No, no se asusten. No se repite la aventura. En ¿Volverán las oscuras golondrinas? – SINE DIE 107 del pasado 29 de febrero [Ver debajo, a continuación de este texto]- afirmé que los actuales centrales cubanos pueden exportar 2 millones de toneladas de azúcar (1). Reportarían alrededor de US$ 500 millones en valor, según el precio del mercado. Ya el dulce no es locomotora, pero continúa en el tren de la economía.
El trabajo se honró con la lectura y criterio positivo de Newton Briones Montoto. Sólo pide que aclare porque no se conoce el valor puntual de cada tonelada de aquel azúcar, y el del costo de oportunidad que tuvo la economía del país en su intento por materializar la llamada Zafra de los Diez Millones.
El común amigo Aurelio Alonso sirvió de intermediario. Trabajó en el Cordón de La Habana (2) y aporta un ejemplo. En su momento hubieron de desmantelar dos vaquerías modernas. Disponían de 54 Ha de pastoreo, naves, ordeño mecánico y miles de metros de costoso alambre de púas. Fueron entregadas para sembrar caña. Es un botón de muestra. Hubo muchos más. Aurelio también comenta la situación de penuria contable agudizada en la época.
La ilusión productiva se convirtió en obsesión política. Pareciera que con ella se resolverían todos los problemas económicos del país. La propaganda le dio apoyo y el slogan los diez millones van…de que van, van, fue tan difundido que hasta una orquesta popular lo adoptó como nombre. Aún existe.
El turbulento periodo 1966-1970 se caracterizó por la predisposición hacia las relaciones mercantiles. El idealismo desbordado y la pretensión de construir el socialismo y el comunismo simultáneamente engendraron un estrambótico modelo de dirección. A fines de 1965 fue disuelto el Ministerio de Hacienda y se redujeron las funciones del Banco. El presupuesto de 1967 no llegó a aplicarse pues a mediados de ese año se eliminaron los pagos y cobros entre empresas estatales (3). Dentro de este baile de idealismos se implantó un nuevo sistema contable más sencillo. Fra Luca Pacioli (4) debió estremecerse en su tumba al conocerlo. La aplicación de fórmulas simplificadoras obviaba la partida doble y como mal colateral agregó un apagón estadístico parcial. En medio de la euforia se desató una política insostenible de gratuidades. En muchos lugares se sustituyó el control de entrada y salida por el horario de la conciencia. Salarios y normas se desvincularon y se suprimieron los impuestos a los campesinos y los intereses a los préstamos bancarios. Fue la apoteosis de los estímulos morales. Incluso algunos soñaron con eliminar el dinero.
La falta de personal calificado influyó también. La industria azucarera era la mejor dotada en tal sentido y logró mantener controles tradicionales, pero de manera casi clandestina; constituyó una notable pero insuficiente excepción. Es dudoso el registro de los salarios y gastos del personal ajeno ubicado temporalmente en la dirección de los centrales y áreas cañeras, y los recursos externos.
Durante dicho quinquenio se invirtieron 334 millones de pesos de la época en las instalaciones industriales azucareras; el 30% correspondieron a reparaciones y el 70% a ampliaciones. Las tierras dedicadas a la caña se incrementaron en un 35%. Fueron introducidas nuevas variedades; ampliado el regadío; introducido el uso de herbicidas y fertilizantes, y el de combinadas (5). El verdadero sentido del plan fue la ampliación de capacidades, no la Zafra de 1970 convertida en objetivo olímpico. Finalmente se logró una producción de 8.4 millones TM, un record que superaba al de 7.2 millones TM alcanzado en el lejano año 1952. La movilización general de hombres y recursos, como en una guerra, paralizó y desarticuló la economía.
El costo de oportunidad consiste en el valor que se percibiría de emplearse un recurso determinado en otro quehacer alternativo. Se trata de un referente analítico. Si se elige, por ejemplo, beneficiar a la acumulación, esta tendrá un costo de oportunidad equivalente a la cuantía dejada de consumir. En la Zafra de los Diez Millones se tomó caña dejada del año anterior y otra anticipada de la venidera. El costo de oportunidad en tal caso, fue el azúcar dejado de producir con anterioridad y el que pudiera esperarse en el año futuro.
Llegado el momento de la verdad se colocó en posiciones de zafra a dirigentes de alto nivel. Procedían de todas las esferas y eran ajenos a la actividad azucarera. Su denominador común era la confianza revolucionaria y la experiencia de dirección. Su responsabilidad era transitoria. El humor popular bautizó la campaña como ZAFRA DE LAS ESTRELLAS. Grandes capacidades industriales, agrícolas y de servicios quedaron mal atendidas en función de la zafra sacralizada. Fueron costos de oportunidad de la economía nacional.
En tales circunstancias no es extraño afirmar que el valor puntual de cada tonelada de aquel azúcar no se conoce. Mucho menos se sabrá el costo de oportunidad que tuvo la economía del país en su ingente intento por materializar aquella ilusión productiva.
No obstante, la capacidad y condiciones de la industria azucarera mejoraron, como lo evidencian las altas producciones alcanzadas en años posteriores. La gesta de 1970 fue faraónica y su imagen fue de fracaso. De no haberse convertido en auto de fe y abusado de la aberrante carga propagandística hubiera pasado como un simple incumplimiento de un plan anual normal.
La utilidad de los errores consiste en aprender a no repetirlos.
Notas:
1 Requerirían 2.5 millones de los cuales 500.000 serían para el consumo interno.
2 Ver SINE DIE 26, de noviembre 6 de 2019 titulado “Ubre Blanca”. En él se describe el Cordón de La Habana iniciado el 17 de abril de 1967. Después de 1969 sobrevino un silencio mediático absoluto. Nunca más se habló de él.
3 Informe Central del Primer Congreso del PCC. Diciembre de 1975.
4 Fra Luca Pacioli (1445 – 1517) Fraile franciscano y científico italiano. Se distinguió en el campo de las matemáticas. Su obra más divulgada se refiere a la divina proporción o número áureo y a la contabilidad. Dio impulso al empleo de la partida doble.
5 Informe I Congreso PCC. Pág. 56.
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