Por sus condiciones naturales y tradición, Santiago de Cuba debe encabezar en 2030 el propósito del país de rescatar, con 30 000 toneladas, en la medida de lo posible, su autoabastecimiento y su condición de exportadora del grano
Puede que, dentro de una familia, no todos tengan como imprescindible el «buchito» de café, a una hora fija, o a cualquier hora; pero que en toda familia cubana hay quien padece ese afecto como una relación casi filial, que se extraña cuando falta, resulta una verdad de perogrullo.
De las carencias que esta pandemia ha provocado, por los cierres que puso al intercambio comercial de los países, y por los golpes duros que ha propinado al bolsillo de la nación –el mismo para todo lo que tiene que comprar–, la del café se ha sumado a esa lista de productos que se echa de menos varias veces un mismo día; y aunque el esfuerzo es colosal para atenuar su presencia irregular, el trance nos recuerda cuánto urge que la Isla se sacuda de una vez la dependencia de la importación de un grano que tiene aquí –porque lo tuvo antes– condiciones para obtenerlo en cantidades y calidades con mejores respuestas a la necesidad nacional.
¿Qué se hace en los campos nuestros a fin de generar, en los plazos menores, aportes productivos coherentes con una demanda que cuesta tanto satisfacer?
POR SUPERIORES ENTREGAS
De cafetal en cafetal anda el jefe de café, cacao y apicultura en la provincia santiaguera, ingeniero Jorge Luis Rondón Borges, de ahí que con los pies en la tierra y en la mente el país asegure que el reto trazado al territorio, mediante el programa de recuperación nacional del cultivo para 2030, no es una quimera.
En esa fecha, Cuba proyecta alcanzar las 30 000 toneladas del grano que le permitan autoabastecerse, sustituir además las 8 000 ahora importadas que imponen la erogación anual de un importante monto en divisas, y disponer de un significativo volumen exportable, cuya calidad tribute ingresos en moneda libremente convertible.
Mayor productora del rubro en la nación, a Santiago de Cuba le corresponden en el empeño no menos de 8 000 toneladas, cifra que marca el récord histórico logrado en 1982, y que presupone superior entrega, partiendo de que en la pasada cosecha se produjeron 4 095 toneladas, y en la recién iniciada se esperan poco más de 4 314.
En ese añorado despegue, el territorio no ha estado exento de las dificultades afrontadas por las restantes provincias orientales para asegurar el 90 % de la producción cafetalera nacional. Entre otros aspectos, han incidido el éxodo de la población serrana, la indisciplina tecnológica, el déficit de insumos, sequías prolongadas y huracanes...
Añádanse, además, la lucha frente a plagas introducidas por el enemigo como la broca (insecto que puede afectar la calidad del fruto o causar su pérdida total), y serias afectaciones en caminos y el transporte del escenario montañoso.
No obstante, la situación ha comenzado a revertirse a través de una estrategia que, lejos de incrementar nuevas áreas a fomentar otras, persigue el sellaje de las existentes –para completar con plantas jóvenes los espacios vacíos en el cafetal–, y la capacitación del personal involucrado en la tarea, así como la introducción de la ciencia, la técnica y las mejores experiencias sobre incrementos productivos.
EL HOMBRE DECIDE
«Esa fórmula –expone Rondón Borges–, se aplica sin improvisación alguna en las siete empresas cafetaleras, de igual número de municipios dedicados al renglón, en las unidades básicas de producción, cooperativas de producción agropecuarias y de créditos y servicios, al Ejército Juvenil del Trabajo y estructuras productivas del Ministerio del Interior».
En primer lugar, se trabaja en las 26 000 hectáreas del patrimonio cafetalero provincial para elevar el 72 % de sellaje actual por encima del 95 %, y asegurar en cada hectárea las 5 000 plantas establecidas si es de la variedad arábigo, y las 1 666 en caso de ser robusta, requisito que ha demandado este año la siembra de 3 000 000 de posturas, y se tiene previsto plantar 19 000 000 en el venidero 2021.
Como se ha dicho, la mano del hombre decide en el café, y junto al necesario fomento se prioriza la renovación de plantaciones que solo paren en ramas jóvenes, la fertilización y aplicación de materia orgánica, la creación de sombra nueva y la regulación de la existente, entre otras buenas prácticas.
«Solo así –precisa el directivo– se ha podido contrarrestar la sequía predominante este año y la presencia de la broca en algunos campos, que si bien no darán todo el volumen deseado, sí hemos constatado que mantienen la calidad, indicador que vamos mejorando con el asesoramiento de la empresa procesadora del grano Rolando Ayub, de Contramaestre.
«Esa es la única alternativa, porque somos los mayores productores, promediamos los mejores rendimientos por hectáreas, pero arrastramos una imperfección en el café de hasta un 20 %, cuando lo exigido para exportar es entre el 10 y el 15 %, y todo el esfuerzo que hacen la nación y los productores no puede quedar en las 954 toneladas que exportaremos este año».
La necesaria transformación cuenta con una fuerza interna ascendente a 17 463 hombres y mujeres, a quienes en momentos de pico de maduración se suman movilizados de diferentes sectores y la tradicional incorporación de unos 5 000 estudiantes, aunque a partir del incremento del precio del café, tanto acopiado como procesado, es superior la participación familiar.
Nada despreciable es el estímulo, pues en algunos sitios se pagan las primeras latas del grano acopiadas a 25 pesos, y según avanza la cosecha puede llegar a 35 y hasta 50 pesos cada lata, lo cual podría reportarle a un «recogedor largo» entre 200 y 300 pesos diarios, mientras que una vez despulpado, el productor recibe 163 pesos por una lata del arábigo de primera y 108 por la de robusta.
RENDIMIENTOS DE LUJO
Para la recuperación, insuficientes resultan las 0,38 toneladas de café promediadas hoy por hectárea, pues si bien superan las 0,25 redondeadas a nivel nacional, la cota fijada en el programa requiere de ese rendimiento de lujo que representa no menos de una tonelada de café oro por hectárea, cuya garantía se sustenta en la aplicación de la ciencia y la técnica en las áreas selladas.
Vital para Rondón Borges resulta la presencia, en Tercer Frente (municipio de máximo aporte de café en Cuba), de la Estación Experimental Agroforestal, perteneciente al Instituto de Investigaciones Agroforestales (INAF), desde donde se extienden al territorio oriental la experiencia apodada «injerto fosforito» y los modelos de cooperación conjunta cubano-vietnamita.
Obtenida en este centro científico, sobre la primera, su director e investigador Felipe Martínez Suárez explica que se trata de injertar el café arábigo, que por su productividad, tamaño y calidad identifica a Cuba, sobre el patrón de robusta resistente a nematodos y sequías a los 35 días de germinado, lo cual aporta en la planta obtenida mayor rendimiento y calidad del grano.
En la experiencia con Vietnam precisa que se combinan clones de alta productividad obtenidos en esa nación a través de tecnologías de manejo con adecuaciones cubanas. La postura se coloca en un hueco de 60 por 60 centímetros o mayor, donde se depositan no menos de 35 libras de materia orgánica, se aplican productos para el control de plagas, sombra, y de cinco a seis fertilizaciones al año.
La otra novedad consiste en el cambio de copa practicado en plantaciones viejas para lograr su rehabilitación, e implica la poda del cafeto y su posterior injerto con yemas selectas, en tres o cuatro brotes o hijos por mata, bajo adecuadas tecnologías de manejo, con el fin de obtener al año volúmenes productivos similares a los de una planta joven.
Validados por especialistas vietnamitas y cubanos, los resultados se aprecian en los altos rendimientos de las unidades básicas de producción cooperativa (UBPC) Las Calabazas, Tumba Siete y La Juba, localizadas en el municipio de Segundo Frente, al igual que en las UBPC La Silla y La Manuela, de Tercer Frente, que en algunos casos han sobrepasado las dos toneladas por hectáreas.
Si bien la estrategia descrita centra la atención principal de la recuperación cafetalera en la provincia, deben añadirse el aporte de los cultivos que se fomentan ya en suelos aptos y con agua en el llano, y las nada despreciables áreas incluidas en el Programa de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar.
La intencionalidad y efectividad impregnada al cronograma en los últimos años, revela en el crecimiento que, sin saltos espectaculares, ha estabilizado la provincia, que Santiago de Cuba puede llegar a las 8 000 toneladas de café comprometidas en 2030. Sus condiciones naturales, la tradición en el cultivo y la vergüenza de sus caficultores lo aseguran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario