bajo enfoques de igualitarismos que a la larga generaban visibles desigualdades, sino sobre bases de equidad en función del aporte a la sociedad.
Inicialmente un grupo debe perder, en términos de poder adquisitivo, para que el otro mejore sobre todo en el tiempo. Ganarían, según diseño, los grupos vinculados al trabajo en el sector estatal, a partir de los incrementos de sus salarios y pensiones, y perderían los vinculados al sector no estatal, pues es real que enfrentan un incremento del costo de la vida y de sus insumos. No puede obviarse que las condiciones pre-ordenamiento propiciaban a este sector ganancias extraordinarias en términos relativos.
En la economía no hay magia y, como se ha dicho, el ordenamiento en sí mismo no crea riquezas en el corto plazo, más bien propicia una distribución más efectiva de la riqueza existente, y posibilita la creación de condiciones para que en el mediano y largo plazo se incrementen las capacidades de generar riquezas, sobre todo a través de una mayor eficiencia y productividad del trabajo.
Esta situación se vuelve un óptimo de Pareto en la medida que se transita de los intereses individuales a los colectivos y, sobre todo, a los nacionales; y se concretan las expectativas de alcanzar un sistema productivo más eficiente e integrado, lo que sin duda requiere de tiempo.
Estos cambios en los patrones distributivos promueven un reacomodo de los actores económicos a las nuevas condiciones. Ejemplo de ello es el incremento legítimo de los precios de los bienes y servicios ofertados por el sector no estatal, dirigido a compensar de alguna manera los incrementos en el costo de la vida y de insumos fundamentales a los que accedían con subsidios. Este movimiento compensatorio hasta cierto límite es racional y necesario; más allá entraríamos en el rango de lo que se ha denominado como abusivo y especulativo, con independencia del sector donde se manifieste.
En resumen, podría decirse que la Tarea Ordenamiento produce un cambio de nivel en los precios — refiriéndonos al incremento de estos durante el proceso de ajuste que genera su implementación — asociado al efecto traspaso de la devaluación, la eliminación total o parcial de subsidios en el mercado estatal y al reajuste de los precios en el sector no estatal, como consecuencia de la necesaria compensación ante el incremento del costo de la vida y de insumos fundamentales.
Otras causas que explican el incremento de los precios en la actual coyuntura y que se relacionan más estrechamente con la definición de inflación ya comentada, es decir, con la tendencia al alza — incremento continuado — de los precios que se observa desde mediados de 2019, pueden ser vinculadas con cierta relatividad a situaciones en principio transitorias.
Me refiero a la ruptura de las interrelaciones entre la oferta y la demanda existente hasta entonces. Por un lado, se produce una continua reducción de la oferta, que ha llegado a ser muy profunda, propiciada por el endurecimiento del bloqueo y por los efectos de la pandemia, y que se traduce en una contracción de la actividad económica que sobrepasa el 11,2 por ciento acumulado, con relación a 2018 a precios constantes. Además, el incremento de la oferta en dólares de bienes y servicios de alta demanda en los mercados minoristas, combinado con la imposibilidad de que la población acceda a esta divisa por vías oficiales, ha profundizado la devaluación de la tasa de cambio informal en ese circuito, situación que impacta inevitablemente en los precios en moneda nacional de los mercados no estatales y encarece el acceso desde los salarios a la oferta estatal de bienes y servicios en dólares.
Por otro lado, dos factores propician la expansión de la demanda: el primero, la reforma salarial realizada a mediados de 2019 en el sector presupuestado, que incrementó el fondo salarial en más de 8.000 millones de pesos, lo que equivale a un 29 por ciento, a la que se suman los incrementos salariales y de las pensiones contenidos en la Tarea Ordenamiento.
Lo anterior, visto desde la perspectiva del fondo de salario, significa que de 28.797 millones de pesos en 2018, se pasa a 139.385 millones de pesos en 2021.[2] No es ocioso acotar que las condiciones de la pandemia propician un reajuste de los gastos de las personas que, en muchos casos, también se traduce en presiones inflacionarias.
El segundo, la imposibilidad doctrinal de ajustar el empleo en correspondencia con la contracción de la oferta, alternativa natural de ajuste del neoliberalismo para transitar a un «nuevo equilibrio». Desde esa perspectiva, más de 500.000 personas hubieran perdido sus trabajos en nuestro país.
Por supuesto, las deformaciones estructurales inciden en los procesos inflacionarios, sobre todo en la profundidad con que estos se manifiestan y en las potencialidades y la efectividad con que actúan las estrategias e instrumentos de política económica que se articulan para combatir la inflación. Pero estas son causas que están predeterminadas desde la perspectiva de la coyuntura y su resolución exige de transformaciones de carácter más estratégico y de largo plazo, no son solubles en el corto plazo.
En este sentido, el punto que quiero resaltar es que en ocasiones he leído análisis sobre la coyuntura inflacionaria cubana donde se le asigna una ponderación excesiva a este factor, desconociendo que la pandemia ha afectado profundamente a todas las economías del planeta sin mayores distinciones, al punto de propiciar la mayor recesión de los últimos cien años, por no decir de la historia. Sobre este particular existen registros y cifras coherentes del desempeño de la economía mundial. Sin embargo, es cierto que la demora o lentitud con que se ha acometido el proceso de actualización de nuestro modelo económico ahora nos pasa factura.
A partir de lo que te he dicho hasta aquí, considero que es un error asociar todo el proceso inflacionario que hoy enfrentamos a la implementación de la Tarea Ordenamiento. Con la información adecuada — no la tengo — podría realizarse una descomposición del incremento de la inflación y relacionarlo con los diferentes factores que lo originan.
Tampoco es adecuado hablar de inflación o incrementos de los precios en sentido general, sin la adecuada contextualización de los análisis. Una de las formas de hacerlo es determinando la magnitud en que esta erosiona el poder de compra de los ingresos nominales, es decir, evaluando la trayectoria de los ingresos reales.
La Tarea Ordenamiento por diseño incrementa los precios, pero también los ingresos asociados a los salarios del sector estatal, las pensiones y la asistencia social.
Estos cálculos son necesarios, ya que permitirían determinar hasta dónde hay pérdidas del poder adquisitivo de los salarios y pensiones, a pesar de sus incrementos, imputables a errores de diseño e implementación de la Tarea Ordenamiento, o inducidas por la severa recesión que enfrenta el mundo y en particular nuestra economía. Las primeras pueden ser evitadas al rectificar lo que sea necesario, tanto a nivel de diseño como de implementación; las segundas hay que administrarlas, mitigarlas, pero no ignorarlas.
Estoy convencido de que, en condiciones normales, la implementación adecuada de la Tarea Ordenamiento podía aportar un ligero incremento del poder adquisitivo de los salarios y las pensiones a partir de la redistribución de riqueza disponible. En las condiciones excepcionales por las que atraviesa nuestra economía, me parece poco realista mantener esta afirmación; hacerlo ha contribuido a generar falsas expectativas que se traducen en un sentimiento de rechazo explícito o implícito en muchos ciudadanos.
Sin embargo, creo que la implementación de la Tarea Ordenamiento, además de ser urgente y necesaria por su importancia estratégica para el proceso de actualización del modelo económico, ha aportado grados de libertad para enfrentar la severidad de la coyuntura actual y crear condiciones que permitan al menos mitigar los efectos negativos derivados de la situación excepcional que enfrentamos.
LT: Entre los economistas, uno de los temas más debatidos es el uso de controles de precios como herramienta para combatir la inflación. ¿Qué opinión te merecen este tipo de controles? ¿Qué herramientas alternativas tendría el gobierno para hacer frente a la inflación, sin dudas, uno de los principales indicadores del éxito o no de la medida?
CPS: Déjame invertir el orden de las respuestas. Te reitero que es muy pronto para dar conclusiones sobre el éxito o no de la Tarea Ordenamiento en cualquiera de sus propósitos e indicadores claves, se requiere de más tiempo para que se estabilicen los nuevos equilibrios y la economía reaccione con energía a las nuevas señales e incentivos y para que evolucione la situación internacional.
También es cierto que el tiempo apremia, por lo que el proceso de transformación de nuestro modelo económico demanda más que nunca compromiso, constancia, eficiencia y efectividad.
Por su parte, el enfrentamiento y control de la inflación demanda un enfoque integral capaz de integrar con coherencia lo sanitario, lo político y lo económico. Te diría que es fundamental controlar la pandemia dentro y fuera de nuestro país y restablecer lo que se ha llamado «la nueva normalidad» con sostenibilidad; las razones son obvias.
Consolidar nuestra unidad nacional en torno a la visión de la nación, fortaleciendo nuestra independencia y soberanía y nuestro socialismo democrático, próspero y sostenible. En particular, lograr un mayor consenso alrededor de la efectividad del proceso de actualización de nuestro modelo económico en sentido general y, en particular, de la oportunidad, necesidad y viabilidad de la Tarea Ordenamiento.
Para ello es fundamental consolidar y estructurar el enfoque integral y secuencialmente coherente de dicha implementación, en correspondencia con los objetivos políticos y económicos propuestos, como punto de partida para perfeccionar y profundizar la preparación de toda la sociedad. Con ello se garantizaría la adecuada comprensión del alcance y contenido de dichas transformaciones, elemento fundamental para agilizar la respuesta en el plano subjetivo.
En esta línea es imprescindible mantener el diálogo transparente y directo con todos los actores sociales y fortalecer su efectividad a partir de la celeridad en la realización de las adecuaciones y rectificaciones necesarias, sin afectar la esencia ni el sentido de dichas transformaciones.
Asimismo, es necesario avanzar con mayor velocidad en la implementación de las reformas estructurales e institucionales complementarias al ordenamiento y que al mismo tiempo lo potencian, con el objetivo de acelerar la capacidad de respuesta de nuestro aparato productivo.
Buscar mayor integración, complementariedad, objetividad y efectividad entre los mecanismos de regulación directa e indirecta de la gestión económica, a partir de una ponderación más adecuada en el establecimiento de las proporciones fundamentales de nuestra economía, es decir, entre acumulación y consumo, entre consumo pagado y no pagado. Por ejemplo, una mayor efectividad y objetividad en el diseño del proceso inversionista como motor del desarrollo y las transformaciones estructurales; en la recaudación de divisas en el mercado interno, lo que incluye su logística, operatoria y destino, entre otros.
En fin, el enfrentamiento a la inflación es tan diverso como sus causas, por lo que mi intención es solo resaltar la necesidad de ese enfoque integral que te mencionaba.
Con relación a los controles de precios, considero que pueden ser efectivos siempre y cuando no laceren o desvirtúen el contenido económico o naturaleza conceptual de la categoría «precios». Bajo esta premisa, pueden ser utilizados con éxito para evitar que los mecanismos de ajustes en la comercialización o distribución de los bienes y servicios producidos, en situaciones excepcionales de escasez, anulen los conceptos de solidaridad y justicia social que deben prevalecer en nuestra sociedad y promuevan la especulación y el individualismo.
Son viables si son parte de una estrategia mucho más amplia enfocada, en lo fundamental, a propiciar el incremento sostenido de la producción y el perfeccionamiento de las estructuras del mercado que permitan un proceso de comercialización más eficiente y efectivo. Su establecimiento no debe ser promovido por la imposición, sino a partir del consenso y conciliación de los intereses de las partes involucradas.
La no observancia de estas cuestiones a la hora de su implementación se traduce en un incremento de la escasez, la especulación y la ilegalidad.
Tampoco pueden ser utilizados como una cortina de humo para ocultar o desconocer nuestra deuda con la productividad del trabajo y, mucho menos, subestimar la importancia de cancelarla en el menor tiempo posible.
Dentro de la Tarea Ordenamiento deben utilizarse para propiciar que el proceso de reinicialización y ajuste de nuestra economía, inducido por la devaluación, se base en la movilización de las reservas de eficiencia y racionalidad económica existentes que, dicho sea de paso, son inmensas.
LT: Carlos, quizás no haya tema más polémico y desafío mayor para el Ordenamiento que la convivencia con el proceso de dolarización iniciado en octubre de 2019 y ampliado posteriormente. ¿Cuáles son los límites, el significado, el alcance de la dolarización, en particular en un escenario de «ordenamiento»?
CPS: Es esencial que el fundamento de la estrategia de transformación estructural y desarrollo mantenga un enfoque integrador que contemple a la economía nacional como un sistema único de interrelaciones productivas. Este enfoque y su consolidación generarían, en el mediano plazo, un círculo virtuoso con aportes muy importantes para la estimulación de las fuerzas productivas y la consolidación de encadenamientos generadores de una mayor integración del tejido productivo nacional, lo cual podría propiciar una inserción internacional sostenible desde el punto de vista político, social, económico y medioambiental.
La dolarización parcial de la economía y los mecanismos de segmentación que esta genera no apuntan hacia esa dirección, más bien trasforman este círculo virtuoso en uno vicioso. La experiencia de las últimas tres décadas nos demostró que sus aparentes beneficios de corto plazo no compensan sus costos en el mediano y largo plazo.
Sin embargo, dentro de las medidas anunciadas para su implementación desde mediados del pasado año en la Estrategia Económica y Social, muchas de ella ya en vigor, se destacan aquellas que profundizan el proceso de redolarización parcial de la economía, incluso en pleno proceso de implementación de la Tarea Ordenamiento.
En el sector empresarial, estatal o no estatal, se crean espacios que consolidan y expanden la redolarización en medio de la unificación, lo que resulta contradictorio. La creación de mercados mayoristas en esa moneda sin mecanismos oficiales de convertibilidad interna, la proliferación de cadenas productivas «hechas a mano» y que se fundamentan en lo que se conoce como esquemas cerrados de divisas, el acceso directo a la importación de las formas no estatales siempre y cuando operen con divisas propias, el resurgimiento y consolidación de Finatur como entidad financiera bancaria cuyo propósito es realizar préstamos en dólares con el objetivo de cerrar ciclos productivos, la creación de espacios monetarios especiales para la inversión extrajera y, en particular, para la Zona Especial de Desarrollo y aquellas entidades que se relacionen con esta, así como las ventas en línea y al circuito de tiendas que operan en moneda libremente convertible, constituyen algunos ejemplos.
Todo esto se presenta como un paso para avanzar en el propósito de lograr descentralizar el proceso de asignación de las divisas en la economía nacional. No obstante, el fin no parece justificar los medios, si estos fomentan un proceso de descentralización de la dolarización.
El camino para consolidar los mecanismos de descentralización del proceso de asignación de las divisas en la economía nacional debe apuntar hacia la conformación de un mercado de divisas regulado, pero eficiente y efectivo para propiciar y fomentar el desarrollo del país, es decir, garantizar prosperidad y sostenibilidad.
Volvemos al problema de la manifestación de los fenómenos y su esencia. Las denominaciones monetarias del dinero constituyen el lubricante de la actividad económica y, al mismo tiempo, deben servir para su medición a partir de su capacidad de erigirse como equivalente universal, entre otras cuestiones relacionadas con la funcionalidad de los signos monetarios. Sin embargo, no es el dinero la actividad económica en sí misma; este actúa como su lubricante y, en dependencia de su calidad y su dosificación, la acelera o la ralentiza.
El objetivo estratégico no debe centrarse en generar una u otra denominación monetaria, sino en el trabajo, y en particular en incrementar su componente nacional, es decir, en potenciar, privilegiar o estimular al valor agregado doméstico o interno y con ello consolidar una mayor integración y densidad del tejido productivo nacional.
Muchas veces, en aras de obtener dólares le restamos dinamismo y potencial a la economía nacional. Exportar materias primas sin antes transformarlas localmente hasta donde sea posible, significa crear empleo en el país comprador y generar desempleo en el país proveedor. En términos de empleo sucede lo contario cuando importamos lo que se puede producir internamente.
La mirada profunda debe centrarse en ampliar las capacidades productivas del país, aquellas que posibilitan agregar valor a las producciones nacionales y activar las potencialidades que permitan la sustitución efectiva de importaciones; es decir, transitar de un enfoque con predominio rentista o uno más apegado a lo productivo y, por ende, más congruente con el socialismo que nos proponemos construir.
Mirar solo a la superficie, es decir, a la expresión monetaria de la actividad económica nos ha conducido en muchas ocasiones por los caminos del crecimiento empobrecedor.
El aporte fundamental desde la perspectiva monetaria sería el de avanzar en la consolidación de las funciones dinerarias de la moneda nacional a nivel de toda la economía, en lo particular dentro del mercado cambiario, posicionándola como su centro de gravedad y fortaleciendo su papel como equivalente universal a partir de la consolidación de una tasa de cambio coherente — con toda intención no utilizo el término de equilibrio — . Desde mi punto de vista, este es el núcleo esencial de la Tarea Ordenamiento en lo que se refiere a la unificación monetaria.
No es conveniente debilitar el contenido y naturaleza económica del peso cubano y su tasa de cambio al crear diseños cuyos propósitos sean sustituir o reemplazar, parcial o totalmente, las funciones que le corresponden a ambas categorías económicas.
Se requiere normalizar, estandarizar nuestro mercado monetario. La fragmentación monetaria también fragmenta a las interrelaciones económicas y fomenta entornos operativos paralelos que erosionan el dinamismo de la económica nacional como sistema único. Con ello se le resta potencialidad y sentido al ordenamiento.
Será muy difícil avanzar en la planificación financiera y centralizada, la gestión económica descentralizada, la regulación indirecta, la verdadera y efectiva autonomía empresarial, los encadenamientos productivos naturales y sostenibles — por mencionar algunos de los propósitos señalados como pilares del proceso de actualización de nuestro modelo económico — , si no se establece un signo monetario único y funcional para toda la economía.
En nuestro caso no hay otra alternativa, no solo desde la perspectiva económica sino también política, que aferrarnos a nuestra moneda nacional.
LT: Es evidente que la meta de «ordenar» pasa también por «desdolarizar». ¿Cuáles son las alternativas en cuanto al comercio minorista?
CPS: Dentro de este proceso de redolarización parcial la mayor atención ha recaído en la reaparición y progresiva ampliación de una franja del comercio minorista que opera en divisas. Es natural, está vinculado directamente a la vida cotidiana de la población, en medio de la situación excepcional que atravesamos.
Recaudar divisas es indispensable para apoyar la estrategia de desarrollo del país, la excepcionalidad del momento lo hace más imperioso, ineludible y urgente, es decir, una necesidad. En cambio, el cómo hacerlo, su diseño, se ubica en otro plano, el de escoger entre opciones o alternativas posibles.
Una vez más, resulta conveniente diferenciar entre el objetivo que se persigue con una medida y la manera en que se implementa, y reiterar que no siempre el fin justifica los medios.
Desde mi punto de vista, siempre, y en especial en la actual coyuntura, recaudar divisas es una necesidad. Sin embargo, recurrir a la dolarización parcial para lograrlo no es lo más aconsejable, sobre todo si uno de los propósitos fundamentales de la estrategia para transformar nuestro modelo económico apunta hacia el fortalecimiento de las funciones dinerarias de nuestra moneda nacional, al reordenamiento cualitativo del entorno monetario cubano, a reforzar el papel del trabajo y corregir los desarreglos distributivos.
Cabría preguntarse qué factores son realmente determinantes para estimular un incremento de la entrada de divisas y, a su vez, garantizar una efectiva y eficaz recaudación por parte de las autoridades gubernamentales a partir de un enfoque que garantice la integralidad de la estrategia de desarrollo económico: la moneda en que se precien los bienes y servicios ofertados, la política de precios diseñada, o el incremento y diversificación de la oferta, de forma que se pueda garantizar sostenibilidad y adecuación a las expectativas de consumo de los individuos y los procesos de reproducción ampliada de los negocios privados. Seguro que hay otros.
Estoy convencido que los verdaderamente relevantes y determinantes de los que te he mencionado serían el segundo y el tercero; entonces, por qué preciar en dólares y no en moneda nacional sería la pregunta clave. Yo no he encontrado una respuesta que satisfaga mis expectativas, y te aseguro que la he buscado desde múltiples perspectivas o aristas. Debe existir, pero realmente no está a mi alcance, al menos por el momento. Al respecto escribí algunas reflexiones en el artículo titulado «La redolarización parcial: una mirada desde el mediano plazo», publicado meses atrás por La Tizza.
La combinación de una oferta de bienes y servicios de alta demanda por parte de la población preciada en dólares — sobre todo en circunstancias donde el comercio de bienes y servicios en moneda nacional manifiesta una marcada depresión — , con la imposibilidad de comprar divisas a partir de la moneda nacional en CADECA, incrementó la demanda de dólares por parte de la población, en momentos donde hay una contracción significativa de su oferta, y redirigió todas la interrelaciones de oferta y demanda de divisas derivadas de las necesidades lógicas de la población impuestas por la propia naturaleza de la medida, hacia los canales informales.
Como es lógico, todo esto ha jugado un papel importante en el progresivo incremento de la brecha existente entre la tasa de cambio oficial unificada y la tasa de cambio vigente en el mercado informal de divisas. Tal situación atenta contra las esencias de la Tarea Ordenamiento.
¿Por qué no preciar en moneda nacional, estableciendo precios diferenciados, pero competitivos con relación a los mercados internacionales cercanos, y aprovechar la experiencia y la institucionalidad ya instalada para recaudar las divisas a través de las operaciones cambiarias en las entidades bancarias y financieras oficiales?
Preciar en pesos cubanos hubiera puesto a los tenedores de dólares a demandar moneda nacional, por solo mencionar uno de los elementos a considerar en este análisis.
En resumen, considero que uno de los problemas que más ha incidido en la desarticulación del modelo económico cubano ha sido la incapacidad de la moneda nacional de cumplir con sus funciones dinerarias y erigirse como equivalente universal. El ordenamiento monetario está llamado a resolver ese problema de manera definitiva en el menor plazo posible.
LT: Comentabas la brecha existente entre la tasa de cambio oficial unificada y la tasa de cambio vigente en el mercado informal de divisas producto de la dolarización. ¿Te parece que es motivo suficiente para volver a devaluar? ¿En qué medida, en lo adelante, devaluar será una opción válida y/o frecuente de política?
CPS: Desde mi punto de vista, al menos en el corto plazo, no es aconsejable profundizar la devaluación de la tasa de cambio oficial unificada. Ya se dio un gran salto, del 2.300 por ciento; desde la perspectiva cuantitativa un cambio de esta magnitud es gigantesco, pero mucho más lo es si se reflexiona sobre sus implicaciones cualitativas para la vida política, económica y social del país. En el manejo de la tasa de cambio no solo deben tenerse en cuenta los fundamentos técnicos de la teoría económica, estos deben ponderarse de manera acertada con la sensibilidad y estabilidad política.
Ahora la prioridad es acomodar la caída, lo que significa en los términos en que venimos hablando, consolidar los fundamentos estructurales e institucionales que le aportan solidez al proceso de reinicialización de la economía cubana, con el propósito de proporcionar un sistema de informaciones o señales más transparente y objetivo sobre el cual pueda estructurarse el proceso de toma de decisiones.
La coyuntura exige poner a punto la «red hidráulica» — los mecanismos de trasmisión de la economía — , para que en el futuro la «llave que regula la presión de agua» — la tasa de cambio — se incluya con mayor efectividad en la «caja de herramientas» destinada a fortalecer las políticas e instrumentos de regulación indirecta de la economía cubana.
Se requiere de un tiempo para avanzar en la consolidación del nuevo vector de precios que garantice una expresión más coherente y objetiva de los precios relativos. Asimismo, es necesario que las autoridades decisoras, el sistema empresarial estatal y no estatal, los diferentes mercados y la población procesen, interioricen y adquieran una mayor comprensión de las nuevas reglas de juego y se ajusten a ellas. También parece sensato ganar un poco más de claridad sobre el futuro de la pandemia, del contexto internacional y los nuevos retos que deberá afrontar la economía ante estas realidades.
Nuevas devaluaciones en el corto plazo profundizarían el proceso inflacionario y reforzarían, aún más, los riesgos de caer en un escenario de espiral inflacionaria que impediría o dificultaría la posibilidad de garantizar el margen de devaluación real requerido para avanzar y profundizar el proceso de restructuración y actualización del modelo económico cubano.
Por demás, añadirían mayor confusión y desconfianza en momentos en que todavía las expectativas no encuentran un anclaje de referencia. No contribuirían al fortalecimiento del necesario consenso político y social, eslabón fundamental, para lograr la gobernanza requerida para la implementación de las cuestiones esenciales que definen la naturaleza de la Tarea Ordenamiento.
La reiteración del argumento de la necesidad de profundizar el nivel de la devaluación, incluso en términos reales, para mejorar la competitividad de la producción nacional queda debilitada por la evidencia empírica. Está demostrado que no aumentan las exportaciones por el alza del tipo de cambio. Quienes entienden de competitividad internacional señalan que esta no depende sólo del tipo de cambio real, sino también de otros factores estructurales como el acceso y capacidad de manejo de la tecnología disponible, las escalas de producción, las barreras a la entrada en diferentes mercados, así como la disponibilidad de materia prima barata y abundante, el precio de la energía y la infraestructura logística. Otros elementos importantes son líneas de financiamiento a tasas subsidiadas, beneficios impositivos y el costo del transporte.
Lejos está el tipo de cambio real de ser lo único que incide en la rentabilidad del complejo exportador: de acuerdo con los contextos y las especificidades de la estructura productiva, lo que ocurra con el nivel de actividad doméstica o la situación de la demanda internacional representan los principales determinantes de la competitividad externa.
En términos técnicos, los volúmenes de exportaciones muestran una baja elasticidad al tipo de cambio real multilateral. En lenguaje coloquial, esto significa que una moneda doméstica depreciada no se traduce en un alza adicional de la cantidad de exportaciones. Esta idea se refuerza para Cuba, en la medida que sus principales rubros exportables de antemano están preciados en dólares, lo cual hace que la devaluación del peso cubano en muchos casos sea transparente para los mercados externos.
Lo que corresponde ahora es realizar las rectificaciones y ajustes que demanda la adecuada implementación del ordenamiento monetario y garantizar la coherencia de la secuencialidad, integralidad y sistematicidad del proceso de actualización del modelo económico cubano. Debe avanzarse en el conjunto de transformaciones de naturaleza estructural, institucional y distributiva que han quedado inconclusas o postergadas, de manera tal que se maximicen las oportunidades y fortalezas que para ello aporta el despliegue de la Tarea Ordenamiento y, a su vez, se aprovechen las nuevas condiciones que estas transformaciones ofrecen para contribuir al avance exitoso del proceso de reordenamiento del entorno monetario cubano.
Con esto te reitero el enfoque y la convicción de que la unificación monetaria y cambiaria es parte de la solución, pero no la solución en sí misma, lo que equivale a decir, parafraseando lo anterior, que la devaluación es parte de la solución, pero no la solución en sí misma.
En un mercado cambiario bajo una fuerte influencia tanto de la demanda de importaciones como de la compra de dólares en un segmento informal vinculado a la población, profundizar la devaluación es una solución ficticia para mejorar la competitividad y tiene corto recorrido porque alimenta la tasa de inflación.
Profundizar la devaluación en las condiciones actuales agudiza la puja distributiva en una economía con problemas estructurales de empleos y en vía de recomposición del entramado industrial. Impacta en forma negativa en la actividad y distribución de la riqueza, provocando una transferencia de ingresos desde sectores de remuneraciones fijas hacia grupos financieros, el sector exportador y aquellos con mayor capacidad de ajuste a dicha devaluación.
Tampoco favorece la consolidación de encadenamientos generadores de una mayor integración del tejido productivo nacional que propicie una inserción internacional sostenible desde el punto de vista político, social, económico y medioambiental.
LT: Indiscutiblemente, el mercado informal de divisas aporta señales relevantes de desequilibrios en la economía, en particular en un escenario de déficits de información y estadísticas. Sin embargo, ¿cuán determinantes pueden ser esas señales para la toma de decisiones?, ¿cuán parcial o sesgada puede ser la información que brinda este mercado?
CPS: Muchos de los que abogan por profundizar los niveles de devaluación en el corto plazo lo hacen tomando, como referencia para sus argumentaciones, lo que acontece en el mercado informal de divisas, donde el peso cubano se cotiza en márgenes cercanos a los 50 pesos por dólar americano.
Lo anterior es un problema real pero, desde mi punto de vista, a la hora de analizarlo y enfrentarlo no se puede desconocer que la tasa de cambio unificada establecida a partir del primero de enero de este año rige para toda la economía nacional, lo que la hace portadora de una nueva cualidad.
Es imperativo apelar a la adecuada coherencia de un enfoque analítico que privilegie la totalidad, garantizando la integración coherente de fundamentos y sus partes. Los análisis fragmentados de esa totalidad pueden resultar contradictorios y llevarnos a conclusiones parciales, cuyas generalizaciones resulten erróneas.
No creo que sea muy complicado de entender que en Cuba el mercado informal o paralelo de divisas, por su naturaleza específica, no tiene la capacidad de sintetizar con la integralidad requerida todas las interrelaciones que se establecen entre la oferta y la demanda de divisas de toda la economía.
El mercado informal de divisas como parte del todo, además de estar influenciado por aquellos fundamentos y deformaciones estructurales que hoy afectan a la economía en su conjunto, es impactado por cuestiones muy específicas relacionadas con situaciones que determinan su estructuración, funcionamiento y operatividad. Estas cuestiones de carácter específicas matizan, a su vez, el impacto de aquellas de carácter más general.
Tratar de reducir la brecha existente entre la tasa informal y la tasa oficial unificada en las condiciones actuales a partir de profundizar la devaluación de esta última es actuar en la superficie del fenómeno, obviando la gran enseñanza que nos dejó Marx de la necesidad de hurgar en la esencia de este. Al no remover las causales específicas, lo más probable es que el resultado final se concrete en la ampliación de dicha brecha.
Por solo citar un suceso a tener en cuenta, y llamar la atención sobre la necesidad de profundizar el estudio de las causales que explican la evolución de la tasa de cambio informal o paralela, puede señalarse que los grandes saltos — cambios de nivel — en la trayectoria de devaluación de la moneda nacional respecto al dólar en el mercado informal de divisas coinciden con los momentos en que se iniciaron y luego profundizaron en cantidad y cualidad las ventas de bienes y servicios preciados en dólares — octubre 2019, y el verano de 2020 — , es decir, con la redolarización de las transacciones en estos segmentos del mercado.
Sin lugar a dudas, la significativa devaluación de la moneda nacional en el mercado paralelo de divisas afecta la esencia de la Tarea Ordenamiento. Desde esa perspectiva, tengo la impresión de que ha sido un tema poco abordado, al menos públicamente, desde posiciones oficiales. Se requiere su análisis y corrección no solo como fenómeno aislado, sino a partir de sus interrelaciones con la Tarea Ordenamiento y su esencia.
No se puede ignorar o restar importancia a las consecuencias del efecto traspaso de la devaluación de la tasa de cambio paralela en la trayectoria de los precios minoristas, sobre todo en los mercados de oferta y demanda. Es decir, en la inflación y por ende en el poder adquisitivo de los ingresos, en particular en aquellos que se originan en lo fundamental en el sector estatal. También tiene un impacto muy negativo en la distribución de la riqueza. En síntesis, debilita la motivación por el trabajo, en particular en el sector estatal, y revierte los avances en materia redistributiva que aporta el ordenamiento monetario.
Existen evidencias de una práctica institucional relativamente reciente en el abordaje de este tipo de fenómeno en nuestro país; aunque las condiciones no son las mismas, de ellas pueden extraerse experiencias muy útiles y aleccionadoras. Luego de los años más duros del Periodo Especial, fue posible revaluar significativamente la tasa de cambio de CADECA, mantenerla en niveles fijos sostenibles por periodos prolongados, devaluarla y estabilizarla cuando fue necesario.
Si bien no pudo erradicarse la existencia de un mercado informal de divisas, la tasa de cambio de CADECA fue referencia obligada para su operatoria por muchos años. Todo lo anterior fue posible a pesar de que la política de precios diseñada para las TRD fomentó la posibilidad de arbitraje a partir de las importaciones con fines comerciales de las personas naturales que, aunque oficialmente no están autorizadas, crecieron de manera sostenida.
A pesar de todos los inconvenientes de la dualidad monetaria y cambiaria, las personas naturales prefirieron denominar sus ahorros en las monedas nacionales, lo cual refleja confianza, cuestión que en términos de dinero no se logra por decreto.
Aunque algunos o muchos lo pongan en duda o se nieguen a reconocerlo, se logró y mantuvo un equilibrio por muchos años y se consolidó una experiencia que evidenció que, con buenas prácticas, existe la posibilidad de regular los mercados en el socialismo. Esto no es cualquier cosa.
A propósito, te hago una última reflexión. Considero que realizar un diagnóstico y proponer medidas de política económica sin tener en cuenta o subestimando que la economía mundial está transitando la peor crisis de por lo menos los últimos 100 años, así como el impacto del bloqueo en la vida económica y social de nuestro país, es una peculiaridad de economistas mediáticos.
Si a ello se le suman posiciones acríticas y generalizadoras de lo planteado en los que se abrazan a manuales tradicionales de cualquier escuela o tendencia, el panorama analítico se torna bastante complicado e incluso estéril.
Conste que esto último no significa ignorar o subestimar los saberes acumulados en estos temas, que son vastos, y mucho menos apartarnos de ellos, sino resaltar la necesidad de estudiarlos con mayor profundidad, con el propósito de poder implementarlos de manera innovadora teniendo en cuenta la coyuntura nacional e internacional que enfrentamos y bajo la premisa que nuestro objetivo es construir una nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible.
LT: Gracias Carlos, creo que ha resultado una muy útil segunda entrega. Ojalá podamos repetir en próximas ocasiones.
Notas:
[1] Marx, Carlos. El Capital, Tomo III. Fondo de Cultura Económica, México, 1975.
[2] Figueredo Reinaldo, Oscar y otros. Marino Murillo ofrece detalles sobre el ordenamiento monetario ante la Asamblea Nacional. Cubadebate, 16/12/2020. www.cubadebate.cu/noticias/2020/12/16/marino-murillo-ofrece-detalles-sobre-el-ordenamiento-monetario-ante-la-asamblea-nacional
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