Por José Carlos Gómez Borrero
Ragnar Frisch
Premio Nobel de Economía 1969
Photo credit–Foto: Unknown. Public Domain.
La Econometría distinguida con el primer premio Nobel de economía
El primer premio Nobel de Economía, establecido para conmemorar el 300 aniversario de la fundación del Banco de Suecia, fue concedido conjuntamente en 1969 al noruego Ragnar Frisch y al holandés Jan Tinbergen por sus estudios sobre la aplicación de los modelos dinámicos al análisis de los procesos económicos.
En esta primera edición, el comité encargado de conceder el Nobel quiso premiar a los pioneros en integrar las matemáticas en la formulación de la teoría económica. Concretamente, a Ragnar Frisch se le considera el padre de una técnica, a la que él mismo bautizó con el nombre de Econometría. Su sólida formación matemática, unida a la aplicación de la estadística, dieron lugar a una nueva forma de interpretar los fenómenos económicos. A partir de entonces los adjetivos mucho, poco o regular, pasaron a ser sustituidos por coeficientes y cantidades que establecían relaciones y magnitudes formales y no simples juicios de valor.
La Econometría
La metodología empleada por Frisch presenta la novedad del aparente contrasentido de comenzar las cosas por el final. Si hasta entonces se buscaban las consecuencias de una determinada actuación, por ejemplo, que pasaba cuando se aumentaba un impuesto, lo que hacen los económetras es recopilar datos objetivos, para después tratar de explicar por qué se habían producido esos resultados.
La Econometría no pretende ser racionalista a priori, se limita a constatar hechos sin prejuzgarlos. Reconoce paladinamente que la realidad está de acuerdo consigo misma y trata de encontrar las razones que han conducido a ese desenlace final. Reivindica de alguna manera los descubrimientos y la ciencia de la antigüedad, que por medio de la observación de fenómenos recurrentes llegaron a establecer hitos tan importantes como el calendario y a predecir las crecidas del Nilo o las fases de la luna.
Ragnar Frisch fundó en 1930 la Sociedad Econométrica y dos años más tarde la revista “Econométrica”, de la que fue su redactor jefe durante 22 años. En ella se han publicado ininterrumpidamente trabajos de gran seriedad, que tenían que superar el rigor académico de un Frisch enérgico y vehemente. Exigía en todo lo que publicaba comprobaciones exhaustivas de los datos recogidos y no consentía interpretaciones frívolas con apariencias pseudocientíficas.
En este sentido, llamaba “playometría” a la pretensión de ocultar la ignorancia con la exhibición de un sofisticado aparato matemático, para deslumbrar al profano y adornarse con una inmerecida aureola de saber. El nivel de exigencia que aplicaba a sus propios trabajos supuso que algunos de los cerca de cuatrocientos artículos que escribió en su vida no vieran la luz hasta bastantes años después, pues repasaba y repasaba sus contenidos antes de hacer públicas sus proposiciones.
El prestigio alcanzado por Frisch era incuestionable, así como las expectativas depositadas en la nueva metodología, esperanzas que en gran parte fueron defraudadas al pretender aplicarla a prácticamente todo y de una forma excesivamente simplificada. El hecho de que aparezca un fenómeno después de otro no siempre constituye una relación de causa a efecto. El propio Frisch lo explicaba en su discurso posterior a la concesión del Nobel: El profesor Louis Álvarez, premio Nobel de Física de 1968, puede afirmar sin temor a equivocarse que, si aplicamos una fuente de calor a un cuerpo, éste empezará a estar más caliente. Sin embargo, en la economía intervienen tantos factores imprevisibles, aparte de que la materia prima con la que trabajamos son las personas, que no es fácil proponer lo que hay que hacer para mejorar las condiciones de la gente. Frisch se estaba refiriendo en aquella ocasión a la India y por supuesto la traducción que he hecho de la cita no es literal.
Además de acuñar la palabra Econometría, se le atribuye el haber diferenciado entre micro y macroeconomía, el establecer la distinción entre economía estática y dinámica, así como la existencia de variables endógenas y exógenas.
Del grado de responsabilidad y exigencia de su trabajo da cuenta la expulsión del país que tuvo que sufrir, cuando asesorando al gobierno egipcio, Frisch le comunicó al presidente Nasser que su ministro de planificación, además de incompetente, no era de fiar. El que conociese a Frisch no dudaría ni por un momento de la autenticidad de su diagnóstico, pero lo que no debió tener en cuenta el primer Nobel de Economía, es que, por encima de ello, el susodicho ministro era amigo personal del Rais.
El que paga la música en este caso no escoge las canciones
Aprovechando la circunstancia de que fuese un académico escandinavo el primer Nobel de Economía, me ha parecido oportuno salir al paso de posibles suspicacias, que acusen de favoritismo hacía los economistas de aquellas latitudes al jurado que otorga tan apreciado galardón. Hasta ahora de los 81 premiados solo son seis los que pertenecen a esos países, y de ellos, ni Dinamarca ni Islandia han conseguido colocar a ningún compatriota en tan deseado pódium.
Por otra parte, los seis premiados gozan de un prestigio incuestionable y ni a los suecos Bertil Ohlin o Gunnar Myrdal, al finlandés Bengt Holmström, o a los noruegos que acompañan a Frisch, Finn Kydland o Trygve Haavelmo, cabe ponerles ningún reparo.
El procedimiento
En el mes de Octubre, el comité Nobel solicita candidatos a unos 75 departamentos de Economía de distintas universidades de todo el mundo, entre ellas a todas las de Escandinavia. Además, cada año invita a otras seis universidades distintas para que ofrezcan su opinión. También son consultados los anteriores Nobel que sigan vivos-37 en la actualidad-, así como a una serie de científicos que el comité considere que su actividad pueda estar relacionada de alguna manera con el entorno económico.
Las candidaturas recibidas, acompañadas de sus respectivas exposiciones de méritos, son estudiadas por una comisión de la Real Academia Sueca de las Ciencias, que decidirá entre ellas. El máximo de candidaturas recibidas correspondió al año 1992, donde Gary Becker tuvo que competir con otros 143 colegas. Curiosamente, el menor número de candidatos se produjo precisamente en la convocatoria de 1969, tal vez por ser la primera vez que se concedía el premio y pilló desprevenidos a los electores. En esta ocasión solo fueron 30 los que optaron al generoso cheque, equivalente a un millón de dólares, con el que está dotado el Nobel de Economía.
Cabe decir también, que su reglamento permite conceder el premio cada año a un máximo de tres personas, aunque en el caso de ser más de uno los premiados, el dinero debe ser repartido entre ellos a partes iguales. Todo lo relativo a la concesión debe permanecer en secreto hasta que hayan transcurrido cincuenta años, así como la curiosa y tal vez ingenua disposición de que ninguno de los consultados puede proponerse a sí mismo.
Hoy, pasados ya esos cincuenta años, esperemos que el comité Nobel nos dé a conocer el nombre de esos 28 economistas que compitieron con Ragnar Frisch y con Jan Tinbergen en aquella primera elección. Empezaremos a conocer así a todos aquellos profesionales que se quedaron con la miel en los labios y que sin duda también serían merecedores de saborear las mieles del triunfo que solo han podido conocer en medio siglo 81 personas.
Wikipedia
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