Por István Ojeda Bello Actualizado Sep 18, 2019
LA HABANA. A mediados de año el titular cubano de Economía, Alejandro Gil colocó en segundo lugar dentro de la estrategia económica nacional a las energías renovables. Ubicarla allí, solo precedida por la prospección petrolera, indica la relevancia que el gobierno del Archipiélago concede a la búsqueda de surtidores energéticos no ligados al llamado oro negro, del cual carece de grandes yacimientos. Pero ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el Ministro también alertó que la “generación de electricidad por fuentes renovables de energía (FRE) marcha por debajo del plan”.
Las aspiraciones
En el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social para el 2030 se ha planteado que casi un cuarto de la generación eléctrica (el 24 por ciento) deberá provenir de fuentes renovables. Otras naciones de la región, en mejores condiciones económicas y con más recursos naturales, se han propuesto metas más altas: Bolivia espera en 2020 lograr el 46 por ciento; Chile, el 65 por ciento en los próximos 11 años.
Para Cuba su propio objetivo supondría elevar hasta los 2 269 megawatts la capacidad instalada de generación eléctrica desde FRE, repartidas casi equitativamente entre las plantas bioeléctricas, los parques fotovoltaicos y los eólicos. Esto se haría, afirmó la directora general del Ministerio de Energía y Minas, Tatiana Amarán Bogachova, mayoritariamente con fondos propios y también con la participación de inversionistas extranjeros.
Los cálculos más conservadores ubican en cuatro mil millones de dólares la cantidad de dinero que deberá llegar desde arcas foráneas para hacer realidad esos proyectos, incluidos dentro de la Cartera de Oportunidades para la Inversión Extranjera publicada el año pasado.
Los mayores progresos respecto al cumplimiento de estos planes se aprecian en la energía fotovoltaica, pues conforme los datos más frescos los 67 parques ya operativos completan la generación de unos 156,6 megawatts. Lo instalado hasta la fecha representa la quinta parte de lo concebido hasta el 2030, dijo el director de generación con FRE en la Unión Eléctrica, Abel Concepción Díaz.
Mientras, más de 300 millones de dólares resultantes de financiamientos propios y créditos costearán otras cinco grandes inversiones en marcha: dos parques eólicos en el norte de la provincia de Las Tunas, y tres bioeléctricas asociadas a fábricas de azúcar de caña.
Obstáculos de todo tipo
A finales del año pasado La Habana denunciaba ante las Naciones Unidas las dificultades para adquirir las piezas de repuesto del parque eólico Gibara II en Holguín, debido al asedio estadounidense a sus transacciones comerciales y financieras. El bloqueo de Washington toma cuerpo, también, en las restricciones para encontrar potenciales candidatos para inversiones en este ramo, tal cual lo confirmó Nicolás Barnier, director de la empresa alemana de energía eólica Corporate Energies.
Ese clima de inestabilidad es una de las causas de los retrasos en emprendimientos que deberán marcar pautas, como la bioeléctrica de Ciego de Ávila y los parques eólicos del norte de Las Tunas. No bien se había colocado la primera piedra de la futura planta en el centro de la Isla y el presidente de Biopower, Andrew Macdonald reconocía que “lo más difícil que hemos tenido que afrontar en los últimos años para el desarrollo del proyecto ha sido el financiamiento”. El bloqueo estadounidense, aseguró, ha “estrangulado” el financiamiento de Europa y “otras fuentes obvias”.
No obstante, reportes de prensa advirtieron sobre otros problemas internos que agravaron la situación de manera que la obra a cargo de la empresa mixta Biopower S.A., salida de la asociación de la británica Havana Energy y Zerus (adscrita al Grupo Azucarero Azcuba), se encuentra ahora mismo en lo que sus constructores llaman plan de aceleración y ya avanzó más allá de la mitad en su cronograma de ejecución.
La ruta de los dos mayores parques eólicos del país: Herradura I y II será mucho más dilatada. Los planes para edificarlos comenzaron en 2013, cuando la compañía china Goldwind International Holdings Limited anunció la firma de un contrato con Energoimport, una dependencia de la Unión Eléctrica de Cuba, para la venta a la nación caribeña de 34 turbinas de viento cuya capacidad total de generación sería de 51 megawatts.
En ese momento se previó que las turbinas llegarían a Cuba a finales de 2014, y su instalación se completaría en septiembre del siguiente año. Sin embargo, se enrarecieron las condiciones financieras del país y los plazos se alargaron; de ahí que las primeras acciones se notaron casi tres años después. En agosto de 2016 se planteó un nuevo plazo: el primero de estos parques, el Herradura 1, funcionaría entre finales de 2017 y principios de 2018.
Pero a la altura de marzo de 2019 fue que comenzó a fundirse la primera de las de las 34 bases sobre las que se colocarán los aerogeneradores. Sin precisar fecha, en la más reciente evaluación del tema en el Consejo de Ministros se afirmó que Herradura I se encontraba al 44 por ciento de ejecución, al tiempo que se reiteró el anhelo de instalar y sincronizar al Sistema Electroenergético Nacional los 22 aerogeneradores que ya llegaron a suelo cubano.
Al cierre de 2018 en Cuba la generación de electricidad proveniente de la fuerza del viento y del Sol alcanzó, según la ONEI, los 313,3 gigawatt. Eso significa un crecimiento con respecto al año precedente del 190 por ciento. Dicho así parecen mucho; mas, contrastado con cuánto significa en relación al total generado ya no lo es tanto, pues agregándole la biomasa apenas son el 4,6 por ciento.
En 2013 la participación de las FRE en la matriz energética nacional rozaba el 4,3 por ciento; de modo que en un quinquenio su crecimiento fue de apenas 0,3 puntos porcentuales. Para alcanzar el objetivo planteado en el Plan Nacional hasta el 2030 el ritmo de incremento tendría que trepar hasta el 2,2 por ciento anual.
El contexto actual de depresión del suministro petrolero colocó en primerísimo orden avanzar en este campo. En la reunión del Consejo de Ministros de inicios de septiembre y las comparecencias más recientes este fue uno de los puntos en la agenda. Sin embargo, no es saludable que esa sea la única motivación para hacerlo.
Cuatro años atrás, cuando la situación no era tan tensa como ahora, el Parlamento cubano advertía sobre la poca cultura para el aprovechamiento de las FRE; y calificaba de “insuficiente el aprovechamiento por el sistema empresarial del potencial calificado de universidades y centros de investigación que estudian temas relacionados con las fuentes renovables de energía”.
La urgencia con los combustibles, más menos transitoria, puede que haya ayudado, por la fuerza de las circunstancias, a incrementar entre los cubanos esa sensibilidad por las energías renovables; pero ese sentido echaría raíces realmente si tuviésemos ciudadanos más preocupados por su propio futuro y por el del resto de la humanidad.
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