Cuba Central • 10 de Abril, 2017
Durante un siglo, Estados Unidos ha suministrado alimentos a las naciones a partir de la creencia de que el hambre y la hambruna socavan la estabilidad y amenazan nuestros valores y nuestra seguridad. Después de que los intentos por parte de los presidentes Ford y Carter de embargar los envíos de grano a la Unión Soviética les saliera mal, es un artículo de fe que Estados Unidos renunciaría al uso de los alimentos como arma política.
Los esfuerzos recientes para atacar en el Senado una nominación al Gabinete y, por separado, para descarrilar en la Cámara la legislación para promover las exportaciones de alimentos, nos recuerdan cómo este principio es tenido en cuenta en el incumplimiento por los políticos que tienen a Cuba en la mira.
Las ventas de alimentos a Cuba enfrentan menos restricciones bajo el embargo de Estados Unidos que otros productos o servicios, pero están constreñidas por una limitación significativa. En contraste con la forma en que realizamos las ventas de productos agrícolas estadounidenses a cualquier otra nación, la Ley de Reforma de las Normas de Comercio y Aumento de la Exportación de 2000 (TSRA) prohíbe cualquier crédito o garantía estadounidense para la exportación de alimentos a Cuba. En su lugar, Cuba debe pagar en efectivo por adelantado.
Ningún otro país impone esta limitación a sus agricultores, y la TSRA exige un precio. Mientras que Cuba ha comprado más de $5,3 mil millones en productos agrícolas y productos alimenticios en los últimos 15 y más años, según el Consejo Económico y de Comercio de EE.UU.-Cuba, nuestros agricultores podrían haber vendido mucho más. Como dijo el Senador de Kansas Jerry Moran al Senado de Estados Unidos el mes pasado, “cuesta entre $6 y $7 la tonelada enviar grano de Estados Unidos a Cuba. Cuesta alrededor de $20 a $25 llevar ese mismo grano desde la Unión Europea”.
Los alimentos cultivados en Estados Unidos deberían ser atractivos para Cuba, que depende de las importaciones para el 60-80 por ciento de sus necesidades de alimentos, dadas nuestras ventajas de calidad, proximidad y precio. Pero Cuba prefiere satisfacer la mayoría de sus necesidades alimenticias comerciando con proveedores de otros países que pueden ofrecer financiamiento de crédito a Cuba. Como resultado, ha reducido las compras de alimentos de Estados Unidos, que alcanzó un máximo de $710 millones en 2008, pero cayó a $232 millones el año pasado.
Con esta sanción unilateral, elevamos los costos de poner comida en la mesa de los cubanos en toda la Isla, mientras regalamos cuota de mercado a nuestros competidores. Como dijo el senador Moran en un discurso reciente en el pleno del senado, “tengan en cuenta que cuando no vendemos productos agrícolas a Cuba, alguien más lo hace. … Cuando no podemos vender a Cuba el trigo proveniente de un campo de trigo de Kansas, están comprando ese trigo a Francia, a Canadá, a otros países europeos”.
Durante años, los legisladores de estados agrícolas como el senador Moran y el congresista Rick Crawford de Arkansas han presionado al Congreso para promulgar leyes que permitan a los agricultores estadounidenses vender al mercado cubano con financiamiento de crédito. Pero han sido frustrados una y otra vez por los partidarios extremistas del embargo, quienes critican estos intentos por considerarlos como una concesión al “régimen de Castro”.
Aquí hay dos ejemplos:
El presidente Trump nominó al exgobernador de Georgia Sonny Perdue para ser aprobado como Secretario de Agricultura. Todos los nombramientos de otros secretarios de gabinete han sido aprobados por el Senado de Estados Unidos, excepto Sonny Perdue, cuyo voto se ha retrasado por el tema de la venta de alimentos a Cuba.
Durante su audiencia de confirmación ante el Comité Senatorial de Agricultura, Perdue le dijo al panel: “Nos encantaría tener a Cuba como cliente”, pero el Congreso tiene que aprobar legislación para arreglar los problemas de financiamiento que deprimen las ventas estadounidenses a la Isla.
“Creo que si conseguimos financiamiento privado –y ya hay algunas propuestas para hacerlo– agricultura estadounidense tanto en las Llanuras Altas como en la Costa del Golfo y la Costa Este tienen una oportunidad maravillosa”, dijo Perdue en respuesta a una pregunta de la Senadora Amy Klobuchar (Minnesota). “Ese es un país que tiene hambre. Encabecé a Cuba una delegación de Georgia en 2010 y querían nuestro producto. Simplemente no podían pagarla basándose en la crisis financiera en la que estaban. Así que, esperamos que podamos mitigar eso”.
Sin embargo, después de que el comité aprobara su nominación, el senador Robert Menéndez, de Nueva Jersey, bloqueó una votación en el pleno del Senado, con el apoyo del senador Marco Rubio de la Florida, debido a las declaraciones de Perdue acerca del financiamiento de las exportaciones de Estados Unidos a Cuba.
No fue hasta que ambos senadores mantuvieron conversaciones privadas con Perdue, cuyo contenido no se reveló, que señalaron su disposición a que su nominación fuera votada por el pleno del Senado. Nos queda imaginar lo que les prometió. Como dijo un reportero del High Plains / Midwest Ag Journal, “si Perdue ha cambiado desde entonces esa postura no se ha aclarado”.
Y está además el caso del representante Rick Crawford (republicano por Arkansas), promotor de la Ley de Exportaciones Agrícolas a Cuba, el proyecto de ley de la Cámara de Representantes para solucionar el problema de las finanzas agrícolas. Hace casi un año, la presión proveniente del Liderazgo Republicano de la Cámara de Representantes impidió que el representante Crawford obtuviera una votación en la Cámara de Representantes acerca de su propuesta, en un momento en que era probable que se aprobara.
Después de recibir una promesa de audiencia acerca de la legislación el otoño pasado, le dijeron que los legisladores del sur de la Florida que están a favor del embargo trabajarían con él para lograr una versión que fuera aceptable para ellos. A pesar de un esfuerzo bien organizado por obtener mayores niveles de apoyo y copatrocinio de la legislación, el esfuerzo parece ser desviado no sólo por los ideólogos anticastristas, sino por el Congreso en un estado de quietud y días de lentitud antes del receso de verano para que un acuerdo sea llevado ante el pleno del Congreso.
Consideren dónde nos deja todo esto. Tenemos, perdida en una negociación, una legislación para ayudar a Cuba a alimentar a su gente con alimentos que se cultivan en Estados Unidos; un nominado a la Secretaría de Agricultura cuyo “amor” declarado por la venta de alimentos a Cuba tenía que ser sofocado para que se lograra su confirmación; un Secretario de Estado que se comprometió a que ningún proyecto de ley para “debilitar” el embargo obtendría la firma del Presidente Trump hasta que se hiciera su revisión política; y el senador Rubio asegurándonos que el presidente planea tratar a Cuba “como la dictadura que es”.
En conjunto, es una receta para hacer que los alimentos sean más costosos y menos disponibles para los cubanos y para empañar las dimensiones morales de la política exterior y el liderazgo de Estados Unidos.
(Tomado de Cuba Central)
Traducción de Germán Piniella para Progreso Semanal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario