NUEVA YORK – El 7 de marzo, Rusia declaró tres objetivos de su invasión a Ucrania: neutralidad oficial ucraniana, reconocimiento de la soberanía rusa sobre Crimea y reconocimiento de la independencia de las regiones separatistas prorrusas en Luhansk y Donetsk. Estados Unidos y la OTAN no se han expresado en forma pública sobre un acuerdo diplomático definitivo; por su parte, el gobierno del presidente Volodímir Zelenski está concentrado en mantener la unidad nacional y la resistencia armada contra Rusia, y la posición de Ucrania sólo se ha manifestado en forma bastante contradictoria y fragmentaria. Pero Zelenski, en consulta con Estados Unidos y Europa (que respaldan la capacidad de combate de Ucrania) debería formular y declarar lo que espera de un acuerdo de paz razonable.
En mi opinión, esto es lo que debería decir el gobierno de Ucrania. En primer lugar, que la neutralidad ucraniana es una propuesta no sólo aceptable sino también prudente, si el acuerdo de paz negociado ofrece suficientes garantías de seguridad. La neutralidad ayudará a mantener a la OTAN y Rusia separadas, un beneficio para todas las partes y para el mundo. Ucrania puede ser próspera fuera de la OTAN, como ya lo son Austria, Chipre, Irlanda, Malta, Finlandia y Suecia.
¿Pero quién garantizará esa neutralidad? En mi opinión, debe hacerlo el Consejo de Seguridad de la ONU, con inclusión del despliegue de una fuerza internacional de paz. También sería estabilizador que China participe en el acuerdo. A China esta guerra la perjudica, pero concuerda con la oposición de Rusia a la ampliación de la OTAN y se opone a una política similar de la alianza liderada por Estados Unidos en Asia. China, según estimo, apoyaría un acuerdo de paz vinculado con la no ampliación de la OTAN, y es casi seguro que alentaría a Rusia a aceptarlo.
En segundo lugar, se cederá Crimea de facto a Rusia, pero no de jure. Nadie ignora la problemática historia del asunto y el hecho de que Crimea es esencial para el poder naval ruso. Ucrania y Occidente deben permitir que continúe el statu quo del control ruso de Crimea, aunque sin duda seguirán afirmando que la captura de la península en 2014 fue ilegal. Crimea se convertirá en un conflicto «congelado», como tantos otros que salpican el mapa del mundo, pero ya no será un casus belli.
En tercer lugar, Ucrania debe aceptar la autonomía de las regiones separatistas del Donbás según lo previsto en el segundo acuerdo de Minsk (2015), aunque sin acceder a demandas de independencia lisa y llana. La autonomía debía incorporarse a la constitución ucraniana a fines de 2015, pero el segundo acuerdo de Minsk no se implementó. Aun así, todavía es posible usar la condición de autonomía como base para una solución de los problemas regionales.
Para acelerar el proceso de paz y mantener el apoyo público en Estados Unidos y Europa, es importante que el gobierno de Zelenski, alineado con ambos, adopte posiciones claras y razonables. Pero algunos analistas y políticos en Kiev, Washington, Bruselas, Varsovia y otros lugares se oponen firmemente a cualquier acuerdo según los lineamientos aquí expuestos. Exhortan a Ucrania a no someterse a los pedidos de neutralidad, que consideran equivalentes a una rendición. Creen en una victoria sobre Putin, no en la diplomacia (creencia que canalizó el presidente de los Estados Unidos Joe Biden en su reciente discurso en Varsovia).
Esa postura es un enorme error, ya que invita a la continuidad de la guerra. Biden habló de «la necesidad de prepararnos para una larga lucha». Pero una larga lucha puede dejar a Ucrania en ruinas y provocar una guerra mucho más amplia. En cambio, con la aceptación pública de la neutralidad, Ucrania y sus aliados ayudarán a poner fin a la guerra. La idea de que el tiempo juega a favor de Ucrania es una apuesta temeraria.
Una derrota de Putin en Ucrania en el corto plazo es sumamente improbable; al parecer, las fuerzas rusas están reafirmando su control en Donbás. Asimismo, la creencia (que tal vez compartan algunos en el gobierno de los Estados Unidos) de que pronto Putin será derrocado es una especulación infundada y peligrosa, no un fundamento de política. Putin tiene poder de fuego más que suficiente para destruir Ucrania y mucho más, y probablemente la suficiente resistencia para sobrevivir. Una minúscula fracción del arsenal nuclear de Rusia, en caso de usarse, causaría estragos en el mundo que perdurarían décadas, con la posibilidad incluso de provocar el fin de la humanidad.
Pero en opinión de algunos, lo peligroso es negociar con un adversario expansionista y asesino. Señalan las concesiones territoriales que se le hicieron a Hitler en 1938, que sólo lo alentaron a ir por más. Pero a diferencia de la aceptación occidental de la partición de Checoslovaquia en Múnich, una solución diplomática en Ucrania no equivale a hacer concesiones unilaterales en el nombre de la paz. El acuerdo debe incluir la retirada total rusa de Ucrania; una garantía creíble de soberanía e integridad territorial para este país; y la implementación de medidas de autonomía para la región del Donbás según lineamientos ya acordados. Lo más importante es que no ampliar la OTAN no es una concesión, porque el ingreso de Ucrania jamás tendría que haber estado sobre la mesa. Eliminar esa posibilidad puede terminar produciendo un marco de seguridad general mucho más sensato para Europa.
Cualquier acuerdo debe incluir también los medios para la recuperación posbélica de Ucrania. En general, ningún país (incluido Estados Unidos) ha debido hacerse responsable por reconstruir lo que antes en su osadía destruyó; pero sería un buen principio que Rusia deba hacer un aporte considerable a la reconstrucción de Ucrania. Esto no implica una indemnización en sí, sino que Rusia participe en un mecanismo multilateral de financiación. El Fondo Monetario Internacional sería un buen ámbito para ese mecanismo. En el contexto del acuerdo de paz, Rusia deberá comprometer una parte de sus reservas de divisa extranjera congeladas, como parte de la retirada de las sanciones. Estados Unidos y Europa también deben redirigir al fondo de reconstrucción una parte de su nueva asignación de derechos especiales de giro (el activo de reserva del FMI).
Ni Ucrania ni la OTAN deben basar sus políticas en la vaga e improbable premisa de derrotar a Rusia. Bien puede ocurrir que Ucrania esté destruida antes de que eso suceda, y si el panorama militar en verdad se tornara contrario a Putin, este podría desatar una guerra nuclear. Por todo esto es esencial que Ucrania y la OTAN formulen ya mismo condiciones de paz convincentes, prudentes y razonables. Cuanto antes se llegue a un acuerdo, más cerca estaremos de evitar una Tercera Guerra Mundial.
JEFFREY D. SACHS, University Professor at Columbia University, is Director of the Center for Sustainable Development at Columbia University and President of the UN Sustainable Development Solutions Network. He has served as adviser to three UN Secretaries-General, and currently serves as an SDG Advocate under Secretary-General António Guterres. His books include The End of Poverty, Common Wealth, The Age of Sustainable Development, Building the New American Economy, A New Foreign Policy: Beyond American Exceptionalism, and, most recently, The Ages of Globalization.
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