El dogma del monopolio del comercio exterior por el Estado en el socialismo mató el proyecto de Zona Franca de Berroa concebido por CIMEX al inicio de los años noventa del pasado siglo a raíz de la amplia experiencia de esa empresa en la compra de mercancías en la Zona Libre de Colón, Panamá, para las tiendas que vendían en divisas durante los años ochenta del pasado siglo.
La ventaja de ya tener en suelo cubano los productos en el momento en que hacían falta fue desaprovechada en aras de iniciar el proceso de compra en el exterior por una empresa del MINCEX, o autorizada para ello, cuando el ente interesado tuviera la disponibilidad de divisas necesarias para ello. Eso de que tiempo es dinero no solo vale en el capitalismo.
En la Zona Franca de Berroa las mercancías de propiedad de los comerciantes extranjeros estaban físicamente en Cuba, pero no habían pasado la aduana y podían permanecer hasta un año en el país. No había que ir al extranjero a comprarlas.
Pese al férreo cerco de la Aduana General, cuando el comprador recibía la autorización para ello podía ir a Berroa a comprar lo que le hiciera falta y encontrara en sus almacenes. Porque la Aduana no permitía ni permite la importación por un ciudadano cubano de algo que tenga “fines comerciales”, aunque hoy en día existan más de 600.000 trabajadores autorizados para ello.
“Si la montaña no va hacia Mahoma, Mahoma va hacia la montaña” y es lo que han decidido hacer las autoridades panameñas al conceder una visa libre por 30 días a cualquier cubano que quiera ir a comprar a ese país y que puede adquirir los dólares (balboas para los panameños) en el mercado libre de la calle que existe en Cuba.
Los panameños no creen en dogmas y son pragmáticos. Por ello venden más de 20.000 millones de dólares anuales en la Zona Libre de Colón, la segunda más grande del mundo después de la de Hong Kong en China (que queda en un país socialista, aunque con un régimen especial).
No está de más señalar que las mercancías existentes en una Zona Franca constituyen capital extranjero transitoriamente radicado en Cuba que nada le cuesta al país, lo que va de la mano con la ley para las inversiones extranjeras en Cuba. Yo mismo llegué a tener hasta un millón de dólares en mercancías en mi almacén en Berroa enviadas a consignación por empresarios extranjeros.
¿Alguien se atreverá a retomar esta idea en las presentes circunstancias en que se plantea establecer un nuevo modelo económico y social para Cuba, desafiando al “Santo Oficio” Ideológico encargado de conservar la pureza del socialismo cubano?
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