sine die
SD 54 Juan M Ferran Oliva sept 7 de 2019
Antes de retirarme fui economista; así lo indica un titulo.
Es un oficio estresante que he desatendido debido a mi jubilación y, más que
nada, a la falta de información. La
prensa no me ayuda pues se consagra a una propaganda política aberrante. Lo más
parecido a una noticia son sus crónicas triunfalistas de entidades aisladas,
pero el obstinado PIB per cápita no crece. Una golondrina no hace verano.
Tengo recaídas ocasionales tras las cuales vuelve fosca a su rincón el alma trémula y
sola. Una noticia que recogí del ciberespacio avivó mi
vocación. Se refería a una importante fábrica de productos de látex cuyo nombre
omito. Me limitaré a señalar que es asiática y sólo elabora tetillas de biberón[1] y condones. Es líder en esos renglones.
La empresa fue visitada por el chairman de una distribuidora europea que intentaba representarla. Un ejecutivo de la planta lo atendió y le
mostró el flujo de producción. Informó, además, de su tecnología secreta en la
que se combinan en singular sinergia procedimientos industriales y de marketing.
Un sofisticado equipo de extrusión sopla el látex y al
hacerlo correr por un molde conforma la tetilla del biberón. Un brazo mecánico
armado de una aguja gruesa estampa el orificio de salida con sus
correspondientes rebabas. A renglón seguido la pieza pasa por el control de
calidad al que sigue el módulo de envase. Al final van saliendo de la máquina a
razón de una por segundo las cajas contenedoras de una gruesa del producto. Son
millones anuales capaces de cubrir buena parte de la natalidad mundial.
La máquina de los condones es prácticamente igual pero
dispone de un paso que llamó poderosamente la atención del visitante. Después
de formateado el preservativo también aparece un brazo mecánico ¡pero con una
aguja muy fina! De un golpe el adminículo
es dotado de un imperceptible orificio de salida.
Intrigado, el visitante preguntó el porqué de aquella
perforación casi invisible. El anfitrión respondió
-Para que escapen los espermatozoides
más hábiles.
El visitante no pudo evitar una regurgitación ética y espetó
-¡Coño, eso es una
hijaputada !
Sin inmutarse el asiático argumentó
-efectivamente, pero estimula considerablemente la demanda de
biberones.
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