Para los grandes desafíos que en materia de producción urgente de alimentos ha impuesto a Cuba la ralentización económica generada por la covid-19, hay referentes que, si nos detenemos bien, adelantan buena parte de la tarea que la Isla tiene por delante.
Son las excepciones productivas que han demostrado con creces la valía de sus maneras de aportar; pero que tanto ha costado generalizar con similares resultados.
Las minindustrias de Ciego de Ávila, por ejemplo, han engrasado de un modo tal sus prácticas, que saltaron ya la barrera exclusiva del concepto inicial por el cual fueron creadas: la disminución de las pérdidas de productos en el campo, para consolidarse como bastiones en la sustitución de importaciones, la generación de empleo en comunidades rurales, y la creación de encadenamientos productivos que benefician la economía nacional.
Lo que hoy son, comenzó cuando la Empresa Agroindustrial Ceballos, pionera en el país en la creación de estas pequeñas fábricas en 2008, se vio obligada a redimensionarse con el desarrollo de esa nueva forma de trabajo.
Hasta la fecha aportaron más de 7 100 toneladas de diferentes surtidos, entre los que sobresalen barras, mermelada y cascos de guayaba, cascos de mango, de toronja, coco rallado, frutabomba sulfitada y trozos de frutabomba, según precisiones de Wilver Bringas Fernández, director de la entidad.
Luego de la arrancada fabril, la experiencia de esas minindustrias pasa ahora a una etapa de consolidación, son referencias en los encadenamientos productivos y forman parte del primer polo exportador agrícola de Cuba, del cual la propia Agroindustrial Ceballos es modelo en el afán de generalizar las buenas experiencias en un sector clave para la economía del país.
Sus obstáculos han sido los mismos que sufren el resto de las entidades: el bloqueo estadounidense que provoca inestabilidad con los principales suministros, insumos y materias primas para las producciones (latas); el deterioro de piezas de repuesto; la mala calidad del nailon para la envoltura, o la carencia de combustibles.
Sin embargo, los resultados dicen de su trabajo, de los aportes que a esta hora hacen falta, mucho mejor que aquellos que lamentan, con la improductividad, la ineficiencia y la justificación, las condiciones de cerco bajo las cuales Cuba sobrevive.
¿Qué privilegios tendrá Ceballos, que no dispongan otras empresas similares sin resultados ni parecidos? ¿Quién, sino aquellos mismos, buscaron los mercados para los cuales exportan? ¿Cuán difícil sería replicar, sin complejos de copias, el saber-hacer de tales minindustrias que, casi directamente desde sus líneas fabriles, ponen pulpas de plátano, guayaba y mango en tarimas de Europa, y hoy exploran nuevos destinos en el Caribe?
La situación excepcional que el país vive, convocado a la solución local para responder muy rápido a las demandas básicas, como la de alimentarse y reconstruir, con capitales propios, la economía nacional, exige –sí– que nos reinventemos a diario; pero habría un tiempo preciosamente ahorrado si nos viramos para esos muchos ejemplos que, de generalizarse, acortarían el camino.
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