26 mayo 2020
Hoy es el Día de los Caídos, un feriado oficial para conmemorar a los soldados fallecidos en las guerras estadounidenses en el exterior. En este día, las consecuencias de la indiferencia de Trump hacia la muerte de los trabajadores estadounidenses y la subordinación de la vida humana a las ganancias empresariales se resumen en el trágico hito de más de 100.000 muertes por COVID-19.
Es un hecho extraordinario que las 100.000 personas que han perdido oficialmente la vida al virus en apenas dos meses ya superen la suma de bajas militares estadounidenses en los tres años de guerra en Corea (33.686) y los once años de guerra en Vietnam (58.220). Es casi el doble de las muertes de soldados en la Primera Guerra Mundial (53.402).
Pero esta impactante pérdida de vidas humanas tan solo es el comienzo. El Gobierno de Trump está marcando el feriado a través de la promoción de actividades que desafían las normas de distanciamiento social, lo que causará un aumento importante en las infecciones y muertes.
Donald Trump y Deborah Birx en una rueda de prensa en abril (Fotografía oficial de la Casa Blanca por Joyce N. Boghosian)
El viernes, Trump exigió que los gobernadores levanten todas las restricciones a los servicios religiosos. Está promoviendo una cura curandera “milagrosa” tras otra y programas de tratamiento para el virus sin pruebas, incluso presumiendo que él mismo está tomando hidroxicloroquina. El sábado, fue filmado jugando golf sin una máscara, así como en todas sus apariciones públicas. El domingo, tuiteó, “¡Los casos, las cifras y las muertes están bajando en todo el país!”.
Esto último es una completa mentira. A nivel nacional, se siguen registrando más de 20.000 nuevos casos cada día y más de mil muertes. En focos de contagio como Montgomery, Alabama, los hospitales están saturados. Los pacientes que llegan a los hospitales en Montgomery están siendo trasladados a Birmingham.
Durante el fin de semana, los horrendos resultados se pudieron ver por todo el país. Con el apoyo de la prensa, las personas están siendo engañadas e instadas a participar en actividades peligrosas. Hubo escenas de playas y malecones llenos, con cientos y miles de personas interactuando sin mascarillas ni otra protección.
Cientos de personas en una fiesta se aglomeraron en una piscina en Lake of Ozarks, Missouri, un estado donde casi 12.000 personas han salido positivo y más de 680 han muerto. En el mismo estado, que ha reabierto negocios como gimnasios y salones de belleza, dos estilistas en un salón de Great Clips salieron positivo al COVID-19. Ambas trabajaron por días mientras tenían y transmitían el virus, exponiendo a un total de 140 clientes y personal.
Las iglesias en muchos estados siguieron la pauta establecida por Trump y realizaron servicios en persona. Esto sigue al servicio del Día de la Madre, el 10 de mayo, en una iglesia del condado Butte, California, que expuso a 160 personas al virus.
Uno de los focos de contagio recientes es Arkansas, donde el número de nuevos casos aumentó a 147 el domingo, significando un nuevo repunte en la enfermedad. Su gobernadora republicana, Asa Hutchinson, ordenó la reapertura de casinos, teatros, arenas de deporte, piscinas y parques acuáticos. En el programa “Fox News Sunday”, mencionó casualmente que una fiesta de piscina de colegiales en el estado resultó en un brote. Descartó las consecuencias mortales de sus políticas afirmando, “Tenemos que administrar el riesgo, hacer crecer nuestra economía”.
Al mismo tiempo, los trabajadores están siendo chantajeados para que regresen a trabajar, entre amenazas de que perderán sus beneficios por desempleo si se rehúsan. Han aparecido nuevos casos en las plantas automotrices recién reabiertas y, la semana pasada, el murió el octavo trabajador de Amazon por el COVID-19. Mientras tanto, las empresas están haciendo todo lo posible para prevenir infecciones y están ocultándoles a sus empleados los casos de infecciones en la fuerza laboral.
Dado el largo periodo de gestación antes de que aparezcan los síntomas, las consecuencias se sentirán en dos semanas. La semana pasada, la universidad Imperial College de Londres publicó un estudio que concluye que, con base en el curso actual de reapertura en EE.UU., “las muertes en el próximo periodo de dos meses superarán el total de muertes hasta ahora por más del doble”.
Esto significa que en los próximos dos meses, EE.UU. podría 200.000 muertes más, además de las 100.000 que ya ocurrieron.
Tal cifra de muertes tan solo acelerará la enorme crisis económica, social y política en el país y el mundo. El Banco de Pagos Internacionales, una de las principales instituciones del capital financiero, advirtió en un reporte publicado el viernes (“Lidiando con el COVID-19: entendiendo las elecciones políticas”) que el aumento en muertes tendrá consecuencias económicas inmensas debido a su impacto en el producto interno bruto. Escribió sobre las “elecciones” [ trade offs ] involucradas en reiniciar la producción y “los costos y beneficios de las políticas de contención”.
Más allá de las conclusiones que extraigan, dentro de la clase gobernante y la prensa, hay un consenso sobre el enfoque básico: que las vidas de los trabajadores deben balancearse frente a la “economía”. Sin embargo, la “economía” es una abstracción que encubre intereses de clase definidos.
La “economía” siendo reabierta sobre los cadáveres de trabajadores y jubilados es exclusivamente la economía de las corporaciones y los ricos. Lo que se persigue es una política despiadada de clase por parte de la élite capitalista, la cual se enfrentaba a una crisis cada vez mayor y un colapso inminente de la burbuja bursátil antes de que la pandemia impactara. Acogió el mortal virus como una tapadera para llevar a cabo una transferencia nueva de varios billones de dólares de la clase obrera a los estafadores y especuladores de Wall Street.
En este contexto, Trump tiene el beneficio de articular de la forma más brutal las demandas de la oligarquía financiera. Pero la cuestión no implica solo a Trump y su Gobierno. Los demócratas, independientemente de sus críticas sobre táctica, apoyan plenamente el rescate de Wall Street y están implementando la campaña de regreso al trabajo en los estados bajo gobernadores demócratas en todo el país.
La clase gobernante en EE.UU. —y lo mismo se puede decir sobre las clases gobernantes en Europa, Sudamérica y la mayor parte de Asia— son culpables de un crimen a una escala masiva. El nivel de muertes y sufrimiento es el resultado de una conspiración contra el pueblo.
La gran masa de la clase obrera se opone al regreso prematuro al trabajo. Una encuesta reciente de ABC News e Ipsos muestra que los estadounidenses, por un margen de 30 por ciento, se oponen a la reapertura del país. Y esto ocurre a pesar de la pérdida de casi 40 millones de empleos y condiciones cada vez más desesperadas, sin un alivio serio por parte del Gobierno. Casi dos terceras partes de los encuestados dice que se opone a abrir el país ahora porque resultará en un aumento en muertes.
La lucha contra la pandemia de coronavirus es una lucha contra la clase gobernante capitalista y su economía. La batalla por implementar medidas urgentes y necesarias para detener la propagación de la pandemia está inextricablemente conectada con la lucha por derrocar el capitalismo en EE.UU. e internacionalmente y establecer el socialismo, en que la preservación de la vida humana y las necesidades de la sociedad en su totalidad son priorizadas por sobre el enloquecido afán de lucro y la acumulación de la riqueza.
(Publicado originalmente en inglés el 25 de mayo de 2020)
Barry Grey
No hay comentarios:
Publicar un comentario