La fortaleza del discurso electoral de Joe Biden radica en las visiones tradicionales de la política estadounidense en la cual los elementos decisivos son el estado de la economía y la situación social, además de la crítica al desastroso desempeño de Trump.
Ningún titular del cargo puede pretender repetir la victoria cuando, además de haber cosechado antipatías en todos los sectores de la sociedad, exhibe como resultados un desastre de casi cinco millones y medio de enfermos de COVID-19, 168.000 muertos y casi veinte millones de desempleados. Cómo convencer a los votantes de que es un líder competente cuando no ha podido lidiar con el rebrote de racismo que ha sublevado a las grandes urbes y movilizado masas de todos los colores y condiciones.
De qué manera persuadir al país de que son justas las políticas migratorias que impiden la reunificación familiar, separan niños de sus madres y los encierran en jaulas diseñadas para animales y lejos de protegerlos los expone al azote de la enfermedad y cómo defender una gestión que, en medio de la emergencia sanitaria que diezma a la población y arruina la economía, se desmantelan las pocas conquistas que dan a las mayorías y a los pobres una cobertura médica mínima.
Al respecto la historia de los Estados Unidos es convincente.
En 1860, a pesar de tener en contra los 11 estados sureños que promovían la separación, Abraham Lincoln, ganó las elecciones porque el pueblo de los Estados Unidos castigó al Partido Demócrata y al presidente James Buchanan por no haber podido impedir la crisis que condujo a la secesión y a la Guerra Civil. La incompetencia los condenó. Desde ahí el Partido Republicano obtuvo seis victorias consecutivas.
La historia se repitió en 1933 cuando Franklin D. Roosevelt barrió al presidente Herbert Hoover, que no logró evitar la crisis económica iniciada en 1929 y que condujo al país y al mundo a la Gran Depresión, fracaso en el cual se fundamentó una estrategia electoral que puso fin a 12 años de hegemonía del Partido Republicano.
Desde los primeros meses en el cargo, Roosevelt dio muestras de talento y determinación para lidiar con una crisis de proporciones mundiales, involucrando decididamente al gobierno en el manejo y la atención a la situación social. Con cifras de desempleo escalofriantes, hundida la bolsa de valores, miles de bancos
quebrados, la agricultura en ruinas, con apoyo del Congreso y acciones ejecutivas el presidente adoptó medidas de emergencia para remontar la crisis.
Si bien las herejías de Roosevelt dieron lugar a que el Tribunal Supremo declarara inconstitucionales la mayor parte de sus disposiciones, por sus resultados económicos y por los méritos alcanzados en la conducción de la Coalición Aliada durante la II Guerra mundial, incluyendo la alianza con la Unión Soviética, el pueblo americano lo premió eligiéndolo en tres ocasiones sucesivas.
Todavía en 1981 el presidente James Carter fue penalizado electoralmente por su incapacidad para administrar la crisis de los rehenes en Irán desplegada durante 1979.
El éxito es uno de los fundamentos de la ideología de los estadounidenses, que carecen de compasión ante los perdedores. Para ganar Trump necesita un milagro. La otra noticia es que, a veces ocurren. Allá nos vemos.
19/08/2020
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Muy bien dicho, los milagros a veces ocurren.
ResponderEliminarNo alberguemos falsas esperanzas sin Trump puede ser peor.
Rogelio Castro Muñiz