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La gradual eliminación del sistema económico dual, vigente en la Isla desde el año 1993, constituye un paso imprescindible y decisivo, en pro de la consecución de un mayor grado de solidez e incluso certidumbre en la implementación de la reformas en marcha, en tanto se puede afirmar que su ejecutoria representa probablemente, el centro neurálgico de la evolución del proceso de Actualización del modelo económico.
En correspondencia con la importancia estratégica que requiere el necesario ordenamiento del funcionamiento monetario del país, el 22 de octubre del año 2013 el Consejo de Ministros, en su reunión ampliada, adoptó el acuerdo de comenzar a trabajar en el proceso de unificación monetaria.[1]
La ulterior divulgación de esta decisión generó diversas expectativas a escala nacional, sobre todo en el ámbito de la economía real, dado que la paulatina implementación de esta medida deberá contribuir, gradualmente, a superar diferentes distorsiones presentes en la economía, En específico la capacidad para disponer de una base uniforme y fiable en el registro contable de todas operaciones económicas, ya que en la actualidad no resulta posible determinar con certeza cuánto cuesta realmente ninguna actividad económica.
La gradualidad que ha caracterizado la implementación del proceso de eliminación de la dualidad económica y monetaria, ha respondido a diversos factores. Entre otros se destaca el hecho de que la realización práctica de esta decisión comprende el desarrollo de dos transformaciones interconexas, por una parte, deberá verificarse la unificación monetaria, por otra, la introducción de ajustes profundos en la política cambiaria, acción que implicará transitar por una progresiva devaluación monetaria que traerá aparejado determinados costos económicos y sociales que resultará difícil corregir de forma rápida.
En vínculo con lo anterior, debe considerarse que el proceso de unificación monetaria y cambiaria, tendrá que verificarse bajo la persistencia de endebleces macroeconómicas: el mantenimiento de bajos ritmos de crecimiento económico, la inestabilidad en la dinámica de los ingresos que aportan las exportaciones de bienes y servicios, la presencia de factores que propenden a la presencia de condiciones potenciales de riesgo de iliquidez, las presiones que ejerce la política de honrar de forma puntual las obligaciones financieras externas contraídas, insuficientes niveles de las reservas monetarias internacionales, etc. A esto se adiciona el mantenimiento de la crisis como un componente consustancial a la evolución del ciclo económico nacional.
La supresión del régimen de dualidad económica y monetaria presupone también la evaluación profusa de las decisiones que deberán adoptarse, en paralelo a la unificación, en las cuales sobresalen las modificaciones en el sistema bancario, de precios, en el funcionamiento financiero, fiscal, cambiario, de remuneración laboral; así como en el acomodo que deberá experimentar el mecanismo de asignación administrada de la divisa.
En general, el accionar de conjunto de los factores antes descritos, ofrece la posibilidad de explicar por qué en el período transcurrido con posterioridad a 2013, la eliminación de la dualidad económica no presentó progresos tangibles.
II
La unificación cambiaria representa probablemente uno de los aspectos más complejos que comprende el proceso de ordenamiento monetario, ya que no se trata simplemente enfrentar la situación tradicional de sobrevaloración cambiaria, sino el lograr transformar el empleo del tipo de cambio en un instrumento estratégico para la toma de decisiones en el sistema empresarial, dado que en términos prácticos solo existe una visión limitada en torno a este tema en las empresas vinculadas al sector externo.
La unificación cambiaria deberá estar precedida de la eliminación de la circulación del CUC, proceso que presentaría determinadas complejidades, en tanto de forma objetiva pudieran surgir incompatibilidades y trastornos en la transición de un modelo de gestión anclado en la divisa, a otro sustentado exclusivamente en el peso, además de que se requiere crear un marco de convertibilidad mínima del peso como indica Joaquín Infante (2017).
Huelga recordar que por diversas razones no existe un desarrollo adecuado del mercado financiero doméstico y tampoco se dispone de un esquema de "cadecas” estrictamente para el sistema empresarial estatal, que les facilite satisfacer determinados requerimientos financieros.
De igual modo, la unificación cambiaria incidirá con fuerza en la estructura de los precios relativos y, por consiguiente, en las posibilidades de determinar los niveles de rentabilidad empresarial. Incluso podría generar presiones fiscales adicionales, en tanto es previsible que se produzca un incremento de los recursos financieros que se utilizarían para compensar a las empresas que resulten afectadas de forma directa por la referida unificación.
Un reto implícito que acompañará la unificación cambiaria es la devaluación que deberá experimentar el tipo de cambio vigente, tanto para las transacciones oficiales como para la población. Por razones objetivas, la adecuación del tipo de cambio incidirá en la dinámica de los precios internos, como ya indiqué, en términos prácticos se convertiría en un factor potencial que incentivaría el incremento de las presiones inflacionarias. [2]
Aún se desconocen las escalas cambiarias que surgirán del proceso de devaluación, aunque en la actualidad está funcionando un sistema cambiario de tipo múltiple, en particular para las transacciones entre el sector estatal y no estatal. En las propuestas realizadas por Humberto Pérez (2016) y Joaquín Infante (2017) se sugiere que se aplique una devaluación general —tanto para el sistema empresarial como para las personas— de 1 CUC = 15 CUP, la cual es mayor a la vigente en algunos espacios estatales y a las transacciones ya referidas (1 CUC = 10 CUP). Con independencia de que se acepte o no la propuesta de Pérez e Infante, la devaluación prevista es significativa y sus impactos en el corto plazo podrían resultar significativos.
En otra perspectiva, la devaluación a mediano plazo deberá convertirse en una motivación al incremento de las exportaciones. Recordemos que durante la prevalecencia de la dualidad monetaria, el referido régimen monetario tendía a incentivar con más fuerza la propensión importadora que las ventas internacionales. Por supuesto, no se debe esperar automatismo derivado de la devaluación, es decir, que los beneficios que acompañaran a esta decisión no implicarán de inmediato el incremento de las exportaciones.
En este nuevo contexto de eliminación del sistema monetario dual, la política monetaria deberá además privilegiar el mantenimiento de los equilibrios macro, así como lograr un mejor nivel de interrelación con la política fiscal e impositiva. De igual modo, la política cambiaria deberá moverse hacia un marco operacional más flexible y de mayor peso en la dinámica de funcionamiento económico interno, en el que tienda a transformarse en un componente estratégico de la gestión económica, tanto a escala empresarial como gubernamental y, en paralelo, facilitar la creación de aquellas condiciones macroeconómicas básicas que posibiliten orientar la gestión económica y evaluar, con mayor certeza, la capacidad competitiva de la economía nacional.
En general, el proceso de unificación monetaria y cambiaria ha transitado por lo que pudiéramos definir como la primera etapa del proceso, que comprende la promulgación de los documentos jurídicos en que deberán sustentarse las empresas, llegado el momento de suprimir la circulación del CUC: casi se ha generalizado el empleo del CUP en el segmento de mercado que opera en divisa, a la tasa de cambio vigente en las CADECA, en las transacciones con la población; el Banco Central de Cuba realizó la emisión de signos monetarios de mayor denominación para lograr un mejor ordenamiento de la circulación monetaria, mientras que, en relación con la política de tipo de cambio, aún no hay claridad en cuál será el tipo de cambio que quedará vigente después de la unificación, en tanto se continúan empleando diferentes tasas cambiarias.
Finalmente, si compleja resultó la construcción de un sistema de funcionamiento económico anclado en el empleo de la divisa; aún más complicado deberá ser el retorno a un marco regulatorio dependiente de forma exclusiva del peso cubano tradicional (González, 1998), el cual deberá contemplar su ulterior avance hacia el necesario reconocimiento internacional, que coadyuve a disponer de condiciones mínimas de convertibilidad monetaria a escala internacional.
Bibliografía
Resoluciones 19, 20 y 21 de 2014, del Ministerio de Finanzas y Precios. Gaceta Oficial, Extraordinaria, del 6 de marzo de 2014.
González, A. (1998) "Economía y sociedad: los retos del modelo económico". Temas, n. 11, julio-septiembre.
Infante, J. (2017) "Eliminación de la pluralidad monetaria y cambiaria". Documento de la Asociación de Economistas de Cuba.
Pérez, H. (2016) "Principales debilidades internas actuales del modelo y perspectivas de nuestro socialismo". Catalejo (Temas), 6 de octubre.
[1]. Para mayor detalle, véase "Nota oficial del Gobierno de la República de Cuba". Granma, 25 de octubre de 2013, La Habana.
[2]. La ampliación de las posibilidades para el ejercicio del trabajo por cuenta propia, la eliminación de subsidios, la introducción de otras formas de gestión de la propiedad estatal, entre otras medidas, han provocado la progresiva tendencia al incremento de los niveles de los precios internos.
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