El economista, premio Nobel en 2010, defiende la flexibilidad del trabajo en plataformas digitales y anticipa que la pandemia dejará huellas profundas en el empleo o la organización de las ciudades
Madrid - 22 FEB 2021 - 02:14 CST
Christopher Pissarides en un foro económico en Shanghái en 2019.GAO YUWEN / GETTY
Nada como una pandemia que ha puesto patas arriba la economía mundial y buena parte de los usos y costumbres a los que estábamos acostumbrados para poner a prueba a todo un premio Nobel de Economía. Para el británico-chipriota Christopher Pissarides (Nicosia, Chipre, 72 años), que se hizo con el galardón en 2010, junto a sus colegas estadounidenses Dale Mortensen y Peter Diamond, por sus estudios sobre cómo casar oferta y demanda de empleo, el factor fundamental de la crisis sanitaria es la [falta de] proximidad física. Que llevemos un año guardando dos metros de distancia entre nosotros lo cambia todo, desde el trabajo hasta la organización de las ciudades, según Pissarides, que alaba la reacción de la UE y el BCE a la crisis y defiende con matices la condonación de la deuda soberana en manos del supervisor europeo, una idea apadrinada por el economista francés Thomas Piketty.
“Antes nos centrábamos en si los trabajos podían ser automatizados, si eran mecánicos, etc. Ahora hay un nuevo elemento, la proximidad física”, explica por videoconferencia con EL PAÍS tras participar en un debate sobre el futuro del trabajo y el empleo organizado por Mobile World Capital, una fundación que impulsa las iniciativas digitales. Esa distancia obligada trajo el teletrabajo masivo o disparó el comercio electrónico y ya no hay vuelta atrás. “Aunque el coronavirus deje de ser un problema, el impacto que ha tenido en las empresas será duradero”, vaticina.
El trabajo en remoto o las videollamadas se quedarán, es evidente, pero Pissarides atisba cambios más profundos. “El gig work, [el empleo en plataformas de economía colaborativa como las empresas de reparto a domicilio o transporte de pasajeros] se acelerará”, reflexiona. “En tiempos de incertidumbre, es más flexible para las empresas emplear a independientes que provean el servicio que contratar trabajadores a tiempo completo”, explica. Compara el fenómeno con los contratos temporales españoles, pero más flexible.
Y no ve con malos ojos esa flexibilidad. Preguntado por la regulación que prepara el Gobierno sobre los repartidores de comida, los famosos riders, actualmente el ejemplo más visible del empleo en plataformas, Pissarides pisa callos. Cree imprescindible esa regulación, pero considera que debe preservarse esa flexibilidad que defienden muchos repartidores porque les permite trabajar para más de una plataforma. “El problema con esa flexibilidad es que no hay un empleador, que es el que proporciona las bajas por enfermedad, las vacaciones pagadas”. En su ausencia, ¿quién debe hacerlo? “Creo que debería hacerlo el Gobierno”, defiende, recaudando dinero de esas plataformas digitales para crear un fondo del que puedan tirar los trabajadores para bajas, vacaciones… “Creo que podría funcionar, es una buena manera de mantener la flexibilidad y que el trabajador sienta que hay alguien preocupándose de los aspectos sociales del trabajo”, lanza.
Los repartidores son una muestra de los cambios en el consumo. La pandemia nos ha metido en casa y cree que en ella pasaremos mucho más tiempo. Teletrabajo, comercio electrónico, plataformas de streaming… “Volveremos de compras al centro de las ciudades, pero no en el número que lo hacíamos antes. Tampoco a los cines, teatros, restaurantes”, señala. “Se van a hacer muchas más cosas en casa”, opina, pero no las tareas domésticas. “Si trabajo en casa, no querré ponerme a cocinar o limpiar cuando termine. Entonces vendrá alguien a hacerlo. El servicio doméstico va a crecer como profesión, en Reino Unido [donde reside] ya está pasando, el servicio está ganando respetabilidad y creo que debería ganar aún más”.
El hecho de trabajar o recibir las compras en casa tendrá reflejo en el tejido urbano. A las cadenas comerciales les sobrarán tiendas —”ya está pasando, caen los precios de los alquileres comerciales, hay espacios vacíos”, explica— y “cambiará la diferencia tan clara que existe entre los distritos comerciales y residenciales de las ciudades”. “Si la gente trabaja en casa, habrá menos demanda de espacios comerciales en el centro y más demanda de servicios o negocios en las áreas residenciales”, vaticina, aunque pone por delante que eso dependerá de lo proactivos que sean los responsables de la planificación de las ciudades. En esto ve más ágil a Barcelona que a la “estricta” Londres, que “no permite hacer nada en las áreas residenciales”.
Pissarides alaba la reacción de las autoridades europeas a la crisis de la pandemia, sobre todo el hecho de que la Comisión condicione la entrega de las ayudas a programas concretos con acento medioambiental o innovador. “Lo están manejando mejor que otros países, como EE UU”, dice. También alaba al BCE por “mantener el dinero barato” y por sus compras de deuda. Y se alinea, con matices, con los que, con Piketty al frente, abogan por cancelar la deuda soberana europea en manos del BCE. “Creo que es una buena idea. Ahora no es un problema, porque los tipos de interés están en cero. Cuando suban, los países tendrán que pagar los intereses, en vez de usar el dinero para invertir”, afirma, aunque también admite que decir que no se va a devolver ese dinero “no está bien en términos de credibilidad para transacciones financieras en el futuro”. Y bromea con otra razón de peso: “Como griego [la deuda pública griega roza el 200% de su PIB], ¡tengo que estar a favor!”
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