Foto: Fernando Medina (Cortesía para La Cosa)
Por Ovidio D´Angelo Hernández
Al Final de pág. 3 se plantea: El proyecto reafirma el carácter socialista de nuestro sistema político, económico y social, así como el papel rector ejercido de forma democrática, del Partido Comunista de Cuba.
Es incorporado el concepto de Estado socialista de derecho.
No es una cuestión semántica, sino un tema de fondo la denominación del papel rector del Partido. Rector significa Superior o Director, en este caso de la Sociedad y sus instituciones en su conjunto.
Lo cual entra en contradicción con el ARTÍCULO 10: En la República de Cuba la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado.
Es decir, la designación de papel Rector sitúa al Partido como ente superior al Estado y la Sociedad, lo que menoscaba la soberanía del pueblo y del Estado, derivado de ésta.
El tema se remonta a la polémica entre Lenin y Rosa Luxemburgo a principios del siglo XX, sobre el papel del Partido y de las masas revolucionarias en el socialismo.
Finalmente, Lenin optó por la consigna “Todo el poder a los soviets” que, en las condiciones difíciles de enfrentamiento de clases en los primeros momentos de la ´Revolución Rusa, se conjugaba con la orientación del Partido y, posteriormente se fue transformando en el papel rector del Partido y la subordinación de los soviets con funciones prácticamente administrativas.
En diferentes experiencias fallidas del “socialismo real” el papel Rector del Partido se extralimitó por sobre las prerrogativas del Pueblo y el Estado, al extremo de que fue la institución que, dirigida desde arriba por el Politburó, determinó, en estrecho consenso, el curso de la historia posterior de sus países.
En Cuba se justificaba esa potenciación progresiva del Partido en momentos en que se necesitaba la unidad de las organizaciones revolucionarias, dando lugar a las ORI primero, al PURSC después y finalmente, en 1965, al PCC.
A pesar del estrechamiento actual del cerco de la ultraderecha en el Norte y América Latina, hoy la situación cultural-política, nacional e internacional es diferente. Por demás, la generación histórica de la Revolución va pasando su época. En esas nuevas condiciones habría que tener más presente lo que Villena alertó, en su momento, sobre cuidar que “la dictadura del proletariado no se convirtiera en la dictadura del Secretariado”, algo posible, sobre todo en el tiempo histórico complicado que hemos vivido -que ha obligado a una dirección centralizada y personalizada-, avalada, además por el incuestionable liderazgo histórico de la Revolución apoyado por la mayoría de nuestro pueblo, lo que, en el futuro próximo inevitablemente será más diverso.
El compañero Raúl ha expresado que, en nuestras condiciones de partido único, (de acuerdo a una tradición de más de 50 años en el período revolucionario, deudora de la concepción epocal de socialismo), el Partido tendría que ser más democrático.
Para obviar la contradicción entre función de Partido y Estado, Gobierno y el pueblo soberano, es que sería conveniente un cambio en la Introducción (final de pág. 3) y en el articulado referente al asunto:
“El proyecto reafirma el carácter socialista de nuestro sistema político, económico y social, así como el papel orientador ideológico, ejercido de forma democrática,participativa y pública, del Partido Comunista de Cuba”.
Sobre el carácter democrático del Partido –algo de posible reformulación futura, pero que sustenta la propuesta señalada más arriba-, considero que se debe reformular la concepción de centralismo democrático y subordinación de las bases a los órganos superiores, en varios sentidos:
-Implementar el método de concertación democrática, que implica, más allá del consenso y del voto de la mayoría, el reconocimiento de la posición de las minorías con derecho a que estas continúen trabajando abierta y deliberativamente por sus argumentos, aunque cumplan el mandato general mayoritario (siempre que haya un mandato de las mayorías, no la decisión de un grupo).
Eso podría plantear la legitimidad de sectores de pensamiento dentro del Partido con posicionamientos diversos hacia la construcción del socialismo y en permanente difusión y debate público.
-Por otro lado, el sentido democrático del Partido no debería quedarse en la consulta, debate, recepción o persuasión a y de sus militantes sobre las ideas y posiciones del órgano superior (por demás, cambiables según las circunstancias, dentro de ciertos límites), lo que actualmente altera el posicionamiento de las bases respecto a la dirección central sino que, además, debería abrirse al intercambio de ideas con toda la población acerca del curso ideológico y político de la Nación y a la supervisión popular de la incorporación de las propuestas.
-Finalmente, el Partido podría ser más flexible en las exigencias estatutarias para dar cabida a la población que se orienta y actúa hacia la construcción de una sociedad cada vez más justa: socialista, democrática, de progreso y sostenible, lo que le pudiera otorgar mayor legitimidad al papel de vanguardia política -ó de Partido representante de la Nación cubana-, hoy día restringida y excluyente de sectores de la población en general y de la intelectualidad que sigue esos ideales de diversa forma, están a la vanguardia del pensamiento y la acción social y no se incluyen en las filas del Partido, por diferentes razones.
Ovidio D’Angelo. (La Habana, 1946). Licenciado en Psicología y en Sociología. Posee estudios de Licenciatura de Economía. Ha realizado estudios de post-grado en Economía del Trabajo y en Filosofía. Investigador titular y profesor. Posee Premios Nacionales de la Academia de Ciencias de Cuba. Es miembro Asesor de la Sociedad Cubana de Psicología. Ha publicado más de 80 artículos en revistas científicas nacionales y extranjeras. Tiene más de 15 libros publicados.
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