La economía, a veces, parece una serpiente que se muerde la cola. Una cola laaaarga y retorcida que ni siquiera por eso se salva del mordisco. Y la paradoja es que, precisamente, esos círculos “viciosos” la hacen funcionar, sobrevivir, aunque la trincada de algunos rompa con el “equilibrio natural” y nos desequilibre el bolsillo.
La metáfora del reino animal podría traducirse muy sencilla para su eslabón más inteligente, si decimos que el hombre debe trabajar para poder vivir, y vivir para poder trabajar. O sea, ganar dinero para comer, calzar, vestir, tener un techo y, al mismo tiempo, tener dónde dormir, estar alimentado, calzado y vestido… para poder ir a trabajar. Lo básico.
No pasemos por alto que debe estar saludable y tener las competencias que le permitan emplearse: es decir, Salud y Educación. Dos “clichés” cubanos que hemos naturalizado por obra y gracia de la Revolución y que suman algunos pesitos a la cuenta que viene. Tan lógica que se cae de la mata: usted debe ingresar para poder gastar o disfrutar.
Parte de esos ingresos vienen de los tributos. O sea, salen de nuestro bolsillo y no es un aporte menor. Para 2022 está fijado en un 48 por ciento y esa cuenta incluye 17 tipos de impuestos que encabezan el de los ingresos personales, el de las utilidades y el de las ventas. Pero, reitero, la lista es larga.
Entonces, casi la mitad de lo que termina presupuestándose comienza por salir de nuestros bolsillos y no siempre somos conscientes de cómo se revierte luego. Ya sea por no llevar los números a punta de lápiz, o porque también, a veces, se malgasta, se desvía o llega en escalas salariales que no nos permiten escalar hasta donde están los precios.
Sencillo. “No nos juega la lista con el billete”. Por más que la Ley 144 del prepuesto del Estado para el año 2022 haya sido aprobada por nuestra Asamblea Nacional y tenga definidos sus ingresos y sus gastos con claridad, a nosotros la cuenta no nos dará. Y sepa que al Estado tampoco: se ha planificado un déficit de 75 827 millones 400 000.00 pesos.
Por supuesto, Ciego de Ávila no escapa de esa realidad y ya desde 2021, un año muy duro para la economía, lo venía “anunciando”, cuando cerró con un déficit presupuestario, ascendente a 2 375 millones 358 000.00 pesos.
Sin embargo, aun sin la deuda pública que tenemos por delante y a la que suman otras cuentas del país que la engordan a casi 123 000 millones de pesos, nuestra economía hogareña se había resquebrajado. Devaluación, inflación, bloqueo norteamericano, pandemia, ineficiencia, desvíos, dolarización parcial…. La lista que le resta peso a nuestro peso también es larga.
Y no digo que no retuerza con fuerza la cola de la serpiente, envenenando no pocos criterios que la incomprenden o la juzgan desde su calculadora de bolsillo que, al final, es la cuenta válida en ese reembolso del que somos parte. Solo llamo la atención en que no siempre somos conscientes de los números que pagamos.
Hace dos meses, cuando Invasor dijo que había precios inflados a cuentas de la inflación, dos de los implicados en aquel cuestionamiento mostraron luego sus cuentas a la Dirección Provincial de Finanzas y Precios y, ¿saben qué?, no estaban inflados. O mejor dicho, no estaban impuestos ilegalmente. Porque la silla de marabú con tejido plástico, el productor se la ofertaba a Comercio a 4 400.00 pesos y, entre márgenes comerciales y aportes a la empresa, terminaba vendiéndose a 5 592.00.
Del mismo modo, Palmares tenía indicación, desde su casa matriz, de fijar los precios como los fijó. Había respaldo legal para vender 240 gramos de arroz blanco a 70.00 pesos, y debe haberlo para determinar que un huevo frito en el desayuno del Café Morón cueste, también, 70.00 pesos.
No obstante, la mayoría de nosotros ni lo entenderá ni lo pagará. Aun cuando se saquen todas las cuentas y se apele a la lógica de los costos, de los impuestos y de las ganancias que debe tener una empresa para poder seguir ofreciendo empleo y utilidades, a muchos nos parecerá que estamos pagando muy caro, y con anticipación, lo que luego recibimos del presupuesto.
Encarecido, además, por el peso de quienes no hacen nada y por el sobrepeso de quienes encarecen servicios o productos para tapar ineficiencias o multiplicar eficiencias.
Por eso habría que revisar cuánto gana el que produce, cuánto las entidades intermediarias y cuánto el que la paga al comprar. Y el ejemplo aplica para una silla, un huevo frito o una bola de helado.
De lo contrario, habrá mordidas que nos parecerán letales y en, el mejor de los casos, sentiremos que estamos en tres y dos. Espada y pared. Ingresos y gastos.
Hace un tiempo vengo leyendo que los partidarios de la teria monetaria moderna plantean que los deficit no importan y siempre se puede aplicar un jubileo de la deuda y eliminar el problema. Que piensan de eso? Es factible esas propuestas?
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