La Unión de Informáticos de Cuba (UIC) organizó un seminario, y los puso frente a frente. En primera instancia, el hecho de que el Banco Metropolitano se siente con sus actuales y posibles clientes cuentapropistas para explicarles cómo funcionan sus servicios, denota interés por no dejarlos a su suerte; y más que eso, por atraerlos, “enamorarlos”. Sin embargo, la pobre asistencia de los emprendedores al encuentro demuestra que no bastan las buenas intenciones.
Las prestaciones bancarias para el sector privado parecen bastante atractivas, en principio. Por ejemplo, disponer de una cuenta corriente permite administrar mejor los ingresos, efectuar transferencias y tener garantías para diversos objetivos.
Quienes posean tarjeta magnética pueden utilizar la telebanca, y con ello, pagar impuestos, electricidad, agua y teléfono. Además, el banco ofrece financiamiento para costear insumos, equipos, reparaciones y materiales de construcción.
El monto total a otorgar no tiene límite máximo, y ha disminuido el importe mínimo para conceder el crédito (de 3000 a 1000 pesos cubanos) y aumentó el plazo de pago (de 5 a 10 años, en el caso de financiamiento para inversiones). Aquellos que recién comienzan en su negocio, contarán con un período de gracia de hasta 12 meses. Not bad.
Aun así, los cuentapropistas deben enfrentarse a las mismas calamidades que el resto de la población: colas sempiternas, burocracia, inconvenientes técnicos del tipo “se cayó el servidor” o “no hay conexión”, e incluso obstáculos de los más pedestres, como el día de la fumigación, roturas del aire acondicionado, o de un cajero automático.
“No se puede ser eficiente teniendo que ir al banco”, confiesa resignado un emprendedor habanero, relacionado con la producción de software y soluciones tecnológicas. Y la tendencia le da la razón.
En 2013 existían 444 109 trabajadores por cuenta propia, y solo se habían concedido 550 créditos. Si bien en 2014 ocurrió un alza en los otorgamientos, la cantidad que accede a financiamiento todavía no es representativa del total inscrito, reconoció Francisco Mayobre Lence, vicepresidente del Banco Central de Cuba (BCC).
El uso indistinto de efectivo, cheques y tarjetas magnéticas complica más el asunto, porque con cada modalidad no se pueden realizar todo tipo de operaciones. Una solución sería Metropolitano en línea, servicio que –como su nombre lo indica– permite al cliente utilizar su cuenta desde una computadora.
En estos momentos, “por problemas tecnológicos que tuvimos, se está empleando solo con entidades, pero estamos trabajando sobre una nueva plataforma para incorporar a todo el segmento de clientes no estatales, en un futuro no muy lejano”, explicó Evelyn González Senande, de la Dirección de Banca Corporativa del Banco Metropolitano.
Por otra parte, una investigación del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC)[1], indica que lo legislado e implementado por las instituciones bancarias, significan prácticas y tratamientos bastante homogéneos a los diferentes actores. O sea, a los efectos, se procede igual –o casi igual– con un programador que con el dueño de un restaurante.
De tal modo, medir con la misma vara negocios esencialmente distintos, implica desconocer sus diferentes impactos en cuanto a capacidad exportadora, producciones que involucren procesos tecnológicos de creciente complejidad, aporte a la sustitución de importaciones, aprovechamiento de la fuerza de trabajo calificada, contribución al territorio, entre otros elementos citados por los investigadores.
Puesto al derecho: un escenario ideal sería aquel donde, mediante mecanismos financieros y otros, se estimulara las actividades con alto valor agregado, que generen mayor crecimiento y desarrollo.
Sucede que algunas normas estatales, por las que el Banco Metropolitano se rige, parecen concebidas para un movimiento rectilíneo uniforme, en “condiciones de laboratorio”, en una suerte de divorcio entre las demandas y realidad del sector emprendedor y la legislación vigente en el país. Por ejemplo, los créditos facilitados se deben destinar a comprar o hacer contrataciones en el mercado nacional. Si, como suele suceder, un emprendedor necesita adquirir productos en Panamá, Ecuador o Miami (porque aquí no hay, o porque allá tienen más calidad o son más baratos), el banco no puede otorgar financiamiento para ello.
Incluso si se actualizaran las disposiciones comerciales, aún quedarían por superar el desconocimiento sobre la importancia estratégica de estos negocios (muchas veces necesitados de capitales de riesgo); y la falta de modelos propios de desarrollo y éxito de emprendimientos tecnológicos. El criterio de González Senande lo confirma: “para una cosa que se vea prácticamente oscura, no se puede dar financiamiento. Los ingresos proyectados, la actividad que se realice, deben tener cierta credibilidad”.
Otra situación: si un cuentapropista ofrece sus productos o servicios a un cliente en el extranjero, le es imposible recibir pagos por ello desde una cuenta fuera de Cuba; a menos que le llegue como remesa, a título personal; pero no como resultado de su trabajo. Ello implica un falseamiento de las ganancias reales, lo cual conlleva, entre otras consecuencias, que las autoridades puedan cobrar menos impuestos.
La funcionaria del Banco Metropolitano dijo no conocer acerca de la plataformaStripe Atlas, abierta para la Isla desde marzo pasado. Mediante Atlas, startups de varios países pueden –técnicamente– crear una cuenta de negocios en Estados Unidos, captar las transferencias de pagos, y automatizar el proceso para establecer una presencia legal allí (hasta el momento ningún proyecto cubano ha sido aprobado).
Téngase en cuenta, además, que las iniciativas asociadas a la tecnología, muchas veces se caracterizan por su pequeña escala y alto riesgo. El estudio del CEEC concluye que la propia concepción de la política crediticia reduce los potenciales interesados, pues el beneficiario tiene que estar ya operando formalmente un negocio con cierto grado de consolidación, que permita revisar su historial y predecir ingresos.
“De esta manera, aquellas personas con un proyecto de emprendimiento, e incluso uno de reciente apertura, quedan marginados de esta vía de financiamiento y desviados a otras fuentes, o simplemente condenados a renunciar a la posibilidad de concretar su proyecto o rebasar los umbrales de precariedad”.
La típica vía de pedir dinero prestado a familiares y amigos, de aquí o de allá, resulta más expedita. Aunque será siempre una alternativa insegura y excluyente. Un eslogan del Banco Metropolitano dice: “Abra su cuenta, solicite su financiamiento, desarrolle su negocio”. Quizás muchos emprendedores tecnológicos prefieran ir directo al tercer paso.
Notas
[1]“Política crediticia en Cuba: evolución reciente y efectos sobre el sector no estatal”. Jessica León Mundul y David J. Pajón Espina. En: Miradas a la economía cubana, Análisis del sector no estatal. Editorial Caminos, La Habana, 2015.
(Tomado de Cachivache Media)
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