Foto: Raquel Pérez Díaz
En pocos días se cumple un año desde que las autoridades decidieron frenar “temporalmente” algunas actividades de trabajo autónomo –hostales, paladares, cafeterías, bares- y detener el desarrollo del sector cooperativista no agropecuario.
Peor le fue al carretillero de productos agrícolas, al comprador-vendedor de discos, al operador de equipos de recreación, al vendedor mayorista o minorista de alimentos agropecuarios, cuyas licencias fueron eliminadas para siempre de un solo plumazo.
La primera de las razones que se dieron para tan radicales medidas fue que los cuentapropistas “utilizan materias primas, materiales y equipos de procedencia ilícita”. Si es así, ¿por qué no cierran las empresas del Estado donde se roban esos insumos?
La corrupción crea un círculo vicioso similar al del narcotráfico, donde productores y consumidores se retroalimentan. El desvío de materiales de las empresas estatales solo se puede frenar atacando por igual a los ladrones y a los receptadores.
Mucho antes de que existiera el “cuantapropismo”, en el mercado negro se vendía gasolina, pintura, cemento, hierro, gases de soldar, madera, habanos, cristales, harina, huevos, pollo, pescado, mariscos, repuestos de automóviles, muebles de aluminio, medicinas y hasta uniformes escolares.
¿Es culpa de los trabajadores autónomos que el gobierno de licencias y no venda de forma legal la materia prima necesaria, como ocurre con los paladares, los chapistas, los herreros o los carpinteros? Deficiencias como esta promueven la delincuencia.
Muchos años antes de que aparecieran los autónomos, Fidel Castro intervino las gasolineras en un vano intento de frenar el desvío de combustible hacia el mercado negro. Foto: Raquel Pérez Díaz
También dicen que los autónomos subdeclaran ingresos para pagar menos impuestos pero lo cierto es que la política impositiva es de escuela primaria. Ni siquiera tiene en cuenta los diferentes costos operativos de cada actividad para la desgravación.
El gobierno adujo que existe “falta de enfrentamiento y solución oportuna a los problemas; subsisten imprecisiones e insuficiencias en el control; así como se constatan deficiencias en la contratación económica para la prestación de servicios u oferta de productos”.
¿Quién debe solucionar los problemas, ejercer el control y subsanar las deficiencias? ¿No es acaso el Estado y su gigantesca burocracia los que deberían haberlo hecho? ¿Por qué si ellos no hacen las tareas terminan castigados los cuentapropistas y las cooperativas?
Y después del anuncio de la prohibición no se ha vuelto a hablar del tema, llevamos 12 meses viviendo de rumores, a la expectativa de Radio Bemba. A algunos puede que no los afecte porque no planean abrir ningún negocio pero pensemos en quienes tuvieron fe.
Conozco a cubanos que han invertido todos sus ahorros en un proyecto, al cual le llegó el cierre antes de la inauguración. Les cambiaron las reglas del juego en medio del Mundial de futbol y les sacaron la tarjeta roja antes de entrar al terreno.
Los más pragmáticos optaron por la vía ilegal, dando dinero a algún burócrata para que les entregue una licencia con fecha anterior a la prohibición. En uno de los casos, el proceso costó alrededor de 500 CUC pero dicen que otros han pagado mucho más.
En el Estado está el fallo por no prever que para abrir el trabajo autónomo y las cooperativas hacía falta un sistema impositivo que recaude sin ahogar al emprendedor, un abastecimiento de insumos satisfactorio y la apertura de la empresa privada.
A los carretilleros autónomos se les acusa de especular con los alimentos pero eso es posible porque no se produce lo suficiente y los precios de las tiendas estatales tienen un 240% de impuesto. Foto: Raquel Pérez Díaz
Las ilegalidades se mantendrán mientras pago de impuestos se realice sobre la base de los ingresos totales. Lo justo y razonable es que los autónomos, las cooperativas y la empresa privada paguen un porciento de sus ganancias, no de su facturación.
La compra de insumos puede ser un problema para el Estado porque implica la derogación de grandes sumas de divisas. En ese caso se podría permitir que los emprendedores importen directamente las materias primas para sus actividades.
La legalización de la pequeña y mediana empresa evitaría que estas se escondan tras licencias de cuentapropistas o cooperativistas, deformando todo el entramado económico social, como ocurrió en el socialismo soviético antes de su desaparición.
En Cuba hace falta que los decisores salgan a la calle para comprobar la importación masiva, las empresas privadas clandestinas, la apertura de nuevos negocios después de la prohibición y el trabajo de los oficios que no cuentan con insumos.
Una vez abierta la Caja de Pandora del mercado, los cambios económicos asumen una dinámica propia, la cual puede ser más o menos manejada si se conocen sus leyes y funcionamiento. Intentar frenar el bote en medio del rio es tan inútil como peligroso.
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