Robert Skidelsky · · · · ·
23/08/15
La austeridad fiscal en el Reino Unido se ha convertido a tal punto en receta del saber convencionalmente aceptado que cualquiera que se atreva a ponerla en tela de juicio en la esfera pública es tachado de peligroso izquierdista. Jeremy Corbyn, actual favorito para convertirse en próximo líder del Partido Laborista británico, es la última víctima de este coro denigrante. Algunas de sus posturas son indefendibles. Pero sus observaciones sobre política económica no son insensatas y merecen un adecuado examen.
Corbyn ha propuesto dos alternativas a la actual política de austeridad del Reino Unido: un Banco Nacional de Inversiones, que ha de capitalizarse cancelando los subsidios y reducciones fiscales al sector privado, y lo que él llama “facilitación cuantitativa popular”, en pocas palabras, un programa de infraestructuras financiado por el gobierno pidiendo fondos prestados a Banco de Inglaterra.
La primera idea no es ni extrema ni nueva. Ya existe un Banco Europeo de Inversiones, un Banco Nórdico de Inversiones, y muchos otros, todos capitalizados por estados o grupos de estados con el fin de financiar determinados proyectos pidiendo prestado en los mercados de capital. El razonamiento que respalda este tipo de institución se deriva de lo que el gran teórico socialista Adam Smith denominó responsabilidad del Estado de “erigir y mantener” aquellas “obras e instituciones públicas” que, si bien son de gran provecho para la sociedad, no rinden beneficios a la empresa privada.
Dicho de otro modo, el Estado debería tener siempre una función inversora. Delegar esa función en una institución destinada a ese fin puede tener ventajas para la presentación de las cuentas públicas.
Las circunstancias económicas especiales de hoy proporcionan una segunda razón para establecer un Banco Nacional de Inversiones. En situación de depresión o semidepresión, una proporción mayor de los ahorros se mantienen en efectivo o en su equivalente más aproximado (bonos del Tesoro a corto plazo). Un Banco Nacional de Inversiones podría prolongar estos “ahorros ociosos” emitiendo bonos para el desarrollo de infraestructuras.
Ofreciendo una pequeña prima a los títulos del Estado, esos bonos podrían atraer a inversores a largo plazo, como los fondos de pensiones, que de otro modo contemplan retornos reales de cero o incluso negativos. Así, por ejemplo, con un desembolso fiscal de 21.000 millones de euros (23.300 millones de dólares), el Banco Europeo de Inversiones se propone financiar inversiones por valor de al menos 315.000 millones de euros para 2017.
“La facilitación cuantitativa popular” es una versión más heterodoxa – y más interesante – de esta idea. De acuerdo con la facilitación cuantitativa (FC) convencional, el banco central compra títulos del Estado y recurre al efectivo extra que “imprime” para estimular el gasto privado. Pero los estudios sugieren que buena parte de ese dinero se destina a la actividad especulativa, arriesgándose a burbujas de activos, en lugar de canalizarse en inversiones productivas.
Una alternativa consistiría en distribuir directamente el dinero del banco central recién emitido a asociaciones de vivienda, ayuntamientos o bancos nacionales o regionales de inversión, a cualquier organismo que pueda llevar a cabo los proyectos de infraestructura. Es esto lo que propone Corbyn.
Esta idea de financiación monetaria de los déficits fiscales (solicitar préstamos al banco central, en vez de a los mercados de bonos) goza de un reputado pedigrí. En una conferencia en la Cass Business School en febrero de 2012, Adair Turner, expresidente de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido, lo propuso como opción si se hacían política o financieramente imposibles nuevas peticiones de préstamo.
La propuesta de Corbyn, al contrario que la financiación monetaria ortodoxa, no se sumaría a la deuda nacional, lo que supone una ventaja de gran envergadura. LA FC ortodoxa – llamémosla “monetización I” – está destinada a revertirse, pues la imposición fiscal se utilizará para recaudar el dinero con el que amortizar los bonos del gobierno en poder del banco central. Las expectativas de futuras subidas de impuestos podrían llevar a la gente a ahorrar parte de ese nuevo dinero, en lugar de gastarlo. La FC heterodoxa (“monetización II”) evita el problema, porque no se restituirán los préstamos del banco central; los activos de los bancos centrales se deducen del pasivo del Estado. Esa es la razón por la que no debería excluirse a priori.
Hay poderosas razones en favor de la monetización II en la eurozona, que se enfrenta al crecimiento cero y la deflación. Desde luego, aunque el programa de FC desvelado en enero por el Banco Central Europeo consiste principalmente en compras de deuda soberana, el BCE comprará también deuda emitida por la Comisión Europea y el Banco Europeo de Inversiones, elementos clave de la monetización II. Contribuirá por tanto a financiar las inversiones en infraestructuras.
Pero apenas es el caso que la economía del Reino Unido, que crece actualmente a un ritmo anual del 3%, necesite ahora mismo un mayor programa de FC de cualquier tipo. El gobierno puede pedir prestado todo lo que quiera a los mercados de bonos a tasas de interés casi a cero. Derivar esa capacidad de pedir préstamos a un Banco Nacional de Inversiones es simplemente una forma de señalar que toda petición de préstamo adicional se destinará a inversiones, no al actual gasto.
Existen dos sólidos argumentos para poner hoy en funcionamiento una institución semejante en el Reino Unido. En primer lugar, la parte de la inversión privada en el PIB está todavía por debajo de su nivel anterior a la crisis del 11% del PIB. Esto sugiere que los inversores carecen de confianza en la durabilidad de la recuperación.
En segundo lugar, dependiendo del mandato de la institución, un programa de inversiones dirigido por el Estado ofrece un modo de reequilibrar la economía británica alejándola de la actividad especulativa privada y acercándola a inversiones a largo plazo en crecimiento sostenible, llevándola del sudeste al centro y norte de Inglaterra. En resumen, ofrece una forma de afrontar el problema de la “opulencia privada y miseria pública” que John Kenneth Galbraith identificó en la década de 1950.
Habría que alabar a Corbyn, no fustigarlo, por traer a la atención pública estas graves cuestiones referentes al papel del Estado y al mejor modo de financiar sus actividades. El hecho de que se le dé de lado por obrar de este modo ilustra la peligrosa complacencia de las élites políticas actuales. No le falta razón a millones de personas que tienen la impresión de que el presente orden económico no sirve a sus intereses. ¿Qué van a hacer si, sencillamente, se ignoran sus protestas?
Robert Skidelsky, profesor emérito de Economía Política en la Universidad de Warwick y miembro de la Academia Británica en historia y economía, es miembro de la Cámara de los Lores. Autor de una biografía de tres volúmenes de John Maynard Keynes, comenzó su carrera política en el Partido Laborista, se convirtió en el portavoz del Partido Conservador para asuntos del Tesoro en la Cámara de los Lores, y finalmente fue expulsado del partido conservador por su oposición a la intervención de la OTAN en Kosovo en 1999.
La oposición de Jeremy Corbyn a la austeridad es economía seria
Una difundida acusación afirma que Jeremy Corbyn y sus partidarios se han movido hasta la extrema izquierda en cuestiones de política económica. Pero no es esto lo que se deduce de las declaraciones o medidas políticas del candidato.
Su oposición a la austeridad constituye en realidad una política económica que se encuentra dentro de la corriente principal, respaldada incluso por el conservador FMI. Corbyn se propone alentar el crecimiento y la prosperidad y votó en contra del vergonzoso recorte [reciente] de 12.000 millones del presupuesto de Bienestar.
Pese al bombardeo mediático que afirma lo contrario, son la actual política del gobierno y sus objetivos los que resultan extremos. El intento de conseguir un presupuesto equilibrado del sector público a través de recortes del gasto ya fracasó en la anterior legislatura. Hacer que aumente la pobreza infantil y recortar el apoyo a los más vulnerables resulta injustificable. Recortar las inversiones del Estado en nombre de la prudencia es un error debido a que impide el crecimiento, la innovación y el aumento de la productividad, y así con el tiempo aumenta la deuda ocasionada por la menor recaudación tributaria.
Los abajo firmantes no somos todos partidarios de Jeremy Corbyn, pero esperamos clarificar dónde queda el “extremismo” en el actual debate económico.
Atentamente,
David Blanchflower
Profesor de Economía de la cátedra Bruce V. Rauner en Dartmouth y Stirling, ex-miembro del MPC
Mariana Mazzucato
Profesora, Sussex
Grazia Ietto-Gillies
Emeritus professor, London South Bank University
Malcolm Walker
Emeritus professor, Leeds
Robert Wade
Professor, LSE
Michael Burke
Economist
Steve Keen
Professor, Kingston University London
Victoria Chick
Emeritus professor, UCL
Anna Coote
NEF personal capacity
Ozlem Onaran
Professor, Greenwich
Andrew Cumbers
Professor, Glasgow
Tina Roberts
Economist
Dr Suzanne J Konzelmann
Birkbeck
Tanweer Ali
Lecturer, New York
John Weeks
Professor, SOAS
Marco Veronese Passarella
Lecturer, University of Leeds
Dr Judith Heyer
Emérita, Somerville College, Oxford
Dr Jerome De-Henau
Profesor, Open University
Stefano Lucarelli
Profesor, Universidad de Bérgamo
Paul Hudson
(ex) Universität Wissemburg-Halle
Mario Seccareccia
Profesor, Ottawa
Dr. Pritam Singh
Profesor, Oxford Brookes
Arturo Hermann
Investigador del ISTAT, Roma
Dr. John Roberts
Brunel
Cyrus Bina
Profesor, Minnesota
Alan Freeman
Economista jubilado
George Irvin
Profesor, SOAS, Londres
Susan Pashkoff
Economista
Radhika Desai
Profesor, Universidad de Manitoba
Diego Sánchez-Ancochea
Profesor asociado, Universidad de Oxford
Guglielmo Forges Davanzati
Profesor asociado, Universidad de Salento
Jeanette Findlay
Profesora, Glasgow
Raphael Kaplinsky
Profesor emérito, Open University
John Ross
Socialist Economic Bulletin
Steven Hail
Profesor adjunto, Universidad de Adelaide
Louis-Philippe Rochon
Profesor asociado, Laurentian University, Ontario, Canadá
Hilary Wainwright
Directora, revista Red Pepper
Arturo Hermann
Investigador, ISAE, Rome
Joshua Ryan-Collins
NEF (a título persoal)
James Medway
Profesor, City University
Alberto Paloni
Profesor, Glasgow
Dr Mary Roberton
Leeds
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