“Fundar una mipyme con 75 años es reírse de la vida”, así lo reconoce Lázaro Alfonso Valido Fernández, quien con más de siete décadas a sus espaldas asume el reto de construir una empresa de servicios gastronómicos bautizada con su apellido: “Los Validos S. R. L.”.
Apenas se le nota la edad y al sentarse para la entrevista casi se hace visible la energía cinética que desprende. Valido es sin duda una de esas personas que no paran y a las que les cuesta tomarse prestado un segundo para sí mismos. “No soy nadie importante, mijo, lo único que he hecho toda mi vida es laborar y aspiro a morirme haciéndolo. De verdad que no sé qué me puedas sacar de interesante”.
—Cuéntame de dónde eres y cuál fue tu formación, para ir armando el muñeco.
—Lo primero es lo primero, todo lo que soy y seré se lo debo a la Revolución. Nací en Santa Isabel de las Lajas, pero mi padre y mis hermanos consiguieron empleo en el central Baraguá en Colorado, provincia Camagüey, actual Ciego de Ávila. Mi familia llegó ahí, montó una vara en tierra y empezaron a ganarse la vida muy humildemente como macheteros.
“En el capitalismo logré a duras penas terminar el quinto grado, y tuve que empezar a ayudar en la casa. Mi destino era el mismo que el de mis hermanos, ir tirando en lo que apareciera hasta que los brazos me dieran para cortar caña, no había más opciones. Lo normal por aquel entonces era que la pobreza se heredara por generaciones.
“Cuando triunfó la Revolución yo era muy pequeño; pero desde bien temprano noté el cambio. En el pueblo orientaron que todos los niños con edad escolar debían continuar los estudios, y me matriculé directamente en una secundaria rural.
“El recuerdo más importante que tengo de ese tiempo fue cuando Fidel se apareció en mi escuela, así, sin mucha fanfarria, y nos reunieron a todos porque el Comandante quería hablar con nosotros. Ahí mismo, sin darle muchas vueltas, nos dijo que al país le hacía falta que fuéramos a Matanzas a estudiar, y di el paso al frente.
“Entré en el Instituto Tecnológico de la Caña de Azúcar Álvaro Reynoso, en el cual pasé también el servicio militar, y en mi graduación en 1968 volvió a estar Fidel. Era como si hubiese ido a comprobar por sí mismo si aquellos chiquillos camagüeyanos habían cumplido su palabra”.
—Pasaste por diferentes sectores, así que hazme un resumen de tu trayectoria laboral.
—Al graduarme del instituto, a los más cualificados nos pedían que nos quedáramos como profesores para elevar el nivel académico de la institución; como es lógico, nosotros habíamos tenido una mejor formación que nuestros predecesores. Asumí allí hasta que me seleccionaron para pasar un curso de artillería en La Habana.
“Para 1970, con la Zafra de los Diez Millones, Fidel le dio la tarea a Almeida de atender tres centrales en Camagüey. Como Matanzas acumulaba buenos rendimientos en la producción azucarera, producto de esos mismos técnicos que habían estudiado conmigo, nos seleccionaron a dos de mis compañeros y a mí para apoyar en Oriente.
“Por esas casualidades de la vida, entre los centrales a los que había que ir estaba el mismo en el que trabajaron mi padre y mis hermanos, lo que ahora se llamaba Ecuador; y por supuesto pedí ir para allá. Hubo empeño, pero finalmente el plan no se cumplió y regresé a Matanzas.
“Los años siguientes fueron bien difíciles para mí porque estudiaba Ingeniería Agrónoma en La Habana, en el curso por encuentros, mientras me mantenía como profesor en el instituto y cumplía con mis funciones como militar. Pero en 1971 eliminan los institutos militares y en 1978 me desmovilizan, por lo que me quedo solo como profesor.
“Aquí es donde de verdad comienzo a acumular experiencia laboral. Primero me voy para el Ministerio de la Agricultura, como jefe de Proyectos Territoriales; después me convocan para prepararme como artillero antiaéreo para ir a Angola, pero esto finalmente no sucede.
“Luego comienzo como técnico de riego en el Central Juan Ávila de Unión de Reyes, más conocido como el Reloj de Matanzas, por su eficiencia. En 1984 me promueven a jefe de Distrito Cañero, donde hice tres zafras. En 1986 paso a ser subdirector de Aseguramiento del Complejo Agroindustrial de Limonar, y en 1989 asumo la Dirección General”.
—Después de una larga hoja de servicio en el sector estatal, ¿cómo es que te conviertes en trabajador por cuenta propia?
—Cuando comenzó el Período Especial y la situación del país se puso bien mala, el sector agroindustrial quedó prácticamente paralizado, por lo que se tomaron una serie de medidas y acciones con las cuales no estuve de acuerdo y finalmente en 1992 me liberaron del cargo.
“Aun así, todavía me quedarían un par de años más en el sector estatal. Fui jefe del Almacén de Electricidad de Almacenes Universales y luego subdirector de la base entera. En este cargo me pasó algo curioso, porque nos dijeron que teníamos que apoyar en la venta de alimentos y respondí que ese no era mi perfil; lo gracioso es que mira que he vendido comida después de aquellos días.
“Después dirigí la Empresa de Construcción y Montaje Industrial del Minag, fui jefe de la Fábrica de Mosaicos y estuve frente a la dirección de transporte de Pescamat. Luego tuve un tiempo en el que dije que no iba a dirigir más, y me desempeñé como técnico en una brigada de pintores, hasta que me propusieron desempeñarme en gastronomía.
“Mi último período de tiempo trabajando para el Estado los pasé administrando cafeterías; por mis manos pasaron El Biscuit, El Framboyán, la Pizzería el Louvre, que la arreglamos con ayuda de su personal y para abrirla tuve que llevar unos cuantos cubiertos de la casa, y por último El Pichardo, que fue donde me jubilé en 2013.
“Pero como no sé hacer otra cosa que trabajar, también en 2013 abrí mi negocio por cuenta propia (TCP). Monté una pequeña cafetería frente al Banco Popular de Ahorro en Contreras, entre Magdalena y el Callejón de Madan.
“Un revolucionario debe crear, soñar, reinventarse. Me considero joven todavía, porque los viejos son los que se quedan estancados en un solo lugar, y el mayor síntoma de juventud es saber adaptarse sin perder el camino. Si yo pretendiera dirigir como en los 80, todo me saldría mal; así que tengo que empezar de nuevo cada día y aprender, esa es mi fórmula”.
—¿Qué significa para ti crear una mipyme a tu edad?
—Lo de la mipyme ha sido un proceso lindo y complicado a partes iguales. En mayo de 2022 comencé a elaborar almuerzos para uno de los comedores de Etecsa, y en febrero de 2023 abrimos un segundo comedor para la misma compañía, lo cual me obligó a crecer como negocio con todas las disposiciones legales que eso conlleva.
“Ya puedo decir que la empresa ‘Los Validos’ se fundó el 27 del pasado mes de abril y que no es más que el resultado de muchos años de esfuerzo; pero llegado este punto me di cuenta de que todavía puedo hacer más y me propuse cumplir un viejo sueño que tengo. Quiero abrir fondas por toda la ciudad de Matanzas, a precios accesibles para la población.
“Imagínate poder pagar un almuerzo humilde pero decente en diferentes puntos de la ciudad. Es más, quisiera poder abrirlos en los lugares donde más los necesiten las personas, en los barrios vulnerables, cerca de las escuelas, en la universidad; incluso le he echado el ojo a un kiosko que está al lado del Hospital Pediátrico Eliseo Noel Camaño, que pueda ayudar a combatir a los revendedores y especuladores.
“Cada cual hace una mipyme sobre la base de determinados intereses, pero nadie puede olvidar la función social que cumple y el proyecto de país que estamos construyendo. Trabajo para mi familia y para mí, pero también para el pueblo, porque tengo una deuda impagable con el proyecto revolucionario, y para saldarla tengo que aportar todos los días desde lo que sé hacer.
“Está en nuestras manos levantar este país. La población necesita más servicios y productos que puedan pagar, este país precisa más comedores y menos bares de lujo. Por mi parte ya asumí que me moriré trabajando, solo aspiro a no dejar ningún sueño a medias”.
Otro buen ejemplo. Los detractores deben sufrir
ResponderEliminarMuy válido lo de Valido. Felicidades!!!!
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