23 julio, 2019 Tay Beatriz Toscano Jerez, 5 de Septiembre
Pongámonos todos en acción o mejor hagamos que las acciones rindan frutos perdurables en el tiempo, entonces la calidad estará presente y dejará de ser una asignatura pendiente./Foto: Centro de Documentación
Así, como lo ha leído en el título. La calidad de los servicios en Cienfuegos y en buena parte del país es una asignatura pendiente, aún cuando mucho se ha hecho en aras de que en cada sitio, preste el servicio que preste, se imponga como lo que es: el respeto al pueblo.
Hace unos años abundaban aquellos carteles con “mi trabajo es usted”, y hoy en no pocos sitios esa premisa ha sido olvidada, al punto de tratarnos como una carga cuando damos trabajo en demasía.
¿Qué cuesta ofrecer una información fiable, de buena gana? ¿Por qué no preguntar qué se desea o necesita y no “amarrar” la cara como si nos estuvieran haciendo un favor?
¿Por qué pesos distorsionados? ¿Por qué es más importante una llamada o un mensaje, a veces un juego en el celular, que el propio cliente parado enfrente?
En este asunto, como en la vida misma, no podemos ser absolutos. He sido testigo de buenos y malos ejemplos, cuando de atender al público se trata.
He estado en instalaciones gastronómicas en que todo el personal está correctamente uniformado, te ofrecen las buenas horas, te explican las ofertas que tienen; mientras que en otras la demora es excesiva, atienden a cualquier amigo primero, en fin…
No creo que este tema sea desconocido por la mayoría, ni soslayo el esfuerzos y cuánto se invierte en recursos para la preparación de los trabajadores del sector, pero las dificultades persisten.
Soy una convencida de que no es la medida disciplinaria la única fórmula, entonces ¿qué nos falla? Hay que engrasar todos los mecanismos —vuelvo a los ejemplos— recientemente visité el Complejo la Laguna del Cura, un restaurante donde te reciben bien, el ambiente es acogedor, está climatizado, las ofertas de la carta existen en la realidad, pero el servicio es demorado, aún cuando fuimos de los primeros en entrar.
Ahora para el almuerzo hay programado dos turnos: 12 del mediodía y la 1:30pm, los del segundo tuno siempre correrán el riesgo de salir un poco más tarde. Son detalles, perfectamente solucionables, pero que en el día a día pueden convertirse en una habitualidad.
Otra tanto sucede si andas por el Hospital Provincial; he presenciado a compañeras que se encargan de llamar a los pacientes de las consultas, responden las preguntas, piden amablemente que nos organicemos para permitir el flujo adecuado del personal por la única puerta de entrada- salida…; y al mismo tiempo, he visto a custodios tomarse facultades no concedidas a ellos que impeden a ultranzas el paso de alguien urgido.
A decir verdad, la calidad también la ponemos nosotros: los usuarios, los clientes, los pacientes, pues a veces dejamos mucho que desear con manifestaciones impropias: como andar a medio vestir en plena ciudad violentando lo establecido, aún cuando conocemos las razones por las cuales no debe ser así.
Si la calidad se entiende como “Conjunto de propiedades inherentes a una cosa que permite caracterizarla y valorarla con respecto a las restantes de su especie. Superioridad o excelencia de algo o de alguien”, por qué no nos empeñamos en que todo cuanto hagamos vaya acompañado de esa cualidad.
Pongámonos todos en acción, o mejor, hagamos que las acciones rindan frutos perdurables en el tiempo. Así entonces la calidad estará presente y dejará de ser una asignatura pendiente.
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