Que no se recuerde la última vez que ocurrió un hecho de hurto y sacrificio allí, o que la mortalidad de terneros y reses adultas sea casi nula, habla a las claras del serio trabajo acometido en la vaquería gibareña El Vapor, del poblado de Floro Pérez, en la provincia de Holguín.
Son 23 caballerías de tierra destinadas a cubrir el ciclo de vida del animal, con cifras de entrega de leche a la industria de respeto, como los 170 mil litros del pasado año. Al esfuerzo del colectivo y la conspiración beneficiosa de las lluvias del año en curso le atribuye Francisco Pérez, administrador de la entidad, la aspiración en 2018 de acumular 290 mil litros, algo nada remoto, pues desde el 16 de julio cumplieron el plan anual.
“Para mantener bajo o en cero el número de muertes de animales hay que vivir con ellos, desde que amanece hasta que anochece. El ternero es igual que el muchacho chiquito, hay que voltearlo a toda hora, porque una diarrea le da en cualquier momento y, un descuido, y al otro día está grave. A las vacas hay que mirarlas, verlas cómo están, si comieron, si bebieron, no se les puede perder un ojo. Hay que preocuparse por el estado de ellas siempre, estar al tanto hasta de si rumean”, expresa Pérez.
En la vaquería, emplean el CT-115 (variedad de forraje tolerante a la sequía), y cultivan el girasolillo –planta proteica– y áreas de silvopastoreo; además, son partidarios del pastoreo limitado por cerca eléctrica. Tienen el 50 por ciento del terreno cercado eléctricamente, utilizan la cría artificial y el ordeño mecanizado, este último instalado en los setenta, pero conservado con esmero.
El Jefe de El Vapor asegura que “otra tecnología de que disponemos es la inseminación articial, método para gestar las vacas. Hemos aumentado las reses en ordeño, pues queremos llegar a las 300 y mantener 150 como promedio, que deben dar 10 litros de leche, después 12 y tratar de arribar a los 15 por animal, a diario”.
En lo que va de año, los trabajadores sobrepasan los 2 mil pesos de salario promedio. Solo dos de ellos cuidan la vaquería en funciones de seguridad y par de mujeres están en oficina, ocupadas en Recursos Humanos y Economía. El resto del personal tiene que ver directamente con las reses: el que no se ocupa del alimento de estas, está al tanto del cercado, el agua, de la limpieza de los potreros o en otras funciones.
“Aquí todo el mundo trabaja para las vacas. Lo primero que se les garantiza es comida y agua estables. Para que tengan buen confort, tanto en las naves, como en los pastoreos”, afirma Pérez, quien es de los más experimentados en trajines ganaderos, porque desde 2001 labora en El Vapor. Él y sus compañeros se enorgullecen de la cantidad de premios de sus ejemplares en cuanta feria agropecuaria participan, incluyendo la habanera de Rancho Boyeros, la de Granma y la holguinera, pues sobresalen por el fenotipo y otros valores.
Las 460 cabezas de ganado de ese lugar están a buen resguardo y reportan, igualmente, carne para fines industriales. Recientemente, vendieron en la finca gibareña 14 futuros sementales (cinco aptos para la reproducción), valorados en conjunto en 117 mil pesos, algo que repercutió en el volumen de producción y las ganancias económicas.
Esta vaquería, adscripta a la Empresa Agroindustrial de Granos Gibara, creada en 1946 y que en la década del sesenta pasó a manos del pueblo, muestra que la ganadería cubana tiene potencialidades. Con el empujón del clima y la consagración, El Vapor cerrará este año y muchos más a todo vapor.
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