Por Mehdi Miremadi, James Manyika, Michael Chui
Trad. Teresa Woods
Trad. Teresa Woods
En todo el mundo, la automatización está transformando el trabajo, los negocios y la economía. China ya representa el principal mercado para robots del mundo en cuestión de volumen. Todas las economías, desde Brasil y Alemania hasta la India y Arabia Saudí, podrían beneficiarse de las grandes mejoras de productividad que proporcionarán la robótica y la inteligencia artificial. El ritmo y el alcance de la adopción de estas tecnologías variarán de país en país y en función de factores como los niveles salariales, pero ningún país ni sector permanecerá ajeno.
En nuestra investigación, estudiamos en detalle 46 países que representan alrededor del 80 % de la fuerza de trabajo mundial. Examinamos su potencial actual de automatización –qué sería posible mediante la adopción de tecnologías ya probadas–, además de las similitudes y diferencias potenciales en las formas que podría arraigar la automatización en un futuro.
Hoy, alrededor de la mitad de las actividades por las que se remunera a las personas dentro de la economía mundial es susceptible de automatizarse si se adaptan tecnologías ya probadas. Como ya hemos descrito en otras ocasiones, nuestro estudio se centra en tareas y funciones de trabajo concretas e individuales, algo que creemos representa una forma más útil de analizar el potencial de la automatización que considerar los empleos al completo, puesto que la mayorías de las ocupaciones se componen de diferentes actividades con distintos niveles de automatización potencial.
En total, el equivalente a 1.200 millones de puestos de trabajo a jornada completa y cerca de 14.600 billones de dólares (unos 13.190 billones de euros) en salarios están vinculados con actividades que se pueden automatizar con tecnologías disponibles. Este potencial de automatización difiere entre distintos países entre un 40 % y un 55 %.
Las diferencias son el resultado de las variaciones en el peso de los sectores en el país, las diferencias dentro de cada sector y la mezcla de más o menos trabajos con un mayor o menor potencial de automatización. En ocasiones, las diferencias sectoriales entre economías dan paso a resultados llamativos. Así ocurre con Japón y Estados Unidos, dos economías avanzadas. Japón tiene un potencial agregado de automatización del 55 % de todas las horas trabajadas frente al 46 % de Estados Unidos. Gran parte de esa diferencia se debe a la industria manufacturera japonesa, la cual tiene un potencial de automatización especialmente alto (71 % frente al 60 % de Estados Unidos). La industria de fabricación japonesa tiene una concentración ligeramente mayor de horas trabajadas en empleos de producción (el 54 % de las horas frente al 50 % estadounidense) y puestos administrativos (del 16 % frente al 9 %). Las dos categorías de trabajos incluyen actividades con un potencial de automatización relativamente alto. En comparación, Estados Unidos tiene una mayor proporción de horas trabajadas en empleos de dirección, arquitectura e ingeniería, los cuales tienen una menor automatización potencial porque exigen el conocimiento de áreas específicas de experiencia, como la ingeniería avanzada y de alto valor añadido, de la cual todavía no son capaces ni los ordenadores ni los robots.
A nivel mundial, cuatro economías –China, India, Japón y Estados Unidos– dominan la práctica totalidad de la automatización posible: representan algo más de la mitad de los salarios y casi dos tercios del número de trabajadores relacionados con actividades automatizables mediante la adopción de tecnologías demostradas. Juntos, China e India podrían suponer el mayor impacto potencial sobre el trabajo por el peso relativo de su masa laboral: suman más de 700 millones de trabajadores entre los dos países. El potencial de la automatización técnica es más alto en Europa. Según nuestro análisis, más del equivalente a 60 millones de trabajos a jornada completa y más de 1.900 billones de dólares (unos 1.715 billones de euros) en salarios están asociados con actividades automatizables dentro de las cinco economías principales de Europa (Francia, Alemania, Italia, España y Reino Unido).
También esperamos observar grandes diferencias en el ritmo y el alcance de la automatización entre diferentes países. Numerosos factores determinarán la adopción de la automatización, de los cuales la viabilidad técnica es solo uno. Muchos de los otros factores son económicos y sociales e incluyen el coste de las soluciones de hardware y software necesarias para implementar estas tecnologías en los espacios de trabajo, la mano de obra, las dinámicas de la demanda y su encaje regulatorio y social. Algunas soluciones de hardware exigen inversiones de capital considerables y podrían lograrse con más rapidez en economías avanzadas que en países en vías de desarrollo con peores salarios y en los que es más complicado preparar un plan de negocio sólido. Sin embargo, las soluciones basadas en software podrían adoptarse con rapidez en todo el mundo, sobre todo aquellas que basen su funcionamiento en la nube, lo que reduce el desfase temporal de la adopción. El ritmo de la incorporación de estas tecnologías también dependerá de los beneficios que los países esperen obtener de la automatización más allá de la sustitución de mano de obra humana, ya sea la mejora de la productividad, el rendimiento, la precisión y la aceptación regulatoria y social.
Al margen del tiempo que se tarde, la automatización podría suponer durante las próximas décadas justo el impulso que necesita de forma desesperada la economía mundial. Una tasa de natalidad en retirada y un población cada vez más envejecida en países desde China hasta Alemania significan que alcanzaremos el pico máximo del empleo dentro de unos 50 años. La previsible reduccción de la proporción de población en edad de trabajar abrirá una brecha en el crecimiento económico que la automatización podría suplir. Calculamos que la automatización podría aumentar el crecimiento del PIB en entre un 0,8 % y un 1,4 % cada año, siempre y cuando las personas sustituidas por la robótica se reincorporen al mercado laboral y sean igual de productivas que en 2014. Si tenemos en cuenta solo el efecto sustitutorio sobre el empleo, estimamos que para 2065 el crecimiento de la productividad resultado de la automatización podría brindar a las economías más grandes del mundo (el G19 más Nigeria) el equivalente a entre 1.100 y 2.200 millones de trabajadores a tiempo completo.
El aumento de la productividad consecuencia de la automatización puede garantizar la prosperidad de las poblaciones envejecidas y ofrecer un impulso extra a las poblaciones de mayor crecimiento. Sin embargo, la automatización por sí sola no bastará para lograr las expectativas de crecimiento económico a largo plazo en del mundo. Para ello, se necesitarán medidas adicionales para aumentar la productividad, incluida la reingeniería de procesos de negocio y el desarrollo de nuevos productos, servicios y modelos de negocio.
¿Cómo avanzará entonces la automatización en estos países? Hemos dividido los 46 países estudiados en tres grupos, cada uno de los cuales podría utilizar la automatización para lograr objetivos de crecimiento económico y en función de sus tendencias demográficas y aspiraciones de crecimiento. Los tres grupos son:
Economías avanzadas. Estas incluyen Australia, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Corea del Sur, Estados Unidos y Reino Unido. Normalmente se enfrentan a una población que envejece, aunque la pérdida de población en edad de trabajar es más graves en unos países (Alemania, Italia y Japón) que en otros. La automatización puede proporcionar el impulso de productividad que sus economías necesitan para cumplir con unas previsiones de crecimiento económico que de otro modo no podrían. Son economías con un interés claro en perseguir y conseguir con rapidez el desarrollo y la adopción de la automatización.
Economías emergentes con envejecimiento poblacional. Esta categoría incluye Argentina, Brasil, China y Rusia, las cuales se enfrentan a problemas de crecimiento económico como resultado de la pérdida de población en edad de trabajar prevista. Para estas economías, la automatización puede proporcionar la inyección de productividad necesaria para mantener el PIB per cápita actual.Para conseguir una trayectoria de crecimiento más rápida y acorde con sus aspiraciones de desarrollo, estos países necesitarían complementar la automatización con fuentes adicionales de productividad, como la transformación de procesos. También se beneficiarían de una incorporación rápida de la automatización.
Economías emergentes con poblaciones más jóvenes. Estas incluyen la India, Indonesia, México, Nigeria, Arabia Saudí, Sudáfrica y Turquía. El crecimiento continuo de la población en edad de trabajar de estos países podría mantener el PIB per cápita actual. Sin embargo, dadas sus altas aspiraciones de crecimiento y a fin de seguir siendo competitivas a nivel global, será necesaria la automatización del trabajo además de otras medidas de productividad para sostener su desarrollo económico.
Pese a todas las diferencias entre países, muchos de los desafíos de la automatización son universales. Para los negocios, los beneficios en términos de rendimiento y desempeño están relativamente claros. Los reguladores, en cambio, se enfrentan a problemas más complicados. Los países tendrán que encontrar la manera de aprovechar la oportunidad de que sus economías se beneficien del aumento potencial de productividad que ofrece la automatización a través de la promulgación de leyes que estimulen la inversión e incentivos de mercado que fomentan la innovación. Al mismo tiempo, todos los países tendrán que evolucionar y elaborar políticas que ayuden a los trabajadores e instituciones a adaptarse al impacto sobre el empleo.
Mehdi Miremadi es investigador principal de la sede de McKinsey & Companyu en Chicago (EEUU) y lidera los esfuerzos de la práctica de energía y materiales de inteligencia artificial, aprendizaje automático y robótica.
James Manyika es el director radicado en San Francisco (EEUU) del McKinsey Global Institute (MGI), el brazo de investigaciones empresariales y económicas de McKinsey & Company.
Michael Chui es socio del McKinsey Global Institute radicado en San Francisco (EEUU), y lidera el trabajo del MGI sobre el impacto del cambio tecnológico.
Comentario HHC: En Cuba deberiamos prestar atención a este aspecto es una de las maneras de resolver el problema de la productividad y déficit de fuerza de trabajo.
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