Las petroleras y sus lobbies exigen que se anule la norma de 1970 que impide comerciar en el exterior con el petróleo de EE UU
SANDRO POZZI Nueva York 17 AGO 2015 - 00:05 CEST
Un trabajador bajo un pozo de petróleo / EFE
El precio del petróleo está en mínimos de hace seis años. Pero la producción de Estados Unidos no para de crecer gracias a técnicas como la fracturación hidráulica o nuevos yacimientos. Las compañías no paran de meter crudo en el mercado interno a un ritmo récord, superior a la demanda nacional, provocando un exceso que tiene difícil salida. Ante este atasco, las grandes petroleras y sus lobbies elevan la presión para que la Casa Blanca levante la prohibición a las exportaciones que está vigente desde 1970. La situación se puede agravar si Irán comienza también a enviar petróleo tras el pacto nuclear.
EE UU es el tercer mayor vendedor de productos refinados del mundo, tras doblar en volumen desde 2007. Sin embargo, no puede comerciar con petróleo en el mercado internacional por una restricción que se entendió en los años 1970 como una protección frente a las fluctuaciones severas de precios y en el suministro. Esa política, como señalan desde el Aspen Institute, está “obsoleta” porque el mercado cambió radicalmente en la última década.
Para defender esa restricción se señalaba que las exportaciones acabarían provocando un alza de las gasolinas. La Casa Blanca admite ahora que la probabilidad de que eso suceda es muy baja. La Administración de Barack Obama hizo también un gesto en diciembre al autorizar las primeras salidas de crudo, aunque de una forma muy limitada y para un producto específico. Es lo que se dispone a hacer a finales de agosto con México.
Pero ahí quedó. El presidente, que es el que tiene la autoridad última para levantar la prohibición, no muestra intención de cambio. Este apoyo creciente a la liberalización del comercio del crudo era impensable hace cinco años, cuando se decía que EE UU seguiría siendo el mayor importador neto de petróleo y gas natural del mundo.
Ahora es el primer productor gracias a los vastos yacimientos en Texas y Dakota del Norte, destapados con técnicas como la fracturación hidráulica (fracking) y la perforación horizontal. La producción de petróleo alcanzó los 9,51 millones de barriles diarios en mayo, frente a seis millones a comienzos del boom en 2012. El crudo importado siguió, sin embargo, la tendencia opuesta y está en un punto de equilibro con el que se extrae en Estados Unidos. Pese a ello, los inventarios están ahora al nivel más alto en ocho décadas.
Reducir el déficit comercial
La consultora IHS calcula que el levantamiento de la prohibición no solo dará más flexibilidad a las petroleras al gestionar sus operaciones. Además, les permitirá hacer inversiones adicionales por valor de 750.000 millones de dólares. La producción doméstica crecería en 1,2 millones de barriles diarios de aquí a 2025, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Columbia. Según Brookings, eso aportaría 550.000 millones cada año al PIB. También tendría un efecto positivo en la balanza comercial, en reducir el déficit en 22.000 millones de dólares.
Ryan Lance, presidente ejecutivo de ConocoPhillips, advierte de que el renacer energético de EE UU se está viendo ahora “estrangulado” por una regulación que está “completamente desfasada”. Cualquier restricción de este tipo, añade, debe estar basada en “hechos, no en la histeria política”. “Podemos encontrarnos de que no va a haya sitio para poder almacenar el crudo que se produce”, alertó.
Continental Resources, Marathon Oil y otra decena de petroleras se suman a la campaña. “La caída de precios motiva a los productores a presionar más para se levante la prohibición, porque en esta situación cada dólar cuenta”, indican los economistas de la Reserva Federal de Dallas. No está tan clara la posición de las refinerías, que tienen sus operaciones adaptadas al crudo que les llega de Oriente Medio y compran el doméstico con descuento.
Terry Duffy, presidente del operador del mercado de futuros de Chicago, considera que esta “segregación” del mercado internacional está creando distorsiones de precios que afectan a las decisiones de inversión de las petroleras y da ventaja a los productores de otros países. “Las consecuencias de esta obstrucción autoimpuestas son opuestas y crean una desventaja competitiva”, añade George Baker, director de Producers for American Crude Oil Exports.
El último informe mensual de la Agencia Internacional de la Energía muestra las primeras grietas. Hay un 60% menos de plataformas operando en EE UU cuando se compara con las activas en octubre de 2014, un mes antes de empezar la batalla en el mercado del petróleo. “Aunque están logrando incrementar la producción a corto plazo, tendrán dificultad para mantenerla”, señala. Podría ser la primera contracción en el suministro por primera vez desde 2008.
Técnicamente no es necesario adoptar una legislación para levantar la prohibición, pero ayuda. El comité de Energía y Recurso Naturales del Senado aprobó antes del receso un paquete que incluye permitir las exportaciones. El comité bancario también considera una iniciativa para regular las exportaciones mientras el líder en la Cámara de Representantes, John Boehner, la segunda persona más poderosa en Washington, recurre a la geopolítica para justificarlo.
Aunque las sanciones que se imponen a Irán no se levantarán hasta que cumpla los términos del acuerdo, este miembro de la OPEP podrá meter en el mercado cientos de miles de barriles diarios en pocos meses superadas las restricciones. Y se agravaría la situación.
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