Ni conciliación familiar, ni cambio climático. Ninguno de ambos argumentos, usualmente esgrimidos para fomentar el teletrabajo, han conseguido modificar nuestro comportamiento respecto a trabajar desde casa tanto, y tan rápidamente, como la pandemia del Covid-19.
El objetivo del post es sencillo: ¿qué cambios traerá el trabajo desde casa? Sin ser una revisión exhaustiva, veamos qué se ha evaluado al respecto. Ojalá sea de utilidad para canalizar ideas en este tópico.
¿Quiénes pueden trabajar desde casa?
Los más ricos.
Esto ya lo explicaron Palomino, Rodríguez y Sebastián, pero resulta útil traer sus principales referencias. Así, Dingel y Neiman (2020), señalan dos resultados importantes: 1) con datos de Estados Unidos, muestran que el 37 por ciento de los trabajos pueden ser realizados enteramente desde casa; 2) a nivel país, encuentran una relación positiva entre el PIB per cápita y el porcentaje de trabajos que se pueden realizar desde casa.
Para España y utilizando la European Labour Force Survey (EU-LFS) de 2018, la relación es clara: los empleos de alta cualificación y altos salarios son más "teletrabajables". Y por regiones, las disparidades se mantienen: a menor salario medio anual, menor posibilidad de teletrabajar.
Recientemente Eurostat ha señalado que, para 2020, el porcentaje de personas que usualmente trabaja desde casa se sitúa entre el 25,1% de Finlandia y el 1,2% de Bulgaria, estando España en el 10,9%.
El teletrabajo durante el Covid-19
Pero los resultados anteriores eran previos a la pandemia, aunque los nuevos artículos solo confirman lo ya encontrado. Bick et al (2020), con datos de 2020 en Estados Unidos, señalan que si bien la mayoría de trabajos pasaron a realizar actividades de teletrabajo durante las primeras semanas de la pandemia (confinamiento), solo aquellas de mayores niveles de salarios permanecieron en modo teletrabajo.
Alipour et al (2021), estudian la relación entre las relaciones laborales y la salud pública durante la pandemia en Alemania. Los autores encuentran que aquellas zonas con una mayor proporción de empleos “teletrabajables” (es decir, que pueden ser adaptados a esta modalidad) experimentaron menos registros de trabajo a jornada reducida y menos casos de infecciones por Covid-19. De hecho, estiman a nivel empresa que un aumento exógeno de la adopción de la posibilidad de trabajar desde casa reduce la probabilidad de solicitar trabajo a jornada reducida hasta en 72 puntos porcentuales y la probabilidad de verse afectado muy negativamente por la crisis hasta en 75 puntos porcentuales.
¿Qué (des)ventajas tiene trabajar desde casa?
Trabajar desde casa tiene diversos efectos, de los que destacamos tres:
1. Afecta (positivamente) a la productividad. En esto parece que hay cierto consenso en las (pocas) referencias revisadas. Así, Deole et al (2021), determinan que, para una muestra representativa en Reino Unido, la relación entre el trabajo desde casa y la productividad es positiva, sobre todo para aquellos que viven en zonas con altas tasas de infección y quienes invertían mayor tiempo de viaje hasta el trabajo. Similares resultados encuentran Ipsen et al (2021), para seis países europeos. No obstante, resulta necesario subrayar que los efectos de este cambio deberían evaluarse en un plazo temporal mayor.
2. Afecta (negativamente) a las mujeres. En el trabajo anterior, Deole et al (2021) encuentran un resultado poco esperanzador: la relación entre teletrabajo y productividad es más débil para las mujeres con niños a su cargo. Algo que otros trabajos, como el de Collins et al (2020), también habían señalado para Estados Unidos, resaltando en este caso que estas redujeron sus horas de trabajo entre cuatro y cinco veces más que los hombres que son padres (Hupkau escribió sobre esto aquí). Aunque Arntz et al (2020) encuentran que la pandemia ha traído un trasvase de la carga doméstica de las mujeres hacia los hombres en al menos un tercio de las situaciones.
3. Limitaciones del trabajo desde casa. Existen diversas barreras al desarrollo del trabajo en casa, como no disponer de los medios disponibles en el trabajo, las relaciones personales o, incluso, riesgos relacionados con la ciberseguridad (según Georgiadou et al, 2021).
¿Qué cambios traerá el teletrabajo?
Quizás el reciente trabajo de Barrero et al (2021) sea el más completo acerca del principal cambio que podrá generarse. Los autores encuestaron a más de 30.000 estadounidenses durante 2020 para estimar, fundamentalmente, si el trabajo desde casa permanecerá tras la pandemia.
El primer gran resultado es que el 20% de las jornadas laborales completas en dicho país se realizarán desde casa cuando termine la pandemia, en comparación con el 5% que se realizaba en periodos anteriores a la pandemia.
Esto supondrá varias consecuencias, añadidas a las anteriormente descritas. De una parte, los empleados disfrutarán de mayores beneficios por el aumento del trabajo a distancia, especialmente aquellos que tengan ingresos más altos. De otra, se reducirá el gasto que realizaban los trabajadores en los centros urbanos. Así, los autores estiman que, de cumplirse su estimación del cambio a un 20% en teletrabajo, dicho gasto caerá en al menos un 5-10% en relación con la situación anterior a la pandemia, con los consecuentes cambios en el entorno de los centros de trabajo, transportes, etc.
Por último, consideran que se producirá un aumento de la productividad del 5% en la economía post-pandémica debido a la optimización de las modalidades de trabajo, si bien será visible en una quinta parte dado que las mediciones convencionales de la productividad no captan el ahorro de tiempo derivado de la reducción de los desplazamientos al trabajo.
Respecto a los trabajadores, Bonacini et al (2020) utilizan datos de Italia para estimar que un aumento del teletrabajo conducirá a mayores ingresos medios del trabajo, pero beneficiarán solo a una parte de los trabajadores: a los hombres, de mayo experiencia laboral, con alto nivel de estudios y de mayores salarios previos a la pandemia. Es decir, se exacerbarán las desigualdades existentes antes de la pandemia.
Esta misma idea se encuentra a nivel de país, como Hatayama et al (2020) argumentan: dado que las posibilidades de teletrabajar son mayores en países de renta más alta, la pandemia no reducirá las desigualdades entre países. Algo que Gottlieb et al (2021) constatan para Brasil, Costa Rica y Perú, donde la posibilidad general de teletrabajar es baja y con muy alta heterogeneidad entre ocupaciones.
A modo de resumen
Las evaluaciones parecen señalar que una parte de los trabajadores permanecerán en formato de “teletrabajo” o “trabajo desde casa”. Este hecho podría ser un factor determinante en el mantenimiento, o incluso aumento, de las desigualdades entre trabajadores, por género e incluso por países. Es decir, ganarán más los más ricos. Y, quizás, los hombres.
Además, como mostraron Song y Gao (2020), el teletrabajo (en Estados Unidos) te hacía vivir más estresado y con menor felicidad, cuestión que confirman Möhring et al (2020) para datos de Alemania durante la pandemia, con una caída en la satisfacción global de la familia. Y la pandemia parece estar dejando una factura mental importante, como para que el propio Banco de España la haya considerado como relevante.
Probablemente la “España vaciada” no se vaya a llenar de teletrabajadores, sobre todo sabiendo que las grandes ciudades son más verdes: consumen menos energía y generan menos residuos que las poblaciones pequeñas (Eeckhout y Hedtrich, 2021). Pero sí que las ciudades que queden tras la pandemia quizás tengan menos actividad.
Este post plantea ciertas evidencias, pero debemos estar preparados para las transformaciones y políticas que pudieran ser necesarias implementar en el largo plazo. Tiempo tenemos.
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