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miércoles, 27 de abril de 2016

El turismo internacional en Cuba. Un recuento necesario ante el nuevo escenario

Por: José Luis Perelló

Profesor Titular de la Facultad de Turismo de la Universidad de La Habana.

 La Habana al transitar de un siglo a otro mostraría todas las contradicciones de una época caracterizada por la guerra y la intervención extranjera. Desde finales del siglo xix se observaba un flujo creciente de estadounidenses, llegando con fines de negocios, aunque alegaban ir a pasear y admirar la naturaleza.
Paulatinamente, se reiniciaron las construcciones hoteleras en La Habana Vieja. Al mismo tiempo se comenzó a diversificar la construcción de hoteles en otras áreas de la capital, fundamentalmente en la barriada de El Vedado. En 1928 se inauguró el hotel Presidente y dos años más tarde, abrió sus puertas el Hotel Nacional de Cuba, institución insignia de la hotelería habanera. Desde los Estados Unidos viajaron especialmente para la inauguración del Hotel directivos de empresas que habían invertido fuerte durante los últimos años en Cuba y otras áreas del Caribe, pero sobre todo el National City Bank, clientes con los que poseían infladas carteras de negocios y sabían de sus posibilidades de encontrar en Cuba un territorio para la expansión.[1]
Buscando fomentar nuevos atractivos al turismo, los gobiernos de turno fueron aprobando legislaciones que facilitaran los juegos de todo tipo. Las leyes de los Estados Unidos de aquella época, como la Volstead que prohibía el expendio de bebidas alcohólicas, y la erradicación de los casinos, contribuyeron a la gran afluencia de turistas a La Habana, donde podían beber y jugar sin restricción alguna. Se añadían casinos y otros espacios de juego y eran numerosas las llamadaszonas de tolerancia. El conjunto de todo lo anterior presentaba a La Habana como el paraíso del libertinaje.
La crisis económica mundial desatada a partir de octubre de 1929 y la derogación, en 1934, de la Ley Volstead, impactaron con fuerza la actividad turística en Cuba durante los años 30. Fue a mediados de 1934 que un informe de la Foreign Policy Association, reconocía el potencial del turismo cubano, pero recomendaba cambios en esta actividad, orientándola más hacia la naturaleza, las playas y otras zonas. En síntesis, cambiar el patrón hasta entonces reinante en el turismo, alejándolo de los vicios.[2]
Como consecuencia de la depresión económica general, la eliminación de la Ley Seca en los Estados Unidos y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, en los tres lustros siguientes a 1930 la actividad turística se mantuvo interrumpida. El flujo de turistas hacia Cuba no se recupera hasta finales de la década de los 40, una vez finalizado el conflicto bélico, cuando se produce un crecimiento paulatino de la demanda turística y los ingresos a ella asociados.
Durante la década de los años 50 un conjunto de decretos y leyes incentivan la construcción de hoteles y casinos. Nuevamente La Habana experimentó un acelerado proceso de desarrollo turístico, con nuevos hoteles dotados de grandes y lujosos casinos. En este escenario, los grupos económicos ilícitos estadounidenses controlaban y operaban este conjunto de instalaciones de juego y hoteles.
Finalizando los años 50, recorrer La Habana permitía observar, sobre todo de noche, los lujosos hoteles y casinos, los grandes lumínicos como símbolo de una ciudad de gran atracción. Sus majestuosas instalaciones turísticas daban la apariencia de un desarrollo pleno. Desde una posición privilegiada, la capital exhibía la mayor dinámica económica de la Isla, y reflejaba la típica estructura de país subdesarrollado con estatus neocolonial, concentrando lo principal de la actividad económica. En todos esos años se desarrolló un importante proceso de financiamientos para alojamientos turísticos, de inversiones en transportes, aeropuertos, puertos y en obras públicas. Los escasos recursos de inversión de la nación fueron en parte utilizados para otorgarles créditos blandos a los inversionistas extranjeros, en su mayoría norteamericanos.
 El turismo internacional en el período revolucionario
El triunfo revolucionario de enero de 1959 trazó un rumbo totalmente diferente del turismo con la eliminación de los casinos, los juegos y los negocios ilegales. En esta etapa, los flujos de turistas internacionales sufrieron un fuerte descenso como consecuencia del agravamiento de las relaciones con el gobierno de los Estados Unidos. Las recomendaciones a sus ciudadanos para que no viajaran a Cuba debido a un supuesto estado de violencia existente en la Isla fueron seguidas por medidas que inhabilitaban el pasaporte corriente de los Estados Unidos para estos viajes, para los cuales se requería pasaporte especial y una licencia especial de viaje.
Los operadores de viajes canadienses cerraron sus operaciones debido a presiones desde Washington, y en poco tiempo los turoperadores franceses, británicos y belgas se manifestaron de la misma manera; más adelante cancelaron sus operaciones los españoles.[3]
La década de los años 60 se caracterizó por la consolidación del turismo nacional, al brindar facilidades para el uso de los hoteles, las playas y demás centros de esparcimiento y recreación. También se comenzó a recibir al turismo de excursiones y paquetes proveniente de los países socialistas, principalmente de Europa del Este. El turismo internacional por grupos, al comienzo de su desarrollo, se realizó por medio de paquetes vendidos en el extranjero, que incluían todos los gastos principales de pasaje, hotel, transfer, alimentación, algunos espectáculos y excursiones.
A partir de 1972 comienza una paulatina reapertura del turismo internacional hacia Cuba. El entorno internacional se hizo más favorable; la Revolución cubana había sobrevivido su primera etapa, el bloqueo económico, comercial y financiero estadounidense no había logrado sus propósitos. El aislamiento diplomático impuesto a Cuba desde 1962 comenzaba a desmoronarse, y restablecían los vínculos diplomáticos muchas naciones de América Latina y el Caribe. Un turismo motivado por el clima comenzaba a fluir desde Canadá y varios turoperadores de esa nacionalidad introdujeron algunos destinos cubanos en sus catálogos, con programas de vacaciones y contrataron vuelos charters para ello.[4]
Durante los años 80, los mercados emisores occidentales continuaron sus operaciones con Cuba, y se alcanzó la cifra de 270 000 turistas en 1987. Habían transcurrido treinta años para alcanzar de nuevo el mismo número de turistas de 1957. A diferencia de entonces, casi ninguno provenía de los Estados Unidos.[5]
Con la saturación de las habitaciones hoteleras, un turismo nacional creciente y el resurgimiento del turismo internacional, se reanudaron las construcciones turísticas. En ese período se construyeron 29 nuevos hoteles con 4 000 habitaciones, distribuidos en las capitales provinciales y los principales polos turísticos que mostraban las mejores playas.
En 1989, la infraestructura de alojamiento del turismo cubano contaba con 17 600 habitaciones; no obstante, la mayor parte de los hoteles se clasificaba en las categorías de dos y tres estrellas. Del total de hoteles en explotación, solamente 17 clasificaban en los rangos de cuatro y cinco estrellas.
La década de los años 90 se presentó con nuevas contingencias marcadas por el derrumbe del socialismo en los países de Europa del Este —que comenzó a mediados del año 1989 y concluyó en diciembre de 1991, con la desintegración de la Unión Soviética— con los cuales la Isla tenía relaciones de dependencia económica y comercial.
En los años siguientes, la crisis entró en su fase más cruda: el Producto Interno de Cuba descendió 35%, las exportaciones bajaron 50%, las importaciones se contrajeron a una cuarta parte del nivel logrado en 1989; y la disponibilidad de petróleo era menos de la mitad de su nivel habitual. Cientos de miles de hectáreas de tierra dejaron de cultivarse por falta de combustible, fertilizantes, insumos y equipos agrícolas. La mitad de la capacidad industrial se paralizó, el transporte mermó rápidamente y la generación de electricidad disminuyó 27%, con lo cual se tornó inseguro el servicio eléctrico en todo el país.
Junto a la crisis interna que vivía la Isla, el gobierno estadounidense generó graves situaciones y recrudecimiento de las leyes de bloqueo económico, comercial y financiero: la aprobación de la Enmienda Torricelli, el restablecimiento de la Lista Negra para los barcos que tocasen puertos cubanos, que borraba la posibilidad de desarrollar el turismo de cruceros; el Track II, concebido para corroer por dentro la resistencia de la Revolución cubana; la Crisis de los Balseros que generó una imagen de caos y emigración masiva ilegal; el incidente de las avionetas y la inmediata aprobación de la Ley Helms-Burton, que acrecentaron los temores y ahuyentaron muchos potenciales inversionistas; la campaña terrorista de bombas en los hoteles y otras instalaciones turísticas, con el propósito de provocar el pánico. La compleja y adversa situación descrita hacía pensar como algo imposible el desarrollo del turismo internacional.
Sin embargo, contrario a todos los pronósticos, en el año 1990 Cuba recibió unos 300 000 turistas y diez años después ya superaba a Jamaica y Bahamas con más de un millón de visitantes; y pasaba de la posición 23 en arribo de turistas en la región de las Américas a la número 8, con un crecimiento sostenido en todos esos años.
El modelo de desarrollo turístico, desde entonces, se había caracterizado por la construcción acelerada de grandes hoteles con categoría de cuatro y cinco estrellas, en polos de sol y playa, la constitución de empresas mixtas con capital extranjero y contratos de gestión con cadenas hoteleras internacionales, principalmente españolas. Este modelo presentaba como peligro la inmovilización de recursos, lo que significaba una capacidad creciente en habitaciones frente a una demanda que no crecía en la misma proporción.
En estos últimos veinte años, el turismo, como actividad económica, se ha visto limitado en su desarrollo por problemas estructurales de la economía cubana, de difícil solución. Entre los más relevantes están la insuficiencia del ahorro doméstico, la escasez crónica de divisas, las distorsiones en el sistema de precios relativos derivadas del uso de un tipo de cambio oficial sobrevaluado, los mercados segmentados y la dualidad monetaria y cambiaria, entre otros.[6] Este escenario se agrava por la permanencia de las restricciones comerciales, económicas y financieras impuestas por el gobierno estadounidense, y que aún perduran.
También se han presentado distorsiones en los indicadores sobre los ingresos asociados al turismo, pues a partir de 2010, con el auge del sector no estatal, los datos recogidos en las estadísticas no reflejan el comportamiento real de los ingresos del turismo de estancia. En este sentido, el indicador no incluye lo que el visitante foráneo gasta en los espacios no estatales, como los restaurantes, las cafeterías, los establecimientos de artesanía y el alojamiento en casas privadas. Esto resulta más evidente si se analiza el comportamiento de los ingresos asociados al turismo en su relación con el indicadorllegada de visitantes, pues la segunda posición, después de los canadienses, la ocupa el segmento de los emigrados residentes permanentes en el exterior. Los gastos en el país que ellos generan junto a sus familiares y amigos en actividades y en espacios informales, tampoco son recogidos en las estadísticas oficiales.
Lo anterior apunta a que los indicadores tenidos en cuenta se han centrado en las llegadas de visitantes internacionales y en la construcción de plazas hoteleras, subvalorando que el objetivo fundamental de la actividad turística, planteado en la Política para el Turismo, es la captación directa de divisas maximizando el ingreso medio por turista.[7]
En los últimos veinte años el indicador llegada de visitantes ha mostrado una tasa de crecimiento promedio anual de 4,2% en que algo más de 42 millones de viajeros internacionales han visitado Cuba. Muchos son repitentes, en particular el turismo canadiense; y vuelven una y otra vez, pese a las dificultades en el servicio que enfrenta el sector turístico cubano por causas exógenas y endógenas.
Una de las razones conocidas es que el desarrollo del turismo internacional en Cuba ha sido concebido a partir de un escenario de confrontación y restricciones de viajes que han caracterizado las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos desde hace más de medio siglo. Este proceder de la política estadounidense, desde el punto de vista del turismo internacional para Cuba, propició la consolidación del turismo desde Canadá y los principales emisores europeos, hacia el turismo masivo vacacional de sol y playa (Tabla 1).
En correspondencia con este escenario, la oferta turística de la Isla está dirigida hacia las playas, tanto en la comercialización de paquetes turísticos como en el alojamiento. De las 63 657 habitaciones distribuidas en 372 instalaciones, el producto sol y playa cuenta con 71,5% de las habitaciones en 45,2% de las instalaciones hoteleras existentes, donde se ubican la mayoría de los hoteles de cuatro y cinco estrellas.
 Tabla 1. Llegada de visitantes internacionales a Cuba, 2006-2014
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Oficina Nacional de Estadísticas (ONEI).

En los últimos años, casi 80% de las llegadas se ha concentrado en diez mercados principales, y de estos los dos primeros segmentos contribuyen con 50% del total de visitantes internacionales. El turismo desde Canadá ha mantenido los mayores crecimientos, lo cual provoca una marcada estacionalidad y la polarización de una demanda enfocada al turismo de sol y playa en la modalidad todo incluido.
 El turismo internacional en Cuba después del 17D
El grupo de medidas anunciadas por los presidentes de Cuba y los Estados Unidos, a mediados de diciembre de 2014, sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, representa la posibilidad de discutir varios temas que tienen incidencia sobre el turismo cubano. El turismo es precisamente el sector que más puede favorecer el clima de normalización de las relaciones entre los dos países.
La ampliación en las categorías de licencias que otorga la OFAC para que los estadounidenses puedan viajar a Cuba, puestas en vigor a mediados de enero de 2015, prácticamente incluye el abanico de motivaciones de viajes, por lo que cualquier viajero se desplaza desde su lugar de residencia hacia un destino para conocer nuevos espacios de vida.
El turismo no está permitido, lo que hace imposible mezclar actividades educativas o religiosas con un día en la playa y las agencias de viajes no pueden vender paquetes turísticos. Quienes asistan a reuniones profesionales o de investigación deben tener credenciales para ello, no solo un interés ocasional. Sin embargo, el académico Carmelo Mesa-Lago comenta que, algunas de estas restricciones podrían saltarse en la práctica, por ejemplo, el guía de un grupo de estudio pudiera cerrar los ojos si alguien se escapa para irse un día a la playa, y varios especialistas organizan en complejos turísticos, seminarios y conferencias en las categorías aprobadas.[8]
Este clima de distensión en las relaciones entre los dos países, incentivó los flujos de visitantes foráneos a Cuba procedentes de todos los países emisores de turismo; lo que provocó crecimientos significativos de turistas, en el año 2015, principalmente de los Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, España y Canadá, este último continúa siendo el principal mercado turístico para Cuba con 1,3 millones de visitantes (Tabla 2).
 Tabla 2. Llegada de visitantes internacionales a Cuba en 2015 vs 2014.
Fuente: Elaboración propia del autor a partir de datos de Oficina Nacional de Estadísticas (ONEI).

En el caso del mercado canadiense, históricamente el principal emisor de turistas a Cuba, que es sensible a los precios, se presentó una desaceleración a partir de noviembre, comienzo de la temporada alta, y que se ha mantenido hasta marzo de 2016, como resultado de la devaluación del dólar canadiense y el encarecimiento de los precios del paquete turístico. Esta tendencia a la desaceleración puede revertirse mediante una estrategia de segmentación, manteniendo precios preferenciales para los paquetes de sol y playa —todo incluido—, dirigidos al tradicional mercado turístico canadiense.
Sin lugar a dudas, en la medida que paulatinamente se vayan eliminando restricciones para los viajes desde los Estados Unidos se impondrán nuevos desafíos al sector turístico cubano, a toda la cadena de valor y a los gobiernos locales.
Estos flujos de viajeros desde los Estados Unidos se consolidarán e incluso deberán tener un crecimiento significativo, en la medida en que se normalizan las relaciones cubano-estadounidenses y se supriman limitaciones y restricciones. Esta tendencia incluso puede fortalecerse debido al aumento de las corrientes migratorias desde Cuba hacia los Estados Unidos y Canadá. Esto apunta a la circularidad de los flujos, que se consolida y atrae consigo una mayor demanda de servicios turísticos en un segmento que por naturaleza, debe ser fiel al destino, donde tiene identificadas sus raíces culturales y familiares. América del Norte acoge la mayor proporción de cubanos emigrados, con 82,2%, compuesto por cubanos que residen en los Estados Unidos, Canadá y Puerto Rico (este último, sujeto a las leyes migratorias estadounidenses).
Como tendencia interesante, en el corto y mediano plazos, los destinos específicos dentro de Cuba dejarán de ser los tradicionales polos de sol y playa; con sus grandes resorts todo incluido. Cobrarán importancia los sitios y las ciudades que, como La Habana, atesoran los recursos y atractivos que demandarán los nuevos visitantes. En estos espacios de convivencia y relaciones humanas, el sector privado está llamado a desempeñar un papel mucho más activo, que garantice el nuevo consumo turístico y se integre plenamente a la cadena de valor del turismo en sus dos eslabones fundamentales: el alojamiento y los espacios de ocio-restauración. Este nuevo escenario turístico, revela una mayor incidencia de estadounidenses y otros visitantes alojados en casas privadas hacia el interior de los barrios y territorios, que al mismo tiempo revela la vinculación a espacios y actividades extrahoteleras del sector no estatal: paladares, cafeterías, renta de autos, guías locales, transportistas, artesanos, vendedores ambulantes, entre otros (formales o no).
Muchos lugares en la periferia de las mayores ciudades y capitales de provincias se convertirán en zonas de atracción turística debido a que en los barrios populares es donde se manifiesta la autenticidad de la cultura cubana, costumbres, religiosidad y modos de actuar; es lo que se designa en diferentes países receptores de turismo, como “slum tourism”. A pesar de representar lo opuesto a lo que usualmente concibe una estrategia comercial y promocional del turismo cultural, estos asentamientos populares son parte de las grandes ciudades de muchos lugares del mundo, y se han convertido en destinos que muchos turistas quieren visitar en la búsqueda de una experiencia auténtica o quieren conocer la verdadera realidad del país o ciudad visitada.
 Actualizando el nuevo escenario turístico
En el transcurso de los tres primeros meses de 2016, los flujos de viajeros han continuado su ritmo de crecimiento, con 15% de incremento con respecto a igual período del año anterior. En este lapso, 1,2 millones de visitantes foráneos disfrutan y exploran los atractivos que les brinda la Isla Grande del Caribe. Nuevas autorizaciones para los viajes individuales desde los Estados Unidos, la visita del presidente estadounidense a La Habana, el tope beisbolero entre los equipos Cuba y Tampa Rays; el concierto de los Rolling Stones, y varios eventos, reuniones y congresos con nutrida participación extranjera, han propiciado un aumento inusual y no esperado del número de visitantes a La Habana y otros destinos turísticos cubanos.
Por otra parte, la activa gestión que desarrolla el sector turístico cubano con su cartera de oportunidades para la inversión extranjera, vislumbra un panorama futuro amplio, aunque aún dependiente del levantamiento de muchas restricciones que entorpecen su mejor desempeño. Como es conocido, el turismo es el mejor preparado para la inversión extranjera en el escenario económico cubano. Muestra de ello es el hecho de que 43% de la inversión extranjera en la economía cubana tiene que ver con ese sector. Existen 26 empresas mixtas constituidas, de ellas 13 están ejecutando inversiones operando en 15 hoteles. Se encuentran aprobados 74 contratos de gestión con 17 cadenas hoteleras internacionales que incluyen unas 38 490 habitaciones que representan 60% de las habitaciones existentes en el país.
Prestigiosas cadenas hoteleras americanas como Marriott, Hilton, Hyatt, Holiday Inn y Best Western, esperan por las autorizaciones correspondientes para concretar sus negociaciones, mientras que Starwood Hotels & Resorts se convierte en la primera compañía estadounidense en establecer negocios de gestión hotelera con Cuba. Por otra parte, compañías de cruceros norteamericanas como Carnival Cruises, Royal Caribbean, Norwegian Cruise Line, Pearl Seas Cruises y Princess Cruises, han presentado sus programas en itinerarios de escala en La Habana y otros puertos cubanos.
Al mismo tiempo, las mayores aerolíneas estadounidenses, como American Airlines, JetBlue Airways, Delta, Silver Airways, Southwest, Eastern, Frontier y United Airlines han anunciado que volarán a Cuba y las agencias de viaje ya están autorizadas, por lo cual aumentará la competencia y los precios de los boletos aéreos deberán bajar. Según las autorizaciones solicitadas por estas líneas aéreas comerciales para realizar vuelos directos a La Habana, se supone la disponibilidad de 50 250 asientos semanales.
Las nuevas regulaciones anunciadas recientemente por el gobierno del presidente Obama eliminan parte de las trabas burocráticas; sin embargo, los viajes por motivos turísticos no han sido objeto de autorizaciones. En las marinas y puertos deportivos de los 27 distritos de Florida se encuentran registradas más de 865 000 embarcaciones de recreo. La oportunidad de navegación a la Isla, en una jornada náutica, resulta un incentivo para unos 16 000 yates con cuarenta pies o más de eslora. Sin embargo, el yatismo, como modalidad turística, tendrá que esperar que las restricciones que impiden que los estadounidenses viajen por turismo, sean levantadas.
La visita del presidente estadounidense a La Habana, y su amplia delegación de legisladores, líderes políticos y altos empresarios; pudieron comprender y discutir en detalles las estrategias de implementación que se realizan en Cuba para actualizar su modelo económico. El actual proceso de reformas es una tarea en curso, en que Cuba seguirá demostrando su habilidad estratégica y flexibilidad táctica, mientras convierte las crisis en oportunidades.
Las políticas estadounidenses hacia la Isla están en condiciones de prestar mucha más atención a la evolución de las reformas económicas y sus vías de inserción a la economía global. En este sentido, el Tesoro y la Secretaría de Comercio de los Estados Unidos y sus agencias deben entender las reformas progresivas de la economía cubana como beneficios de interés nacional para su país, y el ejecutivo debe impulsar la revisión de los mandatos del Congreso.
La distensión en las relaciones políticas entre Cuba y los Estados Unidos, reafirmadas con la visita del presidente Barack Obama, ha resultado en un reacomodo paulatino de los arribos de visitantes internacionales. Los resultados de los indicadores en 2015 y los primeros meses del actual año, mostraron crecimientos en la mayoría de los segmentos de viajeros, lo que revela el efecto “push” que representa la reanudación de las relaciones entre los dos países vecinos.
Este nuevo escenario anuncia que la Isla dejará de ser un destino “económico” en cuanto a precios de paquetes turísticos se refiere; motivado por el hecho de que el incremento acelerado de los arribos de turistas estadounidenses y de otros países emisores registrará un aumento de la demanda y esto limitará tanto la disponibilidad de habitaciones en los diferentes destinos específicos, como la competitividad de los precios. Mientras tanto, el sector turístico cubano espera el levantamiento de las restricciones que le impiden su desarrollo exitoso, y confía en la poderosa fuerza de gravedad de la geografía, del reclamo de la comunidad internacional y del irresistible flujo de la historia.

[1] Luis Báez, Pedro de la Hoz y Antonio Martínez, Hotel Nacional de Cuba. Revelaciones de una leyenda. Editorial Capitán San Luis. La Habana, 2015.
[2] Evaristo Villalba, Cuba y el turismo. Editorial Letras Cubanas. La Habana, 1993.
[3] Rogelio Quintana, Manuel Figuerola, Mariano Chirivella, Damarys Lima, Miguel Figueras y Alfredo García, Efectos y futuro del turismo en la Economía Cubana. Instituto Nacional de Investigaciones Económicas. INIE. La Habana, 2004.
[4] Ibídem, p. 65.
[5] Ibídem, p. 68.
[6] Jorge Mario Sánchez Egozcue, «La relación crecimiento económico y sector externo, una evaluación de la dinámica entre las presiones coyunturales y las distorsiones endémica». Ponencia presentada en el Seminario del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC). La Habana, 24 al 25 de junio. 2011.
[7] Según el Lineamiento 255 de la Política del Turismo aprobada en los Lineamientos de la Política Económica y Social de Cuba. Congreso del Partido Comunista de Cuba, La Habana, abril de 2011.
[8] Carmelo Mesa-Lago, «Normalización de relaciones entre EEUU y Cuba: causas, prioridades, progresos, obstáculos, efectos y peligros». Documento de Trabajo 6/2015. Real Instituto Elcano, mayo 2015.

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