por Dr.C Juan Triana Cordoví
julio 12, 2023
en Contrapesos
La Habana, julio de 2023. Foto: EFE/ Ernesto Mastrascusa.
¿Cómo puede un país que arrastra fallas estructurales de las cuales no se ha podido librar por múltiples razones; impedido por leyes extraterritoriales de EE. UU. de operar en condiciones “normales” del mercado internacional; que no puede acceder a bancos internacionales que se cuidan de transgredir aquellas leyes; que por otras muchas razones no logra honrar sus compromisos de pago y está catalogado por las agencias de riesgo como uno de los de más alto riesgo de la región; que además, no genera suficientes ingresos por exportaciones…, cómo puede ese país, renegociar esa deuda y cambiar la imagen que los “dueños del dinero” tienen de él? ¿Tiene ese país, el mío y el nuestro, Cuba, opciones para hacerlo?
Claro que sí. Tiene mi país opciones; pero todas pasan por la voluntad firme de hacerlo y por la necesidad de entender y explicar que salir de esa situación tiene costos y, sobre todo, por explicarle al dueño de los medios de producción fundamentales esos costos y consensuar las soluciones con ese dueño.
En más de una ocasión he expuesto en esta columna algunas de esas posibles soluciones. A riesgo de aburrir, volveré a hacerlo.
A falta de organismos internacionales que nos faciliten un crédito suficientemente “suculento” —y confieso ahora mirando a Argentina que no sé si es una bendición o una maldición— tenemos múltiples “activos” que, bien negociados, podrían ser utilizados con ese propósito. Desde cientos de hoteles “propiedad del pueblo” y administrados por empresas del Estado, hasta centenares de empresas, también propiedad del pueblo y administradas por organizaciones estatales.
Cambiar “activos” por deuda es siempre algo muy cuestionado. Recuerda fórmulas que durante años criticamos. Para algunos significa privatizar bienes del Estado; para otros, “ceder soberanía” o abrir todavía más las puertas del socialismo a la penetración capitalista, algo que comenzó hace más de treinta años cuando se firmó aquel primer negocio con un capitalista extranjero y en apenas meses nació el primer hotel cinco estrellas en Varadero.
Así de compleja es esa decisión. Por eso requiere del convencimiento profundo de que para construir el socialismo que podemos —no el que queremos— debemos mirar de frente la realidad que tenemos delante. Por eso es importante explicar y convencer a los dueños de todos esos activos —el pueblo de Cuba, los cubanos todos— de que esa opción no solo es necesaria, sino correcta.
Tenemos hoy decenas de hoteles; de hecho, muchos de ellos tan nuevos pero tan nuevos que casi están sin estrenar, a los que el administrador de los bienes del pueblo ha destinado entre 2016 y 2021 más del 40 % de toda la inversión. Estos podrían ser objeto de esa negociación; no para entregarlos en administración, sino para canjearlos por deuda y convertir a quienes estén interesados en serlo en propietarios de una parte de las acciones de esos hoteles.
¿Acaso es algo que no se ha hecho antes? Claro que sea ha hecho. Hoy tenemos varias empresas mixtas; o sea, propietarias en parte, de activos del pueblo.
¿Y qué más tenemos? Pues tenemos 2 417 empresas del pueblo administradas por algún organismo estatal para negociar. De esas 2 417 son muy estratégicas esas 12 (el 0,4 %) que producen el 80 % de los ingresos por exportaciones. ¿Debe el Estado, en nombre del pueblo, desprenderse de ellas? Claro que no, por dos razones: la primera, porque esas sí son verdaderamente estratégicas, y la segunda, porque varias de ellas ya son propiedad compartida (activos cedidos, negociados) con capitalistas extranjeros (algunas desde hace varias décadas).
Ahí están Sherrit International, Havana Club, Habanos: entre las tres constituyen un porcentaje significativo de ingresos por exportaciones. Sorprendentemente, no hemos sido menos socialistas por eso, ni menos soberanos, ni menos independientes. Es cierto que son solo doce; pero también es cierto que esas doce deciden el juego.
Hay otro gran grupo de empresas, más de 900, que se encuentran en una especie de “limbósfera”, o porque tienen pérdidas, o porque su rentabilidad apenas existe o porque necesitan subsidios del Estado para cumplir su propósito. Muchas de ellas con un estado tecnológico que las sitúa muy lejos de esa industria 4.0 de la que tanto se ha hablado.
¿Acaso algunas de esas industrias no podrían ser “apetecibles” para algunas de las empresas acreedoras? ¿Pueden esas industrias por sí mismas dar el salto tecnológico que necesita nuestra economía? ¿Tienen capital para hacerlo? ¿Tiene el Estado capital para proveerlas? Al menos estos últimos treinta años han demostrado que no.
¿Por qué no negociamos una parte de esos activos con aquellos acreedores que estén interesados? Quizá sea bueno volver a recordar la historia: nuestra producción de níquel y cobalto de hoy depende de una cesión de activos a un capitalista extranjero, lo mismo ocurre con Havana Club y también con Habanos. Y no por ello dichas empresas dejan de producir para el pueblo y contribuyen a construir el socialismo que podemos hacer.
Pero, ¿qué más tenemos? Pues también tenemos tierras, una buena parte aún ociosas, que podrían ser negociadas con la participación de los gobiernos locales para estimular la producción agropecuaria en diferentes modelos de alianzas público-privadas entre esos gobiernos locales, aquellos acreedores extranjeros y las cooperativas agropecuarias y los campesinos privados. Cierto que es más difícil, pero no hay por qué renunciar a ello.
¿Tenemos algo más? Pues claro, tenemos miles de metros cuadrados en solares yermos en nuestras ciudades que podrían ser intercambiados por esa deuda. Imagino que el Instituto de Planificación Física tenga localizado esos terrenos, imagino que exista un avalúo de estos; imagino que el precio por metro cuadrado sea relativamente más barato que en Manhattan. También aquí es posible negociar Alianzas Público Privadas entre los gobiernos locales, los acreedores y empresas inmobiliarias interesadas, no en construir hoteles, pero sí en construir viviendas.
¿Significa ello perder soberanía? Pues por ahí está el Centro de Negocios de Miramar, y varios edificios construidos por empresas inmobiliarias capitalistas, y los ingresos obtenidos por ellas ayudan a construir el socialismo que podemos. Lo que resulta interesante es que la empresa extranjera no tiene cómo cortarlo en pedazos y llevarse la parte de los activos que le corresponde.
Sin duda para que todo ello sea coherente, debemos revisar esos propósitos, poner los pies en esta tierra, la nuestra, ajustar las aspiraciones al contexto y a la realidad cotidiana, desentendernos de una vez y por todas del síndrome de la dependencia, da lo mismo que sea de aquella que quiere atar a Cuba a los Estados Unidos o aquella otra que añora ver un atisbo de socialismo en las empresas rusas capitalistas, o la Venezuela siempre solidaria de Chávez y Maduro pero enfrentada a enormes problemas y persecuciones tan duras como a la que está sometido nuestro país.
Reproducir la dependencia de un solo país, de un solo mercado, de una sola fuente de financiamiento, es hacer más profundo y ancho el espacio que nos separa del desarrollo.
Pero hace falta más: necesitamos coherencia en nuestra reglas de juego. Hace falta asumir los costos que conlleva salir de la deuda en las condiciones en que está nuestra economía, nuestra sociedad; hace falta explicárselo al pueblo y consensuarlo con él. Hace falta hacerlo público.
Hace falta ser realistas, sin dejar de soñar.
Comentario HHC: Polémico escrito, pero no se puede descartar. En mi opinión sino se corrigen las causas de lo que dieron lugar a las deudas, terminaremos cediendo parte de nuestra soberanía a la larga.
No es cerrarnos y no buscar alianzas, es que el entorno económico en nuestra patria, para que sean fecundas esas operaciones, no están dadas mínimamente. Hacen faltan realizar las reformas estructurales pendientes para hacer las que sean más factibles económicamente hablando.
En todos los países capitalistas existen posibilidades de vender parte de sus activos. El propio EEUU es ejemplo en eso, pero no comprometen el estatus quo mas allá de lo razonable. ¿Qué creen los lectores?
No tengo todas las certezas para sumarme a lo propuesto por Triana. Certezas, si, de que algo extraordinario se debe hacer porque ya el tiempo corre en sentido contrario. Esperemos con optimismo de que en la próxima reunión de la ANPP se ofrezcan vías de solución.
ResponderEliminarLa empresa estatal no funciona como célula económica. Como que le son asignados recursos, no los paga ni le interesa cómo hacerlo. Los OSDES y ministerios a punta de lápiz ligero hacen planes y flujos idílicos de caja. Es todo un sistema perverso de "planificación". En 2013 y 2014 sin análisis alguno de flujos de caja de propusieron pagos de créditos comerciales a 720 días con intereses leoninos. A nadie le interesó aquello.
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