Por Manuel E. Yepe
Para Cuba, 2016 está siendo un año extremadamente tenso en su industria del turismo. La isla se vio obligada que encarar un cúmulo de retos derivados de la necesidad de responder a una demanda sorpresivamente elevada de visitantes por efecto de la coincidencia de una serie de factores que convirtieron al país en vedette absoluta de la industria del ocio en el Caribe y destino “de moda” a escala mundial, con la visita sucesiva de un buen número de celebridades diversas, incluyendo la del Presidente de Estados Unidos con su familia, que concitó una inmensa publicidad.
Paradójicamente, la gigantesca campaña contra Cuba que ha mantenido el gobierno estadounidense con apoyo de todos los recursos de sus agencias de espionaje y subversión, con la abierta complicidad de sus satélites del capitalismo en todo el mundo durante siete décadas -reconocida como la más intensa, prolongada y costosa campaña difamatoria contra cualquier nación en la historia del planeta- contribuyó a la intensificación de la curiosidad mundial por conocer ese pequeño país y su pueblo tan persistente y decidido a darse su propio destino pese a un contexto mundial tan hostil.
Factor básico del éxito repentino ha sido, obviamente, el desarrollo sostenido de la industria del turismo diseñado por el gobierno cubano desde hace algo más de una veintena de años a fin de hacer frente a los efectos del aún vigente bloqueo económico impuesto por Estados Unidos a Cuba, agravado éste por la desaparición de la Unión Soviética, bastión solidario en el terreno económico de la resistencia de los cubanos frente a los embates de la política imperialista de Washington.
A fines de diciembre de 2015 se conoció que, en el curso de ese año, el total de visitantes a Cuba había superado la cifra de tres millones y medio, por mucho la más alta en la historia del país, con un crecimiento respecto al año anterior que igualmente constituía record histórico.
Este resultado se obtuvo no obstante el hecho de que Cuba sigue siendo el único país del mundo a donde los ciudadanos de Estados Unidos, -que son la cantera natural y tradicional de los visitantes a la Isla por razones tanto geográficas como históricas-, han tenido prohibido por el gobierno estadounidense, desde hace medio siglo, viajar como turistas.
Es cierto que esta prohibición comenzó a presentar fracturas cuando Estados Unidos proclamó una política que llamó de “pueblo a pueblo” porque su objetivo era permitir a ciertas categorías de ciudadanos suyos visitar a Cuba en el supuesto que con ello estimularía el éxodo de cubanos de su país al conocer las “bondades del capitalismo”.
Cuba aceptó el reto, aun conociendo sus torcidos propósitos, con la certeza de que ello daría oportunidad para desmontar –por conducto de esos viajeros excepcionalmente autorizados- las falsedades de la gran campaña de desinformación sobre Cuba y hacer de esa política “pueblo a pueblo” un boomerang contra sus promotores en Washington , como así resultó en efecto.
Este crecimiento repentino de las llegadas internacionales no se ha debido solo al incremento de los visitantes norteamericanos –excepcionalmente autorizados por Washington a hacerlo mediante permisos especiales previstos para doce categorías de ciudadanos de Estados Unidos. Además de cierta flexibilización en la aplicación de estos requisitos a tenor del anuncio de la visita oficial de Obama a Cuba, también se han registrado importantes crecimientos de viajeros procedentes de Canadá, Europa, Asia y América Latina.
Pero el fenómeno de la aceptación del producto turístico cubano de manera tan amplia ha traído consigo muchas evidencias de carencias en la infraestructura del sector en la isla, tanto en capacidad hotelera como en transporte y distribución de alimentos, calidad de los servicios, carencia de algunos abastecimientos imprescindibles para el desenvolvimiento de una industria que demanda muchos servicios singulares para sujetos que son consumidores muy exigentes.
Según Zane Kerby, presidente de la Sociedad Americana de Agentes de Viajes (ASTA, por sus siglas en inglés) “al menos dos millones de estadounidenses más podrían visitar Cuba en 2017, si finalmente el Congreso vota por levantar las restricciones vigentes.
Para manejar este incremento en un sector que justamente se identifica como locomotora de la economía y ahora se enfrenta a nuevos retos derivados del complejo escenario internacional, La Habana y Washington, han decidido restablecer sus nexos diplomáticos no obstante la persistencia de sus grandes diferencias políticas y de principios.
La Habana, Abril 7 de 2016
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