El primer banco alemán acusa su exceso de riesgos y la debilidad del negocio
Hace solo diez años, los abuelos alemanes regalaban a sus nietos acciones de Deutsche Bank que 18 años después financiaban sus estudios. Este año, sin embargo, las acciones del primer banco alemán perdían ya un 40% de su valor en Bolsa antes de que el Banco Central Europeo (BCE) pusiera en marcha la política monetaria que ha estrechado sus márgenes hasta estrangularlos y en febrero se dispararon los seguros de impago y se hundieron su deuda convertible («cocos»), por lo que se vio obligado a salir al paso recomprando bonos propios.
Ahora, no solamente no ha superado el test de estrés en Estados Unidos, sino que es considerado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) como la entidad de mayor riesgo sistémico del mundo y su cotización ha caído a niveles mínimos de los últimos 30 años, hasta los 12,05 euros. En la jornada post Brexit perdió un 14,1% adicional y los inversores temen ahora que desencadene otro terremoto en el sector financiero. La pérdida de valor supera ya los 17.000 millones de euros y las autoridades alemanas comienzan a verlo como un problema de reputación para el país.
El británico John Cryan, que ayer cumplía un año como presidente de la junta directiva, sabe que esa tendencia bajista podría intensificarse si el precio de las acciones cae por debajo de los 12 euros. Al menos ayer las acciones cerraban al alza (+1,9%, a 12,56 euros) y fuentes del banco quitaban hierro al suspenso de las pruebas de esfuerzo de la FED por ser una parte muy pequeña de su negocio y se quejaban de estar siendo objetivo de un ataque por parte de grandes inversores internacionales.
Es un hecho que George Soros y Marshall Wace apostaron por la caída del Deutsche Bank el pasado viernes, tras celebrarse el referendo en el Reino Unido. Inversores chinos también han apostado por la caída de las acciones del grupo por un volumen que podría llegar al 2% del capital, según fuentes financieras citadas por el diario alemán «Handelsblatt». Pero estas no son más que las pulgas que acuden a molestar a cualquier perro flaco. Cryan se enfrenta a un problema mucho más profundo, de confianza en el modelo de negocio. Ya en 2015 sufrió una pérdida histórica récord de casi 6.800 millones de euros.
Su problema es que ha contraído demasiados riesgos y necesita reducir costes. Con su centro de negociación en Londres, el Brexit es un torpedo en la línea de flotación. Su gran tamaño y tradición lo convierten en un lento y desadaptado dinosaurio frente a nuevos competidores de la economía 4.0, como Google, y aún está pagando en los tribunales por sus excesos en banca de inversión.
En 2014 cerró una ampliación de capital de 8.500 millones de euros, pero los analistas advierten ahora que las críticas de la FED sobre la planificación del capital del banco podrían dificultar futuras ampliaciones, de manera que Cryan tiene las manos atadas. Y si Deutsche Bank cae, no caerá solo.
El problema es que rescatar a semejante gigante no es ninguna broma. Su exposición en derivados supera los 54,7 billones de euros, cinco veces más que el PIB de toda la UE y 20 veces el PIB alemán. La cifra desglosada incluye cerca de 45 billones en coberturas de tipos de interés, 6 en coberturas de divisas, 2 en coberturas de renta variable y 326.000 millones en coberturas de «commodities».
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