Para los países, ponerse de moda en Wall Street es una señal de que se avecinan turbulencias
PAUL KRUGMAN 3 NOV 2015 - 13:00 CET
Un hombre pasea por el puerto de carga de Yangon (Myanmar). / YE AUNG THU (AFP)
PAUL KRUGMAN 3 NOV 2015 - 13:00 CET
Un hombre pasea por el puerto de carga de Yangon (Myanmar). / YE AUNG THU (AFP)
Para los países, ponerse de moda en Wall Street —o, lo que es aún peor, formar parte de un acrónimo con gancho— es como verse en la portada de las revistas Businessweek o Fortune: una señal inequívoca de que se avecinan problemas muy graves. Así que deberíamos haber sabido que los BRIC (la etiqueta colectiva para Brasil, Rusia, India y China) iban camino de sufrir una terrible caída; y, cómo no, los mercados emergentes han pasado de héroes a indeseables en un pispás.
¿Pero cuáles son las consecuencias para la economía mundial? Los mercados emergentes son agua pasada, pero los países desarrollados están de moda otra vez; entonces, ¿lo comido por lo servido? Por desgracia, no, porque hay aquí una asimetría importante.
Es cierto que todos los exportadores de materias primas se ven afectados. Pero están respondiendo de manera diferente. Fíjense, por ejemplo, en la política monetaria de Brasil frente a la de Canadá. Este último país ha mantenido los tipos de interés bajos; de hecho, es posible que el país norteamericano introduzca algún estímulo fiscal si la economía sigue debilitándose.
Pero la política brasileña está agravando la recesión del país, con unos tipos de interés que suben y la perspectiva de una restricción presupuestaria. Esto no se debe a que los brasileños sean estúpidos. Se debe en parte a que han llegado a esta situación con una tasa de inflación relativamente alta, de modo que no están tan relajados con la devaluación de la moneda como pueden permitirse estar los canadienses. Pero también se debe a que los mercados emergentes siguen padeciendo, en cierta medida, las consecuencias del "pecado original" (mercados de capital subdesarrollados y la tendencia a adquirir préstamos en moneda extranjera). Este pecado no es, ni mucho menos, tan grave como hace 15 años, cuando los economistas Barry Eichengreen y Ricardo Haussman acuñaron la expresión, pero a partir de 2008, los préstamos empresariales en dólares lo han reavivado hasta cierto punto.
La consecuencia es que, a medida que los mercados pierden la fe en las economías emergentes, estas se ven forzadas a adoptar políticas contractivas. Al mismo tiempo, las economías desarrolladas, que reciben las entradas de capital, no están respondiendo con políticas expansivas. Por eso, el efecto general de la desilusión colectiva con los mercados emergentes es una tendencia generalizada a la contracción. Y aunque sigo pensando que esto no basta para generar una recesión mundial, ya no estoy tan seguro como hace unos meses.
Ah, y un repunte de los tipos de interés en Estados Unidos —que no solo perjudicaría a la economía estadounidense, sino también, por el fortalecimiento del dólar, a los mercados emergentes— contribuiría en gran medida a agravar aún más la situación.
Paul Krugman es Premio Nobel de Economía de 2008.
© The New York Times Company, 2015.
Traducción de News Clips.
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