NUÑO DOMÍNGUEZ
07 OCT 2020 - 03:29 CDT
Emmanuelle Charpentier, izquierda, y Jennifer Doudna, derecha, creadoras del sistema de edición genética CRISPR.MIGUEL RIOPA / AFP
La francesa Emmanuelle Charpentier y la estadounidense Jennifer Doudna han ganado el premio Nobel de Química 2020 “por el desarrollo de un método para la edición genómica”, según ha anunciado hoy la Real Academia de Ciencias Sueca.
Ambas investigadoras reciben el galardón por desarrollar la técnica de edición genómica CRISPR/Cas9 que funciona como unas tijeras moleculares que permiten editar el código genético de cualquier animal, planta o microbio. Esta tecnología ha sido “revolucionaria” para las ciencias de la vida, está contribuyendo a desarrollar nuevas terapias contra el cáncer y puede hacer realidad la cura de muchas enfermedades hereditarias origen genético, ha destacado la Academia.
Esta técnica le da a los humanos por primera vez la capacidad de dirigir la evolución de su especie, según explica Doudna (Washington D.C. 1964) en su libro Una Grieta en la Creación (Alianza). Por primera vez se puede editar el ADN nos solo de individuos actuales, sino de generaciones futuras, lo que abre un camino tecnológicamente posible lleno de dilemas éticos a los que nunca nos habíamos enfrentado. Esto ha permitido comenzar a desarrollar curas para enfermedades humanas originadas en mutaciones de un solo gen. Pero también hay un reverso oscuro, pues en 2018, CRISPR permitió la creación de los primeros bebés humanos editados genéticamente por el científico chino He-Jiankui en un experimento delirante por el que ha sido condenado a tres años de cárcel. Hace tan solo unas semanas un comité internacional de científicos alertaba de que aunque CRISPR es una técnica “todavía” insegura, deja la puerta abierta a la quizá inminente edición genética legal de los seres humanos en determinadas circunstancias.
El comité del Nobel ha dejado fuera a otros científicos que contribuyeron a descubrir el CRISPR, que es el sistema inmune que utilizan muchos microbios para identificar a los virus y cortarlos en pedazos usando tijeras moleculares hechas de proteínas Cas. Entre ellos destaca el español Francis Mojica, que en 1992 estudió el CRISPR en microbios aislados de las salinas de Santa Pola incluso les dio nombre.
El genoma de un ser vivo es una lista de miles de millones de letras de ADN que contienen toda la información necesaria para fabricar las proteínas que le permiten moverse, respirar, alimentarse. Mojica descubrió que el genoma de los microbios de Alicante estaba lleno de palíndromos, equivalentes a nombres como Ana o frases como “dábale arroz a la zorra el abad”, que se leen igual hacia delante que hacia atrás. Entre ellos había secuencias de letras de ADN espaciadoras.
En 2003 Mojica concluyó que los palíndromos y sus espaciadores eran un catálogo de secuencias genéticas de virus que los microbios incorporan a su propio ADN para poder identificarlas. Cuando esto sucede, producen una secuencia genética complementaria a la del virus que se abrocha a ella como una cremallera e inicia el proceso molecular para que las tijeras Cas cercenen los fragmentos genéticos virales, parando la infección. Era un sistema inmune bacteriano cuyo descubrimiento, sin embargo, fue rechazado por importantes revistas científicas, que lo consideraron poco “novedoso e importante”. Dos años antes, Mojica acuñó las siglas inglesas de CRISPR, “repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente espaciadas”. Su pareja le advirtió de que CRISPR le sonaba a nombre de perro, según recuerda con sorna el genetista Lluís Montoliu en su libro Editando genes: recorta, pega y colorea.
Es es la primera vez en la historia del galardón desde su creación en 1901 que dos mujeres comparten el premio. Hasta ahora solo cinco féminas habían ganado el Nobel de Química, frente a 183 hombres: Marie Curie (1911), su hija Irène Joliot-Curie (1935), Dorothy Crowfoot Hodgkin (1964), Ada Yonath (2009) y Frances Arnold (2018).
Este es el tercero de los galardones que se da a conocer en su edición de 2020 tras los de Medicina y Física. El premio de Química del pasado año fue para un trío: el estadounidense John Goodenough, el británico Stanley Whittingham y el japonés Akira Yoshino por la invención de las baterías de iones de litio, presentes en muchas tecnologías.
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