Asesora de gobiernos y organismos internacionales, la economista apuesta por un liderazgo público fuerte y la inteligencia colectiva.
Mariana Mazzucato, economista, profesora del University College London
IXONE DÍAZ LANDALUCEDomingo, 19 junio 2022, 10:00
Mariana Mazzucato (Roma, 1968) lleva más de una década planeando cómo arreglar el capitalismo. Cómo cambiarlo por completo, cómo darle la vuelta a un sistema («aunque hay muchos capitalismos», puntualiza) disfuncional. Y no solo se dedica a teorizar sobre ello desde un punto de vista social, que piensa en la gente, en los más perjudicados y en todos, sino que lo ha llevado a la acción. Aunque pone mucho empeño en la elección de palabras y en cómo contarlo para que sea accesible, sus teorías y sus frases están orientadas a una misión. Eso es lo importante.
La «musa de la misión», de hecho, es un apodo que ella misma se puso y popularizó antes de que lo hicieran otros. La economista italo-americana, profesora en University College London, directora del Institute for Innovation and Public Purpose, ha desarrollado sus teorías más revolucionarias poniendo como referente la misión del hombre a la Luna. Teorías llevadas a la práctica por la Unión Europea, por ejemplo, que ahora también expone en su último libro Mission Economy. «Creo que nunca habríamos llegado a la Luna si hubiéramos tenido el sistema que tenemos hoy en la Tierra, en cuanto a cómo están organizados el sector público y el privado y cómo trabajan juntos», explica desde su casa en el barrio londinense de Camden, donde, dice, se palpa la desigualdad.
«En primer lugar, nunca habrían llegado a la Luna sin un gran liderazgo público con el objetivo claro de llegar y volver. En segundo lugar, hay que admitir la dificultad. Kennedy dijo: «Lo hacemos porque es difícil, no porque sea fácil». En tercer lugar, requirió el trabajo conjunto de muchos sectores. Y por último, tuvieron que cambiar las herramientas para estimular la innovación».
Según la doctora Mazzucato, este es el mejor caso para entender lo que denomina «inteligencia colectiva», que proclama como absolutamente inexistente y necesaria y de la que habló esta semana en Santander WomenNOW, el congreso sobre liderazgo femenino que ha organizado Vocento en Madrid. «¿Cómo trabajas de verdad para resolver grandes objetivos globales? El cambio climático, sacar el plástico de los océanos, reducir la brecha digital, reforzar los sistemas de salud... Todo eso necesita el esfuerzo colectivo del servicio público y de las empresas», insiste.
Acabar con las relaciones parasitarias entre ambos (del sector privado aprovechándose del público) permitiría generar una auténtica simbiosis. Pero no existe hoy, en gran parte, porque faltan grandes líderes en el sector público, argumenta. ¿Por qué? Porque seguimos confundiendo valor y dinero. «En el servicio público, en cuanto cometes un error, acabas en los periódicos; no vemos con buenos ojos el prueba-error, tienen miedo de tomar riesgos. Pero si no puedes aprender a montar en bici sin caerte, imagínate a dirigir una nación», explica. En cambio, en el sector privado se premia a los arriesgados, «a los que piensan de manera diferente (out of the box)». «Necesitamos líderes públicos, pero sobre todo necesitamos coliderazgo y trabajo conjunto; necesitamos los incentivos correctos para que los líderes trabajen juntos».
Hija de italianos (su padre era físico y profesor de Princeton) y criada en EE.UU., se abrió un hueco en la economía mediática gracias a su trabajo de investigación que derribaba los mitos de la financiación privada en la innovación, recogido en su primer libro El Estado emprendedor (2013). Cansada de escuchar los ataques al sector público para justificar las políticas de austeridad, fue caso por caso, poniendo el foco en Sillicon Valley y el sector digital, y vio que los proyectos multimillonarios, como Google o Tesla (y el resto de empresas de Elon Musk) habían sido posibles gracias a inversiones o ayudas públicas directas del Estado americano. Incluso el iPhone del genio de Steve Jobs, nunca habría sido un éxito sin multitud de tecnologías que habían sido desarrolladas y financiadas por proyectos estatales y universitarios.
Poner sobre la mesa el valor del sector público y de la inversión cuando los gobiernos hablaban solo de recortes, la convirtió en asesora. En la última década, ha trabajado con el Gobierno británico, las demócratas norteamericanas Elizabeth Warren y Alexandria Ocasio-Cortez, la primera ministra escocesa Nicola Sturgeon, la ONU, la Unión Europea y, en los últimos años, con la primera ministra de Nueva Zelanda Jacinda Ardern y con Teresa Ribera, vicepresidente tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica. Durante la pandemia ha colaborado con la OMS y ha sacado como lección su teoría reforzada sobre el gran bien común y pensar colectivamente. «Y hemos aprendido que el dinero se puede crear, aunque nos digan que no hay, pero hay que hacerlo a tiempo para reforzar el tejido social y evitar otras crisis».
Pese a la polarización, la crispación política y social, y el aumento de la desigualdad, es optimista. «Hablamos más que nunca de la necesidad de un nuevo contrato social, de centrarnos en grandes objetivos, como el clima. Soy pesimista si miro lo que hay fuera, pero el deseo del cambio tiene que ser optimista, de otra forma te quedas paralizado y solo ves lo malo, que es lo que hacen los partidos populistas. No podemos permitirnos ser pesimistas».
( Mujeres Hoy)
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