DERBLAUEMOND, El Blog del Salmón.
Seguro que hace ya tiempo que leen ustedes sobre la relación de amor-odio (sin la parte del amor) que mantiene el presidente Trump con las iniciativas y las teorías sobre el cambio climático. Probablemente habrán ya visto ustedes en todas las portadas de los medios commodity y las cabeceras de los Telediarios que, ahora, Trump ya ha optado por que Estados Unidos abandone aquel tratado de París que se proponía luchar contra el calentamiento global, y que tanto tiempo y esfuerzo costó rubricar. Pueden leer todos los detalles en esta noticia de esta semana del Chicago Tribune.
Pero lo que es improbable que le hayan contado a usted es sobre cómo el mundo empresarial estadounidense ha dicho basta ya a esta deriva anti-climática del presidente Trump, y, ante el convencimiento de que nos encaminamos hacia una catástrofe planetaria, incluso aunque la solución juegue contra sus intereses empresariales más cortoplacistas, son muchas las grandes empresas que se han agrupado para ponerse en marcha en su (nunca mejor dicho) particular lucha, no ya contra el cambio climático, llamémoslo por su nombre según vienen corroborando los datos objetivos año tras año: contra la catástrofe climática. Lo analizamos hoy para ustedes. Bienvenidos una vez más a éste nuestro (y su) medio económico no-commodity (espero que favorito).
Del fin del modelo (casi) exclusivamente petrolífero al cambio climático
No vamos a abordar hoy aquí con ustedes un estudio académico sobre las evidencias objetivas del cambio climático. No es el objeto del análisis de hoy, no acaba de encajar en la temática salmón que tanto les gusta a ustedes (y a nosotros), y además pueden encontrar ustedes numerosos y rigurosos estudios al respecto (incluso de renombrados académicos) que pueblan Internet. En lo que se refiere a otros enfoques acerca de este tema, simplemente me limitaré a enlazarles el análisis sobre el petróleo que les escribimos hace unos meses con el título "¿Hemos tocado techo histórico en la demanda de petróleo?".
Aquí hoy partiremos de la premisa de la evidencia de la catástrofe climática, así que los lectores que, con todos mis respetos, aún crean que se trata de una falacia, antes de seguir leyendo, quedan advertidos de la base sobre la que se sustenta el análisis de hoy.
He de reconocerles que la noticia de esta semana de Trump que ha venido a confirmar los peores augurios (peores para todos a largo plazo), si bien no me ha sorprendido lo más mínimo, sí que me ha producido cierta sensación de vértigo contenido al asomarnos a un precipicio que tiene un claro punto de no retorno (y es de esperar que no lo hayamos rebasado ya). Y entonces, cuando ya todo en la tierra de Las Rocosas a favor del cambio climático parecía más que perdido, cuando parecía que sólo nos aguardaba una fiesta de emisiones incontroladas de CO2, un halo de renovado optimismo se ha abierto al leer esta noticia a contracorriente del Harvard Business Review.
Una amplia representación de los CEOs de las empresas más poderosas de Estados Unidos se ha declarado abiertamente a favor de la lucha contra el cambio climático, se ha agrupado para emprender su particular gesta en pos del planeta, y muy reseñablemente lo han hecho llevando públicamente la contraria a ese (su) presidente Trump, que legisla en su mercado natural y más estratégico. Digno de admiración al menos ante la valentía y la determinación que han demostrado tener.
Los rebeldes con causa
El punto de paso a la acción ha sido que 30 CEOs de las principales empresas del país han reservado un espacio publicitario, a página completa, en el Wall Street Journal. De él se han servido para dirigirle una carta conjunta al presidente Trump. 30 CEOs pueden no parecerles demasiados, pero espero que, tras ponerles en contexto, el asunto les parezca tan destacable como se lo ha parecido a un servidor al decidir escribirles estas líneas.
Como pueden leer en el artículo anterior, los 30 CEOs pertenecen a las siguientes compañías: 3M Company, Allianz SE, Bank of America Corp., BROAD Group, Campbell Soup Company, Cargill Inc., Citigroup Inc., The Coca-Cola Company, Corning Incorporated, Cummins Inc., Dana Incorporated, The Dow Chemical Company, E.I. DuPont de Nemours & Company, General Electric, The Goldman Sachs Group, Inc., Harris Corporation, Johnson & Johnson, JP Morgan Chase, Kering, Morgan Stanley, Newell Brands Inc., Pacific Gas and Electric Company, Procter & Gamble Company, Royal DSM, Salesforce, Solvay, Tesla Inc., Unilever, Virgin Group, The Walt Disney Company.
Disculpen que haya reproducido la lista completa, a pesar de que seguramente sólo les interesarán las más conocidas, pero no he querido restar ni un ápice de protagonismo tampoco a esas menores y también valientes empresas que literalmente se están jugando mucho por el compromiso con el bien común.
Como bien apunta el redactor Andrew Winston, si repasan la lista, resulta un listado más que significativo. No es un listado de oportunistas ni de empresas con mercado de consumo que tratan de ganar imagen de marca con una maniobra sensacionalista que les de publicidad gratis, y les haga además ganar puntos entre unos consumidores sensibilizados con el tema.
El listado también incluye empresas con una "huella de carbono" muy relevante, que se ven fuertemente impactadas por el compromiso de su reducción. También hay gigantes químicos, conglomerados industriales, grandes bancos... Aparte de esta lista, incluso también son públicas y notorias las declaraciones a favor del tratado de París por parte del CEO del gigante petrolero Exxon, que ya me dirán ustedes si le perjudica a su negocio principal el apoyar una iniciativa que a buen seguro tendrá como uno de sus efectos el descenso del consumo del oro negro.
Cerrando ya con el tema del listado, simplemente remarcar que esta iniciativa se cerró rápidamente: el CEO de Dow consiguió entre sus círculos más próximos que otros CEOs se adheriesen al movimiento en un plazo de tan sólo dos días, y al parecer hubo muchos otros CEOs que se enteraron demasiado tarde y que habrían suscrito gustosos el manifiesto de sus compañeros. Y muchos otros mostraron su apoyo a los más valientes, pero no se atrevieron a llevar públicamente la contraria al mismísimo presidente del país.
Lo que un movimiento así verdaderamente significa
Trump ha ignorado este claro mensaje de la élite empresarial, tras optar por retirar a Estados Unidos de los tratados de París, incluyendo al país en el selecto club de los miembros de las Naciones Unidas que no han suscrito los acuerdos y que ésta formado por Nicaragua, Siria, y ahora USA. Sin duda ha situado de un plumazo a la potencia norteamericana en la vanguardia del progreso socioeconómico mundial.
Pero esto resulta un análisis bastante (y mayormente) obvio. Lo que no resulta tan obvio pueden ser unas conclusiones de segunda ronda, y que un servidor va a compartir ahora aquí con ustedes. Y, como siempre, esperando su constructivo feedback, especialmente en lo subjetivo: cualquier opinión subjetiva tiene la misma validez que la mía y que la de cualquier otra persona.
Con la relevante noticia que abre este análisis, lo que un servidor interpreta es que las propias empresas estadounidenses demuestran más sentido de la responsabilidad bioclimática que su propio presidente. De hecho, son capaces de organizarse para llevar a cabo lo que la administración Trump deja de lado. Esto demuestra que también puede haber ocasiones en que esas empresas, que algunos sectores califican de malvadas per sé, con ambiciones meramente capitalistas, y que sólo se preocupan por intereses particulares, pueden saber ver también el bien común y defenderlo, y hasta el punto de sentirse en la responsabilidad de manifestarse abierta y públicamente (además de actuar) al margen de su todopoderoso presidente.
Puede haber un tema implícito de competitividad, puesto que combatir el cambio climático es más caro que no hacerlo y seguir tirando de un petróleo que resulta competitivo y barato, especialmente tras la irrupción del fracking. Ello no hace sino enfatizar el mérito de estas empresas díscolas y su manifiesto de rebeldía, entre las cuales hay conglomerados industriales o industrias químicas a las cuales el tratado de Paris contra el cambio climático impacta sustancialmente, lo cual es doblemente meritorio. Y en especial en el caso de Exxon, un gigante petróleo que ya no es que tenga que pagar un mayor coste por combatir el cambio climático, sino que es que combatirlo ataca directamente a su principal producto.
Lo pongan como lo pongan, aunque algunos puedan ver oscuros intereses paralelos, a pesar de que siempre podemos hacer lecturas conspiranoicas de todo, la verdad es que en el fondo estas empresas están tirando piedras contra su propio tejado en aras del bien común. Es la demostración de que en la gestión privada también puede haber ética, y que el problema de ciertos gestores no es nuestro sistema socioeconómico, sino su naturaleza personal. Un gestor anti-ético, de esos que siempre criticamos desde estas líneas, hará honor a su calificativo sea bien desde un organismo público o desde una empresa privada.
El debate público-privado me parece estéril; el debate en realidad trata de la naturaleza de las personas a las que damos cargos de responsabilidad. Por todo ello, aquí y ahora y por este movimiento climático en concreto: chapó por esas empresas y sus directivos. Necesitamos más acciones que demuestren que la búsqueda del bien común no sólo es cosa de otras décadas. Desde estas líneas, un servidor trata de poner su minúsculo granito de arena, al que espero ustedes añadan el suyo. De estas cosas depende el futuro de la socioeconomía del futuro que queremos construir entre todos, y que algún día entregaremos a nuestros hijos. Ése y no otro será el momento de rendir cuentas, y echar la vista atrás para comparar si es mejor que el mundo que nosotros a su vez recibimos de nuestros padres.
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