La mayor inversión de la minería cubana en los últimos años ha exportado ya más de 24 000 toneladas de concentrados de plomo y zinc
El proyecto Castellanos ha generado de manera directa o indirecta alrededor de 750 empleos, en un municipio con una larga tradición minera. Foto: Del Autor
PINAR DEL RÍO.–Aunque todavía no ha sido inaugurado oficialmente, el Proyecto Polimetálico Castellanos ya produce para la exportación.
Una embarcación con los concentrados de plomo y de zinc obtenidos en él, parte cada tres días del puerto de Santa Lucía hasta el del Mariel, desde donde luego se envían al exterior.
Por el momento son 33 contenedores en cada viaje, en los que se trasladan unas 700 toneladas, pero con la incorporación de una grúa portuaria que se montará en este mes, esas cifras se duplicarán.
En la mina y en la planta de procesamiento se trabaja 24 horas seguidas.
Es media mañana cuando sostenemos la entrevista, sin embargo, Justo Hernández, gerente general adjunto de la Empresa Mixta Minera del Caribe S.A. (Emincar), a cargo de Castellanos, nos asegura que si fuera de madrugada habría el mismo ajetreo a nuestro alrededor.
Desde lo alto de una elevación que marca el límite del yacimiento, el ingeniero Carlos Fuentes explica cómo para llegar al mineral ha habido que mover más de tres millones de metros cúbicos de material estéril.
Ello significa ir rebajando un cerro de 114 metros de altura, hasta llegar a las rocas con contenidos de plomo y zinc.
Abajo, sobre un suelo negruzco, las retroexcavadoras y los buldóceres continúan devorando día y noche la primera cantera del yacimiento, a la cual se le ha dado el nombre de Farallones.
En estos momentos se trabaja a 42 metros sobre el nivel del mar, y se continúa descendiendo. Al término de esta etapa del proyecto, dentro de 11 años, las operaciones se llevarán a cabo a menos 106 metros.
Castellanos se convierte así en la mina a cielo abierto más profunda del país.
«Calculando desde el inicio de los movimientos de tierra, serán más de 200 metros hacia abajo», afirma Carlos, y añade que, por tanto, se requiere mucha profesionalidad en el trazado de los caminos de acceso y los taludes, para evitar un derrumbe.
«Estamos ante una mina compleja», advierte.
Carlos viene de Moa, motivado por el reto profesional que significa un proyecto con las características de Castellanos.
«Allá, en el níquel, son grandes yacimientos que se explotan de manera horizontal. La máxima profundidad alcanza unos diez metros.
«Aquí, en cambio, se avanza de forma vertical. Esta es la primera experiencia que habrá en el país con este tipo de minería, dice. Además, es un yacimiento polimetálico, en el que aparte de plomo y zinc, hay rocas que nada más se ven cuando pasas la universidad».
A TODA MÁQUINA
Tal como se había previsto desde un inicio, tras un proceso inversionista colosal, por un monto de más de 272 millones de dólares, el 1ro. de julio pasado Castellanos inició la puesta en marcha, y tres meses más tarde, comenzó la entrega de concentrados de plomo y zinc.
El proyecto apuesta por una minería responsable, con el menor daño posible al medio ambiente. Foto: Del autor
Los niveles productivos han ido creciendo progresivamente a partir de esa fecha. El ingeniero Eusebio Hernández, jefe de la industria, explica que en el mes de enero fueron procesadas 60 000 toneladas de mineral, en febrero 73 000, en marzo se prevé llegar a 78 000, y a partir de abril se deben alcanzar las 83 000 por mes.
«En estos momentos están entrando a la industria entre 135 y 140 toneladas por hora, pero esa cifra debe subir a 160, que es la capacidad prevista para la planta. Todavía estamos en una etapa de optimización de los parámetros tecnológicos», señala.
Desde que se iniciaron las exportaciones, en el mes de diciembre, hasta el cierre de febrero, han salido de aquí 7 532 toneladas de concentrados de plomo y 17 442 de concentrados de zinc, hacia el exterior.
Según el gerente general adjunto de Emincar, el yacimiento Castellanos cuenta con reservas para 11 años de explotación, y muy cerca de él, a 1,5 kilómetros, existe otro aún mayor (Santa Lucía), que permitirá extender la vida útil de la planta otros 14 años.
Castellanos es la mina a cielo abierto más profunda del país. Foto: Del autor
Para un territorio con una larga tradición minera, donde la caída del precio de los metales y los altos costos de producción llevaron al cese completo de las labores entre los años 90 y principios de la década del 2000, la puesta en marcha de la obra constituye una especie de sueño que se hace realidad.
Así lo reconoce Yovani Núñez, uno de los muchos habitantes de esta región del norte pinareño que, tras el cierre de las actividades mineras, se vio obligado a cambiar de profesión.
«En total estuve siete años fuera del sector, pero siempre me mantuve al tanto del proyecto, porque esto es lo que estudié y lo que me gusta hacer», cuenta Yovani.
Luego de su graduación como ingeniero metalúrgico había trabajado en el oro, en el cobre y en la planta de sulfometales de Santa Lucía, pero asegura que ninguna de sus experiencias anteriores se asemeja a Castellanos. «Esta industria es mucho más grande y también más compleja», dice.
A sus espaldas, en una sala con varios monitores, un especialista supervisa los procesos que se realizan en la gigantesca instalación.
«Todo se controla desde aquí –explica Eusebio Hernández–, se arranca la bomba, se dosifican los reactivos, se interpretan los valores y si hay que corregir algún parámetro tecnológico, se le da la orden al personal de operaciones.
«En el sector minero, esta es la primera planta totalmente automatizada», añade.
Por tanto, a más de un siglo del inicio de las actividades mineras en el norte pinareño, el proyecto polimetálico Castellanos hace nuevos aportes a la historia de esta región, con la mina a cielo abierto más profunda de Cuba, la planta más moderna y quién sabe qué otra novedad pueda aparecer por el camino.
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