Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

martes, 28 de diciembre de 2021

CRÓNICA DE MIS MEMORIAS.

Por Froilán González García

II.- RUMBO A LA SIERRA MAESTRA. 

Después de la graduación como Artillero de Cuatro Bocas, junto a varios compañeros pasamos al Convento de San Vicente de Paul en la Calzada del Cerro, entre los cines Maravillas y Edison. A los pocos días se presentó una epidemia de sarna atribuida a unos perros y gatos callejeros y el Convento tomó fama de Sarnoso. El  doctor Antonio Núñez Jiménez, vino a visitarnos acompañado, como siempre, del militar Ovidio Méndez y otro desconocido que se presentó como oficial del Ministerio del Interior. Se  reunió individualmente con cada uno de nosotros y explicaron que la orientación de Fidel, si se producía la invasión norteamericana, era que la zona donde estuviéramos no  podía ser conquistada por los enemigos; que la retaguardia debía estar garantizada organizando a los campesinos. Que éramos los máximos responsables de cumplir estrictamente esa orientación, incluso al precio de nuestras vidas, porque la lucha contra los norteamericanos continuaría, al igual que con sus mercenarios locales. Explicaron los métodos utilizados por las bandas contrarrevolucionarias, financiadas por la CIA y  grupos mafiosos de Estados Unidos, sobre el asesinato del alfabetizador Conrado Benítez y las medidas de seguridad que debíamos tomar. Prometió que después de la ubicación, un oficial  del Ministerio del Interior nos visitaría y entregaría una pistola para defendernos. A nuestro  grupo lo destinaron para la Sierra Maestra y al Maestro Ramón Rodríguez y otros compañeros los ubicaron  cerca de Puerto Esperanza, en la provincia de  Pinar del Río, donde además de alfabetizar trabajaban en el campo recogiendo los productos agrícolas y por las noches como vigilantes en la costa ante un posible desembarco.  A otro grupo los enviaron para El Escambray.

Incidente en el Convento.

Los demás  Maestros Voluntarios permanecieron en el Convento San Vicente de Paul hasta esperar las designaciones en otras responsabilidades, entre ellas como políticos en las Fuerzas Armadas, los ministerios de Educación, del Interior, Relaciones Exteriores y otras instituciones administrativas como centrales azucareros y diferentes empresas intervenidas.

Un año después a través de los testimonios de los Maestros Voluntarios Gerardo Hernández y  Manuel  Canteros, nos enteramos  que en el Convento de San Vicente de Paul se presentó un grave incidente. Enviaron a un grupo de constructores para realizar  mantenimiento al edificio. Con frecuencia comenzó a visitar el local un sacerdote con el pretexto de inspeccionar las instalaciones. Se sospechaba que estaba espiando para la contrarrevolución u otros intereses ocultos, pues le gustaba venir a bañarse al Convento en horario que solamente quedaban algunos compañeros y los constructores. Un día hizo propuesta indecorosa a uno de los bañistas, éste empezó a golpearlo y ante los gritos de auxilios del Prelado y la salida súbita completamente desnudo, todos se enteraron. Se armó un tumulto y protestas airadas.

Alguien hizo un disparo al aire para llamar al orden, otros dicen que se le escapó, pero lamentablemente hirió a uno de los compañeros. Al Sacerdote lo encerraron en una de las habitaciones y llegó la Policía. El oficial ordenó entregarle la ropa, la sotana y el crucifijo. Al entrar estaba acostado en una de las camas y tenía el cuerpo cubierto con una sábana.

Las autoridades tomaron declaraciones, se llevaron preso al del disparo y dejaron marcharse al sacerdote, lo que provocó airadas protestas. El bañista de forma ofensiva le gritó al policía que parecía profesaba las mismas creencias religiosas del Sacerdote e iguales preferencias sexuales, lo que provocó otro conflicto porque la autoridad quería llevárselo preso.

A los pocos días se presentó otra epidemia de sarna que comenzó por la habitación donde encerraron al cura y lo acusaron de propagar esa enfermedad, pero algunos alegaron su inocencia teniendo en cuenta que la anterior fue atribuida a los perros y gatos callejeros. 

La batalla de la alfabetización.

El 28 de enero de 1961, en homenaje al natalicio de José Martí, se convocó oficialmente la Campaña de Alfabetización. Ese día Fidel asistió al acto en la Fortaleza Militar de Santa Clara convertida en escuela y planteó que la alfabetización era una de las más grandes batallas por la cultura, verdaderamente épica, en que debía participar todo el pueblo y afirmó había que comenzar a organizar ese ejército de cien mil jóvenes alfabetizadores.

La peligrosa situación por las amenazas de Estados Unidos hizo que se detuvieran algunos planes, sin embargo, la preparación de la campaña de alfabetización continuó, Defensa y Alfabetización avanzaban simultáneamente.

Las agresiones de Estados Unidos se incrementaron, comenzaron una campaña contra la alfabetización, grupos contrarrevolucionarios financiados por ellos quemaron escuelas, amenazaban con asesinar a los Maestros Voluntarios y a los Alfabetizadores. 

Diez días después de asumido el mandato, John F. Kennedy anunció un agresivo plan contra Cuba, prácticamente una guerra. Fidel visitó la Comisión Nacional de Alfabetización donde abordó el tema de las Brigadas de Alfabetización con el nombre de Conrado Benítez. El 28 de febrero de 1961, volvió para despedir al primer grupo de jóvenes que integraban esas Brigadas y se constituyó el Tercer Contingente de Maestros Voluntarios que partieron para Minas del Frío.

Llegada a Bayamo.

A principio de marzo llegué a la ciudad de Bayamo, me presenté en la calle León # 12, donde se encontraban las oficinas del DATMCC. Me ubicaron en la zona de Guisa, donde ya habían concluido el censo que arrojó el 52% de la población analfabeta y casi el 60 % semi analfabeta.

Era un honor trabajar en ese territorio con una larga historia desde la lucha por la independencia hasta la famosa Batalla de Guisa dirigida por el Comandante en Jefe. El municipio se encuentra en la pre cordillera de la Sierra Maestra en el extremo sureste de la actual provincia Granma. Limita con los municipios de Bayamo, Jaguaní, Guamá y Buey Arriba. Su historia de lucha comenzó con los asentamientos aborígenes, quienes armados con palos y piedras, enfrentaron a los colonizadores españoles y los sobrevivientes se refugiaron en las  montañas. En la etapa colonial los esclavos que lograban fugarse y convertirse en cimarrones también  se internaron en estas montañas. Algunos de los pobladores participaron en el comercio de contrabando con piratas, corsarios y filibusteros que por el río Bayamo llegaban al Cauto y desde allí al mar. También se refugiaron delincuentes y prófugos de la justicia. Durante la dictadura de Batista, perseguidos políticos, desalojados de sus tierras o víctimas de atropellos, se fueron para esas  montañas y se dedicaron al cultivo del café. Al producirse el desembarco del Granma el 2 de diciembre de 1956, los sentimientos revolucionarios se vigorizaron y muchos de los campesinos se integraron al Ejército Rebelde o colaboraron en actividades de apoyo.

Lote Cuatro.

Me ubicaron en el Lote Número Cuatro Abajo, un extenso territorio que fuera propiedad de un terrateniente que al morir la viuda le entregó un lote a cada uno de sus nueve hijos. Estaba en la cresta de la loma que bajaba a la desembocadura del río El Diablo, afluente del Bayamo. Por esa razón se conocía también como Bajada del Diablo.

La principal vía de acceso era tomar un transporte de montaña en la ciudad de Guisa hasta el caserío El Jigüe, distante unos 21 kilómetros por un camino de tierra, con muchas piedras y varios cruces de ríos, entre ellos el caudaloso Bayamo. El camino continuaba hacía El Plátano, Las Mantecas, La Plata, Oro de Guisa y Pino del Agua.

El caserío del Jigüe está situado en una de las márgenes del Río Bayamo, con muchos bohíos de yaguas, guano y tablas de palmas. Debe su nombre a una leyenda de sus primeros pobladores que decían que desde el río emergía un negrito y desaparecía misteriosamente al que llamaban Jigüe. Se hablaba de espíritus errantes, bolas de candela, hermosas y seductoras mujeres  desnudas, que propondrían acompañar a los caminantes y había que conocer algunas oraciones para que se fueran a descansar en paz y había lechuzas que son aves de mal agüero. Yo esperaba la madrugada para comenzar la subida, de modo que cuando saliera el sol, me encontrara a mitad del camino y continuar con la frescura de la mañana.  La primera parada era en Cacaíto, donde me detenía en la casa de Miguel Mojena y su esposa Veneranda, que se levantaban en horas de la madrugada, me brindaban café y desayuno.

Desde niño sabía montar caballos, pero nunca los mulos, Miguel Mojena en algunas ocasiones me prestaba uno para que llegara hasta el caserío de Laguna de Guamá, donde tenía un compadre donde dejaba el animal. Esa persona se encargaba de devolverlo con algún viajero hacía ese lugar. El aprendizaje de montar en mulo, me sirvió durante la campaña de alfabetización porque cabalgaba por esos sitios como un experto jinete y podía retar a los campesinos. 

En Cacaíto existían dos caminos de tierra abiertos por las compañías madereras, uno seguía para Vegueta Larga, Gibraltar, El Salto y Lote Tres y otro hasta Punta de Lanza y Bayamito, pasando por el resto de los Lotes hasta el Nueve. El Lote Cuatro estaba ubicado a unos cinco kilómetros de El Jigüe por escarpadas montañas, que en tiempo de lluvias lo hacían intransitable por las pendientes y frecuentes deslizamientos de tierra que bloqueaban el camino. Tenía que continuar por Pinar del Jigüe, en una ladera del lado izquierdo se encontraba Pinar del Hueso. Después Treinta Pinos y para Bajada del Diablo, tenía que descender.  La ruta continuaba para Lote Cuatro Arriba y los caseríos de Lote Tres, Cinco, Seis, Siete, Ocho y Nueve, Bayamito y Punta de Lanza. 

En Bajada del Diablo solo vivían tres familias, y por los alrededores unas 10. La Revolución  a través de la Ley de la Reforma Agraria los había hecho propietarios de sus tierras. A través de trillos se comunicaba con La Palangana, Cueva del Humo, otros asentamientos y el caserío del El Plátano, donde se podía tomar un transporte hasta Guisa, distante a 24 kilómetros. En esa comunidad existía un vivero de plátanos que le daba nombre al caserío.

La zona de Los Números contaba con unos mil habitantes dispersos por su amplio territorio, junto a Punta de Lanza y Bayamito, era la zona más intrincada y de difícil acceso del municipio de Guisa. Una parte de los adultos mayores, generalmente emigrados por diferentes causas sabían leer y escribir. Los analfabetos se concentraban en los ancianos y los jóvenes, que muy pequeños llegaron con sus padres o habían nacido en esas zonas.

Me hospedó la familia de Olegario García y Fredesvinda Tamayo. Dormía en una hamaca en el almacén de café. Los analfabetos estaban ubicados en las laderas de la montaña que terminaba en la zona de El Plátano.  Debíamos permanecer en la zona  seis semanas y una de vacaciones.  Olegario resolvió el pizarrón, un busto de José Martí y la bandera cubana.

El 15 de abril de 1961, aviones procedentes de Estados Unidos con insignias de las naves cubanas bombardearon los aeropuertos de Santiago de Cuba y San Antonio de los Baños y el campo de la Fuerza Aérea Revolucionaria en La Habana, preludio de la invasión. Las agencias de prensa norteamericanas difundieron que eran pilotos y naves cubanas sublevadas.

El 16, el comandante Fidel Castro despidió el duelo de las víctimas y proclamó el carácter socialista de la Revolución. Al día siguiente desembarcaron 1500 mercenarios en la Bahía de Cochinos, por Playa Larga y Playa Girón. Fidel dio la orden de combate. Recibimos la orientación de organizar a los campesinos para la resistencia contra los invasores.

Los campesinos apoyaron masivamente al proceso revolucionario y las mujeres se inscribieron como milicianas y acordaron movilizarse y comenzar el adestramiento militar y exigieron armas. El 19 de abril de 1961, las Fuerzas Armadas, del Ministerio del Interior y las Milicias Nacionales Revolucionarias tomaron por asalto las últimas posiciones de las fuerzas mercenarias, logrando la primera derrota del imperialismo norteamericano en América Latina.

Por esos días llegaron cuatro alfabetizadores, dos de Matanzas, otro de La Habana y el cuarto de Bayamo.

El 30 de junio de 1961, Fidel pronunció el histórico discurso, conocido como “Palabras a los intelectuales”, donde expuso con mucha claridad la política cultural de la Revolución.

Ese mes los mil Maestros Voluntario del Tercer Contingente se graduaron y a mí me trasladaron al Lote Cuatro Arriba, porque la maestra Carmen Ferrer se había enfermado, pero ya la mayoría de los adultos estaban alfabetizados, la escuela contaban con pizarrón, la bandera, el busto de José Martí  y habían aprendido a cantar el himno nacional. 

En el Lote Cuatro me designaron como Asesor Técnico de la campaña de Alfabetización, abarcaba los territorios de Lote Cinco, Pinar del Hueso, La Laguna de Guamá y Arroyón. Entre los Maestros Voluntarios se destacaba el joven venezolano Ibrahim López, que después murió combatiendo en las guerrillas de su país natal.

El lugar se encontraba en la cima de la montaña, a casi mil metros sobre el nivel del mar. Subían camiones a cargar maderas y troncos de árboles, pero el principal medio de transporte eran las arrías de mulos.  Me gustaba sentir el sonido de los cencerros y aprendí a distinguir a qué distancia estaban, a pesar que el camino tenía muchas curvas y en tramos  zigzagueante.

El clima era frío con temperaturas promedio de menos de 20 grados, y en las madrugadas muy bajas. Había que convivir con las nubes y neblinas tanto al amanecer como al oscurecer. La vegetación muy espesa con árboles maderables, especialmente pinos, frutales, helechos arborescentes, grandes cafetales y ciertas parcelas de cacao.

Me alojaron Arquímedes Santisteban y Noelia Almaguer, la vivienda estaba a un costado del camino, casi dentro del bosque y a unos pocos metros pasaba un arroyo. Me gustaba escuchar a los pericos, torcazas, bijiritas, se veían gavilanes y palomas y también abundaban jutías, majás de Santamaría, culebras ciegas, ratones, una especie de lagartos conocidos como chipojos, ranas y sapos. 

Arquímedes y Noelia

Arquímedes y Noelia me recibieron con mucho afecto, tenían tres hijas pequeñas: Mirta con 10 años de edad era la mayor, le seguían Iluminada,  Carmita y esperaban la cuarta, que nació en noviembre de ese año y le pusieron por nombre Alina.

Arquímedes era dirigente campesino, responsable de solicitar créditos para los asociados al desarrollo agrícola, pertenecía a la Defensa y Patrullas de Vigilancia, viajaba frecuentemente a Guisa y estaba vinculado al Ministerio del Interior.

Eran muy revolucionarios, Noelia Almaguer cuidaba muy bien a sus hijitas, era limpia y ordenada y cocinaba excelentemente: harina de maíz, tostones, fufú de plátanos verdes, bolas de mata jibaros, mazorcas de maíz tierno hervido, boniatos asados, retoños de hojas de yuca revuelto con huevos, chocolate caliente y café tostado y triturado en un viejo pilón, hecho de un tronco de árbol ahuecado donde colocaba los granos donde los pilaban con un madero muy parecido al de los  aborígenes. 

Un día me ofrecí a buscar agua al pozo, a orilla del arroyo de aguas cristalinas.  Noelia me alertó sobre la necesidad de colar el agua. Al llegar por el agreste trillo comprobé que era un hueco en la margen del arroyo y el agua se sustraía con un jarro, a veces con basuras, pececitos, gusarapos y renacuajos. En tiempo de lluvias había que limpiarlo, porque la corriente turbia, arrastraba hasta animales muertos. Se hizo una campaña para hervir el agua y Noelia era la defensora de tal medida.

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