El fiscal general admite que no hay base para actuar contra el anterior gobierno
Donald Trump saludando a Barack Obama ante la mirada de Joe Biden en una fotografía del 2017 (PAUL J. RICHARDS / AFP)
BEATRIZ NAVARRO | WASHINGTON, EE.UU.. CORRESPONSAL 19/05/2020 00:42 | Actualizado a 19/05/2020 02:18
Abocadas a celebrarse en un presente excepcionalmente absorbente y envolvente, Donald Trump está decidido a que las elecciones de noviembre, con o sin virus, sean una vuelta a los temas del pasado, a las batallas con las que conquistó la Casa Blanca en el 2016 y en especial su rivalidad con Barack Obama.
Con la ayuda del Departamento de Justicia y Richard Grenell, un fiel a Trump que dirige temporalmente los servicios de inteligencia, la Casa Blanca ha resucitado la investigación sobre los lazos entre la campaña de Trump con Rusia para presentarla como una conspiración de las cloacas del Estado –el deep state o Estado profundo– urdida con fines deshonestos por funcionarios a las órdenes de Obama y su lugarteniente, Joe Biden, para impedir que el republicano llegara al poder.
Esta y otras teorías conspirativas nunca han dejado de circular en los bajos fondos de internet pero en plena pandemia han vuelto a emerger desde el despacho oval. Para dar un aroma de escándalo a las acusaciones, Trump lo ha bautizado como el Obamagate , aunque cuando le preguntaron en qué consiste y de qué acusa exactamente a su predecesor no supo responder. Pero no es solamente retórica.
A las consignas ideológicas le ha acompañado la retirada de los cargos contra el general Michael Flynn, el primer y breve consejero de seguridad nacional de Trump, que se declaró culpable dos veces de mentir al FBI sobre sus contactos con diplomáticos rusos, un caso que ha puesto en cuestión la separación de poderes en el país. Más de 2.000 exempleados del Departamento de Justicia han pedido la dimisión del fiscal general, Bill Barr.
Ayer, este reconoció que no espera que el fiscal seleccionado para investigar a los investigadores que investigaron el dossier ruso vaya a conducir a una investigación criminal contra Obama o Biden. No importa, las sospechas están sembradas. El presidente ya los ha señalado públicamente como cerebros de la supuesta operación.
La estrategia de Trump vuelve a poner a los medios estadounidenses en una disyuntiva complicada. Incluso si simplemente explican porqué la teoría es pura desinformación estarán amplificándola. Pero después de una semana clamando en Twitter “¡OBAMAGATE!” hace unos días los grandes diarios se rindieron y llevaron el asunto a sus portadas. La agencia Associated Press ha dedicado varios artículos a explicar las falsedades en que se basa la presentación del caso Flynnpor parte de Trump y los republicanos. Una vez más, escribe Sean Illing en el portal Vox , Trump ha “hackeado” a los medios. “Lo importante no es que la teoría sea falsa. Lo importante es que estamos hablado de ella porque el presidente quiere que hablemos de ella” y menos de los muertos por el virus (más de 90.000) o la inminente recesión”. Es un “patrón” que ya hemos visto otras veces, lamenta Illing.
El Obamagate sirve a varios objetivos. Además de intentar desviar la atención de la crisis, la campaña de Trump trata de resucitar el sentimiento de inquina que muchos votantes republicanos profesan a Obama (las mentiras sobre su lugar de nacimiento propulsaron la carrera política del presidente) y mantiene movilizada a su base. A la vez, le ayuda a reiterar la idea de que Biden es alguien del pasado y hacerlo menos atractivo a ojos de los votantes moderados y los desencantados con aquella revolución del cambio que no llegó.
El sábado, Obama coló un par de dardos contra Trump en su discurso en una ceremonia de gradación virtual nacional en la que participaron grandes estrellas de la música y el deporte.Los demócratas querrían que Obama se implicara más en la campaña. El expresidente goza de mayor popularidad a nivel nacional que cualquiera de los candidatos a la Casa Blanca en noviembre: un 57% de estadounidenses tiene una opinión positiva de él (el 92% de los demócratas y el 19% de los republicanos), pero sólo un 41% la tiene de Biden y un 40%, de Trump.
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