Asbjørn Wahl, Sin Permiso
La semana pasada comenzó en París la 21ª Cumbre de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21). Desde la Conferencia de Río en 1992, el objetivo de estas cumbres ha sido llegar a un acuerdo sobre las políticas que puedan detener el calentamiento global y evitar una catástrofe climática. El objetivo concreto ha sido limitar el calentamiento global a 2 grados centígrados como máximo (mejor 1,5 grados). La emisión de CO2 en la atmósfera es el principal impulsor del proceso de calentamiento global, y el uso de combustibles fósiles es la fuente más importante de CO2. Por lo tanto, la reducción en el uso de combustibles fósiles y la transición a las energías renovables están en el centro del problema del cambio climático. Sin embargo, después de más de 20 años de cumbres del clima, las emisiones de CO2 no se han reducido. Más bien se han incrementado en más de un 60% (desde1992 hasta 2014). Esto ilustra más que nada el fracaso del proceso de la COP hasta ahora.
Un calentamiento global de 2 grados centígrados ya va a crear enormes problemas en términos de condiciones climáticas extremas (sequías, inundaciones, tormentas, etc.). El incremento medio de la temperatura global está a punto de superar 1.0 grados centígrados desde la época preindustrial, y hemos visto los efectos devastadores de los huracanes (Haiyan en Filipinas, con 6.340 víctimas mortales, y Sandy en Nueva York, entre los más recientes). Un aumento de la temperatura superior a 2 grados centígrados - hasta 3, 4 o incluso 6 – implicarían, por lo tanto, una catástrofe climática de dimensiones desconocidas, cuyas consecuencias apenas somos capaces de imaginar. Estamos, en otras palabras, ante una emergencia planetaria. Así que la pregunta es: ¿la Cumbre de París podrá llegar a un acuerdo sobre las medidas imprescindibles para evitar la catástrofe?
El objetivo de la cumbre de París es negociar un acuerdo global sobre el cambio climático. Después de las reuniones preparatorias parece que se alcanzará un acuerdo en París, y que este acuerdo se presentará como una gran victoria. Un acuerdo es importante, pero el problema, al día de hoy, es que su contenido no será suficiente para evitar un calentamiento climático de dimensiones catastróficas. La debilidad más importante del acuerdo parece ser que no será jurídicamente vinculante. Será un acuerdo basado en compromisos voluntarios (las llamadas Contribuciones Previstas Determinadas Nacionalmente -INDCs) de los países sobre la cantidad que están dispuestos a reducir sus emisiones. Por ahora, la mayoría de los países han presentado sus promesas, y, en resumen, los recortes no son suficientes para mantener el calentamiento global por debajo del umbral de los 2 grados centígrados. Un escenario de 3 o más grados es más probable. Con dicho acuerdo, vamos a enfrentarnos a un cambio climático irreversible, incluidas pérdidas masivas de empleos y una crisis de desarrollo destructivo.
La principal razón de este fracaso del proceso del COP es, entre otras cosas, que nos enfrentamos a unos intereses económicos y políticos muy poderosos vinculados a la industria de los combustibles fósiles. Así como una ofensiva política neoliberal. De las 10 empresas más grandes y poderosas del mundo, 7 son compañías petroleras, y estas empresas están utilizando todo su poder para bloquear políticas que puedan perjudicar sus intereses económicos. Están apoyadas por un ejército de políticos neoliberales de diferentes tipos. Nuestra lucha para evitar un cambio climático devastador está estrechamente vinculada a la lucha por el tipo de sociedad que queremos. El movimiento sindical tendrá que desempeñar un papel decisivo en esta lucha, debido a su posición estratégica en la sociedad. Aún no ha asumido la responsabilidad que le corresponde en este proceso, pero cada vez más sindicatos se están sumando a la campaña contra el cambio climático. Iniciativas como los Sindicatos por la Democracia Energética (TUED) y la Red Global Climate Jobs representan avances importantes, y la Confederación Sindical Internacional (CSI) ha impulsado de manera significativa más actividades y más presión desde abajo.
La crisis climática se puede prevenir. Tenemos todo el conocimiento y la tecnología que necesitamos para hacerlo. Lo que nos falta es poder social, político y económico suficiente para llevar a cabo las medidas necesarias para detener el calentamiento global. Pero este compromiso político no vendrá de las élites económicas y políticas que nos gobiernan y que controlan las grandes compañías petroleras y las grandes finanzas. Sólo la presión masiva desde abajo, con una amplia coalición de sindicatos, con otros movimientos sociales y ambientalistas puede salvarnos de la catástrofe climática.
Para ello, tenemos que ir más allá de lo que ahora nos están preparando durante COP21 en París. La movilización masiva de 400.000 personas contra el cambio climático en Nueva York el 21 de septiembre del año pasado, y las impresionantes movilizaciones en todo el mundo de ayer y antes de ayer, son alentadoras. Es la forma de presión por debajo, de las fuerzas populares, no sólo en París, sino en todo el planeta, lo que decidirá cuanto más allá de la posición actual podemos conseguir en París. Tras la clausura de COP21 tendremos que reforzar nuestra movilización a favor de recortes más ambiciosos de las emisiones de CO2 : por un futuro sin cambios climáticos devastadores.
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