En Cuba todos
llevamos por dentro un pelotero, un médico o un economista. Sabemos desde
detrás del televisor a cientos de millas del terreno de béisbol, que jugada se
debe hacer y defenestramos contra el director cuando consideramos que ha tomado
una mala decisión. Tenemos nuestro propio protocolo para recetar medicinas, si
de un dolor de cabeza, un resfriado o cualquier otra anomalía se trata.
Cuestionamos al galeno profesional e incluso le indicamos que nos debe indicar.
En materia de
economía sucede algo parecido. En una de las filas para comprar en la tienda,
en un taxi, o en la parada del ómnibus, de pronto alguien allí comienza a
expresar sus criterios de como arreglar la economía nacional y se escuchará
todo tipo de “soluciones” algunas risibles, también preocupantes y otras bien
fundamentadas.
Una lectura
constructiva de este fenómeno está en la pasión por el deporte nacional, la
cultura y prestigio de nuestra medicina, que nos hace añorar ser médicos o
enfermeros y en cuanto a la economía, expresa un creciente interés por el
desarrollo de la nación y una prueba de que en los últimos años nos hemos
estado involucrando y preocupando más por el destino del país.
En el mundo de la
academia se observa un progresivo debate desde diferentes perspectivas y
tendencias, blog, revistas y otros escenarios mediáticos dan fe de ello. En
estos espacios nada es improductivo, no importa la intención incluso. Sobre
este particular el Primer Secretario del Comité Central del Partido en su
momento expresó, tenemos que saber escuchar el criterio de los demás, aun
cuando no estemos de acuerdo con ello.
En este debate
desde lo popular a lo académico se mezclan, suposiciones, hipótesis, cálculos,
imaginaciones. Conjeturas. El proceso de preparación del VI Congreso del
Partido creó para bien muchas expectativas, se reconocía un momento histórico
en la proyección de la economía cubana y se estableció un enfoque, dando
primariamente dirección a un conjunto de ideas, materializadas en los
Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución. Se
reconoció la necesidad del cambio y sobre todo de mentalidad.
En este período
transcurrido desde el VI Congreso del Partido y hasta el ya cercano VIII
Congreso, han transcurrido cerca de 10 años y en ese ciclo son muchas las
políticas y medidas tomadas, pero sin dudas, no las suficientes, ni las más
importantes y urgentes. La decisión adoptada fue ir de lo simple a lo complejo,
lo cual es razonable, sí, solo si, el tránsito de la simplicidad a lo más
complicado no se convierte en una eternidad. En el mundo global e
interconectado, donde la competividad está marcada por los cambios vertiginosos
en las tecnologías y la alta gerencia, añadiendo la volatilidad de las
relaciones políticas y comerciales internacionales, el tiempo no se mide en
años, y si en meses y días.
Los que tuvimos la
ocasión de participar en el proceso preparatorio del VI Congreso del Partido,
recibimos allí de primera mano un caudal de ideas, que comenzaban a conformar
un pensamiento de cambio. Pero el implacable tiempo nos deja ver como su
transcurrir, ha tornado en obsoletas algunas de estas que caducaron sin incluso
ser aplicadas.
El factor humano lo
decide todo, avanzar, ralentizar, temer, ser audaz. En los últimos diez años,
desde el VI Congreso del Partido, esa suerte de aplicación del ensayo y error
está provocando en algunos casos, que el período de estudio sea superior a la
magnitud del error y a la propia necesidad, de que este sea enmendado en un
tiempo razonable. Cuando el error sirve para la mejora continua de los
procesos, es útil. Si este se convierte en argumentos para reproducir la
burocracia entonces el tiempo no es oro, es lodo. De no ser así, nuestro
Presidente no estuviera empeñado en buscar todo lo que traba la economía, a
pesar de los Congresos y de los documentos aprobados, incluyendo la ley de
leyes.
La Covid, como
fuerza extraña y externa ha transfigurado todos los escenarios posibles de la
economía mundial, nuestra economía dependiente no escapa a sus efectos adversos
y pone en contexto viejos y nuevos desafíos. El proceso de cambios está en la
disyuntiva de Hamlet. “ser o no ser, esa es la cuestión”, con la diferencia de
que no estamos en presencia de un soliloquio o monólogo, sino en el de dar
vitalidad a un proyecto social que se debate entre la voluntad y la realidad y
más que eso, en la necesidad de su consecución.
Las señales apuntan
a que se pondrá en sintonía con mayor diligencia, la voluntad de avanzar a tono
con una realidad compleja y difusa. Tendremos que continuar viajando a lo
ignoto con nuestras propias brújulas, ahora con más prisa que pausas. El
Presidente Díaz Canel entre estas señales visibles, ha iniciado un proceso para
descubrir todo el arsenal de obstáculos que frena la materialización de muchas
de las políticas y medidas aprobadas y entre estas las que impiden un despegue
en el desarrollo de las fuerzas productivas.
En el
reconocimiento de que no podremos obtener mejores resultados, haciendo siempre
lo mismo, hay una señal inequívoca de que el voluntarismo o el carácter
voluntario de los cambios debe ser desechado. Se cuenta con todas las
herramientas posibles para avanzar; documentos rectores aprobados por la fuerza
superior de dirección de la sociedad, una constitución moderna que pasó con
éxitos el proceso de referéndum. ¿Qué se necesita entonces?... acercar en un
justo equilibrio la voluntad a la realidad y subordinar la lucha de contrarios
útil a la imprescindible unidad.
* Master en Ciencias de la Dirección, profesor del Centro de Estudio de
Superación Postgraduada de la ANEC. Consultor de Gestión Económica
financiera.
Para dejar de hacer lo que siempre hemos hecho, la realidad tiene que golpear a quien mantenga la misma actitud.
ResponderEliminarSi la exigencia no se centra en que hiciste y que cambiaste, todo continuará igual, vagos conocimientos de sicología son suficientes para comprender.
Ya resulta estéril mensionar los viejos problemas, transporte, vivienda, alimentos, etc.
Quizás todos no sepamos de economía y medicina como si lo hacemos de pelota, pero lo que sí sabemos es que nuestras casa se deterioran, la guagua no llega, la carne sube de precio más que el oro. Ver simplemente que unas rutas están vacías mientras otras no dan abasto nos hace pensar como pueblo que tenemos la solución que nadie ve. Mejor dicho que nadie quiere ver, que cuesta pensar un poquito.
No sé , pero el pueblo es sabio, posee la experiencia de todos los embates del día a día.
Rogelio Castro Muñiz