Los informes presentados por el ministro de Economía y la ministra de Finanzas, así como el discurso del presidente Raúl Castro Ruz en la octava legislatura de la Asamblea Nacional realizada el pasado 27 de diciembre, han impactado en la ciudadanía. ¿Motivo? La economía ha caído en picada de un 4 % del PIB en 2015 a un -0,9 en el año que ya finalizó. Cuba entró en recesión.
El equipo de Progreso Semanal salió a las calles en busca de las opiniones de aquellos ciudadanos dispuestos a responder preguntas elementales sobre el impacto en ellos de dichos informes y discurso. ¿Cómo ven el año que comienza? ¿Qué puntos le han movido su atención? ¿Cómo avizoran el año que recién se estrena? No se trata de una encuesta —que es cosa muy seria y técnica—, vale por un simple registro inicial en personas de diferentes edades, niveles de educación y de ocupación laboral.
“Yo no entendí muchas cosas, pero sí lo importante y es que la situación viene muy dura y difícil. Nada, que no salimos de una pa’ entrar en otra. Así no se puede vivir”, dijo Laudelina, empleada en una oficina estatal mientras caminaba por el bulevar de la calle Obispo, Habana Vieja, para comprar una pizza en un timbiriche (pequeñísimo negocio privado) cercano a su centro laboral.
La calle Obispo es un enjambre de gentes: turistas con sus cámaras, vendedores, “guías de turistas por cuenta propia” (categoría que no existe legalmente). En una esquina venden churros. Ahí encontré a Raciel, mecánico automotriz aguardando por su paquetico de churros.
“No me sorprendió, lo estamos viviendo cada día desde hace rato. Hoy no hay esto, mañana lo otro”, responde y prosigue: “mire hay que caminar toda La Habana para conseguir lo mismo papel higiénico que algún medicamento… nada es estable y los precios del carajo… no hay quien aguante porque el dinero no alcanza”, agregó.
En la plazoleta frente al famoso Floridita, un señor bastante mayor, pregona “maní, maní” que vende en unos cucuruchos de papel. Compramos un par y le preguntamos. “A los 79 años lo he vivido todo y pasado también de todo y si hay que pasar más trabajo, lo pasamos. Soy revolucionario, muy, muy, disgustado, pero revolucionario”, dijo y prosiguió con su pregón.
Por su parte, Orlando, transportista por cuenta propia (botero o taxista privado) que cubre la ruta entre Marianao y Centro Habana, manifiesta que “estoy de acuerdo en que aprobaran la ley sobre el uso de la imagen de Fidel”. Ahí corta el diálogo diciendo “no me pregunten de otras cosas porque, vaya, no quiero hablar más”. Está molesto. ¿Por las preguntas? Él sabrá.
La Rampa es el centro del Vedado y quizás, desde hace años el punto más movido de la capital. En la esquina de J y 23 está el parque del Quijote, con su bella estatua. A la sombra del caballero de la triste figura, Gilberto Fandiño, 73 años, jubilado, lee el periódico Granma. Me siento a su lado y lanzo la pregunta.
“Para mí la cosa está clara, mientras no resolvamos con los americanos lo del bloqueo, estaremos así y ellos lo saben, son unos cabrones y ahora viene este loco de presidente”, opina y me observa para añadir “Mi preocupación es que mi retiro no alcanza y la paso bastante dura y ahora se va a poner peor… No sé cómo voy a vivir”. Retoma a la lectura del periódico dando así por terminada su opinión.
“Perdone la palabra, pero no hay otra, estoy cabrón”, responde Herminio, 52 años, que se define como constructor, mientras espera por una guagua (ómnibus) y su malestar lo remite a que “desde el año 2000, Fidel dijo que había que cambiar todo lo que fuera necesario”. Da una cachada al cigarrillo y continúa diciéndonos que “hace 16 años de eso y ¿hemos cambiado todo, todito lo que hace falta cambiar? No”. Expulsa el humo y continúa: “ahora, cuando se nos fue el Comandante, firmamos esas palabras, yo lo hice porque estoy de acuerdo, si no cambiamos nada bueno pasará. ¿Cambiarán?”.
De nuevo en La Rampa, pero ahora en la cola de la heladería Coppelia, un joven usa espejuelos y carga una mochila en su espalda: “Lo que vi en la TV era previsible”, comenta Jorge, que así dice llamarse. Afirma cursar el tercer año de economía.
“Me duele que usen la palabra decrecer cuando en verdad entramos en recesión”, precisa. “La situación es grave, no tenemos moneda dura, sí adeudos, se nos cayeron buenos socios, y poco que exportar, por lo que es lógico reducir importaciones lo cual equivaldrá a carencias de productos con sus consecuencias…” Se detiene y me observa para añadir que “no hay que culpar de todo a Estados Unidos porque, ¿cuándo acabaremos de liberar las fuerzas productivas, un llamado tantas veces repetido? ¿O de aplicar medidas pendientes? ¿A qué le tememos?”.
A su lado una joven, que también se define como estudiante de economía, mueve la cabeza, frunce los labios y cuando los abre “mire, ya lo había dicho Malmierca (se refiere a Rodrigo Malmierca, ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera), ahora lo repitió Raúl cuando criticó las demoras innecesarias para hacer contratos con inversionistas extranjeros…, si necesitamos urgentemente de inversión extranjera ¿a qué se deben los meses y meses de demora para dar una respuesta a los inversores, sea cual sea? Ellos no van a esperar por nosotros”, argumenta.
“Si se debe a los burócratas pues entonces sobran… hay que botarlos, quizás así nos falte menos a nosotros y caminaremos más rápido porque mi vida es corta, esto está parado… y para qué hablar de expectativas personales… que me digan cuáles porque me voy a reír”. Cierra su comentario enlazando su mano al amigo y avanzan en la cola.
Viste camisa azul claro de mangas largas, pantalón beige y lleva un portafolio en la mano. Su destino es el ministerio de Justicia, también ubicado en la Rampa. Dice ser abogado y acepta opinar sobre un aspecto “de los tantos que me llamó la atención”, señala. Creí que iba por la ruta del Derecho. Me equivoqué.
“Yo no entiendo, dicen que la agricultura creció un poco, pero falla el sector industrial que puede procesarlos y así reducimos importaciones”, señala Heriberto, como se identifica. “La ministra de la alimentación explica que la industria es obsoleta, equipos rotos, etc., etc.; pero eso no es de ahora viene de hace años… Si el sector agropecuario y su industrialización son la clave para la seguridad alimentaria son fundamentales… Demasiadas excusas y un país no vive de excusas y justificaciones, muchas de ellas discutibles”, afirma. Cuando le agradecí su tiempo me detuvo para añadir: “si el problema estriba que en los niveles de decisión no cambian de mentalidad, pues tendrán que cambiar a estas personas”.
Progreso Semanal no se quedó parado en la capital buscando reacciones. Desde Las Tunas, en el oriente, también las encontramos.
“El nombre de Fidel solo estará en la piedra de sus cenizas”, dijo Juan Manuel Seara, un electricista de 60 años, mientras participaba en la ya tradicional feria de fin de año que celebra esa ciudad capital, denotando así uno de los asuntos que más acaparó la atención: el que se haya llevado a ley la última voluntad del Líder Histórico de la Revolución.
“Cinco años es mucho para un experimento del que depende tener un sistema de dirección mucho más eficiente”, dijo Alberto Suárez, tunero, profesor universitario refiriéndose al tiempo que ya dura la experiencia de la separación entre las funciones gubernamentales y administrativas en las nuevas provincias de Artemisa y Mayabeque. “Que Raúl haya admitido que ese asunto no fue atendido como debía no es cualquier problema, más cuando se acerca el traspaso del poder de la generación histórica a los nuevos cuadros”, agregó. “Si los prejuicios hacia la inversión extranjera no están en la máxima dirección del país ¿dónde están entonces?”, se preguntó Suárez.
En Santiago de Cuba, la segunda ciudad del país, varios de sus habitantes también opinan sobre el panorama con que arribamos a este nuevo año.
Gabriel, 80, jubilado, jefe de un núcleo del Partido Comunista de Cuba (PCC) se emociona recordando el discurso de Raúl cuando este “dijo que hay que seguir las ideas de Fidel. Eso fue lo que me llamó la atención”. Entonces le tiembla la voz y solloza. Repuesto dice que “hay que quitar el tabú” al tema de la inversión extranjera “y hacer contratos pero eso no es de hoy para mañana, hay que ver qué fabrican. O sea, hay que ver qué es lo que hace falta fabricar para Cuba”, agrega. Gabriel no se detiene en este punto y lo amplía señalando que las inversiones nos benefician ya que “somos un país productor de gente preparada, pero no podemos darle trabajo. La gente se va. Salen de aquí hasta peloteros buenos. Se van porque aquí no ganan, tienen que abandonar su país”, finaliza con un perceptible lamento en su voz.
Para Juan José, ex profesor de física, 55 años anticomunista confeso y retirado por enfermedad, responder es fácil: “No lo vi. Y por tanto no sé lo que dijo. Esa es mi opinión. Y no lo vi porque estaba en otra cosa”
“Yo estaba acostada en mi cuarto y no le puse mucha atención, hablaba sobre Fidel, me pareció más de lo mismo, y cuando comenzó a hablar de la inversión extranjera le puse atención”, expresa Roxana, una joven de 33 años, investigadora de una disciplina de Ciencias Sociales. “Si eso (abrirse a la inversión extranjera) lo dices tú, no vale, pero si lo dicen ellos entonces es que va”. Se detiene para meditar y prosigue afirmando que “hay prejuicios con la inversión extranjera y con pila de cosas más. Eso es lo que opino. Mientras tanto uno se come esta tranca que se come todos los días”.
“No asere”, no oí el discurso de Raúl, responde Juan Carlos, un joven de 23 años reparador de equipos en un hospital de la ciudad. “No me interesa la política” y tampoco dice haber escuchado comentarios por la calle porque “la gente está pa’ otra cosa”
Para Dainet Castañeda, 30 años, profesora de la Universidad de Oriente, Raúl “quiso transmitir confianza al exterior. A la inversión extranjera. Atraer esa inversión. Quedan un año y un par de meses para que haya en Cuba un nuevo presidente. Y es necesario que los acreedores tengan confianza en lo que va a ser este país, y expresar seguridad en la continuidad. Se sabe que los acontecimientos políticos impactan en los económicos. Y hay que comenzar a aprender a no lidiar con liderazgos carismáticos. El de Fidel y Raúl son liderazgos carismáticos, transmiten confianza. Pero el próximo líder no será carismático. Pero habrá una continuidad del espíritu de ese líder carismático que fue Fidel”.
Desde tan diversas posiciones, consideramos que estas indagaciones con sus respuestas bien analizadas brindan elementos para próximos trabajos de mayor calado. Después de todo, la gente sí estaba escuchando.
Foto de portada: Kenna Klosterman.
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