La producción de huevos da la cara en momentos de evidente declive en la producción de carnes.
Fieles a la misión que vienen cumpliendo históricamente, las gallinas ponedoras resisten como alternativa de salvación proteica de la mesa cubana. En momentos en que la covid-19 redimensiona en Cuba el papel estratégico de la producción nacional de alimentos, el huevo continúa como mejor promesa ante el declive de la producción cárnica.
Entre los rubros principales de proteína animal, la producción de huevos empezó 2020 con un incremento de 40 millones de unidades en el trimestre enero-marzo, en comparación con similar etapa del año anterior, informó a la prensa el jefe de la División Tecnológica Avícola del Grupo Empresarial Ganadero (GEGAN), Félix Gómez Pérez.
La buena arrancada del año alienta las esperanzas de Gómez de cumplir el plan fijado de 1 912 millones de huevos en 2020. Con ese total, la producción quedaría, sin embargo, por debajo de los montos reportados en 2017 y 2018: entre 1 950 y 1 970 millones de unidades anualmente, tras alcanzar un récord de 2 020 millones en 2016, de acuerdo con los últimos informes que ha dado la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
La distribución de huevos al hogar cubano es la única opción de proteína animal que ha mantenido estabilidad, en medio de una depresión de las ventas de alimentos y del comercio minorista en general, como consecuencia de la pandemia. El huevo ha sido un escudo tradicional del consumo en Cuba, ante la inconstancia de otras opciones más apreciadas.
Pollo de sabor foráneo
La producción de carne de pollo continúa en niveles ínfimos. No es una línea que haya gozado de igual prioridad que la producción de huevos. Para atender la demanda de este alimento, Cuba depende desde hace años de la importación.
El golpe de la pandemia llegó en momentos en que el gobierno había emprendido cuatro proyectos de inversión extranjera para levantar la producción de carne de pollo. Pero todavía están en sus inicios, en las provincias de Pinar del Río, Mayabeque y Artemisa, con eje en la Zona Especial de Desarrollo Mariel. Las esperanzas es que aporten unas 100 000 toneladas de pollo dentro de unos años. Multiplicarían por 12 la producción actual.
En el primer trimestre de 2020 el país apenas produjo 1 098 toneladas de esta carne, según Norberto Espinosa, presidente de GEGAN. A ese ritmo, quedaría en niveles similares al de años previos (8 200 toneladas en 2018, según la ONEI).
Ante la falta de cobertura nacional, Cuba importa alrededor de 280 000 toneladas de carne de pollo anualmente, monto que absorbe unos 300 millones de dólares, datos doblemente preocupantes en momentos en que la paralización del turismo y otras actividades comerciales ha recortado fuertemente la disponibilidad de dinero en divisas convertibles.
Cerdo nuestro de cada día
La producción de carne de cerdo ha sido una de las grandes decepciones. En años recientes escaló aceleradamente a cuenta de un programa estatal de suministro de alimentos del ganado porcino a los productores independientes. Era la alternativa, ante los costos y tiempos mayores que exige la recuperación de la ganadería vacuna y los tormentos ambientales que presionan a la pesca.
Pero el impulso porcino, que esperanzó incluso a economistas críticos como Juan Triana, retrocedió en el último par de años. En el presente 2020 el panorama es más incierto.
De acuerdo con reportes de GEGAN, en el primer trimestre dejaron de aportar unas 7 000 toneladas de carne de cerdo. La producción mensual del país se mantiene en torno a 9 000 toneladas, casi un 25 por ciento por debajo del plan. Según la directora del frente porcino de ese grupo estatal, Regla Ferrer, la caída del turismo ha truncado la producción de pienso líquido, pues el sector hotelero aportaba el grueso de la materia prima orgánica.
La irregularidad persistente en el suministro de alimentos a los criadores de cerdo ha debilitado una alianza entre formas privadas y estatales que había dado muy buenos resultados.
Los síntomas de declive, sin embargo, empezaron un año antes. De acuerdo con reportes de ese grupo empresarial, en 2019 aportaron 169.000 toneladas, después de estabilizarse sobre 190.000 toneladas en años anteriores.
En opinión de Triana, el cuello de botella de la producción porcina se encuentra en una política de precios y un mercado mal regulados. “Todo parece indicar que topar los precios no conduce a estimular el crecimiento de la oferta en estos mercados (de oferta y demanda)”, analiza.
Convencido de que “existen personas con experiencia en este tipo de producción y todos los días se prueban, e incluso innovan para suplir carencias”, Triana se inclina por dar más oportunidades a los productores para desarrollar proyectos de encadenamientos con la producción de alimentos como el maíz y la soya.
“Garantizar ‘el puerco nuestro de cada día’ es, sin lugar a dudas, estratégico y no solo ahora en estos tiempos de COVID”, concluye Triana. (2020).
No hay comentarios:
Publicar un comentario