Introducción.
La planificación aparece como una necesidad insoslayable de la economía socialista en cualquiera de sus niveles históricos de desarrollo. A la vez, el mercado y su sistema de relaciones permanece como una necesidad fundada en un conjunto de causas objetivas ineliminables en el contexto de la economía heterogénea y subdesarrollada de transición socialista. Durante un período de tiempo histórico extenso y sustantivo en sí mismo, plan y mercado deberán convivir.
La naturaleza, carácter, y esencia de esta compleja relación plan – mercado ha sido tema central en el pensamiento económico socialista desde al menos el siglo XIX, y ha tenido altos impactos en la política económica misma y la organización económica que en definitiva los procesos socialistas han establecido en su desarrollo histórico. En este trabajo nos interesa presentar el debate sostenido entre Ernest Mandel, Alec Nove y Diane Elson en la década de los años ochenta del siglo XX en torno a la polémica plan mercado en la economía socialista, siendo esta una de las piezas teóricas más destacadas en el tema en cuestión en el pensamiento económico socialista de la segunda mitad del siglo XX.
Para ello hemos seleccionado los siguientes trabajos de dichos autores:
La naturaleza, carácter, y esencia de esta compleja relación plan – mercado ha sido tema central en el pensamiento económico socialista desde al menos el siglo XIX, y ha tenido altos impactos en la política económica misma y la organización económica que en definitiva los procesos socialistas han establecido en su desarrollo histórico. En este trabajo nos interesa presentar el debate sostenido entre Ernest Mandel, Alec Nove y Diane Elson en la década de los años ochenta del siglo XX en torno a la polémica plan mercado en la economía socialista, siendo esta una de las piezas teóricas más destacadas en el tema en cuestión en el pensamiento económico socialista de la segunda mitad del siglo XX.
Para ello hemos seleccionado los siguientes trabajos de dichos autores:
- Alec Nove. (La economía del socialismo factible, 1987; Mercados y Socialismo, 1987).
- Ernest Mandel. (La economía en el período de transición, 1969; Iniciación a la economía marxista; En defensa de la planificación socialista, 1986; El mito del socialismo de mercado, 1988).
- Diane Elson. (¿Socialismo de mercado o socialización del mercado?, 1988).
Acerca de los autores.
Ernest Mandel (1923 – 1995) es considerado uno de los autores marxistas más relevantes del siglo XX. Nace en Alemania y muere en Bélgica. Tiene una amplia obra escrita, en la que resaltan libros y multitud de artículos científicos. Entre sus trabajos escritos principales se cuentan los siguientes: “Tratado de Economía Marxista”. 1962; “La formación del pensamiento económico de Carlos Marx”. 1957; “El capitalismo tardío”. 1979; “La crisis”. (1974 – 1978). 1980; “Las ondas largas del desarrollo capitalista. La interpretación marxista”. 1980; “El Capital. Cien años de controversias en torno a las obra de Carlos Marx”. 1985; “¿A dónde va la URSS de Gorbachov?”. 1989. “Ricardo, Marx, Sraffa”. 1990.
Alec Nove. (1915 - 1994) Fue Profesor de Economía en la Universidad de Glasgow y una notoria autoridad sobre temas de Rusia y la Historia de la Economía Soviética. Entre sus principales obras escritas aparecen: “La economía soviética”. 1968.; “La economía del socialismo”. 1972; “El sistema económico soviético”. 1977; “Economía Política y Socialismo Soviético”. 1978; “La economía del socialismo factible”. 1983.
Diane Elson. Es estudiosa de género y desarrollo social. Actualmente es profesora de Sociología en la Universidad de Essex. Fue profesora de Economía y Estudios del Desarrollo en la Universidad de Manchester. Se considera que ha realizado contribuciones a la teoría marxista, las cuestiones del desarrollo y los derechos humanos.
Ernest Mandel (1923 – 1995) es considerado uno de los autores marxistas más relevantes del siglo XX. Nace en Alemania y muere en Bélgica. Tiene una amplia obra escrita, en la que resaltan libros y multitud de artículos científicos. Entre sus trabajos escritos principales se cuentan los siguientes: “Tratado de Economía Marxista”. 1962; “La formación del pensamiento económico de Carlos Marx”. 1957; “El capitalismo tardío”. 1979; “La crisis”. (1974 – 1978). 1980; “Las ondas largas del desarrollo capitalista. La interpretación marxista”. 1980; “El Capital. Cien años de controversias en torno a las obra de Carlos Marx”. 1985; “¿A dónde va la URSS de Gorbachov?”. 1989. “Ricardo, Marx, Sraffa”. 1990.
Alec Nove. (1915 - 1994) Fue Profesor de Economía en la Universidad de Glasgow y una notoria autoridad sobre temas de Rusia y la Historia de la Economía Soviética. Entre sus principales obras escritas aparecen: “La economía soviética”. 1968.; “La economía del socialismo”. 1972; “El sistema económico soviético”. 1977; “Economía Política y Socialismo Soviético”. 1978; “La economía del socialismo factible”. 1983.
Diane Elson. Es estudiosa de género y desarrollo social. Actualmente es profesora de Sociología en la Universidad de Essex. Fue profesora de Economía y Estudios del Desarrollo en la Universidad de Manchester. Se considera que ha realizado contribuciones a la teoría marxista, las cuestiones del desarrollo y los derechos humanos.
Capítulo 1. El modelo de socialismo propuesto y el papel de la teoría económica marxista en su fundamentación.
Las concepciones de Alec Nove.
En sentido general, Nove se ubica en la corriente de pensamiento económico definida como “socialismo de mercado”, y su propuesta teórica – práctica de socialismo, así como sus criterios en torno al plan y el mercado en este tipo de economía están claramente influidos por su pertenencia a dicha doctrina.
La idea general de este socialismo de mercado está dada en la combinación del mercado con las aspiraciones del socialismo, lo que varía en cuanto a grado y alcance entre los distintos teóricos que han aportado en el marco de dicha concepción.
Su libro La economía del socialismo factible se inscribe en esta corriente de pensamiento, y a partir de ahí Nove defiende lo que entiende como el modelo factible de socialismo en las condiciones contemporáneas, define sus posturas en torno al papel del mercado y la planificación en esta economía socialista.
Entrando ya al análisis de su concepción del socialismo factible, se observa que en sentido general, Nove es muy crítico de la concepción marxiana 1 en lo referente a sus concepciones sobre la economía socialista. De hecho, consideraba que Marx tenía muy poco que decir sobre la economía del socialismo, y que lo poco que dijo fue irrelevante o directamente erróneo2 . Entre los elementos que, según Nove harían inconsistente la visión marxiana del socialismo se cuenta el tratamiento dado por Marx a la cuestión de la abundancia, la escasez y el hombre nuevo, tratamiento que Nove considera insatisfactorio o erróneo en principio. También se cuestiona el ideal mismo de la producción sin mercancías, o una sociedad que ha superado el sistema de las relaciones monetarias mercantiles.
Nove considera que Marx asume que en la economía socialista la norma sería la abundancia, toda vez que es una sociedad que en definitiva hereda el elevado grado de desarrollo histórico de las fuerzas productivas gestado en el capitalismo previamente. Técnicamente, Nove define la abundancia como la suficiencia para hacer frente a la demanda a precio cero, sin que ninguna persona razonable quede insatisfecha o pida más de algo. Según el autor, el concepto de abundancia desempeña un papel fundamental en la visión marxiana del socialismo – comunismo. ¿Cuáles serían las implicaciones que tiene para la economía socialista la presencia efectiva de la abundancia?
La idea general de este socialismo de mercado está dada en la combinación del mercado con las aspiraciones del socialismo, lo que varía en cuanto a grado y alcance entre los distintos teóricos que han aportado en el marco de dicha concepción.
Su libro La economía del socialismo factible se inscribe en esta corriente de pensamiento, y a partir de ahí Nove defiende lo que entiende como el modelo factible de socialismo en las condiciones contemporáneas, define sus posturas en torno al papel del mercado y la planificación en esta economía socialista.
Entrando ya al análisis de su concepción del socialismo factible, se observa que en sentido general, Nove es muy crítico de la concepción marxiana 1 en lo referente a sus concepciones sobre la economía socialista. De hecho, consideraba que Marx tenía muy poco que decir sobre la economía del socialismo, y que lo poco que dijo fue irrelevante o directamente erróneo2 . Entre los elementos que, según Nove harían inconsistente la visión marxiana del socialismo se cuenta el tratamiento dado por Marx a la cuestión de la abundancia, la escasez y el hombre nuevo, tratamiento que Nove considera insatisfactorio o erróneo en principio. También se cuestiona el ideal mismo de la producción sin mercancías, o una sociedad que ha superado el sistema de las relaciones monetarias mercantiles.
Nove considera que Marx asume que en la economía socialista la norma sería la abundancia, toda vez que es una sociedad que en definitiva hereda el elevado grado de desarrollo histórico de las fuerzas productivas gestado en el capitalismo previamente. Técnicamente, Nove define la abundancia como la suficiencia para hacer frente a la demanda a precio cero, sin que ninguna persona razonable quede insatisfecha o pida más de algo. Según el autor, el concepto de abundancia desempeña un papel fundamental en la visión marxiana del socialismo – comunismo. ¿Cuáles serían las implicaciones que tiene para la economía socialista la presencia efectiva de la abundancia?
- En primer lugar, desaparecería el conflicto en torno a la asignación de los recursos, puesto que, por definición, hay suficiente para todos, de forma que no hay opciones mutuamente excluyentes. En este sentido, desaparece la noción de costo de oportunidad.
- En segundo lugar, el proceso de crecimiento económico y transformación estructural de la economía sería simple e indoloro.
- En tercer lugar, la tarea de planificar se convierte en una técnica rutinaria y predecible.
- En cuarto lugar, cesaría la competencia entre individuos, entre productores y consumidores, etc.
Ninguno de las consecuencias anteriores de por sí sería un problema, quizás serían de hecho buenas noticias, el problema central estaría en que, según Nove, la abundancia tal y como queda definida arriba, es un supuesto inaceptable para el análisis teórico y práctico del socialismo en la vida real. Y la doctrina económica de Marx asumía como supuesto la existencia de tal abundancia, siendo así entonces inútil en las condiciones del socialismo, siempre siguiendo a Nove.
Ciertamente, si realizamos una revisión de los trabajos donde Marx de alguna manera esboza ciertas características del socialismo – comunismo (es sabido que Marx no realiza una descripción detallada de un modelo de socialismo por motivos bastante expuestos ya) aparece un esquema dominado por la idea de la abundancia.
Así, en Principios del Comunismo, se plantea que:
Ciertamente, si realizamos una revisión de los trabajos donde Marx de alguna manera esboza ciertas características del socialismo – comunismo (es sabido que Marx no realiza una descripción detallada de un modelo de socialismo por motivos bastante expuestos ya) aparece un esquema dominado por la idea de la abundancia.
Así, en Principios del Comunismo, se plantea que:
- “Hoy, cuando a merced del desarrollo de la gran industria, en primer lugar, se han constituido capitales y fuerzas productivas en proporciones sin precedentes y existen medios para aumentar en breve plazo hasta el infinito estas fuerzas productivas; (…)”3 .
En el mismo trabajo también se expone que:
- “Mientras no se pueda conseguir una cantidad de productos que no sólo baste para todos, sino que se quede cierto excedente para aumentar el capital social y seguir fomentando las fuerzas productivas, deben existir necesariamente una clase dominante que disponga de las fuerzas productivas de la sociedad y una clase pobre y oprimida”4 .
Pero sin duda alguna la más explícita en este sentido es la que aparece en su trabajo Crítica del Programa de Gotha.
- “En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!”5 .
Más que un ejercicio de pura interpretación, parece obvio que Marx señala un escenario donde al menos la abundancia sería, aunque no absoluta, dominante sobre la escasez, tal y como enfatiza Nove.
Nove analiza de forma paralela al tema de la abundancia el de la escasez, siendo en definitiva su contrapartida. Así, identifica dos tipos de escasez: la absoluta y la relativa y define especialmente la absoluta. La define como aquella donde la oferta no puede aumentar significativamente ni siquiera cuando los precios aumentan, se trataría de lo que comúnmente se identifica entonces como escasez física. Nove no niega que en principio el desarrollo de la ciencia y la tecnología puedan transformar la situación actual, pero no considera que pueda cambiar radicalmente la correlación entre abundancia y escasez, en la cual el segundo elemento es dominante.
Incluso considerando la persistencia de algún tipo de escasez relativa6 , esta tendría según Nove las siguientes implicaciones:
Nove analiza de forma paralela al tema de la abundancia el de la escasez, siendo en definitiva su contrapartida. Así, identifica dos tipos de escasez: la absoluta y la relativa y define especialmente la absoluta. La define como aquella donde la oferta no puede aumentar significativamente ni siquiera cuando los precios aumentan, se trataría de lo que comúnmente se identifica entonces como escasez física. Nove no niega que en principio el desarrollo de la ciencia y la tecnología puedan transformar la situación actual, pero no considera que pueda cambiar radicalmente la correlación entre abundancia y escasez, en la cual el segundo elemento es dominante.
Incluso considerando la persistencia de algún tipo de escasez relativa6 , esta tendría según Nove las siguientes implicaciones:
- Pudiera generarse un notable grado de egoísmo individualista que confronte a los individuos en la sociedad, aun dentro de la misma clase social, esto limitaría incluso la posibilidad del denominado hombre nuevo.
- La persistencia del costo de oportunidad exige un cierto grado de información, aun suponiendo que el interés individual quiera hacerse compatible con el social o colectivo, la insuficiente e imperfecta información limitaría la sana intención 7.
- En las condiciones de escasez, los flujos de información están destinados a ser afectados y distorsionados por los intereses de quienes proporcionan la información, que de hecho compiten por unos recursos limitados. Esto se hace todavía más crítico en una economía planificada centralizadamente.
Con estos elementos planteados así, y la persistencia de algún grado de escasez en el socialismo, la teoría económica de Marx tendría bien poco que aportar, según Nove. En este sentido consideramos que si bien, como ya hemos visto arriba, existen referencias por parte de Marx a un entorno de abundancia en el socialismo futuro, la teoría económica desarrollada por él fue diseñada para interpretar los fenómenos, procesos y contradicciones del sistema de producción del capital existente en su contemporaneidad, y aunque el objetivo de esta teoría no era contribuir a un proceso de asignación eficiente de los recursos escasos – énfasis principal de la teoría económica neoclásica-, se fundamenta desde la base de un régimen económico y social donde los recursos y factores productivos son asumidos explícita o implícitamente como escasos o limitados, tales como el tiempo de trabajo del que dispone la sociedad, el fondo de capital, las tierras productivas, etc. Repetimos, el énfasis de la teoría económica de Marx no era el problema de la asignación de los recursos escasos, pero si toma en cuenta la escasez relativa o absoluta de estos recursos al tiempo que analiza los procesos socioeconómicos que se producen y reproducen con motivo de la actividad económica capitalista.
Por lo tanto, una cosa es considerar que Marx previó, equivocadamente o no, un socialismo – comunismo basado en la abundancia, y otra cosa es considerar que su teoría económica esté genéticamente incapacitada para captar implícita o explícitamente las condiciones de escasez absoluta, generalizada o parcial que pueda presentarse en un régimen económico – social futuro. En este sentido, creemos que su teoría económica está capacitada para afrontar este escenario.
Otro aspecto que para Nove limitaría seriamente la posibilidad de aplicar la teoría de Marx está dada en su teoría del valor – trabajo. Partiendo de la presencia de cierto grado de escasez, se derivaría la presencia del coste de oportunidad, la necesidad del cálculo económico y la elección entre alternativas excluyentes. Ante este panorama Nove razona que la teoría marxista, específicamente su teoría del valor, no tiene nada que aportar ante estos problemas prácticos y propios del socialismo. El aspecto que más crítica Nove de la teoría marxista del valor, consiste en que Marx “erigió una barrera entre la determinación del valor, por un lado, y la demanda y el valor de uso, por otro”8 . En la práctica socialista, los problemas asociados entonces con la comprensión de la demanda, su estructura, tendencias, etc; así como la naturaleza de los bienes producidos, la calidad, la cantidad de estos etc, serían genéticamente desatendidos por la teoría económica socialista.
En tal sentido, llegó a plantear que “Marx dijo pocas cosas pertinentes sobre el cálculo de los costes bajo el socialismo (y supuso que bajo el comunismo pleno los costes no tendrían importancia). Los marxistas que han tratado de adaptar su teoría del valor tienden erróneamente a utilizar las «valoraciones» en términos del coste de trabajo (directo) solamente, lo que es sencillamente incorrecto en lo que concierne a una eficaz asignación de los recursos, dado que hace caso omiso de la escasez de otros factores de producción aparte del trabajo y subestima el valor de uso” 9.
Mandel en su análisis o respuesta a Nove se concentra más en los elementos de la escasez, la abundancia, y su relación con la conducta humana. No profundiza sin embargo en el estudio de la importancia analítica de la teoría marxista del valor trabajo en las condiciones del socialismo.
Este tema enlaza necesariamente con el que ya hemos venido analizando desde arriba cuando veíamos la cuestión de la abundancia o no en el socialismo y su vínculo con la teoría económica marxista. Para este nuevo elemento de crítica en particular, consideramos que debe tenerse en cuenta la intencionalidad de la teoría marxista del valor, que más que instrumental era cognoscitivo, metodológico, buscando desentrañar con el estudio del valor la verdadera esencia del sistema de relaciones sociales de producción capitalistas. No es una teoría diseñada en primer lugar para la toma de decisiones, para la dirección de una empresa, o algo de esta índole. Sin embargo, nada niega que, en principio y con adecuaciones, partiendo del fundamento del trabajo social como sustancia del valor, no se pueda avanzar en el campo de las aplicaciones específicas de esta teoría.
Quizás sea conveniente recordar que la teoría del valor – precios empleada hoy masivamente por la economía dominante, también tuvo sus orígenes históricos, especialmente asociados al principio de la utilidad marginal y las estimaciones subjetivas como base y fuente del valor o la valía en sus propios términos. Esta base teórico metodológica ha sido suficientemente criticada, el propio Marx señaló la endeblez del principio de la estimación subjetiva como fuente del valor, y sin embargo esta misma teoría ha servido de base para las ciencias económicas concretas burguesas tales como la microeconomía, la macroeconomía, y de hecho todas las aplicaciones hacia ramas y sectores incluso más novedosos. (Ej. Economía ambiental, Economía del conocimiento, Economía de la cultura, etc). En este sentido se puede considerar entonces que no es la inutilidad u obsolescencia genética de la teoría marxiana del valor – trabajo lo que la hecho prácticamente inoperante como instrumento analítico en la actualidad, sino más bien la ausencia de investigaciones sistematizadas que contribuyan a expandir su capacidad de aplicación en los ámbitos más concretos y actuales de la economía moderna. Esa tarea de ningún modo pudo ser responsabilidad de Carlos Marx, sino de sus seguidores, como mismo Menger, Böhm-Bawerk y Von Wieser entre otros fundaron los principios teóricos metodológicos de la teoría de la utilidad marginal y después estos fueron aplicados, fortalecidos, en definitiva desarrollados por sus seguidores.
En cuanto al tema del valor de uso. Se puede discutir si Marx analiza o no en El Capital el valor de uso, la demanda, el trabajo concreto, etc, con la misma profundidad y relevancia que le otorga a categorías como el valor, valor de cambio, trabajo abstracto, precio de producción, etc. Razonamos que Marx hace abstracción científica del valor de uso y del trabajo concreto de las mercancías normales (decimos normales porque Marx si analiza profundamente el valor de uso de dos mercancías que considera especiales, precisamente por la naturaleza de su valor de uso, siendo el caso de la mercancía dinero y la mercancía fuerza de trabajo) no por un simple capricho analítico, sino porque se percata de que es el propio mercado capitalista quien hace abstracción de los valores de uso y los trabajos concretos que concurren para finalmente quedarse y reconocer lo homogéneo a todos ellos: el valor. El estudio del valor de uso y el trabajo concreto en las mercancías, por más que importante, no pueden brindar la comprensión de las especificidades de las relaciones sociales de producción capitalistas, siendo estas el gran objetivo científico de Marx10 . Pero todo esto no significa que en su teoría no estén los elementos necesarios al menos en principio para afrontar el estudio y regulación de todo lo relacionado con el valor de uso, la calidad, el trabajo concreto, la división social del trabajo, la relación del trabajo humano con la naturaleza, etc. Estos elementos sencillamente no fueron desplegados hasta las últimas consecuencias, pero están en la obra teórica y metodológica de Marx.
Siguiendo los elementos con los cuales Nove argumenta su tesis de que la teoría marxista es inviable en el socialismo, aparece su criterio de que “la eliminación de la producción de mercancías, con una producción para el uso y no para el cambio, implica un grado de centralización que tiene como complemento funcionalmente inevitable la existencia de una burocracia planificadora de múltiples niveles y jerárquicamente organizada. A su vez, esto entra en conflicto con el objetivo de una participación significativa de los trabajadores en la toma de decisiones en su lugar de trabajo. Y la concentración de la toma de decisiones en el centro (con o sin ordenadores) tiene que producir alienación”11 .
Consideramos que es, cuando menos, complejo comprender cómo la planificación burocratizada tiende a generar alienación y la existencia de la producción mercantil y el mercado no, tomando en cuenta incluso el hecho de que una de las principales críticas que realiza Marx al mercado va dirigida en este sentido.
Es importante acotar el significado global de la crítica que realiza Nove de la teoría económica marxista en vistas a su aplicación en la economía socialista, asumiendo como hemos visto que la considera errónea y completamente inútil a tales empeños. Así termina su capítulo dedicado al Legado de Marx, planteando: “Se podría objetar que Marx estaba tan ocupado analizando el capitalismo que sus ideas nunca pretendieron ser directrices para la construcción del socialismo y que, por consiguiente, las páginas anteriores han entendido mal el problema. A ello debo replicar (de nuevo): dado que Marx indicó a menudo rasgos de la futura sociedad socialista, aunque sólo fuese como contraste con los rasgos específicos del capitalismo, su pensamiento se fue convirtiendo en un obstáculo para el análisis de la economía de cualquier socialismo factible. Marx nunca tuvo esa intención, sin duda alguna, y su famosa frase «Moi, je ne suis pas marxiste» constituyó una advertencia contra el dogmatismo de sus seguidores. Sería de desear que le hubiera hecho caso un mayor número de ellos” 12.
Cambiemos ahora al análisis del modelo de socialismo factible que propone Alec Nove.
Por socialismo factible, Nove entiende “un estado de cosas que pudiera existir en una parte importante del mundo desarrollado en el curso de la vida de un niño ya concebido, sin tener que hacer o aceptar suposiciones inverosímiles o exageradas acerca de la sociedad, los seres humanos y la economía. Esto significa ciertamente que excluimos la idea de abundancia. Naturalmente, suponemos que existirá el Estado e incluso que tendrá unas funciones político- económicas importantes. El Estado no puede ser dirigido por todos sus ciudadanos en un sentido significativo, por lo que tendrá que haber una división entre gobernantes y gobernados13 .
Uno de los elementos que desde su definición inicial Nove deja claro, como ya lo hemos ido viendo hasta aquí, es la de que el socialismo tendría que enfrentarse también al problema de la escasez de los recursos productivos, lo que justifica de por sí el análisis económico y una serie de corolarios que veremos más adelante.
Nove se plantea dos cuestiones que serían esenciales para configurar el modelo socialista, siendo estas: ¿cómo debería organizarse la producción?, y ¿qué categorías de productores de bienes y servicios deberían existir, es decir, qué formas de propiedad de los medios de producción? Las principales consideraciones de Nove en este sentido configura los siguientes elementos:
Por lo tanto, una cosa es considerar que Marx previó, equivocadamente o no, un socialismo – comunismo basado en la abundancia, y otra cosa es considerar que su teoría económica esté genéticamente incapacitada para captar implícita o explícitamente las condiciones de escasez absoluta, generalizada o parcial que pueda presentarse en un régimen económico – social futuro. En este sentido, creemos que su teoría económica está capacitada para afrontar este escenario.
Otro aspecto que para Nove limitaría seriamente la posibilidad de aplicar la teoría de Marx está dada en su teoría del valor – trabajo. Partiendo de la presencia de cierto grado de escasez, se derivaría la presencia del coste de oportunidad, la necesidad del cálculo económico y la elección entre alternativas excluyentes. Ante este panorama Nove razona que la teoría marxista, específicamente su teoría del valor, no tiene nada que aportar ante estos problemas prácticos y propios del socialismo. El aspecto que más crítica Nove de la teoría marxista del valor, consiste en que Marx “erigió una barrera entre la determinación del valor, por un lado, y la demanda y el valor de uso, por otro”8 . En la práctica socialista, los problemas asociados entonces con la comprensión de la demanda, su estructura, tendencias, etc; así como la naturaleza de los bienes producidos, la calidad, la cantidad de estos etc, serían genéticamente desatendidos por la teoría económica socialista.
En tal sentido, llegó a plantear que “Marx dijo pocas cosas pertinentes sobre el cálculo de los costes bajo el socialismo (y supuso que bajo el comunismo pleno los costes no tendrían importancia). Los marxistas que han tratado de adaptar su teoría del valor tienden erróneamente a utilizar las «valoraciones» en términos del coste de trabajo (directo) solamente, lo que es sencillamente incorrecto en lo que concierne a una eficaz asignación de los recursos, dado que hace caso omiso de la escasez de otros factores de producción aparte del trabajo y subestima el valor de uso” 9.
Mandel en su análisis o respuesta a Nove se concentra más en los elementos de la escasez, la abundancia, y su relación con la conducta humana. No profundiza sin embargo en el estudio de la importancia analítica de la teoría marxista del valor trabajo en las condiciones del socialismo.
Este tema enlaza necesariamente con el que ya hemos venido analizando desde arriba cuando veíamos la cuestión de la abundancia o no en el socialismo y su vínculo con la teoría económica marxista. Para este nuevo elemento de crítica en particular, consideramos que debe tenerse en cuenta la intencionalidad de la teoría marxista del valor, que más que instrumental era cognoscitivo, metodológico, buscando desentrañar con el estudio del valor la verdadera esencia del sistema de relaciones sociales de producción capitalistas. No es una teoría diseñada en primer lugar para la toma de decisiones, para la dirección de una empresa, o algo de esta índole. Sin embargo, nada niega que, en principio y con adecuaciones, partiendo del fundamento del trabajo social como sustancia del valor, no se pueda avanzar en el campo de las aplicaciones específicas de esta teoría.
Quizás sea conveniente recordar que la teoría del valor – precios empleada hoy masivamente por la economía dominante, también tuvo sus orígenes históricos, especialmente asociados al principio de la utilidad marginal y las estimaciones subjetivas como base y fuente del valor o la valía en sus propios términos. Esta base teórico metodológica ha sido suficientemente criticada, el propio Marx señaló la endeblez del principio de la estimación subjetiva como fuente del valor, y sin embargo esta misma teoría ha servido de base para las ciencias económicas concretas burguesas tales como la microeconomía, la macroeconomía, y de hecho todas las aplicaciones hacia ramas y sectores incluso más novedosos. (Ej. Economía ambiental, Economía del conocimiento, Economía de la cultura, etc). En este sentido se puede considerar entonces que no es la inutilidad u obsolescencia genética de la teoría marxiana del valor – trabajo lo que la hecho prácticamente inoperante como instrumento analítico en la actualidad, sino más bien la ausencia de investigaciones sistematizadas que contribuyan a expandir su capacidad de aplicación en los ámbitos más concretos y actuales de la economía moderna. Esa tarea de ningún modo pudo ser responsabilidad de Carlos Marx, sino de sus seguidores, como mismo Menger, Böhm-Bawerk y Von Wieser entre otros fundaron los principios teóricos metodológicos de la teoría de la utilidad marginal y después estos fueron aplicados, fortalecidos, en definitiva desarrollados por sus seguidores.
En cuanto al tema del valor de uso. Se puede discutir si Marx analiza o no en El Capital el valor de uso, la demanda, el trabajo concreto, etc, con la misma profundidad y relevancia que le otorga a categorías como el valor, valor de cambio, trabajo abstracto, precio de producción, etc. Razonamos que Marx hace abstracción científica del valor de uso y del trabajo concreto de las mercancías normales (decimos normales porque Marx si analiza profundamente el valor de uso de dos mercancías que considera especiales, precisamente por la naturaleza de su valor de uso, siendo el caso de la mercancía dinero y la mercancía fuerza de trabajo) no por un simple capricho analítico, sino porque se percata de que es el propio mercado capitalista quien hace abstracción de los valores de uso y los trabajos concretos que concurren para finalmente quedarse y reconocer lo homogéneo a todos ellos: el valor. El estudio del valor de uso y el trabajo concreto en las mercancías, por más que importante, no pueden brindar la comprensión de las especificidades de las relaciones sociales de producción capitalistas, siendo estas el gran objetivo científico de Marx10 . Pero todo esto no significa que en su teoría no estén los elementos necesarios al menos en principio para afrontar el estudio y regulación de todo lo relacionado con el valor de uso, la calidad, el trabajo concreto, la división social del trabajo, la relación del trabajo humano con la naturaleza, etc. Estos elementos sencillamente no fueron desplegados hasta las últimas consecuencias, pero están en la obra teórica y metodológica de Marx.
Siguiendo los elementos con los cuales Nove argumenta su tesis de que la teoría marxista es inviable en el socialismo, aparece su criterio de que “la eliminación de la producción de mercancías, con una producción para el uso y no para el cambio, implica un grado de centralización que tiene como complemento funcionalmente inevitable la existencia de una burocracia planificadora de múltiples niveles y jerárquicamente organizada. A su vez, esto entra en conflicto con el objetivo de una participación significativa de los trabajadores en la toma de decisiones en su lugar de trabajo. Y la concentración de la toma de decisiones en el centro (con o sin ordenadores) tiene que producir alienación”11 .
Consideramos que es, cuando menos, complejo comprender cómo la planificación burocratizada tiende a generar alienación y la existencia de la producción mercantil y el mercado no, tomando en cuenta incluso el hecho de que una de las principales críticas que realiza Marx al mercado va dirigida en este sentido.
Es importante acotar el significado global de la crítica que realiza Nove de la teoría económica marxista en vistas a su aplicación en la economía socialista, asumiendo como hemos visto que la considera errónea y completamente inútil a tales empeños. Así termina su capítulo dedicado al Legado de Marx, planteando: “Se podría objetar que Marx estaba tan ocupado analizando el capitalismo que sus ideas nunca pretendieron ser directrices para la construcción del socialismo y que, por consiguiente, las páginas anteriores han entendido mal el problema. A ello debo replicar (de nuevo): dado que Marx indicó a menudo rasgos de la futura sociedad socialista, aunque sólo fuese como contraste con los rasgos específicos del capitalismo, su pensamiento se fue convirtiendo en un obstáculo para el análisis de la economía de cualquier socialismo factible. Marx nunca tuvo esa intención, sin duda alguna, y su famosa frase «Moi, je ne suis pas marxiste» constituyó una advertencia contra el dogmatismo de sus seguidores. Sería de desear que le hubiera hecho caso un mayor número de ellos” 12.
Cambiemos ahora al análisis del modelo de socialismo factible que propone Alec Nove.
Por socialismo factible, Nove entiende “un estado de cosas que pudiera existir en una parte importante del mundo desarrollado en el curso de la vida de un niño ya concebido, sin tener que hacer o aceptar suposiciones inverosímiles o exageradas acerca de la sociedad, los seres humanos y la economía. Esto significa ciertamente que excluimos la idea de abundancia. Naturalmente, suponemos que existirá el Estado e incluso que tendrá unas funciones político- económicas importantes. El Estado no puede ser dirigido por todos sus ciudadanos en un sentido significativo, por lo que tendrá que haber una división entre gobernantes y gobernados13 .
Uno de los elementos que desde su definición inicial Nove deja claro, como ya lo hemos ido viendo hasta aquí, es la de que el socialismo tendría que enfrentarse también al problema de la escasez de los recursos productivos, lo que justifica de por sí el análisis económico y una serie de corolarios que veremos más adelante.
Nove se plantea dos cuestiones que serían esenciales para configurar el modelo socialista, siendo estas: ¿cómo debería organizarse la producción?, y ¿qué categorías de productores de bienes y servicios deberían existir, es decir, qué formas de propiedad de los medios de producción? Las principales consideraciones de Nove en este sentido configura los siguientes elementos:
- En primer lugar, es necesario cierto grado de variedad, así como de oportunidades para la iniciativa individual y colectiva.
- En segundo lugar, aunque sean las preferencias del consumidor las que deben predominar en el proceso de determinación de qué se va a producir, las preferencias de la mano de obra deberían también desempeñar un papel protagónico.
- Los ciudadanos pueden elegir, por ejemplo, qué tipos de iniciativas privadas deberán fomentarse o tolerarse, las formas más convenientes que habrán de adoptar las cooperativas, el grado de participación de los trabajadores en la dirección de las empresas, así como otras muchas cosas.
La estructura económica que sugiere Nove para su modelo de socialismo, permite la existencia simultánea de las siguientes formas económicas y de propiedad:
- Empresas estatales, controladas y administradas centralmente, llamadas en adelante sociedades estatales centralizadas.
- Empresas de propiedad estatal (o social) con plena autonomía y con una dirección responsable ante los trabajadores, llamados en adelante empresas socializadas.
- Empresas cooperativas.
- Empresas privadas a pequeña escala, sometidas a límites claramente definidos.
- Individuos (es decir, periodistas independientes, fontaneros, artistas)14 .
Siguiendo a Nove, el primer grupo incluiría bancos y otras instituciones de crédito, así como aquellos otros sectores que, por su naturaleza, operan en unidades grandes y estrechamente relacionadas, tienen una posición de monopolio, o ambas cosas. En su opinión, para estos casos las economías de escala en lo que respecta a la organización y la información son de gran importancia, y compensarían el coste adicional de las burocracias empresariales.
Es importante acotar que Nove prevé la posibilidad y necesidad de la competencia en este esquema de economía socialista, especialmente en el grupo de empresas que él define como empresas socializadas. Parte de reconocer que el término competencia tiene connotaciones que disgustan a muchos socialistas, pero la considera imprescindible para poder hacer efectiva la elección entre los proveedores de bienes y servicios. En sentido general, Nove define dos grandes variantes de competencia, una a la que identifica como desarrolladora, basada incluso más en los incentivos espirituales, de realización personal y colectiva – abunda en ejemplo de deportistas, actores de teatro, profesores universitarios- que en la motivación de tipo monetaria. Esta sería útil y además necesaria en la economía socialista prevista. Los elementos de competencia indeseable, estarían asociados al despilfarro en campañas publicitarias, al establecimiento irracional de distintas empresas que buscan ofrecer el mismo tipo de bien o servicio cuando con solo una o pocas de ellas se cubriría la demanda, etc. Metodológicamente, Mandel parece identificar este tipo de competencia indeseable con aquella que tiene como finalidad exclusiva y permanente el lucro monetario. Decimos parece identificar porque más allá de un listado profuso de ejemplos de competencia indeseable, Nove no define una pauta metodológica en tal sentido. Por demás, parece agrupar en el ámbito de la competencia indeseable paradójicamente a las que están relacionadas con actividades económicas propiamente dicho, mientras que las desarrolladoras son modalidades completamente ajenas a la actividad económica.
Siguiendo con la estructura económica del modelo propuesto, Nove sostiene que las principales diferencias entre las empresas socializadas y las cooperativas en un contexto de competencia provendrían de la diferencia en las relaciones de propiedad. Así, en las empresas socializadas los medios de producción no pertenecerían a los trabajadores, y el Estado tendría una responsabilidad residual por su uso o abuso o por las deudas contraídas. Para el caso de las cooperativas, estas podrían disponer libremente de su propiedad y decidir libremente su autoliquidación.
En última instancia, Nove analiza la cuestión de la empresa privada a pequeña escala. Renuncia a la idea de listar las posibles variantes en que esto se pudiera concretar, es decir, el tipo de actividad económica que realizarían específicamente esta forma de organización productiva, y de hecho establece lo que puede ser asimilado quizás como una pauta metodológica, aunque a todas luces bastante simple: “Si cualquier persona puede desarrollar de modo provechoso y rentable cualquier actividad (que no sea «socialmente mala» en sí), esto establece la presunción de su legitimidad”, y por ende debiera permitírsele desarrollarla. Interesante resulta el tratamiento que realiza Nove cuando analiza la posibilidad de que este emprendimiento empresarial vaya más allá de lo individual, y exista un proceso de contratación de fuerza de trabajo ajena. Nove está de acuerdo con que esto pueda existir en la economía socialista que propone, siempre que se mantenga dentro de ciertos límites. Los referidos límites podrían “decidirse democráticamente a la luz de las circunstancias y de la experiencia. El límite podría ser el número de empleados o el valor del activo, y podría variar según los sectores. Una norma posible podría ser que, por encima de este límite, habría que elegir entre convertirse en una cooperativa o en una empresa socializada, con una indemnización adecuada para el empresario que la hubiera creado15 ”.
Aun cuando el mercado debe concebirse como un sistema, sobre esto profundizamos más adelante, es crítico el papel del mercado de trabajo en sus posibilidades de desnaturalizar la economía socialista. De hecho, una de las características que distingue esencialmente al capitalismo es la existencia del trabajo asalariado y de un amplio mercado de trabajo. El propio Marx referiría que “este régimen crea sus productos con el carácter de mercancías. Pero el hecho de producir mercancías no lo distingue de otros sistemas de producción; lo que lo distingue es la circunstancia de que en él el ser mercancías constituye un carácter predominante y determinante de sus productos. Implica, en primer término, el hecho de que en él el propio obrero sólo aparece como un vendedor de mercancías y, por tanto, como libre obrero asalariado y, por consiguiente, el trabajo como trabajo asalariado con carácter general”16 . Por supuesto, Marx indica un carácter general, pero en la medida que no se regule eficientemente este mercado, puede tender espontáneamente a alcanzar dicho carácter o alcance general.
Si miramos al caso cubano, en el marco de la actualización del modelo económico socialista, no se ha limitado administrativamente la cantidad de fuerza de trabajo ajena que se puede contratar por los pequeños emprendimientos privados, aunque se ha regulado indirectamente mediante la política fiscal.
También es interesante la visión de Nove a partir de la cual las formas menos socializadas – como la propiedad privada a pequeña escala - , puede transitar hacia formas superiores de socialización, tales como las cooperativas. Este tipo de movimiento también puede ser válido para la economía cubana, siempre y cuando se tenga en mente un proceso espontáneo, voluntario, racional. En este sentido nos parece muy cierto el comentario que Nove realiza parafraseando a Marx cuando reconocía que la lógica es que los pequeños productores resultarían superfluos en una comunidad socialista, no que tuvieran que ser eliminados por la policía17 .
Mandel también es consciente de las complejidades socio económicas e incluso político- ideológico que tiene este tema de una especie de mercado laboral en una sociedad socialista. Según Mandel: “Lo que ayer fue cierto lo será también mañana. La reintroducción en gran escala de un verdadero mercado de trabajo en una comunidad socializada, para no decir socialista, no sería posible sin la compulsión económica y política contra la masa de los productores. Si éstos tuviesen garantizado un adecuado nivel de consumo la satisfacción de todas las necesidades básicas y un nivel creciente de confort y cultura- no estarían disponibles ni los medios ni los incentivos para proveer los “medios materiales necesarios” para la “libre empresa” capitalista que opera con trabajo asalariado, en oposición a empresarios individuales que trabajan con sus propias manos” 18.
En este sentido razonamos que sería muy prudente también para el actual caso cubano, en la medida de lo posible, establecer como un objetivo de política económica y de economía política incluso el incremento sustantivo de los incentivos a los trabajadores estatales, dado que estos, buscando ventajas económicas, pueden transitar al ámbito de la economía no estatal y continuar engrosando el mercado laboral con todos los riesgos que esto significa para la supervivencia misma del sistema socialista.
Nove considera que si se reconocen y respetan los límites de esta forma económica, y si el mercado y el mecanismo de los precios funcionan correctamente, los riesgos de que el modelo socialista se deforme hacia el capitalismo, y que se den procesos de enriquecimiento ilegítimo disminuirían considerablemente.
En el modelo de socialismo factible propuesto por Nove, lo que él denomina democracia juega un importante papel económico. En su opinión, esta se concreta para el caso específico de los consumidores a través de su libre comportamiento como compradores en el mercado, partiendo del hecho de que no existe alternativa política directa a esta situación. Esto sería más viable en el marco de una economía y sociedad con una distribución de la renta aceptable y en ausencia de grandes rentas obtenidas sin trabajar. También supone que “en el sector de la propiedad socializada competitiva y en las cooperativas, los trabajadores recibirían estímulos para participar, para asistir a reuniones, para presentar su candidatura a los comités, para formular propuestas, para colaborar en la elección de la dirección” y que “cuanto menor fuera el número de personas empleadas en una determinada unidad de producción, más probable sería la sensación efectiva de participación, de "pertenencia»19 .
El propio Nove sintetiza los rasgos generales de la sociedad y economía socialista prevista, la que contaría con:
Es importante acotar que Nove prevé la posibilidad y necesidad de la competencia en este esquema de economía socialista, especialmente en el grupo de empresas que él define como empresas socializadas. Parte de reconocer que el término competencia tiene connotaciones que disgustan a muchos socialistas, pero la considera imprescindible para poder hacer efectiva la elección entre los proveedores de bienes y servicios. En sentido general, Nove define dos grandes variantes de competencia, una a la que identifica como desarrolladora, basada incluso más en los incentivos espirituales, de realización personal y colectiva – abunda en ejemplo de deportistas, actores de teatro, profesores universitarios- que en la motivación de tipo monetaria. Esta sería útil y además necesaria en la economía socialista prevista. Los elementos de competencia indeseable, estarían asociados al despilfarro en campañas publicitarias, al establecimiento irracional de distintas empresas que buscan ofrecer el mismo tipo de bien o servicio cuando con solo una o pocas de ellas se cubriría la demanda, etc. Metodológicamente, Mandel parece identificar este tipo de competencia indeseable con aquella que tiene como finalidad exclusiva y permanente el lucro monetario. Decimos parece identificar porque más allá de un listado profuso de ejemplos de competencia indeseable, Nove no define una pauta metodológica en tal sentido. Por demás, parece agrupar en el ámbito de la competencia indeseable paradójicamente a las que están relacionadas con actividades económicas propiamente dicho, mientras que las desarrolladoras son modalidades completamente ajenas a la actividad económica.
Siguiendo con la estructura económica del modelo propuesto, Nove sostiene que las principales diferencias entre las empresas socializadas y las cooperativas en un contexto de competencia provendrían de la diferencia en las relaciones de propiedad. Así, en las empresas socializadas los medios de producción no pertenecerían a los trabajadores, y el Estado tendría una responsabilidad residual por su uso o abuso o por las deudas contraídas. Para el caso de las cooperativas, estas podrían disponer libremente de su propiedad y decidir libremente su autoliquidación.
En última instancia, Nove analiza la cuestión de la empresa privada a pequeña escala. Renuncia a la idea de listar las posibles variantes en que esto se pudiera concretar, es decir, el tipo de actividad económica que realizarían específicamente esta forma de organización productiva, y de hecho establece lo que puede ser asimilado quizás como una pauta metodológica, aunque a todas luces bastante simple: “Si cualquier persona puede desarrollar de modo provechoso y rentable cualquier actividad (que no sea «socialmente mala» en sí), esto establece la presunción de su legitimidad”, y por ende debiera permitírsele desarrollarla. Interesante resulta el tratamiento que realiza Nove cuando analiza la posibilidad de que este emprendimiento empresarial vaya más allá de lo individual, y exista un proceso de contratación de fuerza de trabajo ajena. Nove está de acuerdo con que esto pueda existir en la economía socialista que propone, siempre que se mantenga dentro de ciertos límites. Los referidos límites podrían “decidirse democráticamente a la luz de las circunstancias y de la experiencia. El límite podría ser el número de empleados o el valor del activo, y podría variar según los sectores. Una norma posible podría ser que, por encima de este límite, habría que elegir entre convertirse en una cooperativa o en una empresa socializada, con una indemnización adecuada para el empresario que la hubiera creado15 ”.
Aun cuando el mercado debe concebirse como un sistema, sobre esto profundizamos más adelante, es crítico el papel del mercado de trabajo en sus posibilidades de desnaturalizar la economía socialista. De hecho, una de las características que distingue esencialmente al capitalismo es la existencia del trabajo asalariado y de un amplio mercado de trabajo. El propio Marx referiría que “este régimen crea sus productos con el carácter de mercancías. Pero el hecho de producir mercancías no lo distingue de otros sistemas de producción; lo que lo distingue es la circunstancia de que en él el ser mercancías constituye un carácter predominante y determinante de sus productos. Implica, en primer término, el hecho de que en él el propio obrero sólo aparece como un vendedor de mercancías y, por tanto, como libre obrero asalariado y, por consiguiente, el trabajo como trabajo asalariado con carácter general”16 . Por supuesto, Marx indica un carácter general, pero en la medida que no se regule eficientemente este mercado, puede tender espontáneamente a alcanzar dicho carácter o alcance general.
Si miramos al caso cubano, en el marco de la actualización del modelo económico socialista, no se ha limitado administrativamente la cantidad de fuerza de trabajo ajena que se puede contratar por los pequeños emprendimientos privados, aunque se ha regulado indirectamente mediante la política fiscal.
También es interesante la visión de Nove a partir de la cual las formas menos socializadas – como la propiedad privada a pequeña escala - , puede transitar hacia formas superiores de socialización, tales como las cooperativas. Este tipo de movimiento también puede ser válido para la economía cubana, siempre y cuando se tenga en mente un proceso espontáneo, voluntario, racional. En este sentido nos parece muy cierto el comentario que Nove realiza parafraseando a Marx cuando reconocía que la lógica es que los pequeños productores resultarían superfluos en una comunidad socialista, no que tuvieran que ser eliminados por la policía17 .
Mandel también es consciente de las complejidades socio económicas e incluso político- ideológico que tiene este tema de una especie de mercado laboral en una sociedad socialista. Según Mandel: “Lo que ayer fue cierto lo será también mañana. La reintroducción en gran escala de un verdadero mercado de trabajo en una comunidad socializada, para no decir socialista, no sería posible sin la compulsión económica y política contra la masa de los productores. Si éstos tuviesen garantizado un adecuado nivel de consumo la satisfacción de todas las necesidades básicas y un nivel creciente de confort y cultura- no estarían disponibles ni los medios ni los incentivos para proveer los “medios materiales necesarios” para la “libre empresa” capitalista que opera con trabajo asalariado, en oposición a empresarios individuales que trabajan con sus propias manos” 18.
En este sentido razonamos que sería muy prudente también para el actual caso cubano, en la medida de lo posible, establecer como un objetivo de política económica y de economía política incluso el incremento sustantivo de los incentivos a los trabajadores estatales, dado que estos, buscando ventajas económicas, pueden transitar al ámbito de la economía no estatal y continuar engrosando el mercado laboral con todos los riesgos que esto significa para la supervivencia misma del sistema socialista.
Nove considera que si se reconocen y respetan los límites de esta forma económica, y si el mercado y el mecanismo de los precios funcionan correctamente, los riesgos de que el modelo socialista se deforme hacia el capitalismo, y que se den procesos de enriquecimiento ilegítimo disminuirían considerablemente.
En el modelo de socialismo factible propuesto por Nove, lo que él denomina democracia juega un importante papel económico. En su opinión, esta se concreta para el caso específico de los consumidores a través de su libre comportamiento como compradores en el mercado, partiendo del hecho de que no existe alternativa política directa a esta situación. Esto sería más viable en el marco de una economía y sociedad con una distribución de la renta aceptable y en ausencia de grandes rentas obtenidas sin trabajar. También supone que “en el sector de la propiedad socializada competitiva y en las cooperativas, los trabajadores recibirían estímulos para participar, para asistir a reuniones, para presentar su candidatura a los comités, para formular propuestas, para colaborar en la elección de la dirección” y que “cuanto menor fuera el número de personas empleadas en una determinada unidad de producción, más probable sería la sensación efectiva de participación, de "pertenencia»19 .
El propio Nove sintetiza los rasgos generales de la sociedad y economía socialista prevista, la que contaría con:
- Predominio de la propiedad estatal, social y cooperativa, y ausencia de toda propiedad privada a gran escala de los medios de producción.
- Planificación consciente, por una autoridad responsable ante una asamblea elegida, de las principales inversiones de importancia estructural.
- Dirección central de los asuntos microeconómicos corrientes limitada a aquellos sectores (y a aquellos tipos de decisión) en que las economías de escala informativas, tecnológicas y organizativas la hagan indispensable.
- Preferencia por la pequeña escala como medio de maximizar la participación y la sensación de «pertenencia». Excepto en los sectores centralizados o monopolizados y en el limitado ámbito de la empresa privada, la dirección debería ser responsable ante los trabajadores.
- La producción y distribución corriente de bienes y servicios deberían ser determinadas, cuando fuera posible, por negociaciones entre las partes interesadas. Habría un reconocimiento explícito de que esto implica y requiere la competencia, como condición previa para poder elegir.
- Los trabajadores serían libres de elegir la naturaleza de su empleo y tendrían la oportunidad de cambiar de especialidad. Si lo prefirieran, podrán optar por trabajar en cooperativas o por su propia cuenta (por ejemplo, en una explotación agrícola familiar, en un taller, o en una agencia de servicios).
- Como un mecanismo de mercado ilimitado se destruiría a sí mismo con el tiempo y crearía intolerables desigualdades sociales, el Estado tendría funciones vitales determinando la política de rentas, recaudando impuestos (y rentas diferenciales), interviniendo para restringir el poder de los monopolios y estableciendo en general! las normas básicas y los límites de un mercado competitivo. . Naturalmente, a algunos sectores (educación, sanidad, etc.), no se les aplicarían los criterios del mercado20 .
- Se admite que un cierto grado de desigualdad material es una condición previa para evitar la dirección administrativa del trabajo, pero se fomentarían los incentivos morales y se limitarían conscientemente las desigualdades. El deber de suministrar trabajo predominaría sobre las consideraciones de micro rentabilidad.
- La distinción entre gobernantes y gobernados, directores y dirigidos, no puede eliminarse desde un punto de vista realista, pero hay que tener mucho cuidado para elaborar barreras al abuso de poder y fomentar al máximo la consulta democrática.
Para Alec Nove, el problema más grave, es reconciliar el interés parcial y el general. Estos intereses no tendrían necesariamente que coincidir, y no comparte el criterio de las contradicciones fundamentales en estos intereses se deba exclusivamente a la existencia de la propiedad privada21 .
En síntesis, podemos plantear que Nove defiende un modelo de socialismo de mercado, ideado para los países desarrollados, basado en la existencia de distintas formas de propiedad, incluyendo la privada aunque a pequeña escala, donde la competencia juega un papel importante y las decisiones microeconómicas son como norma descentralizadas, donde el Estado debe ocuparse de una serie de funciones, entre ellas la de regular al mercado, existiría cierto grado de desigualdad y se mantendrían las distinciones entre superiores e inferiores a nivel laboral y social. La diferencia fundamental de este proyecto con las llamadas economías mixtas es la ausencia de propiedad privada capitalista a gran escala de los medios de producción 22.
Si se le contrasta con el modelo de socialismo clásico o real existente en la URSS y gran parte de Europa del Este, las diferencias serían mucho más notorias. Este modelo clásico presentaba tres ejes fundamentales:
En síntesis, podemos plantear que Nove defiende un modelo de socialismo de mercado, ideado para los países desarrollados, basado en la existencia de distintas formas de propiedad, incluyendo la privada aunque a pequeña escala, donde la competencia juega un papel importante y las decisiones microeconómicas son como norma descentralizadas, donde el Estado debe ocuparse de una serie de funciones, entre ellas la de regular al mercado, existiría cierto grado de desigualdad y se mantendrían las distinciones entre superiores e inferiores a nivel laboral y social. La diferencia fundamental de este proyecto con las llamadas economías mixtas es la ausencia de propiedad privada capitalista a gran escala de los medios de producción 22.
Si se le contrasta con el modelo de socialismo clásico o real existente en la URSS y gran parte de Europa del Este, las diferencias serían mucho más notorias. Este modelo clásico presentaba tres ejes fundamentales:
- El predominio casi absoluto de la propiedad social sobre los medios de producción. (Acá se identificaba arbitrariamente la propiedad estatal realmente existente con la propiedad social). Debe observarse que Nove propone un modelo donde la propiedad privada debe desempeñar un papel, además incluye en su concepción empresas autogestionadas por sus trabajadores aun cuando la propiedad sea estatal.
- Presencia de una dirección híper centralizada de la economía nacional. (Con una fuerte tendencia a la burocratización de la vida económica y social del país). Debe observarse que Nove considera que debe existir planificación consciente, pero esta queda limitada a las inversiones de importancia estructural en el ámbito macroeconómico y a aquellos sectores o tipos de decisión donde la escala lo exija racionalmente en el ámbito microeconómico.
Es importante por último consignar el hecho de que para Nove no existe una tercera vía o alternativa para construir el socialismo, fuera de la planificación centralizada y burocratizada al estilo de la URSS y del socialismo de mercado, específicamente bajo la forma que él propone. Por supuesto, su vía preferida es la del socialismo de mercado.
1 Se habla de concepción marxiana para hacer referencia directa a la obra original de Carlos Marx, contrastándola con “marxista” en la que se integran elementos de autores posteriores. En este caso, Nove es crítico directamente de la obra de Marx. (YSL).
2 Nove, A. 1987. La economía del socialismo factible. p. 15.
3 Marx, C. Engels, F. 1986. Principios del Comunismo. En: Obras Escogidas. Tomo I. p. 90. (El subrayado es nuestro. YSL).
4 Marx, C. Engels, F. 1986. Principios del Comunismo. En: Obras Escogidas. Tomo I. p. 90. (El subrayado es nuestro).
5 Íbidem, pp. 28 – 29. (El subrayado es nuestro).
6 Nove no define conceptualmente qué debe entenderse por escasez relativa, aunque pone una serie de ejemplos con bajo poder de generalización. (YSL)
7 “Repito que no se trata de una mera cuestión de egoísmo o de «naturaleza humana», sino de información, y de información que de hecho no puede ser proporcionada: ¿cómo podría saber alguien cuál es el coste de oportunidad «real» de, digamos, una beca de investigación?” Nove, A. 1987. La economía del socialismo factible. p. 28.
8 Nove, A. 1987. La economía del socialismo factible. p. 35.
9 Íbidem, p. 42.
10 Así, según el propio Marx: “Los valores de uso suministran los materiales para una disciplina especial: la del conocimiento pericial de las mercancías”. Marx, C. 1975. El Capital. Tomo I. p. 4.
11 Nove, A. 1987. La economía del socialismo factible. p.p. 92 – 93.
12 Nove, A. 1987. La economía del socialismo factible p. 92.
13 Nove, A. 1987. La economía del socialismo factible. p. 301.
14 Nove A. 1987. La economía del socialismo factible. p. 307.
15 Nove A. 1987. La economía del socialismo factible. p. 317.
16 Marx, C. 1975. El Capital. Tomo III. Carlos Marx. pp. 884 – 885.
17 Nove A. 1987. La economía del socialismo factible. p. 316.
18 Mandel, E. 1986. En defensa de la planificación socialista .En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. p. 19.
19 Nove A. 1987. La economía del socialismo factible. p 347.
20 Consideramos que este inciso posee la esencia del modelo de socialismo propuesto por Nove, donde se explica el lugar del Estado y del Mercado. Claramente aparece la noción del socialismo de mercado, donde las funciones del Estado son las de regular el funcionamiento del mercado, donde incluso podrían existir monopolios, competencia, etc. (YSL).
21 Nove, A. 1987. La economía del socialismo factible. pp. 348 -349.
22 Según uno de los principales teóricos de la Economía Mixta, Paul A. Samuelson, esta puede caracterizarse como “una economía mixta, en la que tanto las instituciones privadas como las públicas ejercen el control económico: el sistema privado a través de la dirección invisible del mecanismo de mercado y las instituciones públicas a través de regulaciones e incentivos fiscales”. Samuelson, P.A. Economía. Parte 1 -2. p. 50.
Las concepciones de Ernest Mandel.
A diferencia de Nove, Mandel no pertenece al grupo de los denominados teóricos del socialismo de mercado, y de hecho, su visión del socialismo es bastante distante de la que sostienen estos teóricos y particularmente Alec Nove. Las principales divergencias están localizadas en torno a la visión del mercado, de la competencia, de la planificación y de lo que él denomina la “autogestión” de los trabajadores.
Contrario a lo que realiza Nove, Mandel no parte de una crítica a la teoría económica marxista y su supuesta inviabilidad en la fundamentación del socialismo efectivo. Más bien, Mandel analiza los elementos que hacen necesariamente inexistente un proyecto preconcebido de sociedad y economía socialista realmente sistematizado en la obra de los clásicos. Así refiere que “Exceptuando unas pocas observaciones generales diseminadas en La ideología alemana, El Capital, La crítica al programa de Gotha y su correspondencia, Marx y Engels no desarrollaron ninguna visión sistemática acerca de la organización de la economía que seguiría inmediatamente al derrocamiento del capitalismo. Ello no fue una omisión accidental sino una abstención deliberada. Los fundadores del materialismo histórico creyeron que no era tarea suya formular un esquema confeccionado de la sociedad futura porque tal sociedad sólo podría ser el resultado concreto de las condiciones en que apareciera”1 .
Por su parte, Mandel está también al tanto de las contradicciones que se establecen cuando efectivamente la transición socialista ocurre en los países capitalistas periféricos, donde comienzan a actuar contradicciones no previstas por Marx2.
Contrario a lo que realiza Nove, Mandel no parte de una crítica a la teoría económica marxista y su supuesta inviabilidad en la fundamentación del socialismo efectivo. Más bien, Mandel analiza los elementos que hacen necesariamente inexistente un proyecto preconcebido de sociedad y economía socialista realmente sistematizado en la obra de los clásicos. Así refiere que “Exceptuando unas pocas observaciones generales diseminadas en La ideología alemana, El Capital, La crítica al programa de Gotha y su correspondencia, Marx y Engels no desarrollaron ninguna visión sistemática acerca de la organización de la economía que seguiría inmediatamente al derrocamiento del capitalismo. Ello no fue una omisión accidental sino una abstención deliberada. Los fundadores del materialismo histórico creyeron que no era tarea suya formular un esquema confeccionado de la sociedad futura porque tal sociedad sólo podría ser el resultado concreto de las condiciones en que apareciera”1 .
Por su parte, Mandel está también al tanto de las contradicciones que se establecen cuando efectivamente la transición socialista ocurre en los países capitalistas periféricos, donde comienzan a actuar contradicciones no previstas por Marx2.
- La asignación consciente de los recursos a escala social.
- La planificación democráticamente centralizada.
- La autogestión conjunta de los trabajadores.
- La primera concierne a la naturaleza de las unidades de producción o de distribución predominantes. Para Nove, el cálculo individual de costos implica, para estas unidades, rentabilidad individual, es decir, que los ingresos del grupo de personas implicadas debe estar en relación con las diferencias entre los costos medidos en dinero de los inputs y los outputs. Según Mandel, relacionar los ingresos grupales o personales con las ganancias es introducir poderosos impulsos hacia la irracionalidad económica, arriesgándose a la destrucción social en la medida en que múltiples decisiones son tomadas en función de intereses particulares y fragmentados.
- La segunda está dada en que Nove establece una distinción entre un sector estatal centralizado, en donde la escala técnica y la complejidad imposibilitan la autogestión de los productores, y un sector socializado de empresas menos integradas en el que dicha autogestión podría operar. También parece indicar que las diferencias de ingresos serían indispensables en ambos. Mandel considera, sin embargo, que el campo para la autogestión es en principio, más que sectorial, universal, y que las recompensas monetarias y los privilegios materiales no son indispensables, sino más bien enemigos del ejercicio democrático de la responsabilidad administrativa.
- La tercera diferencia básica radica en el papel de la competencia. Para Nove puede distinguirse entre competencia beneficiosa y competencia nociva; para Mandel cualquier forma de competencia económica es contraria a la lógica del socialismo, donde por demás la producción mercantil debe tender a disminuir su papel e importancia, y no a aumentarla.
1 Mandel, E.1969. La economía en el período de transición. Versión On Line. p.1.
2 Ver: ídem.
Capítulo 2. Consideraciones sobre el papel del mercado y la planificación en la economía socialista.
2.1. Breve análisis de las categorías mercado y planificación.
Antes de analizar las concepciones de los autores sobre el papel del mercado y el plan en la economía socialista, consideramos sea prudente realizar un breve repaso de estas categorías en su tratamiento desde la económica política y desde la teoría económica convencional.
Enfocándolo desde la economía política, el mercado, más allá de ser el lugar físico donde se encuentran compradores y vendedores, es una forma de organización y coordinación de la producción social. Es básicamente un sistema, y como todo sistema tiene leyes y regularidades que lo gobiernan en su funcionamiento. Histórica y lógicamente el surgimiento y desarrollo del mercado está asociado a fenómenos como la aparición del excedente económico, el surgimiento del intercambio regular de productos y especialmente a la aparición de la producción mercantil, en un proceso mediado por las distintas divisiones sociales del trabajo.
Debe entenderse el hecho fundamental de que no toda forma de mercado indica necesariamente la presencia de una economía capitalista. De hecho, desde el punto de vista histórico el mercado antecede al capitalismo. Si se entiende que el mercado y muchas de sus categorías (precios, ganancias, salarios, etc) existen mucho antes que el capitalismo, debe observarse el hecho de que este iba ganando fuerza en el desarrollo mismo de la humanidad, pasando de ser una forma secundaria en cada modo de producción hasta convertirse en elemento esencial en el modo de producción capitalista.
La ley fundamental que controla y regula el funcionamiento del mercado, y de hecho de la producción mercantil, es la ley del valor. Esta es una ley objetiva que provoca que los productos del trabajo se intercambien de acuerdo con la cantidad de trabajo social que se ha invertido en producirlos, y por lo tanto establece la presencia de un intercambio equivalencial1 .
Otra forma de definir la esencia de esta ley del valor la da Mandel: “Llamamos «ley del valor», la ley que gobierna el cambio de mercancías y, por intermedio de ésta, el reparto de la fuerza de trabajo, y de todos los recursos productivos, entre las diferentes ramas de actividad. Se trata de una ley económica que se funda esencialmente en una forma de «organización del trabajo», en relaciones establecidas entre los hombres diferentes de las que presiden la organización de una economía planificada según las costumbres o las elecciones conscientes de productores asociados”2 .
En las condiciones de una economía mercantil, basada en la propiedad privada capitalista, existe consenso en cuanto a las funciones que desempeña la ley del valor, siendo las siguientes:
Enfocándolo desde la economía política, el mercado, más allá de ser el lugar físico donde se encuentran compradores y vendedores, es una forma de organización y coordinación de la producción social. Es básicamente un sistema, y como todo sistema tiene leyes y regularidades que lo gobiernan en su funcionamiento. Histórica y lógicamente el surgimiento y desarrollo del mercado está asociado a fenómenos como la aparición del excedente económico, el surgimiento del intercambio regular de productos y especialmente a la aparición de la producción mercantil, en un proceso mediado por las distintas divisiones sociales del trabajo.
Debe entenderse el hecho fundamental de que no toda forma de mercado indica necesariamente la presencia de una economía capitalista. De hecho, desde el punto de vista histórico el mercado antecede al capitalismo. Si se entiende que el mercado y muchas de sus categorías (precios, ganancias, salarios, etc) existen mucho antes que el capitalismo, debe observarse el hecho de que este iba ganando fuerza en el desarrollo mismo de la humanidad, pasando de ser una forma secundaria en cada modo de producción hasta convertirse en elemento esencial en el modo de producción capitalista.
La ley fundamental que controla y regula el funcionamiento del mercado, y de hecho de la producción mercantil, es la ley del valor. Esta es una ley objetiva que provoca que los productos del trabajo se intercambien de acuerdo con la cantidad de trabajo social que se ha invertido en producirlos, y por lo tanto establece la presencia de un intercambio equivalencial1 .
Otra forma de definir la esencia de esta ley del valor la da Mandel: “Llamamos «ley del valor», la ley que gobierna el cambio de mercancías y, por intermedio de ésta, el reparto de la fuerza de trabajo, y de todos los recursos productivos, entre las diferentes ramas de actividad. Se trata de una ley económica que se funda esencialmente en una forma de «organización del trabajo», en relaciones establecidas entre los hombres diferentes de las que presiden la organización de una economía planificada según las costumbres o las elecciones conscientes de productores asociados”2 .
En las condiciones de una economía mercantil, basada en la propiedad privada capitalista, existe consenso en cuanto a las funciones que desempeña la ley del valor, siendo las siguientes:
- Regulación espontánea de la distribución de los medios de producción y de la mano de obra entre las distintas ramas de la producción.
- Impulso a los productores privados a desarrollar las fuerzas productivas.
- Generación de un proceso de diferenciación social y económica entre los distintos productores.
Ya desde el punto de vista de la teoría económica ortodoxa, o la llamada Economics, el tratamiento del mercado asume una connotación mucho más técnica e instrumental además de ahistórica que la realizada por la economía política marxista. Así, para Paul Samuelson: “un mercado es un proceso mediante el cual los compradores y los vendedores de un bien interactúan para determinar su precio y su cantidad”3 y para N. Gregory: “Un mercado es un grupo de compradores y vendedores de un determinado bien o servicio” 4. Genéricamente existen tres tipos fundamentales de mercado: el mercado de trabajo, donde se compra y se vende la fuerza de trabajo y el precio asume la forma de salario5 , el mercado de capitales, donde se compra y se vende capital, y el precio asume la forma del interés, y el más difundido que es el mercado de bienes y servicios donde los precios presentan su forma estándar o natural por así decirlo. Por su alcance el mercado puede ser nacional, regional, mundial, etc; y también se clasifica en cuanto a su estructura como
mercados de competencia perfecta 6, mercados de competencia monopolista7 , mercados oligopólicos8 , etc.
Aun cuando puedan ser evidentes las diferencias conceptuales, metodológicas y finalmente ideológicas entre las dos formas de análisis, existe un consenso en cuanto a que el mercado aparece como la forma de coordinación económica más coherente con el sistema capitalista, en la cual existe un alto grado de espontaneidad y automatismo, y donde las asignaciones de recursos se realizan ex post, es decir, a partir de las señales que ofrece el mercado, especialmente mediante su mecanismo de precios.
En cuanto a la planificación esta también se ha desarrollado como una importante disciplina dentro de las ciencias económicas y como instrumento en manos de los gobiernos para llevar a cabo la actividad económica. Desde el punto de vista de la teoría, también existen diversos conceptos. Así, según Andrés Fernández: “La planificación no es una simple técnica de elaboración de planes. La planificación, cuando es efectiva, es algo más complejo, es un proceso social en el que en base a unos juicios de valor se plantea activa y racionalmente la situación económica de un sistema en su perspectiva dinámica. En este planteamiento se consideran conjuntamente los medios y objetivos encaminados a un progreso armónico y equilibrado, en el sentido más amplio”9 . Siguiendo a Loutfy, la planificación posee una serie de características distintivas, entre ellas que posee siempre un determinado nivel y grado de coordinación, previsión y centralización, por demás, la planificación ha de ser global, y debe tener en cuenta las necesidades y recursos de todas las regiones10 .
Según Alfredo Gonzáles: “La planificación es el principal instrumento para llevar a la práctica la estrategia de desarrollo y la política económica. La planificación es una fase necesaria en la dirección de cualquier actividad, que en el caso de la economía nacional consiste en esencia en un proceso de previsión, fijación de objetivos, balanceamiento de tareas y recursos, y optimización”11 .
Para William Alexander Robson: “por planificación económica se entiende el proceso de elaboración y aplicación de un plan económico. Las diferentes unidades de consumo y de producción, las instituciones financieras, la administración pública, etc, formulan sus planes económicos cuando adaptan los recursos y medios de que disponen a la consecución de ciertos objetivos, a la vista de ciertos elementos que se les imponen en forma de datos sobre los que no pueden actuar para cambiarlos”12 .
Según Robson, la planificación económica se caracteriza formalmente por tres elementos: 1. Una estimación de la evolución futura de la economía, a partir de la cual van a tomarse las decisiones de política económica; 2. Un esquema global y coherente de los objetivos de dicha política, y 3. La coordinación de los medios de política económica pertinentes13 .
Siguiendo a Robson podemos definir las dos variantes principales de plan, las que se definen como plan imperativo y plan indicativo. El plan imperativo se caracteriza porque los órganos de planificación, dependientes del gobierno, son los encargados de organizar los procesos de producción y distribución de la renta. En los países en que existe una planificación imperativa hay órganos de planificación central, local y a nivel de cada unidad de producción que fijan las tareas y los medios para su cumplimentación, procediendo de esta manera a asignar los bienes de producción y el trabajo a los diferentes sectores de la economía. Por tanto, el plan actúa como mecanismo de asignación de recursos, sustituyendo en esta tarea al mercado14 . Por su parte, los planes indicativos coexisten con los mecanismos del mercado, a los que corresponde la misión fundamental de asignar descentralizadamente los recursos a través de las decisiones tomadas por las unidades elementales de consumo y de producción, de acuerdo con el sistema de precios. De esta manera, a la planificación se le reserva otro papel: el de formular una previsión sobre la evolución de la economía y, junto a esta previsión, proponer unas medidas correctivas de política económica. Las disposiciones de dicho plan tienen carácter vinculante sólo para el sector público, siendo meramente indicativas para el sector privado, al que se le proponen unas sugerencias sobre los fines que se consideran adecuados y sobre el que se actúa a través de los mecanismos de mercado”15 . En general, se entiende que históricamente la planificación imperativa o forzosa está relacionada con la economía socialista debido a su condición de propiedad social o estatal dominante, mientras que la planificación indicativa se relaciona con las economías capitalistas mixtas estructuradas sobre el predominio de la propiedad privada, pero donde la propiedad pública también alcanza un espacio importante.
Así la planificación aparece como la forma de coordinación económica más coherente o apropiada con el sistema socialista16 , en la cual existe un alto grado de previsión y donde las asignaciones de recursos se realizan ex antes, ajustando las distintas variables económicas a las necesidades sociales previamente reconocidas e identificadas por el aparato planificador.
mercados de competencia perfecta 6, mercados de competencia monopolista7 , mercados oligopólicos8 , etc.
Aun cuando puedan ser evidentes las diferencias conceptuales, metodológicas y finalmente ideológicas entre las dos formas de análisis, existe un consenso en cuanto a que el mercado aparece como la forma de coordinación económica más coherente con el sistema capitalista, en la cual existe un alto grado de espontaneidad y automatismo, y donde las asignaciones de recursos se realizan ex post, es decir, a partir de las señales que ofrece el mercado, especialmente mediante su mecanismo de precios.
En cuanto a la planificación esta también se ha desarrollado como una importante disciplina dentro de las ciencias económicas y como instrumento en manos de los gobiernos para llevar a cabo la actividad económica. Desde el punto de vista de la teoría, también existen diversos conceptos. Así, según Andrés Fernández: “La planificación no es una simple técnica de elaboración de planes. La planificación, cuando es efectiva, es algo más complejo, es un proceso social en el que en base a unos juicios de valor se plantea activa y racionalmente la situación económica de un sistema en su perspectiva dinámica. En este planteamiento se consideran conjuntamente los medios y objetivos encaminados a un progreso armónico y equilibrado, en el sentido más amplio”9 . Siguiendo a Loutfy, la planificación posee una serie de características distintivas, entre ellas que posee siempre un determinado nivel y grado de coordinación, previsión y centralización, por demás, la planificación ha de ser global, y debe tener en cuenta las necesidades y recursos de todas las regiones10 .
Según Alfredo Gonzáles: “La planificación es el principal instrumento para llevar a la práctica la estrategia de desarrollo y la política económica. La planificación es una fase necesaria en la dirección de cualquier actividad, que en el caso de la economía nacional consiste en esencia en un proceso de previsión, fijación de objetivos, balanceamiento de tareas y recursos, y optimización”11 .
Para William Alexander Robson: “por planificación económica se entiende el proceso de elaboración y aplicación de un plan económico. Las diferentes unidades de consumo y de producción, las instituciones financieras, la administración pública, etc, formulan sus planes económicos cuando adaptan los recursos y medios de que disponen a la consecución de ciertos objetivos, a la vista de ciertos elementos que se les imponen en forma de datos sobre los que no pueden actuar para cambiarlos”12 .
Según Robson, la planificación económica se caracteriza formalmente por tres elementos: 1. Una estimación de la evolución futura de la economía, a partir de la cual van a tomarse las decisiones de política económica; 2. Un esquema global y coherente de los objetivos de dicha política, y 3. La coordinación de los medios de política económica pertinentes13 .
Siguiendo a Robson podemos definir las dos variantes principales de plan, las que se definen como plan imperativo y plan indicativo. El plan imperativo se caracteriza porque los órganos de planificación, dependientes del gobierno, son los encargados de organizar los procesos de producción y distribución de la renta. En los países en que existe una planificación imperativa hay órganos de planificación central, local y a nivel de cada unidad de producción que fijan las tareas y los medios para su cumplimentación, procediendo de esta manera a asignar los bienes de producción y el trabajo a los diferentes sectores de la economía. Por tanto, el plan actúa como mecanismo de asignación de recursos, sustituyendo en esta tarea al mercado14 . Por su parte, los planes indicativos coexisten con los mecanismos del mercado, a los que corresponde la misión fundamental de asignar descentralizadamente los recursos a través de las decisiones tomadas por las unidades elementales de consumo y de producción, de acuerdo con el sistema de precios. De esta manera, a la planificación se le reserva otro papel: el de formular una previsión sobre la evolución de la economía y, junto a esta previsión, proponer unas medidas correctivas de política económica. Las disposiciones de dicho plan tienen carácter vinculante sólo para el sector público, siendo meramente indicativas para el sector privado, al que se le proponen unas sugerencias sobre los fines que se consideran adecuados y sobre el que se actúa a través de los mecanismos de mercado”15 . En general, se entiende que históricamente la planificación imperativa o forzosa está relacionada con la economía socialista debido a su condición de propiedad social o estatal dominante, mientras que la planificación indicativa se relaciona con las economías capitalistas mixtas estructuradas sobre el predominio de la propiedad privada, pero donde la propiedad pública también alcanza un espacio importante.
Así la planificación aparece como la forma de coordinación económica más coherente o apropiada con el sistema socialista16 , en la cual existe un alto grado de previsión y donde las asignaciones de recursos se realizan ex antes, ajustando las distintas variables económicas a las necesidades sociales previamente reconocidas e identificadas por el aparato planificador.
1 Acá es importante observar como la consolidación del papel fundamental de la ley del valor está asociada al lugar fundamental que ha ganado el trabajo en el proceso económico. Así, según Mandel: “cuanto más se generaliza la producción de mercancías, tanto más se regulariza el trabajo y la organización de la sociedad se concentra alrededor de una contabilidad fundada en el trabajo”. Mandel. E. Iniciación a la economía marxista. Versión On line. p. 6.
2 Mandel, E. Introducción al Marxismo. Versión On Line. www.revoltaglobal.net. p. 19.
3 Samuelson, P. Economía. Parte I y II. Ministerio de Educación Superior. p. 60.
4 Gregory, M. 2002. Principios de Economía. Segunda Edición. Mc Graw Hill. p. 41.
5 Para la Economics lo que se compra y se vende es el trabajo mismo, no la fuerza de trabajo. (YSL).
6 La competencia perfecta es el modelo económico de un mercado que posee las características siguientes: “cada agente económico actúa como si los precios estuviesen dados, es decir, cada uno de ellos actúa como un tomador de precios; el producto es homogéneo; hay libre movilidad de los recursos, incluida la libre entrada y salida de las empresas productoras; y todos los agentes económicos que intervienen en el mercado poseen un conocimiento completo y perfecto”. Ferguson C.E y Gould, J.P. 1975. Teoría Microeconómica. Fondo de Cultura Económica. México, Madrid, Buenos Aires. p. 230.
7 “Existe un monopolio puro cuando sólo hay un productor en el mercado. No hay competidores o rivales directos en el sentido popular ni en el técnico. Sin embargo, la política de un monopolio puede estar limitada por la competencia indirecta de todos los bienes, por el ingreso del consumidor y los bienes que son sustitutos razonablemente adecuados, y por la amenaza de competencia potencial cuando es posible la entrada al mercado”. Íbidem, p. 267.
8 “Se dice que existe el oligopolio cuando hay más de un vendedor en el mercado, pero no en tal cantidad que la contribución de cada uno de ellos se vuelva imperceptible”. Íbidem, p. 336.
9 Fernández Díaz, A. 1969. Introducción a la teoría de la planificación. p.32.
10 Loutfy, A. 1964. La planificación de la economía. Editorial Droz.
11 Gonzáles, A. 2008. La planificación. En: Fundamentos de Economía Política del Socialismo. Colectivo de Autores Versión digital. p. 252.
12 Alexander Robson, A. 1973. La planificación económica. pp. 44 – 45.
13 Íbidem, p. 48.
14 Alexander Robson, A. 1973. La planificación económica. pp. 59 -60.
15 Íbidem, p. 60.
16 “la planificación centralizada es el modo de ser de la sociedad socialista, su categoría definitoria y el punto en que la conciencia del hombre alcanza, por fin, a sintetizar y dirigir la economía hacia su meta, la plena liberación del ser humano en el marco de la sociedad comunista”. Guevara, E. 1964. La planificación socialista. Su significado. Artículo publicado en Nuestra Industria, Revista Económica, n° 5, pág. 16, febrero.
2.2. Las concepciones de Alec Nove.
En sentido general, Nove considera que en una sociedad basada en una compleja economía industrial, sólo existen dos vías o formas para la coordinación de las partes económicas integrantes y el funcionamiento del todo en su conjunto. Estas formas o vías serían por una parte los contratos libremente negociados y escogidos (lo que significa autonomía y una especie de producción de mercancías) o, la otra variante, siguiendo un sistema de instrucciones vinculantes procedentes de las instancias planificadoras. Razonando con Nove “no hay una tercera vía. Lo que puede haber, por supuesto, es algún tipo de combinación de estos dos principios básicos: algunos tipos de decisión podrían ser libremente negociados y otros estarían sujetos a las instrucciones vinculantes de la Administración1 ”.
Desde el punto de vista conceptual, Nove crítica las concepciones de Ernest Mandel y su preceder metodológico para determinar las relaciones de mercado como mecanismo de coordinación y diferenciarlas del plan. Según él “Donde Mandel se equivoca es en trazar la línea entre el plan y el mercado entre ex ante y ex post. Por supuesto que muchos bienes son hechos por pedido previo. Seguro que la línea entre el plan y el mercado no corre entre la confección por encargo y la prete a porter. (…) Sin duda existe el mercado, la producción mercantil, cuando los bienes son fabricados para la venta, para el cambio y no para el uso, y esto es así cualquiera sea el grado de integración vertical en el proceso de producción de tal o cual bien2 ”. Como puede observarse, Nove identifica la producción mercantil y el mercado con la producción para el cambio, más que para el uso.
De hecho, en su libro La economía del Socialismo Factible, Nove explica recurrentemente y empleando disímiles ejemplos cómo en la economía de mercado, caracterizada genéricamente por la coordinación ex post, existen elementos ex antes (hay contratos preestablecidos, encargos, estudios de mercados, estudios de tendencia, etc), mientras que en la economía planificada, caracterizada genéricamente por la coordinación ex ante, existen elementos de coordinación ex post, sobre todo en los negocios de más baja escala que tienen que asumir riesgos y producir sin saber siempre cómo actuará exactamente la demanda. Esta noción por una parte pudiera argumentar en favor de la tesis de la no pureza de ningún sistema económico; pero en un perfil más bajo, lo que también parece indicar es que la coordinación ex post es un atributo o característica típica del mercado, como la coordinación ex ante es un atributo o característica típica de la planificación; pero no llegan a ser los elementos diferenciables en un plano de análisis más esencial para distinguir entre plan y mercado.
Tanto el mecanismo de coordinación que establece el mercado como el que establece la planificación, deben llevar incorporados un mecanismo de corrección económica, es decir, algún dispositivo que permita identificar fallos en la coordinación realizada y resolver tal situación en caso de que aparezca, hablando en términos más técnicos, un dispositivo o mecanismo que permita corregir el error económico. Nove es muy crítico en cuanto a las posibilidades reales con que cuenta el mecanismo de la planificación socialista, especialmente la centralizada y burocratizada, para corregir los probables errores económicos realizados en la concepción y aplicación de dicho proceso de planificación.
Para él es imposible saber si los planes son correctos a priori, o ex ante, sin la existencia de ciertos medios de verificación a posteriori. El caso es que Nove se cuestiona “¿cómo pueden determinar los órganos de planificación, ex ante y en nombre de la «sociedad», el valor (valor de uso, naturalmente) de lo que se ha producido, a menos y hasta que el consumidor potencial intervenga directamente en el proceso y pueda de hecho decir «no»?”3 .
Mandel en este sentido, expone su concepción de la democracia económica, de la participación activa e ilustrada de los trabajadores a todos los niveles de la economía, lo que por supuesto daría fuerza a la idea de que la sociedad en su conjunto estaría planificando acertadamente su rumbo económico. Pero Nove es escéptico también en este sentido, según él “… es en verdad una fantasía suponer, como lo hace Mandel, que la democracia efectiva asegurará que la mayoría votará por la acción correctiva necesaria. Esto supone que estará clara cuál es la acción necesaria. En una economía centralizada es extraordinariamente difícil saber exactamente quién o qué es el responsable por este o aquel funcionamiento defectuoso, y la acción correctiva (en ausencia de abundancia) usualmente implica una transferencia de recursos entre usos alternativos”4 .
De hecho, en la concepción de Alec Nove, la única manera de concebir una planificación total y centralizada, al estilo soviético, y esperar que eso sea viable, es asumiendo el supuesto de una abundancia generalizada dominante o de un equilibrio estático permanente. Ninguna de las dos características constituye la regla en ninguna economía moderna.
Otro aspecto metodológico que Nove aborda sistemáticamente es el de la relación centralización – descentralización en los marcos de la planificación y su estrecho vínculo con lo que él denomina el extremo grado de complejidad existente en cualquier economía industrial moderna. De hecho, siguiendo a Nove “Nunca se insistirá demasiado en que la complejidad no es simplemente un asunto cuantitativo, pues, como los marxistas deberían saber, la cantidad se transforma en calidad. Cuestiones tan importantes como la centralización y la descentralización, la planificación y el mercado, los intereses parciales y los intereses globales, la identificación del bien común, la alienación de los individuos, la necesidad y los peligros de la jerarquización y la burocracia y, de pasada, la mayor parte de los grandes problemas que en la actualidad acosan a la economía soviética, proceden, directa o indirectamente, de la amplia escala y de las innumerables interdependencias de la economía industrial moderna, que no es ni puede ser «sencilla»” 5.
El corolario directo que se extrae de esta complejidad es que “es precisa una maquinaria administrativa compleja para asegurar la coordinación y las responsabilidades necesarias”6 .
Como vemos, el énfasis de la argumentación de Nove va dirigido a resaltar que en una sociedad de economía industrial compleja que deseche el empleo del mecanismo de mercado para coordinar la actividad económica, existirá una fuerte tendencia a la centralización de la planificación económica. De hecho, para él, esto es una tendencia objetiva, prácticamente imposible de evitar. Este pensamiento se puede verificar en la siguiente tesis: “Hay que subrayar que en la doctrina marxista existen fuertes tendencias hacia un plan global centralizado. Y esto se debe a razones tanto doctrinales como prácticas. El rechazo de la «producción de mercancías», la afirmación de que la «sociedad» decide deliberadamente sobre las necesidades y su satisfacción, hace difícil concebir la existencia de la descentralización, salvo que se trate de detalles de ejecución. (…) Todo lo que tenemos que hacer es establecer la lógica centralizadora de la «producción para el uso», de la eliminación del mercado”7 .
Este tipo de argumento hay que entenderlo además en el marco del razonamiento más general de Nove acerca de la muy compleja posibilidad de avanzar en ladescentralización, en la autogestión a niveles más bajos o micros del sistema económico, lo que en su opinión, son elementos muy relacionados con la posibilidad material para la verdadera democracia económica y la desalienación de los trabajadores8 .
Otro de los elementos críticos desplegados en la economía socialista basada en una economía industrial compleja y por ende altamente centralizada está en la incapacidad con la que tropieza el centro para «interiorizar» todas las exterioridades, para identificar e imponer el interés general. Esto hace que aun en el marco de una economía y sociedad basada universalmente en el dominio de la propiedad social subsistan importantes conflictos de intereses entre el todo y las partes en definitiva.
También existen serias implicaciones de esta centralización y burocratización a ultranza para un proceso tan fundamental en el crecimiento y desarrollo de una economía moderna como lo es el proceso de innovación y su aplicación a la producción social. Nove capta esta problemática, y la asocia con la planificación de corte burocrática y centralizada. Así plantea: “El cambio técnico, o cualquier tipo de cambio, origina dificultades, y esto por varias razones. En primer lugar, los propios planificadores basan sus instrucciones en los resultados del pasado, y las tablas input-output (así como los saldos de materiales) son inherentemente conservadoras, pues reflejan coeficientes técnicos del pasado. En segundo lugar, el progreso técnico, ya sea en forma de un nuevo tipo de producto o de un nuevo método de fabricación requerirá normalmente algunos cambios en los factores de producción, o en el plan de producción, que estarán más allá del poder de los directores y requerirán la autorización de uno o varios organismos de planificación. Finalmente, toda innovación implica un riesgo, y el riesgo no se premia. De hecho, lo que se premia (involuntariamente) es la aversión al riesgo”9 .
Todos los elementos vistos anteriormente, llevan a Nove a plantear que la mejor solución en cuanto a la correlación centralización – descentralización es una fórmula intermedia, que permita por una parte mantener una visión global del desarrollo económico de la nación y al mismo tiempo mantenga ciertos niveles de descentralización, que aporte más claridad, libertad y funcionalidad al nivel microeconómico. Esto además teniendo en cuenta la relación orgánica que el autor establece entre descentralización y libertad humana.
Otro de los tópicos analizados por Nove es el papel que deben desempeñar los precios y el dinero en la coordinación de la economía socialista. Nove está convencido de que sin dinero, precios e incluso sin la actuación de la ley del valor, no es posible llevar a cabo la coordinación del funcionamiento de una economía socialista, ni tan siquiera pudiera realizarse una correcta planificación. Así refiere que “¿Si la «ley del valor deja de aplicarse en cualquiera de sus formas, la tarea parece carecer de base teórica o estadística, y también de base institucional10 ”.
A partir del análisis que realiza Nove de la realidad soviética, y de sus propias consideraciones teóricas generales, el economista define una serie de ideas sobre el papel fundamental de los precios en la economía socialista. A continuación realizamos una síntesis de las mismas:
Desde el punto de vista conceptual, Nove crítica las concepciones de Ernest Mandel y su preceder metodológico para determinar las relaciones de mercado como mecanismo de coordinación y diferenciarlas del plan. Según él “Donde Mandel se equivoca es en trazar la línea entre el plan y el mercado entre ex ante y ex post. Por supuesto que muchos bienes son hechos por pedido previo. Seguro que la línea entre el plan y el mercado no corre entre la confección por encargo y la prete a porter. (…) Sin duda existe el mercado, la producción mercantil, cuando los bienes son fabricados para la venta, para el cambio y no para el uso, y esto es así cualquiera sea el grado de integración vertical en el proceso de producción de tal o cual bien2 ”. Como puede observarse, Nove identifica la producción mercantil y el mercado con la producción para el cambio, más que para el uso.
De hecho, en su libro La economía del Socialismo Factible, Nove explica recurrentemente y empleando disímiles ejemplos cómo en la economía de mercado, caracterizada genéricamente por la coordinación ex post, existen elementos ex antes (hay contratos preestablecidos, encargos, estudios de mercados, estudios de tendencia, etc), mientras que en la economía planificada, caracterizada genéricamente por la coordinación ex ante, existen elementos de coordinación ex post, sobre todo en los negocios de más baja escala que tienen que asumir riesgos y producir sin saber siempre cómo actuará exactamente la demanda. Esta noción por una parte pudiera argumentar en favor de la tesis de la no pureza de ningún sistema económico; pero en un perfil más bajo, lo que también parece indicar es que la coordinación ex post es un atributo o característica típica del mercado, como la coordinación ex ante es un atributo o característica típica de la planificación; pero no llegan a ser los elementos diferenciables en un plano de análisis más esencial para distinguir entre plan y mercado.
Tanto el mecanismo de coordinación que establece el mercado como el que establece la planificación, deben llevar incorporados un mecanismo de corrección económica, es decir, algún dispositivo que permita identificar fallos en la coordinación realizada y resolver tal situación en caso de que aparezca, hablando en términos más técnicos, un dispositivo o mecanismo que permita corregir el error económico. Nove es muy crítico en cuanto a las posibilidades reales con que cuenta el mecanismo de la planificación socialista, especialmente la centralizada y burocratizada, para corregir los probables errores económicos realizados en la concepción y aplicación de dicho proceso de planificación.
Para él es imposible saber si los planes son correctos a priori, o ex ante, sin la existencia de ciertos medios de verificación a posteriori. El caso es que Nove se cuestiona “¿cómo pueden determinar los órganos de planificación, ex ante y en nombre de la «sociedad», el valor (valor de uso, naturalmente) de lo que se ha producido, a menos y hasta que el consumidor potencial intervenga directamente en el proceso y pueda de hecho decir «no»?”3 .
Mandel en este sentido, expone su concepción de la democracia económica, de la participación activa e ilustrada de los trabajadores a todos los niveles de la economía, lo que por supuesto daría fuerza a la idea de que la sociedad en su conjunto estaría planificando acertadamente su rumbo económico. Pero Nove es escéptico también en este sentido, según él “… es en verdad una fantasía suponer, como lo hace Mandel, que la democracia efectiva asegurará que la mayoría votará por la acción correctiva necesaria. Esto supone que estará clara cuál es la acción necesaria. En una economía centralizada es extraordinariamente difícil saber exactamente quién o qué es el responsable por este o aquel funcionamiento defectuoso, y la acción correctiva (en ausencia de abundancia) usualmente implica una transferencia de recursos entre usos alternativos”4 .
De hecho, en la concepción de Alec Nove, la única manera de concebir una planificación total y centralizada, al estilo soviético, y esperar que eso sea viable, es asumiendo el supuesto de una abundancia generalizada dominante o de un equilibrio estático permanente. Ninguna de las dos características constituye la regla en ninguna economía moderna.
Otro aspecto metodológico que Nove aborda sistemáticamente es el de la relación centralización – descentralización en los marcos de la planificación y su estrecho vínculo con lo que él denomina el extremo grado de complejidad existente en cualquier economía industrial moderna. De hecho, siguiendo a Nove “Nunca se insistirá demasiado en que la complejidad no es simplemente un asunto cuantitativo, pues, como los marxistas deberían saber, la cantidad se transforma en calidad. Cuestiones tan importantes como la centralización y la descentralización, la planificación y el mercado, los intereses parciales y los intereses globales, la identificación del bien común, la alienación de los individuos, la necesidad y los peligros de la jerarquización y la burocracia y, de pasada, la mayor parte de los grandes problemas que en la actualidad acosan a la economía soviética, proceden, directa o indirectamente, de la amplia escala y de las innumerables interdependencias de la economía industrial moderna, que no es ni puede ser «sencilla»” 5.
El corolario directo que se extrae de esta complejidad es que “es precisa una maquinaria administrativa compleja para asegurar la coordinación y las responsabilidades necesarias”6 .
Como vemos, el énfasis de la argumentación de Nove va dirigido a resaltar que en una sociedad de economía industrial compleja que deseche el empleo del mecanismo de mercado para coordinar la actividad económica, existirá una fuerte tendencia a la centralización de la planificación económica. De hecho, para él, esto es una tendencia objetiva, prácticamente imposible de evitar. Este pensamiento se puede verificar en la siguiente tesis: “Hay que subrayar que en la doctrina marxista existen fuertes tendencias hacia un plan global centralizado. Y esto se debe a razones tanto doctrinales como prácticas. El rechazo de la «producción de mercancías», la afirmación de que la «sociedad» decide deliberadamente sobre las necesidades y su satisfacción, hace difícil concebir la existencia de la descentralización, salvo que se trate de detalles de ejecución. (…) Todo lo que tenemos que hacer es establecer la lógica centralizadora de la «producción para el uso», de la eliminación del mercado”7 .
Este tipo de argumento hay que entenderlo además en el marco del razonamiento más general de Nove acerca de la muy compleja posibilidad de avanzar en ladescentralización, en la autogestión a niveles más bajos o micros del sistema económico, lo que en su opinión, son elementos muy relacionados con la posibilidad material para la verdadera democracia económica y la desalienación de los trabajadores8 .
Otro de los elementos críticos desplegados en la economía socialista basada en una economía industrial compleja y por ende altamente centralizada está en la incapacidad con la que tropieza el centro para «interiorizar» todas las exterioridades, para identificar e imponer el interés general. Esto hace que aun en el marco de una economía y sociedad basada universalmente en el dominio de la propiedad social subsistan importantes conflictos de intereses entre el todo y las partes en definitiva.
También existen serias implicaciones de esta centralización y burocratización a ultranza para un proceso tan fundamental en el crecimiento y desarrollo de una economía moderna como lo es el proceso de innovación y su aplicación a la producción social. Nove capta esta problemática, y la asocia con la planificación de corte burocrática y centralizada. Así plantea: “El cambio técnico, o cualquier tipo de cambio, origina dificultades, y esto por varias razones. En primer lugar, los propios planificadores basan sus instrucciones en los resultados del pasado, y las tablas input-output (así como los saldos de materiales) son inherentemente conservadoras, pues reflejan coeficientes técnicos del pasado. En segundo lugar, el progreso técnico, ya sea en forma de un nuevo tipo de producto o de un nuevo método de fabricación requerirá normalmente algunos cambios en los factores de producción, o en el plan de producción, que estarán más allá del poder de los directores y requerirán la autorización de uno o varios organismos de planificación. Finalmente, toda innovación implica un riesgo, y el riesgo no se premia. De hecho, lo que se premia (involuntariamente) es la aversión al riesgo”9 .
Todos los elementos vistos anteriormente, llevan a Nove a plantear que la mejor solución en cuanto a la correlación centralización – descentralización es una fórmula intermedia, que permita por una parte mantener una visión global del desarrollo económico de la nación y al mismo tiempo mantenga ciertos niveles de descentralización, que aporte más claridad, libertad y funcionalidad al nivel microeconómico. Esto además teniendo en cuenta la relación orgánica que el autor establece entre descentralización y libertad humana.
Otro de los tópicos analizados por Nove es el papel que deben desempeñar los precios y el dinero en la coordinación de la economía socialista. Nove está convencido de que sin dinero, precios e incluso sin la actuación de la ley del valor, no es posible llevar a cabo la coordinación del funcionamiento de una economía socialista, ni tan siquiera pudiera realizarse una correcta planificación. Así refiere que “¿Si la «ley del valor deja de aplicarse en cualquiera de sus formas, la tarea parece carecer de base teórica o estadística, y también de base institucional10 ”.
A partir del análisis que realiza Nove de la realidad soviética, y de sus propias consideraciones teóricas generales, el economista define una serie de ideas sobre el papel fundamental de los precios en la economía socialista. A continuación realizamos una síntesis de las mismas:
- La información contenida en los precios es indispensable para elegir tanto los fines como los medios.
- La planificación cuantitativa es evidentemente insuficiente, puesto que no permite en modo alguno la comparación entre los costes de las alternativas.
- Por lo menos igual importancia tiene la utilización de los precios en la toma de decisiones descentralizada, como medio de transmitir a los productores la urgencia relativa de la demanda del usuario.
- Una reforma orientada al mercado necesita unos precios de mercado.
- Los precios que no reflejan la demanda o la escasez relativa tampoco son útiles como guía de lo que hay que producir11 .
Nove establece un criterio sintetizador de lo que concibe en relación a los precios en el socialismo: “… un sistema global de control de los precios no puede ser en ningún caso flexible o racional a causa de la escala. También parece evidente que no se puede concebir de modo realista una sociedad socialista (factible) sin precios. Su existencia es el complemento necesario de la escasez relativa, del coste de oportunidad, de la elección, de la necesidad de calcular los costes y de relacionar el esfuerzo con el resultado, de contar con un vínculo económico entre la oferta y la demanda, así como con criterios para la toma de decisiones descentralizada. La necesidad objetiva de un mecanismo de precios no es la consecuencia de los rasgos específicos del «socialismo» de tipo soviético12 ”.
Sobre esta base, Nove propone una serie de elementos asociados con los precios en su modelo de socialismo factible, como ya sabemos, ampliamente basado en los mecanismos del mercado. Sintéticamente serían los siguientes:
Sobre esta base, Nove propone una serie de elementos asociados con los precios en su modelo de socialismo factible, como ya sabemos, ampliamente basado en los mecanismos del mercado. Sintéticamente serían los siguientes:
- Se exige unos precios que equilibren la oferta y la demanda, que reflejen los costes y el valor de uso.
- Esto no excluye la concesión de subvenciones cuando se considere que son socialmente convenientes o cuando existan importantes economías externas, y, por supuesto, algunos bienes no deberían tener «precio» en absoluto.
- Renunciar por completo al control de precios podría ser evidentemente erróneo, dado que habrá algunas industrias bajo dirección central y en una posición de semimonopolio.
- Los precios desempeñarán un papel activo en esta clase de socialismo como consecuencia del papel que desempeñarán en él las fuerzas del mercado.
- Será necesario prever la división de la economía en un sector de precios controlados y en un sector de precios libremente negociados, correspondiendo aproximadamente esta división al grado de centralización (y poder monopolista) de la dirección, con excepciones por razones sociales y culturales.
¿Qué teoría del valor corresponderá a esto?Se pregunta el propio Nove que como hemos visto anteriormente crítica ampliamente la teoría marxista del valor – trabajo en su aplicabilidad para la economía socialista. Su respuesta parte de considerar que “no tiene sentido la idea de que en el socialismo no existirá el «valor»”, y considera que “debería corregirse el excesivo hincapié de Marx en el esfuerzo humano, así como su subestimación del valor de uso”. En opinión de Nove, “el valor es la interacción entre el coste, cuyo principal elemento es el esfuerzo humano, y su evaluación por el usuario, el consumidor, es decir, el valor de uso de lo que se produce. La diferencia entre el coste y el precio final de venta es la ganancia. Hacer excesivo hincapié en la utilidad marginal es tan erróneo como ignorarla. (…)13 .
Nove no avanza más allá de estas premisas metodológicas en la formulación de dicha teoría del valor para el socialismo.
1 Nove, A. 1987. La economía del socialismo factible. p. 69.
2 Nove. A. 1987. Mercados y Socialismo. En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. p.76.
3 Nove, A. 1987. La economía del socialismo factible. p. 152.
4 Nove. A. 1987. Mercados y Socialismo. En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. p. 83.
5 Nove, A. 1987. La economía del socialismo factible. p. 51 -52.
6 Íbidem, p. 54.
7 Íbidem, p. 46 – 47.
8 “… abogo por la descentralización del grueso de la economía, para que los hombres puedan ser tan libres como sea posible, como consumidores y como productores”. Nove. A. 1987. Mercados y Socialismo. En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. p.78.
9 Nove, A. 1987. La economía del socialismo factible. p. 115.
10 Íbidem, p. 44 - 45.
11 Íbidem, p. 154.
12 Nove, A. 1987. La economía del socialismo factible. p. 157.
13 Íbidem, p. 324.
Las concepciones de Ernest Mandel.
En sentido general, Mandel realiza un enfoque de las relaciones mercantiles y la planificación socialista más sistemático que el que realiza Alec Nove, aunque también resulta ser más teórico - general.
En su análisis Mandel contrapone como contrarios el plan y el mercado. Tal y como comentaba Nove, Mandel distingue la coordinación del plan de la que realiza el mercado mediante la distinción entre coordinación ex ante y coordinación ex post. En términos de Mandel es como sigue: “Planificación no es equivalente a asignación perfecta de recursos, ni a asignación científica, ni siquiera a asignación más humana. Significa simplemente asignación directa, ex ante. Como tal, es el opuesto de la asignación de mercado, que es ex post. Estos son los dos modos básicos de asignación de recursos, y son fundamentalmente distintos de su contrario, aún si en ocasiones pueden ser combinados en precarias e híbridas formas transicionales. Tienen, esencialmente una lógica interna diferente. Generan distintas leyes de movimiento. Difunden motivaciones divergentes entre productores y organizadores de la producción, y encuentran expresión en distintos valores sociales. (…) Cualquiera sea su forma, todo esto implica una asignación directa, a priori, de los recursos a través de la elección deliberada de cierto cuerpo social. En el polo opuesto se encuentra la asignación a través de las leyes objetivas del mercado que, a posteriori, contrarrestan o corrigen las decisiones tomadas previamente por cuerpos privados, separada o autónomamente del resto” 1. Mandel llega a reconocer que, “En sentido histórico, existe una contradicción básica entre el principio de planificación y la ley del valor 2”. De cualquier forma, dado que en el período de transición al socialismo la ley del valor y el plan deben convivir - aunque sea en forma crítica, contradictoria, transitoria -, Mandel establece la naturaleza de esta convivencia: “(…) En este sentido, pero solo en este sentido, puede decirse que el plan puede utilizar la ley del valor (más exactamente los mecanismos de mercado) para facilitar una adaptación más rápida y precisa de la oferta de bienes de consumo a la demanda, que tendrá en consideración la elasticidad de esta demanda tanto con relación a las rentas (y su estructura) como a los precios (que el plan puede tener la capacidad de modificar)”3 . Como puede apreciarse, la función de la producción mercantil y la ley del valor queda limitada especialmente a una función “facilitadora” en el mercado de bienes y servicios, nada se plantea de su utilización en los mercados de capitales o de trabajo, ni tampoco se le concibe en importantes funciones de regulación. Esta es, por supuesto, una concepción mucho más restringida que la planteada por los teóricos del socialismo de mercado.
Analizando los elementos que Mandel presenta desde el punto de vista más general, aparece lo que él identifica como causales que establecen la necesidad de la persistencia de las relaciones mercantiles en el período de transición al socialismo. Según Mandel, las causas son las siguientes:
En su análisis Mandel contrapone como contrarios el plan y el mercado. Tal y como comentaba Nove, Mandel distingue la coordinación del plan de la que realiza el mercado mediante la distinción entre coordinación ex ante y coordinación ex post. En términos de Mandel es como sigue: “Planificación no es equivalente a asignación perfecta de recursos, ni a asignación científica, ni siquiera a asignación más humana. Significa simplemente asignación directa, ex ante. Como tal, es el opuesto de la asignación de mercado, que es ex post. Estos son los dos modos básicos de asignación de recursos, y son fundamentalmente distintos de su contrario, aún si en ocasiones pueden ser combinados en precarias e híbridas formas transicionales. Tienen, esencialmente una lógica interna diferente. Generan distintas leyes de movimiento. Difunden motivaciones divergentes entre productores y organizadores de la producción, y encuentran expresión en distintos valores sociales. (…) Cualquiera sea su forma, todo esto implica una asignación directa, a priori, de los recursos a través de la elección deliberada de cierto cuerpo social. En el polo opuesto se encuentra la asignación a través de las leyes objetivas del mercado que, a posteriori, contrarrestan o corrigen las decisiones tomadas previamente por cuerpos privados, separada o autónomamente del resto” 1. Mandel llega a reconocer que, “En sentido histórico, existe una contradicción básica entre el principio de planificación y la ley del valor 2”. De cualquier forma, dado que en el período de transición al socialismo la ley del valor y el plan deben convivir - aunque sea en forma crítica, contradictoria, transitoria -, Mandel establece la naturaleza de esta convivencia: “(…) En este sentido, pero solo en este sentido, puede decirse que el plan puede utilizar la ley del valor (más exactamente los mecanismos de mercado) para facilitar una adaptación más rápida y precisa de la oferta de bienes de consumo a la demanda, que tendrá en consideración la elasticidad de esta demanda tanto con relación a las rentas (y su estructura) como a los precios (que el plan puede tener la capacidad de modificar)”3 . Como puede apreciarse, la función de la producción mercantil y la ley del valor queda limitada especialmente a una función “facilitadora” en el mercado de bienes y servicios, nada se plantea de su utilización en los mercados de capitales o de trabajo, ni tampoco se le concibe en importantes funciones de regulación. Esta es, por supuesto, una concepción mucho más restringida que la planteada por los teóricos del socialismo de mercado.
Analizando los elementos que Mandel presenta desde el punto de vista más general, aparece lo que él identifica como causales que establecen la necesidad de la persistencia de las relaciones mercantiles en el período de transición al socialismo. Según Mandel, las causas son las siguientes:
- El desarrollo inadecuado de las fuerzas productivas, que no permiten una distribución física de todos los bienes producidos según la cantidad de trabajo suministrada por cada productor.
- La oferta inadecuada de valores de uso mantiene vigente la ley del valor de cambio, en la medida en que fuerza a cada productor a retener la propiedad privada de su fuerza de trabajo y cambiarla por un salario que constituye un certificado para la apropiación estrictamente limitada, pero indiferenciada, de la masa total de bienes y servicios producidos por la sociedad.
- Se mantiene el dinero porque es un medio que permite utilizar un instrumento de cuenta y distribución que es a la vez más flexible, más equitativo y más propenso a respetar las decisiones autónomas de los trabajadores en el campo del consumo4 .
De esto modo, se considera que, en el período de transición al socialismo, las categorías monetarias y de mercado deben existir. Pero Mandel no confunde la necesidad con la virtud. Advierte que su persistencia ocasiona una serie de consecuencias negativas de índole económica y social, y que de hecho se generan contradicciones que son incompatibles con una sociedad que está construyendo el socialismo. Desde el punto de vista social, estas contradicciones se expresan en los siguientes puntos:
- La supervivencia de la economía monetaria y de mercado mantiene las antiguas formas de alienación originando, además otras nuevas.
- Las relaciones monetarias y de mercado son una de las principales fuentes de peligro de burocratización del estado y la sociedad.
- Al continuar vigentes en el núcleo de la vida cotidiana, la inclinación a defender intereses privados alienta también la persistencia y resurgimiento de una tendencia hacia el enriquecimiento privado, etc5 ”.
Reconocer la necesidad por un lado de que estas relaciones se mantengan, y de la otra parte concebir el carácter contradictorio que las acompaña y los peligros que significa para la transición socialista, demanda por supuesto una perspectiva que permita al menos en teoría establecer cómo utilizar estas categorías mientras sean históricamente pertinentes y necesarias, cómo mantenerlas en un nivel donde no vayan más allá de lo estrictamente necesario, y cómo poder salirse de ellas en el momento oportuno. Esto por supuesto que es altamente complejo, desde el punto de vista teórico y desde el punto de vista práctico.
Sobre este particular el propio Mandel refiere que “La idea de que esta sustitución debe ser un proceso progresivo implica además que la ley del valor no puede ser eliminada de un solo golpe en la sociedad de transición del capitalismo al socialismo, como tampoco puede serlo la producción de mercancías. Sigue rigiendo en gran parte, pero no completa y automáticamente, la pequeña producción de mercancías en la agricultura y en los oficios. Continúa por tanto influyendo, pero no rigiendo en exclusiva, los intercambios entre los sectores público y privado. Influye, de la misma forma, la asignación del total de recursos destinados a la producción de bienes de consumo entre las diversas ramas que destinan su producción al consumidor final”6 .
Los clásicos desde su época y sus concepciones generales tenían algunos criterios que pueden ser aplicados en esta problemática de los límites del mercado, sus tendencias, etc, en busca de orientación. Para Marx, por ejemplo: “La forma concreta en que el tiempo de trabajo social se impone como factor determinante en el valor de las mercancías guarda, indudablemente, relación con la forma del trabajo en cuanto trabajo asalariado y con la forma correspondiente de los medios de producción como capital, en el sentido de que sólo sobre esa base se convierte la producción de mercancías en la forma general de la producción”7 .
Pero quizás el avisoramiento más contundente lo realiza Engels en El Anti Duhring cuando analizando las implicancias del rol del dinero y las relaciones mercantiles en general para el caso de una supuesta sociedad socialista plantea “Cuando la sociedad productora de mercancías desarrolla la forma de valor inherente a esas mercancías como tales hasta llegar a la forma dinero, empiezan a apuntar ya varios de los gérmenes ocultos hasta entonces en el valor. El efecto inmediato y más esencial es la generalización de la forma mercancía. El dinero imprime forma de mercancía y arrastra al intercambio inclusive a los objetos que venían produciéndose hasta entonces directamente para el consumo propio. La forma de mercancía y el dinero penetran con esto en la economía interior de la comunidad directamente socializada para la producción, van rompiendo, unos tras otros, los lazos de la misma y disuelven la comunidad en un montón de productores privados. (…) Cualesquiera que sean las causas basadas en el desarrollo de la producción que aquí intervienen, el dinero constituye siempre el medio más potente de su influencia sobre las comunidades. Y con la misma necesidad natural, disolvería el dinero la comuna económica duhringiana, pese a todas las “leyes y normas administrativas”, si alguna vez llegara a formarse”8 .
Mandel explica el dispositivo mediante el cual debe concebirse la aniquilación histórica de las relaciones mercantiles. Según el autor, “la dialéctica marxista requiere, por tanto, de una política económica que no ceda mucho a un pragmatismo miope, debe combinar continuamente una tendencia a conservar las categorías de mercado mientras sean necesarias con otra a estimular su desaparición tanto como sea posible. (…) Solo combinando así la utilización de las categorías de mercado con la promoción de su desaparición se aplica efectivamente la dialéctica de fines y medios. De esta forma, el hábito práctico de relaciones socialistas (sin las cuales la creación de una nueva sociedad aparece como utopía) se produce gradualmente 9”.
En cuanto a los límites de la regulación del mercado, Mandel establece algunas ideas importantes. En este ámbito hay un enfrentamiento directo a las tesis de Nove que sitúan el mercado y su sistema de regulación como utilizable en las condiciones de la economía socialista.
Mandel considera que “La producción regida por las leyes de mercado junto con la descentralización en la inversión reproduce progresivamente las características fluctuaciones económicas de la economía capitalista, con fases de subinversión, desempleo periódico, sobreproducción, etc., etc10 .De modo que, se estarían replicando en los marcos del socialismo, los problemas más notorios de la economía capitalistas, muchos de ellos motivado por la existencia misma del mercado.
Considera así mismo que “El hecho de que ninguna economía de mercado ha sido capaz de evitar las desgracias de las catástrofes económicas periódicas no es por supuesto, accidental. Está relacionado con la verdadera naturaleza del sistema económico. La producción para el mercado es producción para personas desconocidas en cantidades desconocidas, y con resultados finales desconocidos. (…) De la incertidumbre se derivan inevitablemente las fluctuaciones de los ciclos económicos. No se puede reducir el output o introducir técnicas revolucionarias de producción, ahorradoras de trabajo, sin causar desempleo. No se puede provocar caídas agudas en los precios sin provocar un número de quiebras. Todos estos males inevitables de la incertidumbre del mercado están fuertemente intensificados por la propiedad privada y la competencia”11 . Debe recordarse en este punto que Nove propone espacios de propiedad privada, cierto que no a gran escala, pero que pudieran comenzar a generar este tipo de problemas a la escala en que actúan, además de que existe el riesgo permanente de que estas formas tiendan a expandirse.
Mandel también crítica la concepción de Nove referida a los graves problemas que se generan en el funcionamiento económico referidos a la innovación y su aplicación en los marcos de una economía planificada centralizadamente y en ausencia de mercado como regulador. A este respecto, Mandel expone los siguientes puntos, los que en verdad no consideramos muy convincentes:
Sobre este particular el propio Mandel refiere que “La idea de que esta sustitución debe ser un proceso progresivo implica además que la ley del valor no puede ser eliminada de un solo golpe en la sociedad de transición del capitalismo al socialismo, como tampoco puede serlo la producción de mercancías. Sigue rigiendo en gran parte, pero no completa y automáticamente, la pequeña producción de mercancías en la agricultura y en los oficios. Continúa por tanto influyendo, pero no rigiendo en exclusiva, los intercambios entre los sectores público y privado. Influye, de la misma forma, la asignación del total de recursos destinados a la producción de bienes de consumo entre las diversas ramas que destinan su producción al consumidor final”6 .
Los clásicos desde su época y sus concepciones generales tenían algunos criterios que pueden ser aplicados en esta problemática de los límites del mercado, sus tendencias, etc, en busca de orientación. Para Marx, por ejemplo: “La forma concreta en que el tiempo de trabajo social se impone como factor determinante en el valor de las mercancías guarda, indudablemente, relación con la forma del trabajo en cuanto trabajo asalariado y con la forma correspondiente de los medios de producción como capital, en el sentido de que sólo sobre esa base se convierte la producción de mercancías en la forma general de la producción”7 .
Pero quizás el avisoramiento más contundente lo realiza Engels en El Anti Duhring cuando analizando las implicancias del rol del dinero y las relaciones mercantiles en general para el caso de una supuesta sociedad socialista plantea “Cuando la sociedad productora de mercancías desarrolla la forma de valor inherente a esas mercancías como tales hasta llegar a la forma dinero, empiezan a apuntar ya varios de los gérmenes ocultos hasta entonces en el valor. El efecto inmediato y más esencial es la generalización de la forma mercancía. El dinero imprime forma de mercancía y arrastra al intercambio inclusive a los objetos que venían produciéndose hasta entonces directamente para el consumo propio. La forma de mercancía y el dinero penetran con esto en la economía interior de la comunidad directamente socializada para la producción, van rompiendo, unos tras otros, los lazos de la misma y disuelven la comunidad en un montón de productores privados. (…) Cualesquiera que sean las causas basadas en el desarrollo de la producción que aquí intervienen, el dinero constituye siempre el medio más potente de su influencia sobre las comunidades. Y con la misma necesidad natural, disolvería el dinero la comuna económica duhringiana, pese a todas las “leyes y normas administrativas”, si alguna vez llegara a formarse”8 .
Mandel explica el dispositivo mediante el cual debe concebirse la aniquilación histórica de las relaciones mercantiles. Según el autor, “la dialéctica marxista requiere, por tanto, de una política económica que no ceda mucho a un pragmatismo miope, debe combinar continuamente una tendencia a conservar las categorías de mercado mientras sean necesarias con otra a estimular su desaparición tanto como sea posible. (…) Solo combinando así la utilización de las categorías de mercado con la promoción de su desaparición se aplica efectivamente la dialéctica de fines y medios. De esta forma, el hábito práctico de relaciones socialistas (sin las cuales la creación de una nueva sociedad aparece como utopía) se produce gradualmente 9”.
En cuanto a los límites de la regulación del mercado, Mandel establece algunas ideas importantes. En este ámbito hay un enfrentamiento directo a las tesis de Nove que sitúan el mercado y su sistema de regulación como utilizable en las condiciones de la economía socialista.
Mandel considera que “La producción regida por las leyes de mercado junto con la descentralización en la inversión reproduce progresivamente las características fluctuaciones económicas de la economía capitalista, con fases de subinversión, desempleo periódico, sobreproducción, etc., etc10 .De modo que, se estarían replicando en los marcos del socialismo, los problemas más notorios de la economía capitalistas, muchos de ellos motivado por la existencia misma del mercado.
Considera así mismo que “El hecho de que ninguna economía de mercado ha sido capaz de evitar las desgracias de las catástrofes económicas periódicas no es por supuesto, accidental. Está relacionado con la verdadera naturaleza del sistema económico. La producción para el mercado es producción para personas desconocidas en cantidades desconocidas, y con resultados finales desconocidos. (…) De la incertidumbre se derivan inevitablemente las fluctuaciones de los ciclos económicos. No se puede reducir el output o introducir técnicas revolucionarias de producción, ahorradoras de trabajo, sin causar desempleo. No se puede provocar caídas agudas en los precios sin provocar un número de quiebras. Todos estos males inevitables de la incertidumbre del mercado están fuertemente intensificados por la propiedad privada y la competencia”11 . Debe recordarse en este punto que Nove propone espacios de propiedad privada, cierto que no a gran escala, pero que pudieran comenzar a generar este tipo de problemas a la escala en que actúan, además de que existe el riesgo permanente de que estas formas tiendan a expandirse.
Mandel también crítica la concepción de Nove referida a los graves problemas que se generan en el funcionamiento económico referidos a la innovación y su aplicación en los marcos de una economía planificada centralizadamente y en ausencia de mercado como regulador. A este respecto, Mandel expone los siguientes puntos, los que en verdad no consideramos muy convincentes:
- En primer lugar, el estancamiento económico sería más factible por la vía de los nuevos medios de consumo que por la vía de los adelantos tecnológicos en la producción en sí misma. En sentido general, Mandel cree que esto no sería tan perjudicial. En realidad, los ejemplos que expone – dado que sus reflexiones teóricas son aquí más bien vagas -, son demasiado intimistas y particulares como para tomarlos en consideración seriamente.
- Es preferible desarrollos en el ámbito humano antes que en el simple consumo. Esto puede ser cierto, pero cuando una entidad ajena elije por el consumidor lo que este debe preferir, comienzan los problemas conocidos de alienación.
- La competencia de mercado no es imprescindible para el desarrollo tecnológico y la innovación, esto es así desde el punto de vista lógico y fáctico. En esta sentido Mandel expone algunos ejemplos trascendentales – como el descubrimiento de la penicilina – que en realidad estaban fuera de los marcos del mercado. Cierto que en un plano histórico no todos los grandes descubrimientos e innovaciones de la humanidad se han debido al mercado, pero no puede negarse que el mercado es una fuerza sistemática que empuja hasta cierto punto de vista la inventiva hacia adelante, aunque sea como se sabe sólo en el interés de incrementar la productividad del trabajo, obtener plusvalía, etc, y mientras este mecanismo no sea limitado por la práctica de los monopolios.
- Las fuerzas que provocarían el avance tecnológico están dadas en la propensión del común de los productores a conservar su propio trabajo y en la libre curiosidad científica – intelectual de los seres humanos. Esto puede ser cierto, pero luce al menos bastante general.
Finalmente, queremos resaltar que en la concepción de Mandel, el predominio de la planificación no es sólo un elemento técnico, sino más bien el prerrequisito y a la vez la vía para avanzar en el camino de la auto emancipación de la clase obrera y del verdadero socialismo, basado como vimos al principio en la autogestión conjunta de los trabajadores.
1 Mandel, E. 1987. En defensa de la planificación socialista. En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. pp. 21 – 22.
2 Mandel, Ernest. 1969. La economía en el período de transición. Editorial Anagrama. Versión digital. p.6.
3 Ídem.
4 Íbidem, p.3. En sentido general, la existencia de las relaciones mercantiles en la economía socialista se ha presentado como necesidad, debida “a la persistencia de la división social del trabajo, del insuficiente nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y –por tanto-- de la imposibilidad de lograr una expresión directa del carácter social del trabajo, lo que ocasionaba la presencia de un aislamiento económico relativo entre los productores, que aún sin que existiera la propiedad privada sobre los medios de producción, debían confrontar a través del mercado la utilidad social del producto de su trabajo, que aparecía como un trabajo indirectamente social”. Rodríguez, J.L.Algunas reflexiones sobre plan y mercado en el socialismo. Versión digital.
5 Mandel, Ernest. 1969. La economía en el período de transición. Editorial Anagrama. Versión digital. p. 4.
6 Mandel, Ernest. 1969. La economía en el período de transición. Editorial Anagrama. Versión digital. p.6.
7 Marx, C. 1975. El Capital. Tomo III. p. 885.
8 Engels, F. AntiDuhring. pp. 376 – 377.
9 Mandel, Ernest. 1969. La economía en el período de transición. Editorial Anagrama. Versión digital. p. 4.
10 Íbidem, p. 5.
11 Mandel, E. 1988. El mito del socialismo de mercado. En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. p. 90.
Capítulo 3. Consideraciones críticas en torno a las ideas centrales discutidas por Mandel y Nove.
- El socialismo de mercado de Alec Nove.
Elson comienza su análisis por una revisión crítica de la concepción de modelo económico socialista que propone Nove sobre la base de la economía dual o la integración del Estado y espacios importantes también para el mercado. ¿Cuáles son las principales críticas que realiza Elson al modelo de economía que propone Alec Nove?
-Más allá de una defensa de las pequeñas firmas, no hay mucho énfasis en la reorganización del proceso de trabajo, y ninguno en la reorganización de las relaciones entre la producción de bienes y la producción y reproducción de la fuerza de trabajo.
-No hay señales de la política de los valores de uso, o de la participación popular en la planificación a través de una cooperación directa entre las organizaciones de productores y los hogares que usan sus productos.
-Se le otorga poca importancia a la auto organización en la base, y se es particularmente suspicaz en lo referente al papel de los sindicatos, que son vistos como obstáculos a las reformas económicas, tanto en los países capitalistas como en los países socialistas.
-Para los miembros de la sociedad socialista de Nove, la acción pública parece confinada a comprar, vender y votar.
-El modelo brinda una discusión escasamente detallada acerca de lo que los mercados son en realidad, de cómo funcionan en el capitalismo, de cómo deben ser organizados en el socialismo.
En general, Elson sintetiza la esencia del modelo de Nove reconociendo que enfatiza la propiedad formal, y está definida centralmente en términos de la ausencia de empresas capitalistas de gran escala. Las ventajas que declara para su forma de economía socialista son la flexibilidad, la eficiencia, la elección y la evitación de los excesos tanto del capitalismo libre de trabas como de la planificación centralizada libre de trabas.
-Más allá de una defensa de las pequeñas firmas, no hay mucho énfasis en la reorganización del proceso de trabajo, y ninguno en la reorganización de las relaciones entre la producción de bienes y la producción y reproducción de la fuerza de trabajo.
-No hay señales de la política de los valores de uso, o de la participación popular en la planificación a través de una cooperación directa entre las organizaciones de productores y los hogares que usan sus productos.
-Se le otorga poca importancia a la auto organización en la base, y se es particularmente suspicaz en lo referente al papel de los sindicatos, que son vistos como obstáculos a las reformas económicas, tanto en los países capitalistas como en los países socialistas.
-Para los miembros de la sociedad socialista de Nove, la acción pública parece confinada a comprar, vender y votar.
-El modelo brinda una discusión escasamente detallada acerca de lo que los mercados son en realidad, de cómo funcionan en el capitalismo, de cómo deben ser organizados en el socialismo.
En general, Elson sintetiza la esencia del modelo de Nove reconociendo que enfatiza la propiedad formal, y está definida centralmente en términos de la ausencia de empresas capitalistas de gran escala. Las ventajas que declara para su forma de economía socialista son la flexibilidad, la eficiencia, la elección y la evitación de los excesos tanto del capitalismo libre de trabas como de la planificación centralizada libre de trabas.
- Despreocupación por los mercados como instituciones y como procesos.
Según la autora, existe un déficit común entre los teóricos sobre la economía socialista en lo referido a lo que es el mercado y a cómo funciona efectivamente. Esto es aplicable también al caso de Nove. El hecho es que no toman en cuenta a los mercados como instituciones sociales y materiales. Se obvia, asimismo, el hecho de que los mercados requieran recursos para operar.
- Críticas del mercado.
En opinión de la autora, el mercado ha sido objeto de una serie importante de críticas desplegadas históricamente por sus adversarios, críticas que sin embargo pueden ser refutadas con éxito por los defensores de esta institución. Las principales críticas y contra críticas de la coordinación económica que realiza el mercado se organizan alrededor de las siguientes cuestiones:
- Significa producción para el lucro más que para la necesidad.
- Es la antítesis de la cooperación.
- Es impersonal y ciega.
- Es una forma para disciplinar a los trabajadores.
- Conduce a la inestabilidad económica.
Las principales defensas, planteadas en antítesis a los elementos señalados anteriormente serían las siguientes:
- La coordinación de mercado conduce a la satisfacción de las necesidades porque permite la elección del consumidor.
- La rentabilidad es un indicador del grado en el que la producción satisface las necesidades.
- Las necesidades satisfechas son las que están expresadas en la demanda solvente, pero el problema no es eliminar el mercado sino aplicar políticas de redistribución del ingreso para incorporar a los pobres a la demanda solvente.
- Esta coordinación de mercado facilita la cooperación y ayuda mutua, porque satisface el interés común de vendedores y de compradores en hacer una venta y una compra.
- La impersonalidad de la coordinación de mercado puede ser considerada una ventaja al defender la libertad individual y ser una barrera contra la tiranía personalizada.
- En cuanto a los desajustes macroeconómicos se sostiene que más importante que prevenirlos, es tener una herramienta eficiente para corregirlos, y el mercado lo logra.
- Si el mercado corrige los desequilibrios macroeconómico de forma lenta, entonces podrá ser complementado o acelerado por las políticas macroeconómicas del Estado.
Así, en el criterio de Elson, “los socialistas deberían aprovecharse del mercado como de un instrumento que permite la toma de decisiones descentralizada y flexible, y que motiva a los individuos a satisfacer el interés público a través de la búsqueda de sus propios intereses”1 .
Obviamente, la lista de posibles defensas o argumentos en favor del mercado que Elson cita pueden ser contrastados a su vez desde una posición crítica. Podemos analizar algunos de ellos. La denominada elección del consumidor muchas veces puede enfocarse como un eufemismo, dado el peso siempre dominante de la producción sobre las condiciones del consumo, de las campañas publicitarias que pueden convertir en sólo apariencias dicha libertad de elección, del grado de monopolización de la industria y el mercado realmente existente – lo que significa siempre menos opciones para los consumidores-,etc. Donde se expone que la rentabilidad es un indicador del grado en que se satisfacen necesidades, realmente debería hablarse de las necesidades del empresario, situadas muy evidentemente en la valorización del capital invertido, dado que en la práctica contemporánea las empresas pueden obtener grandes ganancias y eso no significa que se satisfagan necesidades, incluso en una sociedad altamente polarizada social y económicamente, el consumo va a estar condicionado por la demanda que realizan los segmentos poblacionales de más altos ingresos, estimulando así la producción e importación de bienes de lujos, que generan rentabilidad a la empresa pero ni de lejos cubren las necesidades de la sociedad en su conjunto. Este ha sido, de hecho, unos de los principales problemas en el desarrollo de países como los de América Latina. Por demás, el tremendo auge de la especulación financiera como vía para la valorización masiva del capital trasnacional que se ha suscitado en los últimos años demuestra cómo la rentabilidad del capital puede crecer sin cubrir ningún tipo de necesidades reales. En cuanto al reconocimiento que realiza Elson acerca de que el mercado realmente sólo toma en cuenta la demanda solvente y que por tanto lo que urge son políticas redistributivas, debemos considerar que, en una medida importante, la asimétrica o inequitativa distribución del ingreso a escala social puede ser un producto de la misma forma de funcionamiento de una economía que se organiza en torno al mercado y sus leyes objetivas, por lo tanto, el mal lejos de resolverse podría replicarse. Empíricamente sería complicado poder demostrar que el funcionamiento del mercado de por sí tienda a una distribución más equitativa del ingreso en lugar de una más inequitativa. Por otra parte, la historia económica del capitalismo del siglo XX y lo que va de XXI deja claro que las acciones de las políticas macroeconómicas en función de la redistribución de la renta es parte de una estructura más general del modelo de acumulación dominante, no una simple acción técnica sin más notoriedad. Por ejemplo, era mucho más factible aplicar políticas fiscales redistributivas en un modelo keynesiano dominante entre la postguerra y los años setenta aproximadamente, que bajo el predominio del modelo neoliberal de las últimas décadas. No en balde Paul Krugman ha señalado como una de las causas fundamentales de la actual crisis en los Estados Unidos la extrema inequidad social en el ingreso existente en dicho país. De hecho, la experiencia de algunos países de América Latina (Ej. Bolivia, Ecuador) que en los últimos años han logrado mitigar en parte la pobreza extrema y la inequidad en el ingreso, ha sido no sólo sobre la base de la política fiscal redistributiva, sino también del amplio espacio que ha jugado el sector público y las nacionalizaciones en esas economías. En este aspecto, la relación contradictoria capital – trabajo, y el juego de las fuerzas políticas juega un papel determinante. No debe olvidarse que la distribución del ingreso está determinado en gran medida por la naturaleza de la producción y por las vicisitudes de la lucha de clases.
Un elemento interesante sin embargo, es el que anota Elson con relación a cómo el mercado evita la personalización extrema del funcionamiento económico. Por una parte, debemos considerar que las condiciones del mercado libre, conllevan al monopolio, y con ello al control más o menos evidente de un grupo de personas sobre la economía, la sociedad y la política de un país. (Por ejemplo, se reconoce que las dos terceras partes del comercio mundial son dominadas por un pequeño grupo de enormes monopolios trasnacionales). Por lo tanto, esto no es algo que pueda desligarse del mercado. Por otra parte, es cierto que en la mayoría de los casos, en los países socialistas con planificación centralizada, distintas figuras políticas al frente de sus gobiernos adquirieron un control y poder prácticamente absoluto sobre la economía, la sociedad y la política. Quizás situaciones como esas hayan llevado en su momento a Sombart a plantear que tanto el mercado libre como la planificación centralizada son dos formas extremas de ilibertad. Encontrar una fórmula donde el mercado cumpla con sus capacidades técnicas sin generar o desatar males muy conocidos, y especialmente la monopolización, al tiempo que exista planificación centralizada sin que se convierta en un sistema autoritario, totalizador o antidemocrático, es una tarea compleja aún por resolver tanto por la teoría económica como por la propia práctica económica socialista. El socialismo no solo tiene que llegar a ser más productivo que el capitalismo, sino también más democrático en el sentido más real del término. Obviamente, en el capitalismo el verdadero despotismo lo realiza el capital, que al ser una fuerza aparentemente impersonal es menos evidente y quizás más tolerable.
En una perspectiva de análisis más moderna, H. Mora y F. Hinkelammert identifican una serie de asuntos que el mercado no maneja adecuadamente y demandan, según ellos, de una planificación estatal:
Obviamente, la lista de posibles defensas o argumentos en favor del mercado que Elson cita pueden ser contrastados a su vez desde una posición crítica. Podemos analizar algunos de ellos. La denominada elección del consumidor muchas veces puede enfocarse como un eufemismo, dado el peso siempre dominante de la producción sobre las condiciones del consumo, de las campañas publicitarias que pueden convertir en sólo apariencias dicha libertad de elección, del grado de monopolización de la industria y el mercado realmente existente – lo que significa siempre menos opciones para los consumidores-,etc. Donde se expone que la rentabilidad es un indicador del grado en que se satisfacen necesidades, realmente debería hablarse de las necesidades del empresario, situadas muy evidentemente en la valorización del capital invertido, dado que en la práctica contemporánea las empresas pueden obtener grandes ganancias y eso no significa que se satisfagan necesidades, incluso en una sociedad altamente polarizada social y económicamente, el consumo va a estar condicionado por la demanda que realizan los segmentos poblacionales de más altos ingresos, estimulando así la producción e importación de bienes de lujos, que generan rentabilidad a la empresa pero ni de lejos cubren las necesidades de la sociedad en su conjunto. Este ha sido, de hecho, unos de los principales problemas en el desarrollo de países como los de América Latina. Por demás, el tremendo auge de la especulación financiera como vía para la valorización masiva del capital trasnacional que se ha suscitado en los últimos años demuestra cómo la rentabilidad del capital puede crecer sin cubrir ningún tipo de necesidades reales. En cuanto al reconocimiento que realiza Elson acerca de que el mercado realmente sólo toma en cuenta la demanda solvente y que por tanto lo que urge son políticas redistributivas, debemos considerar que, en una medida importante, la asimétrica o inequitativa distribución del ingreso a escala social puede ser un producto de la misma forma de funcionamiento de una economía que se organiza en torno al mercado y sus leyes objetivas, por lo tanto, el mal lejos de resolverse podría replicarse. Empíricamente sería complicado poder demostrar que el funcionamiento del mercado de por sí tienda a una distribución más equitativa del ingreso en lugar de una más inequitativa. Por otra parte, la historia económica del capitalismo del siglo XX y lo que va de XXI deja claro que las acciones de las políticas macroeconómicas en función de la redistribución de la renta es parte de una estructura más general del modelo de acumulación dominante, no una simple acción técnica sin más notoriedad. Por ejemplo, era mucho más factible aplicar políticas fiscales redistributivas en un modelo keynesiano dominante entre la postguerra y los años setenta aproximadamente, que bajo el predominio del modelo neoliberal de las últimas décadas. No en balde Paul Krugman ha señalado como una de las causas fundamentales de la actual crisis en los Estados Unidos la extrema inequidad social en el ingreso existente en dicho país. De hecho, la experiencia de algunos países de América Latina (Ej. Bolivia, Ecuador) que en los últimos años han logrado mitigar en parte la pobreza extrema y la inequidad en el ingreso, ha sido no sólo sobre la base de la política fiscal redistributiva, sino también del amplio espacio que ha jugado el sector público y las nacionalizaciones en esas economías. En este aspecto, la relación contradictoria capital – trabajo, y el juego de las fuerzas políticas juega un papel determinante. No debe olvidarse que la distribución del ingreso está determinado en gran medida por la naturaleza de la producción y por las vicisitudes de la lucha de clases.
Un elemento interesante sin embargo, es el que anota Elson con relación a cómo el mercado evita la personalización extrema del funcionamiento económico. Por una parte, debemos considerar que las condiciones del mercado libre, conllevan al monopolio, y con ello al control más o menos evidente de un grupo de personas sobre la economía, la sociedad y la política de un país. (Por ejemplo, se reconoce que las dos terceras partes del comercio mundial son dominadas por un pequeño grupo de enormes monopolios trasnacionales). Por lo tanto, esto no es algo que pueda desligarse del mercado. Por otra parte, es cierto que en la mayoría de los casos, en los países socialistas con planificación centralizada, distintas figuras políticas al frente de sus gobiernos adquirieron un control y poder prácticamente absoluto sobre la economía, la sociedad y la política. Quizás situaciones como esas hayan llevado en su momento a Sombart a plantear que tanto el mercado libre como la planificación centralizada son dos formas extremas de ilibertad. Encontrar una fórmula donde el mercado cumpla con sus capacidades técnicas sin generar o desatar males muy conocidos, y especialmente la monopolización, al tiempo que exista planificación centralizada sin que se convierta en un sistema autoritario, totalizador o antidemocrático, es una tarea compleja aún por resolver tanto por la teoría económica como por la propia práctica económica socialista. El socialismo no solo tiene que llegar a ser más productivo que el capitalismo, sino también más democrático en el sentido más real del término. Obviamente, en el capitalismo el verdadero despotismo lo realiza el capital, que al ser una fuerza aparentemente impersonal es menos evidente y quizás más tolerable.
En una perspectiva de análisis más moderna, H. Mora y F. Hinkelammert identifican una serie de asuntos que el mercado no maneja adecuadamente y demandan, según ellos, de una planificación estatal:
- La pobreza y la integración social.
- La distribución equitativa del ingreso.
- Una estructura del empleo que garantice la inclusión de todos en la división social del trabajo.
- El uso sostenible de los recursos naturales y la conservación de los equilibrios ecológicos necesarios para sustentar la vida.
- Un desarrollo regional equilibrado.
- La formación de mercados competitivos y no monopólicos u oligopólicos.
- La universalización de servicios básicos como la salud, la educación y el acceso al conocimiento.
- El uso de las tecnologías con visión holística y de largo plazo.
- Un desarrollo internacional equilibrado”2 .
Debemos considerar, sin embargo, que la planificación de por sí, o cualquier tipo de planificación por más que sea socialista y centralizada, no va a resolver por decreto y simple voluntad problemas como estos y otros que no se indican. Demasiadas veces se ha señalado la carencia de determinados elementos que en el capitalismo imposibilita una planificación a escala de la sociedad completa, elementos que supuestamente si existen en el socialismo, pero que son sólo elementos de principio, que no son suficientes. Por lo tanto, urge desarrollar todo el sentido y capacidad científica, técnica y política de la planificación para lograr tales objetivos.
- Toma de decisiones y mercados.
Continuando en el análisis que realiza Elson sobre el mercado, esta considera que los socialistas deberían reconocer sus aspectos progresivos. Sin embargo, y este acotamiento va dirigido con más fuerza a los defensores del socialismo de mercado, también deberían tomarse en cuenta sus aspectos negativos, referidos específicamente a la atomización que realizan en la toma de las decisiones económicas y que conllevan automáticamente al denominado aislamiento de los tomadores de decisiones, siendo esta la principal limitación que muestra este mecanismo de coordinación económica.
El aislamiento de los tomadores de decisiones significa que el problema que cada uno considera es: ¿qué debo hacer para favorecer mejor mis intereses, conociendo los precios corrientes y la disponibilidad de bienes, pero sin conocer lo que los demás intentan hacer y estarían dispuestos a hacer? Esta sería la base de la denominada paradoja del aislamiento.
La limitación del mercado en este sentido del aislamiento estaría dada en que no brinda información directa sobre las intenciones, deseos y valores, transmite sólo información referida a los resultados de las decisiones tomadas en la oscuridad.
Según la autora los resultados de la operatoria del mercado son entonces sentidos como una presión coercitiva externa, a la que los individuos deben amoldarse; y los procedimientos de mercado no ofrecen canales para que, a la luz del resultado agregado los tomadores de decisiones puedan reconsiderarsus elecciones antes de dedicarse a las compras y a las ventas, ni para considerar cambios en los objetivos.
De hecho, mientras más avanzado es el sistema económico y social, más tienden a desplegarse interdependencias entre las decisiones tomadas de forma atomística por los distintos agentes económicos. Ya hemos visto como el mecanismo de mercado no logra superar esta realidad. Es notorio además considerar, junto a Elson, como esta interdependencia actúa como premisa material para la toma de decisiones sobre cuestiones públicas, decisiones que el mercado por sí mismo no solo no logra realizar, sino que además tiende a socavarlas.
En las economías de mercado los tomadores de decisiones no se quedan satisfechos con la atomización y la ausencia de información directa acerca de las intenciones de los demás. Se buscan en este sentido formas y medios para superar esta carencia de información directa, que pueden comprender cuestiones como asociaciones empresariales, intercambio informal de información, etc; sin embargo, estas variantes están limitadas por la búsqueda de ventajas competitivas que cada empresa individual desea lograr.
El aislamiento de los tomadores de decisiones significa que el problema que cada uno considera es: ¿qué debo hacer para favorecer mejor mis intereses, conociendo los precios corrientes y la disponibilidad de bienes, pero sin conocer lo que los demás intentan hacer y estarían dispuestos a hacer? Esta sería la base de la denominada paradoja del aislamiento.
La limitación del mercado en este sentido del aislamiento estaría dada en que no brinda información directa sobre las intenciones, deseos y valores, transmite sólo información referida a los resultados de las decisiones tomadas en la oscuridad.
Según la autora los resultados de la operatoria del mercado son entonces sentidos como una presión coercitiva externa, a la que los individuos deben amoldarse; y los procedimientos de mercado no ofrecen canales para que, a la luz del resultado agregado los tomadores de decisiones puedan reconsiderarsus elecciones antes de dedicarse a las compras y a las ventas, ni para considerar cambios en los objetivos.
De hecho, mientras más avanzado es el sistema económico y social, más tienden a desplegarse interdependencias entre las decisiones tomadas de forma atomística por los distintos agentes económicos. Ya hemos visto como el mecanismo de mercado no logra superar esta realidad. Es notorio además considerar, junto a Elson, como esta interdependencia actúa como premisa material para la toma de decisiones sobre cuestiones públicas, decisiones que el mercado por sí mismo no solo no logra realizar, sino que además tiende a socavarlas.
En las economías de mercado los tomadores de decisiones no se quedan satisfechos con la atomización y la ausencia de información directa acerca de las intenciones de los demás. Se buscan en este sentido formas y medios para superar esta carencia de información directa, que pueden comprender cuestiones como asociaciones empresariales, intercambio informal de información, etc; sin embargo, estas variantes están limitadas por la búsqueda de ventajas competitivas que cada empresa individual desea lograr.
- El proceso de ajuste y reproducción de la fuerza de trabajo.
Según plantea Elson la importancia de la preocupación sentida en relación a las fuerzas del mercado depende de las convicciones acerca de la facilidad y la estabilidad del ajuste, y del grado en que se presentan alternativas a la coordinación atomizada que ofrece el mercado.
Los defensores del mercado, basándose en la teoría económica de la Escuela Austriaca y Neoclásica, consideran que el ajuste es relativamente fácil y rápido, solo observándose la condición de que los mercados no sean afectados por fuerzas externas. Elson señala dos críticas fundamentales a esta concepción sobre la capacidad de auto corrección por parte del mercado:
Los defensores del mercado, basándose en la teoría económica de la Escuela Austriaca y Neoclásica, consideran que el ajuste es relativamente fácil y rápido, solo observándose la condición de que los mercados no sean afectados por fuerzas externas. Elson señala dos críticas fundamentales a esta concepción sobre la capacidad de auto corrección por parte del mercado:
- Ninguna de las dos escuelas considera necesario distinguir al trabajo de los demás factores de producción en el proceso de ajuste.
No se toma en cuenta las capacidades, conocimientos, etc, de los hombres, tampoco sus elementos subjetivos de apego a su trabajo, a su profesión, etc. Estas escuelas de pensamiento reducen el ser humano prácticamente a la categoría de una máquina, lo que tiene implicaciones morales, pero también analíticas. Por supuesto, acercar al ser humano a un simple objeto haría más racional estas teorías y el funcionamiento mismo del capitalismo por lo que su práctica está dirigida en este sentido.
- Ninguna economía puede ajustarse únicamente a través de un proceso de ajuste dirigido por el mercado porque hay recursos claves que no pueden ser completamente mercantilizados. (trabajo y medio ambiente).
Según la autora, la fuerza de trabajo se puede comprar y vender en el mercado, pero no puede producirse como mercancía, he ahí su limitación para su total mercantilización3 . Igual lógica sería aplicable al medio ambiente.
Elson va más lejos en su crítica a los mecanismos de corrección que utiliza el mercado, pues también observa sus implicaciones para el caso del hogar. Ciertamente, un análisis de este tipo no aparece en los marcos de esta polémica ni en el pensamiento de Mandel ni en la opción del socialismo de mercado de Alec Nove.
Queda claro entonces que el proceso de ajuste del mercado, como institución social que es en definitiva, se basa y expresa relaciones de poder, de fuerza y de desigualdad entre sus componentes. Por lo tanto, no es un proceso meramente técnico o neutral donde la autodeterminación de todos sus miembros pueda concebirse como una realidad. De hecho, como plantea Elson: “El proceso de ajuste en una economía de mercado, en la que hay desigualdades sustanciales dentro del proceso de trabajo pago y del hogar, depende, por tanto, de aquellos con gran poder, capaces de persuadir o coercionar a aquellos con menos para que sean adaptadores pasivos o altruistas autosacrificadores; la autodeterminación que surge de la toma de iniciativas, tan celebrada por la Escuela Austriaca, está reservada a unos pocos”4 .
Elson va más lejos en su crítica a los mecanismos de corrección que utiliza el mercado, pues también observa sus implicaciones para el caso del hogar. Ciertamente, un análisis de este tipo no aparece en los marcos de esta polémica ni en el pensamiento de Mandel ni en la opción del socialismo de mercado de Alec Nove.
Queda claro entonces que el proceso de ajuste del mercado, como institución social que es en definitiva, se basa y expresa relaciones de poder, de fuerza y de desigualdad entre sus componentes. Por lo tanto, no es un proceso meramente técnico o neutral donde la autodeterminación de todos sus miembros pueda concebirse como una realidad. De hecho, como plantea Elson: “El proceso de ajuste en una economía de mercado, en la que hay desigualdades sustanciales dentro del proceso de trabajo pago y del hogar, depende, por tanto, de aquellos con gran poder, capaces de persuadir o coercionar a aquellos con menos para que sean adaptadores pasivos o altruistas autosacrificadores; la autodeterminación que surge de la toma de iniciativas, tan celebrada por la Escuela Austriaca, está reservada a unos pocos”4 .
- Las bases micro de los problemas macro y la intervención keynesiana en los mercados.
Aquí Elson, siguiendo a Mandel, reconoce que los problemas macroeconómicos están enraizados en el proceso de mercado, es decir, en los fundamentos microeconómicos de la economía capitalista.
Según plantea la autora, a nivel microeconómico rige una racionalidad, basada en la obtención de la mayor utilidad posible para la empresa capitalista, y toda la actividad, decisiones, objetivos, etc, de la misma están en función explícita y calculada de dicha racionalidad. Sin embargo, esta racionalidad microeconómica no garantiza la racionalidad macro o global del sistema. Esto se debe a la naturaleza de la toma de decisiones atomizada y secuencial. Los efectos de irracionalidad global estarían asociados a posibles excesos, booms, quiebras, crisis, inflación, etc.
La respuesta del capital a esta situación de dicotomía entre la racionalidad micro y la macro fue enfocada mediante la intervención keynesiana en los mercados capitalistas. Esta intervención estaría destinada a incrementar el monto de la demanda efectiva del sistema, especialmente aumentando el gasto público. Con posterioridad se le dio a este enfoque de Keynes un carácter funcional de acorde al momento del ciclo económico, pero en las dos décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial puede plantearse que el gasto público se convirtió en una pieza clave en la formación de la demanda efectiva y por ende en el funcionamiento del capitalismo.
Sin embargo, plantea Elson, existen una serie de problemas inherentes a los procesos de mercado que la intervención keynesiana, o cualquier otra forma de política macroeconómica como ha sido con posterioridad las políticas monetaristas, no pueden variar. El centro de la crítica que expone Elson a este mecanismo de intervención puede resumirse en la siguiente idea: “La intervención en los mercados cambia los parámetros corrientes que deben enfrentar los constructores de mercado y otros tomadores de decisiones (precios, tasas de interés, tasas de cambio, nivel de la demanda, etc), pero no las características del proceso de mercado en sí mismo. (…) la intervención en el mercado tiende a ser ineficaz o extremadamente costosa si los agentes responden únicamente a las fragmentadas ventajas individuales; pero el aislamiento social impuesto por el mercado hace difícil hacer alguna otra cosa. La intervención en los mercados no desarrolla instituciones que faciliten la reflexión colectiva antes que las unidades individuales tomen decisiones (…) De modo que el mercado como institución, tenderá a minar la implementación exitosa de las políticas keynesianas”5 .
En este momento de reflexión crítica sobre la viabilidad de la intervención política en los mercados, Elson introduce su hipótesis de la socialización del proceso de formación de precios. En su criterio, tanto la política keynesiana, la monetarista, como una política de ingresos y precios diseñada para controlar estas variables económicas y hacer viables las políticas keynesianas y monetaristas sin generar problemas de inflación; deberían ser complementadas en la práctica por este proceso de socialización del proceso de formación de precios. Esta socialización del proceso de formación de precios estaría asociada a hacer transparente a los hogares toda la información posible acerca de cómo se crean los precios en el mercado, señalando elementos como los costos unitarios y los márgenes de ganancia. Pero esto debería ser un proceso simétrico, donde tanto los hogares como las empresas tengan un poder equivalente en el mercado. Sin embargo, la propia Elson es consciente que, tanto en las condiciones de una economía capitalista de mercado, como en los regímenes de economía socialista planificada centralizadamente, esta socialización del proceso de formación de los precios termina siendo inviable.
Los precios reflejan relaciones sociales, y específicamente relaciones de poder. Una forma extrema de fetichismo mercantil puede generarse no sólo cuando los productores directos son enajenados de los frutos de su trabajo, sino también cuando se le impide conocer a profundidad las cualidades que su trabajo ha sido capaz de elaborar, entre ellas el valor y los componentes concretos del precio de sus productos.
Por demás, el sistema de precios tiene efectos no sólo en el sistema empresarial o en los marcos estrechos del mercado, sino que, como apunta la propia Elson, tiene serias repercusiones en el desempeño de los hogares y los individuos, actúan de hecho como un vínculo material entre estos hogares e individuos y el sistema económico productivo.
Según plantea la autora, a nivel microeconómico rige una racionalidad, basada en la obtención de la mayor utilidad posible para la empresa capitalista, y toda la actividad, decisiones, objetivos, etc, de la misma están en función explícita y calculada de dicha racionalidad. Sin embargo, esta racionalidad microeconómica no garantiza la racionalidad macro o global del sistema. Esto se debe a la naturaleza de la toma de decisiones atomizada y secuencial. Los efectos de irracionalidad global estarían asociados a posibles excesos, booms, quiebras, crisis, inflación, etc.
La respuesta del capital a esta situación de dicotomía entre la racionalidad micro y la macro fue enfocada mediante la intervención keynesiana en los mercados capitalistas. Esta intervención estaría destinada a incrementar el monto de la demanda efectiva del sistema, especialmente aumentando el gasto público. Con posterioridad se le dio a este enfoque de Keynes un carácter funcional de acorde al momento del ciclo económico, pero en las dos décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial puede plantearse que el gasto público se convirtió en una pieza clave en la formación de la demanda efectiva y por ende en el funcionamiento del capitalismo.
Sin embargo, plantea Elson, existen una serie de problemas inherentes a los procesos de mercado que la intervención keynesiana, o cualquier otra forma de política macroeconómica como ha sido con posterioridad las políticas monetaristas, no pueden variar. El centro de la crítica que expone Elson a este mecanismo de intervención puede resumirse en la siguiente idea: “La intervención en los mercados cambia los parámetros corrientes que deben enfrentar los constructores de mercado y otros tomadores de decisiones (precios, tasas de interés, tasas de cambio, nivel de la demanda, etc), pero no las características del proceso de mercado en sí mismo. (…) la intervención en el mercado tiende a ser ineficaz o extremadamente costosa si los agentes responden únicamente a las fragmentadas ventajas individuales; pero el aislamiento social impuesto por el mercado hace difícil hacer alguna otra cosa. La intervención en los mercados no desarrolla instituciones que faciliten la reflexión colectiva antes que las unidades individuales tomen decisiones (…) De modo que el mercado como institución, tenderá a minar la implementación exitosa de las políticas keynesianas”5 .
En este momento de reflexión crítica sobre la viabilidad de la intervención política en los mercados, Elson introduce su hipótesis de la socialización del proceso de formación de precios. En su criterio, tanto la política keynesiana, la monetarista, como una política de ingresos y precios diseñada para controlar estas variables económicas y hacer viables las políticas keynesianas y monetaristas sin generar problemas de inflación; deberían ser complementadas en la práctica por este proceso de socialización del proceso de formación de precios. Esta socialización del proceso de formación de precios estaría asociada a hacer transparente a los hogares toda la información posible acerca de cómo se crean los precios en el mercado, señalando elementos como los costos unitarios y los márgenes de ganancia. Pero esto debería ser un proceso simétrico, donde tanto los hogares como las empresas tengan un poder equivalente en el mercado. Sin embargo, la propia Elson es consciente que, tanto en las condiciones de una economía capitalista de mercado, como en los regímenes de economía socialista planificada centralizadamente, esta socialización del proceso de formación de los precios termina siendo inviable.
Los precios reflejan relaciones sociales, y específicamente relaciones de poder. Una forma extrema de fetichismo mercantil puede generarse no sólo cuando los productores directos son enajenados de los frutos de su trabajo, sino también cuando se le impide conocer a profundidad las cualidades que su trabajo ha sido capaz de elaborar, entre ellas el valor y los componentes concretos del precio de sus productos.
Por demás, el sistema de precios tiene efectos no sólo en el sistema empresarial o en los marcos estrechos del mercado, sino que, como apunta la propia Elson, tiene serias repercusiones en el desempeño de los hogares y los individuos, actúan de hecho como un vínculo material entre estos hogares e individuos y el sistema económico productivo.
- La Tercera Vía de Mandel.
En este aspecto, la autora retoma sus análisis críticos de los enfoques que, sobre el mercado y la planificación centralizada como mecanismos de coordinación económica han desarrollado Nove y Mandel. En este caso se concentra en el análisis de la posibilidad o no de una tercera vía, alternativa al mercado y la planificación burocrática y centralizada, y de cómo la visualizan estos dos autores. Según la autora, Nove desconoce cualquier otra variante alternativa a la planificación centralizada condenada de antemano a la burocratización, o el mercado. Pero Elson sostiene, y en esto no estaría sola, que existe una tercera vía. Esta ha sido identificada como relaciones informales. Según una diversidad de autores, las relaciones informales actúan históricamente como complemento a los nexos monetarios que establece el mercado y a los nexos reglados que establece la planificación, y esto se debe a las limitaciones objetivas de ambas modalidades.
Según refiere, el propio Mandel identifica también un tercer nexo o sistema de coordinación económica, al que denomina como cooperación objetiva informal. Según Elson, es correcto suponer que existe un tercer nexo, pero cree que Mandel está en error cuando considera que esta tercera vía está efectivamente haciendo desaparecer al mercado y su sistema de relaciones, especialmente al mecanismo de precios.
Su propuesta aparece retomando la necesidad de una economía socialista, pero con un importante, a la vez que reformulado papel y naturaleza de los precios. Así plantea “la conclusión que yo saco no es que los precios y el socialismo sean incompatibles, sino que la relación social entre compradores y vendedores debe ser cambiada para que no sean antagónicas: el proceso de formación de precios debe ser un proceso público, y no uno controlado por las empresas; y la información no debe estar subordinada al mercado, sino que debe ser compartida, con el nexo de la confianza, la reciprocidad y la buena voluntad, estableciendo los límites dentro de los cuales éste opera”6 .
Elson desliza algunos elementos que se cuestionan varios de los inconvenientes que Mandel señala al mercado y a los elementos que presenta como alternativas. Por ejemplo, cuando Mandel de alguna manera fustiga al mercado por no ser capaz de generar a priori los macro equilibrios entre la oferta total y la demanda total antes que los recursos se hayan utilizado ya en la producción, ventaja que, según él, si caracteriza a la planificación que, a priori asigna los recursos productivos atendiendo al equilibrio global como gran objetivo. En este sentido, concordamos con Elson cuando ubica a Mandel en la misma lógica de análisis de los economistas neoclásicos para los que el equilibrio es una preocupación extrema y prácticamente un fin de la actividad económica en sí misma. Tal noción de equilibrio sería trasplantada como una necesidad a la misma economía socialista. De hecho, el logro de este macro equilibrio global es lo que obliga a los organismos planificadores de la economía nacional a manejar un volumen de información a todas luces abrumador, que ha hecho brotar la hipótesis del super procesador para hacerle frente.
En este aspecto del flujo de información, como plantea Elson, el mercado al ser más selectivo con la información y su sentido, se torna más eficiente que la planificación centralizada. Elson lo explica así: “Una ventaja de los sistemas de mercado, comparados con la planificación central, no es tanto que generen información a bajo costo, sino que permiten una autonomía relativa de las decisiones, de modo tal que sólo una fracción de la información acerca de las posibilidades de producción y las necesidades de la demanda necesita ser procesada en un momento determinado y en un lugar determinado7 ”.
Otro aspecto que Elson fustiga a la concepción de Mandel es su criterio acerca de la necesaria abolición de los precios y el dinero como portavoces o mediadores de las necesidades sociales, las que, en su opinión, podrían ser declaradas directamente por los mismos consumidores. La crítica de Elson a esta propuesta de Mandel se concentra en los siguientes aspectos:
Según refiere, el propio Mandel identifica también un tercer nexo o sistema de coordinación económica, al que denomina como cooperación objetiva informal. Según Elson, es correcto suponer que existe un tercer nexo, pero cree que Mandel está en error cuando considera que esta tercera vía está efectivamente haciendo desaparecer al mercado y su sistema de relaciones, especialmente al mecanismo de precios.
Su propuesta aparece retomando la necesidad de una economía socialista, pero con un importante, a la vez que reformulado papel y naturaleza de los precios. Así plantea “la conclusión que yo saco no es que los precios y el socialismo sean incompatibles, sino que la relación social entre compradores y vendedores debe ser cambiada para que no sean antagónicas: el proceso de formación de precios debe ser un proceso público, y no uno controlado por las empresas; y la información no debe estar subordinada al mercado, sino que debe ser compartida, con el nexo de la confianza, la reciprocidad y la buena voluntad, estableciendo los límites dentro de los cuales éste opera”6 .
Elson desliza algunos elementos que se cuestionan varios de los inconvenientes que Mandel señala al mercado y a los elementos que presenta como alternativas. Por ejemplo, cuando Mandel de alguna manera fustiga al mercado por no ser capaz de generar a priori los macro equilibrios entre la oferta total y la demanda total antes que los recursos se hayan utilizado ya en la producción, ventaja que, según él, si caracteriza a la planificación que, a priori asigna los recursos productivos atendiendo al equilibrio global como gran objetivo. En este sentido, concordamos con Elson cuando ubica a Mandel en la misma lógica de análisis de los economistas neoclásicos para los que el equilibrio es una preocupación extrema y prácticamente un fin de la actividad económica en sí misma. Tal noción de equilibrio sería trasplantada como una necesidad a la misma economía socialista. De hecho, el logro de este macro equilibrio global es lo que obliga a los organismos planificadores de la economía nacional a manejar un volumen de información a todas luces abrumador, que ha hecho brotar la hipótesis del super procesador para hacerle frente.
En este aspecto del flujo de información, como plantea Elson, el mercado al ser más selectivo con la información y su sentido, se torna más eficiente que la planificación centralizada. Elson lo explica así: “Una ventaja de los sistemas de mercado, comparados con la planificación central, no es tanto que generen información a bajo costo, sino que permiten una autonomía relativa de las decisiones, de modo tal que sólo una fracción de la información acerca de las posibilidades de producción y las necesidades de la demanda necesita ser procesada en un momento determinado y en un lugar determinado7 ”.
Otro aspecto que Elson fustiga a la concepción de Mandel es su criterio acerca de la necesaria abolición de los precios y el dinero como portavoces o mediadores de las necesidades sociales, las que, en su opinión, podrían ser declaradas directamente por los mismos consumidores. La crítica de Elson a esta propuesta de Mandel se concentra en los siguientes aspectos:
- Si los precios son abolidos efectivamente, será imposible llevar adelante la primera etapa de determinación del esquema del plan.
- La planificación sería llevada a cabo en gran medida por los hogares, pero no queda claro cómo se enfrentarían estos a las necesidades no previstas, tampoco queda claro cómo se ajustaría la planificación ante las variaciones en el número de hogares o de sus miembros.
- No se declaran o explicitan los mecanismos correctivos, y cómo estos operarían.
- No está claro cómo decidiría el congreso de obreros de cada industria la asignación de recursos entre empresas. Llegado un momento, estos enfrentarían los mismos problemas y realizarían las mismas tareas que lleva a cabo la burocracia planificadora en la URSS. Nada garantiza que ellos no se conviertan espontáneamente en una nueva estructura burocratizada. Mandel invoca a la autogestión como remedio a la centralización, pero la autogestión en sí misma, no superaría las divisiones entre distintos grupos autogestionarios.
- Se discute muy poco el modo en que estarían organizados los cuerpos autogestionarios. La autogestión funciona más bien como una solución forzada para desplazar la burocracia, pero esto aparece más como una solución estrictamente lógica antes que práctica.
Mandel no logra distinguir entre los efectos del capitalismo y los efectos del mecanismo de precios. Su aversión hacia el dinero y los precios surge de la creencia de que el dinero y los precios son, en cierto sentido, formas irremediablemente capitalistas.
El tipo de economía al que se arribaría con la ausencia de precios, sería necesariamente una economía de repetición, donde no habría necesidad de ajustes y donde prácticamente se ignora los efectos del cambio tecnológico.
Resumiendo la polémica en cuanto a la posibilidad o no de una tercera vía, Elson llega a una posición interesante, muy cercana al campo de acción de la economía institucional, cuando plantea que “el problema no es la ausencia de un tercer camino; el problema es cómo institucionalizarlo; y cómo asegurar que la cooperación sea brindada libremente, un producto genuino de la confianza y de la buena voluntad”8 .
En este sentido, la autora apunta a un tema que creemos crucial y que ha sido poco atendido por la economía política socialista, y es básicamente el tema de las instituciones que deberían crearse y potenciarse en una economía socialista hasta consolidar una institucionalidad orgánica al nuevo modo de producción que se quiere establecer. Por supuesto, en este aspecto como en otros juega un papel importante la realidad histórica del tránsito al socialismo en países subdesarrollados.
El tipo de economía al que se arribaría con la ausencia de precios, sería necesariamente una economía de repetición, donde no habría necesidad de ajustes y donde prácticamente se ignora los efectos del cambio tecnológico.
Resumiendo la polémica en cuanto a la posibilidad o no de una tercera vía, Elson llega a una posición interesante, muy cercana al campo de acción de la economía institucional, cuando plantea que “el problema no es la ausencia de un tercer camino; el problema es cómo institucionalizarlo; y cómo asegurar que la cooperación sea brindada libremente, un producto genuino de la confianza y de la buena voluntad”8 .
En este sentido, la autora apunta a un tema que creemos crucial y que ha sido poco atendido por la economía política socialista, y es básicamente el tema de las instituciones que deberían crearse y potenciarse en una economía socialista hasta consolidar una institucionalidad orgánica al nuevo modo de producción que se quiere establecer. Por supuesto, en este aspecto como en otros juega un papel importante la realidad histórica del tránsito al socialismo en países subdesarrollados.
1 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? p. 127.
2 Mora Jiménez, H y Hinkelammert, F. 2009. Planificación económica y control democrático del mercado. En Abra. Revista de la Facultad de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Costa Rica. Numero 37 -38. EUNA. P. 148.
3 Ciertamente, Marx se refiere más a “reproducción” que a “producción” cuando analiza la mercancía fuerza de trabajo. En sus propios términos: “La fuerza de trabajo sólo existe como actitud del ser viviente. Su producción presupone, por tanto, la existencia de éste. Y, partiendo del supuesto de la existencia del individuo, la producción de la fuerza de trabajo consiste en la reproducción o conservación de aquél”. Marx, C. 1975. El Capital. Tomo I. p. 132. De modo que Marx sólo da por sentado el proceso mediante el cual se “produce” la fuerza de trabajo, y se concentra más en cómo se reproduce. (YSL)
4 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 138
5 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 141. Aun cuando no es el tema central de este ensayo, debemos sin embargo reconocer que el propio Keynes era consciente de la situación objetiva en la que el mercado ubicaba a los agentes económicos, además de que se mostraba crítico ante la idea del liberalismo e individualismo económico como régimen que garantizaría el funcionamiento adecuado del sistema económico. Así, en su tratado El Final del Laissez Faire plantea que: “No es verdad que los individuos tengan una “libertad natural” sancionada por la costumbre de sus actividades económicas. No existe un convenio que confiera derechos perpetuos sobre aquello que tienen o sobre aquellos que adquieren. El mundo no se gobierna desde arriba, de manera que no siempre coinciden el interés privado y el social. No es una deducción correcta en los principios de la economía que el interés propio sea generalmente ilustrado, más a menudo los individuos que actúan por separado persiguiendo sus propios fines son demasiado ignorantes o demasiado débiles incluso para alcanzar estos”. (YSL).
6 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 154.
7 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 146.
8 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 145.
Capítulo 4. Elementos básicos del modelo propuesto por Elson.
Elson presenta su propia propuesta alternativa ante lo que define como el socialismo de mercado de Alec Nove y la economía socialista sin precios de Ernest Mandel.
La producción y reproducción de la fuerza de trabajo.
Elson vuelve sobre su argumento del papel central que debe desempeñar la producción y reproducción de la fuerza de trabajo en la economía socialista. Sabido es que en la economía capitalista el proceso de producción y reproducción de la fuerza de trabajo está subordinado al proceso de acumulación de capital. La pretensión para la economía socialista radicaría en revertir esta relación: hacer de la producción y reproducción de la fuerza de trabajo la variable independiente y la acumulación la variable dependiente.
Según la autora, para que lograr esta situación es necesario erradicar la coacción económica sobre los hogares. Para ello los hogares necesitan tener acceso a un ingreso básico sin ser forzados a vender fuerza de trabajo a empresas, aun cuando estas sean de propiedad pública. Así, “su supervivencia, en un nivel básico pero decente, debería estar libremente garantizado. Sólo entonces son capaces de una verdadera elección acerca de la venta de su fuerza de trabajo a las empresas, y no están impelidas a venderla por necesidad”1 .
Según la autora, en las condiciones de una economía industrial las bases para que los hogares tengan elección y libertad tendrían dos formas: la provisión libre de gastos de los servicios básicos, como la salud y la educación, el agua y los servicios sanitarios; y la provisión, a todo ciudadano y por derecho propio, de un ingreso monetario mínimo para cubrir la compra de suficiente comida, vestido, abrigo y bienes para el hogar para un estándar básico de vida.
Estratégicamente, y con la finalidad de garantizar lo que Elson define como la socialización del proceso de formación de los precios, es necesario también el acceso igualitario y sin trabas a la información.
Tomando en cuenta estas propuestas de eliminar la coacción económica para la venta de la fuerza de trabajo, e incluso la garantía de un ingreso básico estable, ¿qué haría entonces a las personas ofrecer su fuerza de trabajo?, ¿qué las haría levantarse en las mañanas e ir a trabajar?, ¿cómo se crearían los bienes y servicios que se ofrecerían gratis o que se comprarían con ese ingreso básico? En este punto no debiera desestimarse que, durante siglos, el trabajo ha sido asumido para la generalidad de las personas como una penosa actividad, incluso la economía neoclásica utiliza categorías como “desutilidad” y “utilidad” del trabajo para referirse a las distintas dimensiones de este proceso. Entonces, ¿cómo esperar que de la noche a la mañana los hombres al verse librados de la necesidad de trabajar aun lo hagan? Elson expone una serie de razones que la hacen razonar que esto sucedería:
La producción y reproducción de la fuerza de trabajo.
Elson vuelve sobre su argumento del papel central que debe desempeñar la producción y reproducción de la fuerza de trabajo en la economía socialista. Sabido es que en la economía capitalista el proceso de producción y reproducción de la fuerza de trabajo está subordinado al proceso de acumulación de capital. La pretensión para la economía socialista radicaría en revertir esta relación: hacer de la producción y reproducción de la fuerza de trabajo la variable independiente y la acumulación la variable dependiente.
Según la autora, para que lograr esta situación es necesario erradicar la coacción económica sobre los hogares. Para ello los hogares necesitan tener acceso a un ingreso básico sin ser forzados a vender fuerza de trabajo a empresas, aun cuando estas sean de propiedad pública. Así, “su supervivencia, en un nivel básico pero decente, debería estar libremente garantizado. Sólo entonces son capaces de una verdadera elección acerca de la venta de su fuerza de trabajo a las empresas, y no están impelidas a venderla por necesidad”1 .
Según la autora, en las condiciones de una economía industrial las bases para que los hogares tengan elección y libertad tendrían dos formas: la provisión libre de gastos de los servicios básicos, como la salud y la educación, el agua y los servicios sanitarios; y la provisión, a todo ciudadano y por derecho propio, de un ingreso monetario mínimo para cubrir la compra de suficiente comida, vestido, abrigo y bienes para el hogar para un estándar básico de vida.
Estratégicamente, y con la finalidad de garantizar lo que Elson define como la socialización del proceso de formación de los precios, es necesario también el acceso igualitario y sin trabas a la información.
Tomando en cuenta estas propuestas de eliminar la coacción económica para la venta de la fuerza de trabajo, e incluso la garantía de un ingreso básico estable, ¿qué haría entonces a las personas ofrecer su fuerza de trabajo?, ¿qué las haría levantarse en las mañanas e ir a trabajar?, ¿cómo se crearían los bienes y servicios que se ofrecerían gratis o que se comprarían con ese ingreso básico? En este punto no debiera desestimarse que, durante siglos, el trabajo ha sido asumido para la generalidad de las personas como una penosa actividad, incluso la economía neoclásica utiliza categorías como “desutilidad” y “utilidad” del trabajo para referirse a las distintas dimensiones de este proceso. Entonces, ¿cómo esperar que de la noche a la mañana los hombres al verse librados de la necesidad de trabajar aun lo hagan? Elson expone una serie de razones que la hacen razonar que esto sucedería:
- La mayor parte de la población querrá comprar más de lo que lo asegurado permite. (en este sentido creemos que de cierto modo Elson mira al proceso como productivo como algo poco sistémico o más bien aleatorio, unos días vendrán 100 obreros a producir, otro día 20, y así)
- La población usará el dinero para comprar sus propios medios de producción y para establecer empresas domésticas o para asociarse con otros hogares para formar cooperativas. (acá en nuestra opinión tampoco queda muy claro cómo estarían en existencia dichos medios de producción, sobre todo capaces de satisfacer una demanda que se asemeja a la de una economía que práctica un proceso de reproducción ampliada, toda vez que el ingreso básico se está destinando a comprar medios de producción y no medios de consumo)
- La población tendrá el espíritu cívico suficiente como para advertir que deben contribuir a la producción si es que el ingreso asegurado va a tener algún poder de compra real. (acá al menos podemos recalcar las tesis del propio marxismo de que la ideología es, en última instancia el reflejo de las condiciones materiales dominantes, si aún se construye la base económica socialista pretender que solo el espíritu cívico movilice el trabajo pudiera ser algo endeble).
- Un elemento de complementación al denominado espíritu cívico, podría estar dado en la propuesta de que, junto al derecho al ingreso asegurado esté la obligación, por parte de los adultos aptos, de tomar a su cargo cierto trabajo doméstico no pagado.
Elson considera que entre el ingreso básico asegurado que propone y la socialización del proceso de formación de los precios, que para ella tiene un sentido estratégico, existe una relación muy importante, y una variable clave acá es la inflación. Esto debido a que el poder de compra real de dicho ingreso básico asegurado está determinado, como para cualquier ingreso, por la medida misma del ingreso y por el nivel general de los precios en el mercado.
Empresas públicas dirigidas por los trabajadores.
Elson define grosso modo lo que entiende por empresas públicas dirigidas por los trabajadores. Básicamente, significa que las empresas públicas deberían estar dirigidas por trabajadores; que debería haber un derecho al trabajo para los que son empleados de las empresas públicas; y que los salarios básicos deberían estar determinados a través de un mercado de trabajo “socializado”. En este sentido, autogestión de los trabajadores significa que los costos laborales totales son serán tratados simplemente como un costo a ser minimizado.
En cuanto a la posibilidad de que esta práctica afecte la eficiencia o la innovación, también debería tenerse en cuenta que este tipo de empresas puede ganar en cuanto a que los trabajadores tengan más tiempo libre o un ingreso extra.
Según refiere la autora, en las empresas públicas dirigidas por trabajadores, éstos no tendrían el mismo grado de control que en las cooperativas, ya que habría ciertas restricciones sobre la disposición y utilización de los bienes. Esto al tiempo que en las economías centralmente planificadas, dichas restricciones han sido reforzadas por una formidable burocracia central de ministerios de los distintos sectores industriales.A partir de lo anterior, Elson propone que exista lo que ella define como un Regulador de Empresas Públicas “cuya función no sea la de establecer objetivos de producción y asignar inputs a las empresas públicas, sino la de reforzar ciertas normas democráticamente acordadas para la utilización de los bienes públicos; para prevenir, por ejemplo, que los empleados de una empresa pública se apropien sus bienes para sí mismos o para sus asociados”2 .
En cuanto a cómo funcionarían estas empresas públicas dirigidas por los trabajadores, refiere que “los empleados de las empresas públicas no recibirían una fracción de los excedentes de la empresa, sino que recibirían una parte considerable de sus ingresos en forma de un salario fijo, pero podría haber bonos de productividad fluctuante, ligados al rendimiento individual, del equipo o de la empresa. Con la excepción de aquellas que provean servicios gratis, las empresas comprarían sus materiales y equipo y venderían sus productos en mercados socializados”3 .
En el caso hipotético de que surjan situaciones en que una empresa no fuese capaz de costear sus propios gastos y necesite ser reconstruida, esto sería afrontado por el Regulador de Empresas Públicas. En su consideración, nadie quedaría cesante. En cambio, el Regulador ayudaría a formular planes para el reempleo de los desempleados en puestos similares en otras empresas, o para la capacitación para nuevas tareas. Los empleados tendrían derechos bien definidos en relación a este proceso. El Regulador de Empresas Públicas brindaría financiamiento transitorio; y también tendría derecho a suspender la financiación cuando los trabajadores buscasen retardar los cambios en vez de reestructurarlos.
La condición necesaria que debe cumplirse para el buen funcionamiento de estas empresas está dado en el libre flujo de información dentro de la empresa y entre ellas.
Mercados socializados.
Elson define el mercado socializado como “un mercado en el que el mercado es construido por organismos públicos, que no se financian con el producto de las ventas sino con impuestos a las empresas y a los hogares. Es también un mercado en el que los apretones de manos invisibles, las relaciones de buena voluntad y reciprocidad que las economías de mercado – al menos en cierto grado – han encontrado necesario construir, son convertidas en redes de información pública con acceso libre y no en círculos o clubes masculinos, que excluyen a los extraños”4 .
En su opinión, la ventaja de tener constructores de mercado público (a los que ella les llama Comisiones de Precios y Salarios) es que superan las barreras para el intercambio de información que existe cuando los mercados están organizados privadamente. De esta forma, “un mercado socializado permite la dispersión de la iniciativa, que es un aspecto esencial de una sociedad que libera a los hombres, pero crea nuevos canales e incentivos a las iniciativas individuales para servir al bien común”5.
Según Elson, para que lo anterior se cumpliese la denominadas Comisiones de Precios y Salarios deben acometer tres tipos de actividades:
Empresas públicas dirigidas por los trabajadores.
Elson define grosso modo lo que entiende por empresas públicas dirigidas por los trabajadores. Básicamente, significa que las empresas públicas deberían estar dirigidas por trabajadores; que debería haber un derecho al trabajo para los que son empleados de las empresas públicas; y que los salarios básicos deberían estar determinados a través de un mercado de trabajo “socializado”. En este sentido, autogestión de los trabajadores significa que los costos laborales totales son serán tratados simplemente como un costo a ser minimizado.
En cuanto a la posibilidad de que esta práctica afecte la eficiencia o la innovación, también debería tenerse en cuenta que este tipo de empresas puede ganar en cuanto a que los trabajadores tengan más tiempo libre o un ingreso extra.
Según refiere la autora, en las empresas públicas dirigidas por trabajadores, éstos no tendrían el mismo grado de control que en las cooperativas, ya que habría ciertas restricciones sobre la disposición y utilización de los bienes. Esto al tiempo que en las economías centralmente planificadas, dichas restricciones han sido reforzadas por una formidable burocracia central de ministerios de los distintos sectores industriales.A partir de lo anterior, Elson propone que exista lo que ella define como un Regulador de Empresas Públicas “cuya función no sea la de establecer objetivos de producción y asignar inputs a las empresas públicas, sino la de reforzar ciertas normas democráticamente acordadas para la utilización de los bienes públicos; para prevenir, por ejemplo, que los empleados de una empresa pública se apropien sus bienes para sí mismos o para sus asociados”2 .
En cuanto a cómo funcionarían estas empresas públicas dirigidas por los trabajadores, refiere que “los empleados de las empresas públicas no recibirían una fracción de los excedentes de la empresa, sino que recibirían una parte considerable de sus ingresos en forma de un salario fijo, pero podría haber bonos de productividad fluctuante, ligados al rendimiento individual, del equipo o de la empresa. Con la excepción de aquellas que provean servicios gratis, las empresas comprarían sus materiales y equipo y venderían sus productos en mercados socializados”3 .
En el caso hipotético de que surjan situaciones en que una empresa no fuese capaz de costear sus propios gastos y necesite ser reconstruida, esto sería afrontado por el Regulador de Empresas Públicas. En su consideración, nadie quedaría cesante. En cambio, el Regulador ayudaría a formular planes para el reempleo de los desempleados en puestos similares en otras empresas, o para la capacitación para nuevas tareas. Los empleados tendrían derechos bien definidos en relación a este proceso. El Regulador de Empresas Públicas brindaría financiamiento transitorio; y también tendría derecho a suspender la financiación cuando los trabajadores buscasen retardar los cambios en vez de reestructurarlos.
La condición necesaria que debe cumplirse para el buen funcionamiento de estas empresas está dado en el libre flujo de información dentro de la empresa y entre ellas.
Mercados socializados.
Elson define el mercado socializado como “un mercado en el que el mercado es construido por organismos públicos, que no se financian con el producto de las ventas sino con impuestos a las empresas y a los hogares. Es también un mercado en el que los apretones de manos invisibles, las relaciones de buena voluntad y reciprocidad que las economías de mercado – al menos en cierto grado – han encontrado necesario construir, son convertidas en redes de información pública con acceso libre y no en círculos o clubes masculinos, que excluyen a los extraños”4 .
En su opinión, la ventaja de tener constructores de mercado público (a los que ella les llama Comisiones de Precios y Salarios) es que superan las barreras para el intercambio de información que existe cuando los mercados están organizados privadamente. De esta forma, “un mercado socializado permite la dispersión de la iniciativa, que es un aspecto esencial de una sociedad que libera a los hombres, pero crea nuevos canales e incentivos a las iniciativas individuales para servir al bien común”5.
Según Elson, para que lo anterior se cumpliese la denominadas Comisiones de Precios y Salarios deben acometer tres tipos de actividades:
- Deberían brindar instrumentos físicos para el intercambio de información acerca de las condiciones de las ventas y las compras entre las empresas, y entre empresas y hogares. La naturaleza de estos instrumentos físicos debe depender del nivel de desarrollo económico. La información debe referirse especialmente al proceso de formación de precios.
- Reforzar la divulgación de información, sobre la base de sistemas de contabilidad estandarizados.
- Guiar la información de precios y salarios.
También propone la existencia de Redes de Compradores y Vendedores, las que deberían complementar a los constructores públicos de mercado. El interés básico de estas redes sería promover el intercambio directo de información sobre cuestiones como las especificaciones de los bienes y de los procesos de producción, y los planes de inversión. Según Elson, esta sería una entidad diferente de las burocracias y también de los mercados. Las funciones especiales de estas redes consistirían en:
- Facilitar el intercambio de información.
- Reforzar la libre circulación de la información.
- Diseño y especificación de los bienes y de los procesos de producción.
Elson argumenta la relación entre las redes de compradores y vendedores y la planificación de la economía nacional. Según su criterio, las redes de compradores – vendedores formarían la base de un proceso de planificación social descentralizado, en el que las implicancias de los planes de inversión de las distintas unidades podría ser considerado antes de que estos planes sean llevados a término. La administración de tales redes podría interactuar con una oficina nacional acordada conjuntamente.Debe observarse que la deseabilidad de la descentralización de las decisiones, en lo que se refiere a la utilización de la capacidad y la innovación, no significa que no se requiera ninguna forma de planificación centralizada para el conjunto de la economía. Según plantea Elson, “debe haber, ciertamente, una estrategia general para identificar qué sectores deben expandirse y cuáles declinar, cuánto debe ser asignado para inversión y cuánto para el consumo; y cuáles de los cuellos de botella deben ser ensanchados, y cuáles aceptados como constreñimientos. Pero la estrategia no sería implementada mediante la asignación central de los recursos materiales y los objetivos de producción para cada empresa”6 .
A partir de lo anterior, Elson expone cómo deberían funcionar el Regulador de Empresas Públicas, las Comisiones de Precios y Salarios y las Redes de compradores y vendedores en los tres mercados. (Trabajo, bienes de producción y bienes de consumo).
En cuanto al mercado de trabajo las acciones de las comisiones y redes serían las siguientes:
A partir de lo anterior, Elson expone cómo deberían funcionar el Regulador de Empresas Públicas, las Comisiones de Precios y Salarios y las Redes de compradores y vendedores en los tres mercados. (Trabajo, bienes de producción y bienes de consumo).
En cuanto al mercado de trabajo las acciones de las comisiones y redes serían las siguientes:
- La Comisión de Salarios brindaría información para el intercambio de información acerca de los puestos de trabajo vacantes y de personas que buscan empleo.
- La Comisión de Salarios puede ayudar al reforzamiento de los estándares mínimos para los términos y las condiciones de trabajo, rechazando el ingreso al mercado socializado a las ofertas de trabajo que caigan por debajo de esos estándares.
- La Comisión de Salarios produciría patrones básicos, tanto para los salarios básicos relativos, como para los incrementos generales de los salarios básicos. Esto sería una contribución clave tanto para asegurar una distribución del ingreso socialmente justa, como para controlar la inflación.
- El Regulador de Empresas actuaría como una compañía de sostén para los hombres cuyos empleos previos hayan sido destruidos; pagándoles sus salarios básicos, y otorgándoles una estructura organizacional y calificación, hasta que pudiesen ser recolocados en nuevos puestos de trabajo. De esta forma se eliminaría el desempleo involuntario.
Según considera Elson, la socialización de los mercados es una pieza clave tanto para asegurar la erradicación del desempleo como para evitar el estancamiento de la productividad y el crecimiento, siendo los males respectivos tanto de la economía de mercado como de la planificación centralizada.
Un sistema como este replantearía los objetivos de los sindicatos de trabajadores, los que dejarían de estar concentrados en la negociación de los salarios básicos, para centrarse en asuntos como la capacitación de sus miembros para que defiendan sus derechos, en la negociación sobre las organizaciones de la producción y la disposición de los excedentes de las empresas y el asesoramiento sobre los estándares nacionales de valuación de empleo y sobre los análisis de comparabilidad.
Para el caso del mercado de bienes de producción, dado que la compra y venta de bienes de producción tiene lugar entre empresas, no habría alguna razón especial por la cual las empresas de propiedad pública no debieran tomar a su cargo iniciativas descentralizadas en la compra y la venta de bienes de producción, en el marco de ciertos parámetros establecidos por el Regulador de las Empresas Públicas.
En cuanto al rol de la Comisión de Precios, Elson considera que su tarea central debe estar orientada a la provisión de instrumentos para el intercambio de información sobre las condiciones de las compras y las ventas.
De cualquier forma, un tema importante en cuanto a la regulación de los precios estaría dada en el establecimiento de patrones de precios, los que contribuirían a la prevención de los problemas macroeconómicos que, como vimos anteriormente tanto para Mandel como para ella Elson tenían su fundamento en los problemas micro, o del mercado.
Además de lo anterior, las redes entre compradores y vendedores de bienes de producción tendrían dos funciones muy importantes, siendo estas la minimización de las fluctuaciones en la utilización de la capacidad instalada y la difusión de las innovaciones técnicas.
Para el caso de los mercados de bienes de consumo Elson considera que muchos de los mecanismos descritos para los otros dos mercados también se aplicarían, con la distinción principal de que en este son los hogares los que compran en el mercado, siendo que los hogares no cuentan con la cantidad de recursos ni el conocimiento especializado que poseen las empresas.
Estas limitaciones harían que el comportamiento de los hogares en los mercados llegase a ser frecuentemente contraproducente. Una vez más, los mercados socializados serían una solución, debido a que pondría en manos de los hogares más conocimiento, y los haría más conscientes de las interdependencias entre sus actividades como consumidores”7 .
En este sentido, Elson señala una serie de acciones que la denominada Comisión de Precios llevaría a cabo en relación a los hogares dada la participación de los mismos en los mercados socializados:
Un sistema como este replantearía los objetivos de los sindicatos de trabajadores, los que dejarían de estar concentrados en la negociación de los salarios básicos, para centrarse en asuntos como la capacitación de sus miembros para que defiendan sus derechos, en la negociación sobre las organizaciones de la producción y la disposición de los excedentes de las empresas y el asesoramiento sobre los estándares nacionales de valuación de empleo y sobre los análisis de comparabilidad.
Para el caso del mercado de bienes de producción, dado que la compra y venta de bienes de producción tiene lugar entre empresas, no habría alguna razón especial por la cual las empresas de propiedad pública no debieran tomar a su cargo iniciativas descentralizadas en la compra y la venta de bienes de producción, en el marco de ciertos parámetros establecidos por el Regulador de las Empresas Públicas.
En cuanto al rol de la Comisión de Precios, Elson considera que su tarea central debe estar orientada a la provisión de instrumentos para el intercambio de información sobre las condiciones de las compras y las ventas.
De cualquier forma, un tema importante en cuanto a la regulación de los precios estaría dada en el establecimiento de patrones de precios, los que contribuirían a la prevención de los problemas macroeconómicos que, como vimos anteriormente tanto para Mandel como para ella Elson tenían su fundamento en los problemas micro, o del mercado.
Además de lo anterior, las redes entre compradores y vendedores de bienes de producción tendrían dos funciones muy importantes, siendo estas la minimización de las fluctuaciones en la utilización de la capacidad instalada y la difusión de las innovaciones técnicas.
Para el caso de los mercados de bienes de consumo Elson considera que muchos de los mecanismos descritos para los otros dos mercados también se aplicarían, con la distinción principal de que en este son los hogares los que compran en el mercado, siendo que los hogares no cuentan con la cantidad de recursos ni el conocimiento especializado que poseen las empresas.
Estas limitaciones harían que el comportamiento de los hogares en los mercados llegase a ser frecuentemente contraproducente. Una vez más, los mercados socializados serían una solución, debido a que pondría en manos de los hogares más conocimiento, y los haría más conscientes de las interdependencias entre sus actividades como consumidores”7 .
En este sentido, Elson señala una serie de acciones que la denominada Comisión de Precios llevaría a cabo en relación a los hogares dada la participación de los mismos en los mercados socializados:
- Brindar información acerca de cómo se forma el precio de un bien en la actividad económica.
- Mostrar cuánto le corresponde a cada actividad en el precio final.
- Explicar cómo se conforman el mark – up (margen de beneficio que la empresa pone por encima del precio de costo ) y los costos en cada punto de la cadena de producción;
- Mostrar cuánto hay de impuesto y de subsidio incorporado en cada precio.
En la propuesta de Elson, estas recomendaciones se concentran en el grupo de precios de los denominados productos primarios o básicos, lo que reduce el diapasón del volumen de información a generar y procesar. Pero, ciertamente, en economías con bajo nivel relativo de desarrollo, los productos primarios tienden a representar la mayor parte del gasto en consumo de los hogares.
Creemos que, efectivamente, mientras más tienda a democratizarse el proceso económico, y el fundamento de esto estaría en la socialización de la producción inherente al socialismo, más importante sería observar las propuestas que realiza Elson. Para una economía como la cubana, donde existen tantas distorsiones en cuanto a la cantidad de mercados de bienes de consumo, la dualidad monetaria, la existencia de subsidios, etc, esto se haría aún más relevante. Sin embargo, este tipo de información sistemática realmente no existe. De hecho, la propia Elson partiendo de reconocer la extrema importancia que tiene para el funcionamiento de la economía – sea capitalista o socialista – el proceso de ajuste de los hogares ante los cambios de precios de bienes de consumo en el mercado, indica que “en ninguno de los dos tipos de economía se les ha brindado a los hogares información suficiente para evaluar los precios, para decidir si las alzas son justificadas, o para distinguir entre los cambios en los precios relativos que son necesarios para el ajuste de la economía, y las alzas en el nivel general de precios” 8.
Siendo consciente de que los hogares están en una relación de inferioridad si se les compara con las empresas en el proceso de establecimiento de los precios de bienes de consumo en este mercado, Elson propone la creación de una Unión de Consumidores, que actúe como una coordinadora de las redes entre los hogares y las empresas que producen y venden bienes y servicios al por mayor y al por menor. Algunas de sus funciones serían las siguientes:
Creemos que, efectivamente, mientras más tienda a democratizarse el proceso económico, y el fundamento de esto estaría en la socialización de la producción inherente al socialismo, más importante sería observar las propuestas que realiza Elson. Para una economía como la cubana, donde existen tantas distorsiones en cuanto a la cantidad de mercados de bienes de consumo, la dualidad monetaria, la existencia de subsidios, etc, esto se haría aún más relevante. Sin embargo, este tipo de información sistemática realmente no existe. De hecho, la propia Elson partiendo de reconocer la extrema importancia que tiene para el funcionamiento de la economía – sea capitalista o socialista – el proceso de ajuste de los hogares ante los cambios de precios de bienes de consumo en el mercado, indica que “en ninguno de los dos tipos de economía se les ha brindado a los hogares información suficiente para evaluar los precios, para decidir si las alzas son justificadas, o para distinguir entre los cambios en los precios relativos que son necesarios para el ajuste de la economía, y las alzas en el nivel general de precios” 8.
Siendo consciente de que los hogares están en una relación de inferioridad si se les compara con las empresas en el proceso de establecimiento de los precios de bienes de consumo en este mercado, Elson propone la creación de una Unión de Consumidores, que actúe como una coordinadora de las redes entre los hogares y las empresas que producen y venden bienes y servicios al por mayor y al por menor. Algunas de sus funciones serían las siguientes:
- Brindar información acerca de la calidad de los bienes y servicios.
- Brindar información acerca de las condiciones en las que esos bienes y servicios son producidos, y acerca de sus efectos sobre el medio ambiente.
- Enseñarían a los hogares a tener una perspectiva más amplia respecto a las implicancias de sus compras que la simple búsqueda de la forma más barata de satisfacer las necesidades inmediatamente percibidas.
Elson sostiene que todas las empresas que deseasen producir o vender bienes y servicios a los hogares deberían registrarse en la Unión de Consumidores, y liberar la información sobre sus productos y métodos de producción y sobre sus niveles de stock, información que en definitiva éstas necesitarían para sus propios fines. Sería fundamental además que la Unión de Consumidores sea financiada mediante impuestos, para permitir que su información sea independiente, y para evitar que tenga que utilizar para ello técnicas inflexibles.
Coordinación y control consciente.
En este apartado Elson explica cómo considera que ocurrirá la coordinación económica socialista. Según ella, el objetivo de la misma no sería un equilibrio ex ante, en el que la oferta y la demanda se igualan antes de que se lleve a cabo la producción. Este sería un objetivo imposible. El verdadero objetivo de la coordinación económica, en su criterio, sería crear “un proceso de coordinación que ayude a evitar el desempleo y la inflación, contribuyendo a generar, al mismo tiempo, incrementos en la productividad y en la satisfacción de las necesidades de la gente”9 .
En este esquema, la planificación económica global tiene un papel vital que desempeñar en el establecimiento de los parámetros en los que operan las empresas individuales, y en la prevención de grandes interdependencias. Pero esta no tomaría la forma de un mecanismo para la asignación pormenorizada de los recursos materiales, sino la de la estrategia de dirección, de una visión del futuro. Aquí, la política monetaria y fiscal jugarían un papel importante en la implementación del plan; pero también lo harían las relaciones de reciprocidad, confianza y persuasión.
Por otra parte, aun cuando las empresas sean de propiedad pública y estén así sujetas al Regulador de Empresas Públicas, no estarían sujetas a directivas obligatorias de la administración central. Los empleados de las empresas del sector público no tendrían derechos de propiedad, pero sí de uso, y estas empresas serían autofinanciables.
Otro aspecto es que la reubicación de la fuerza de trabajo entre empresas públicas estaría organizada por el Regulador. Las empresas serían libres de elegir entre sus proveedores y clientes, pero sus interrelaciones con los demás, y con los hogares, estarían mediadas por las Comisiones de Precios y de Salarios, y por coordinadores de redes, incluida una Unión de Consumidores.
También acota nuevamente el tema de la socialización del proceso de formación de precios.
Las empresas establecerían contacto con los consumidores y los proveedores a través de canales públicos, financiados por impuestos; y estos canales serían canales de información abiertos. La formación de los precios y de los salarios sería transparente: el diseño de los productos y los procesos de producción sería transparente. Los obstáculos a la transferencia de información serían disueltos.
Este esquema de coordinación económica podría resolver el problema del inmenso flujo y cantidad de información que demanda una economía planificada centralmente. De hecho, según Elson, este tipo de esquema lo que requiere es “la reunión y el procesamiento a intervalos discontinuos y en forma separada de la información ya generada por las empresas para su propio uso, como los costos unitarios y el nivel se stock, y las especificaciones sobre el proceso de producción y el producto”10 .
Es importante acotar que, la barrera para establecer este tipo de esquema de coordinación económica no es de tipo técnica, sino social y política.
Resulta fundamental el criterio que Elson maneja en cuanto al control consciente de la economía por la sociedad, siendo este uno de los objetivos estratégicos y trascendentales de la teoría y la praxis marxista revolucionaria, presente tanto en la obra de Marx y Engels, como en el pensamiento posterior. Para Elson el control consciente de la economía por la sociedad no tiene que ser en términos de la centralización de toda la información relevante en un centro de toma de decisiones, y de la toma de decisiones con conocimiento total de todas las interconexiones y ramificaciones. Según ella, ese es un objetivo imposible, e indeseable. Su propuesta es que“El control consciente es concebido mejor como acceso abierto a toda la información disponible que se refiere al producto y a su precio, de modo que todo aquél que toma decisiones tiene acceso a la misma información que cualquier otra persona”11 .
Finalmente, Elson se plantea el problema de cómo transitar desde la economía realmente existente – sea de la economía de mercado capitalista o de la planificada centralmente socialista – hacia una economía basada en este esquema de coordinación que ella sugiere. Estos serían los caminos que sugiere Elson para cada economía en particular.
Para la economía de mercado capitalista: “lo importante parece ser un ataque a las prerrogativas que el capital posee sobre toda la información, y comenzar a desarrollar redes que prefiguren las que necesitaría una economía socialista. Una gran cantidad de cuestiones, que van desde la regulación del mercado, las prácticas restrictivas y los cárteles, las cuestiones ambientales, la protección del consumidor; desde la democracia industrial y las estrategias industriales nacionales a un gobierno abierto, pueden ser entrelazadas en una campaña coherente en torno al acceso libre a la información. En este marco, las prioridades deben ser elegidas desde el punto de vista de aquellos con menos acceso y control de la información, los hombres con menos educación y calificaciones, que también son, generalmente, los más pobres. Esto tendría la ventaja de conservar la moral bien alta, y de apelar a una amplia gama de no socialistas, así como también a los socialistas, mientras va hacia el corazón de la capacidad capitalista de explotar al trabajo”12 .
Para el caso de las economías socialistas “lo importante parece ser atacar tanto las prerrogativas sobre la información de la burocracia como las prerrogativas sobre la información de los administradores de las empresas”13 .
En este sentido considera que la Glasnost, es un paso en la dirección correcta, pero necesita ir más allá, ya que “por sí mismo, el socialismo de mercado refuerza y extiende el poder de los administradores de las empresas a expensas de los trabajadores comunes. Las medidas para crear mercados deben ser complementadas con las medidas para socializarlos”14 .
Termina siendo evidente en este aspecto el hecho de que para Elson la esencia del nuevo esquema de coordinación radica en la capacidad que posee para socializar la información, siendo este el ideal de control de la sociedad sobre la economía. A no ser que se pueda considerar como un modo sustantivo en sí mismo, este esquema de Elson es en verdad una representación del socialismo de mercado. Como se puede apreciar además, la forma de la propiedad dominante no es para nada el rasgo distintivo o decisivo en la concepción de Elson. Los mercados socializados podrían funcionar tanto en economías capitalistas como en economías socialistas.
Coordinación y control consciente.
En este apartado Elson explica cómo considera que ocurrirá la coordinación económica socialista. Según ella, el objetivo de la misma no sería un equilibrio ex ante, en el que la oferta y la demanda se igualan antes de que se lleve a cabo la producción. Este sería un objetivo imposible. El verdadero objetivo de la coordinación económica, en su criterio, sería crear “un proceso de coordinación que ayude a evitar el desempleo y la inflación, contribuyendo a generar, al mismo tiempo, incrementos en la productividad y en la satisfacción de las necesidades de la gente”9 .
En este esquema, la planificación económica global tiene un papel vital que desempeñar en el establecimiento de los parámetros en los que operan las empresas individuales, y en la prevención de grandes interdependencias. Pero esta no tomaría la forma de un mecanismo para la asignación pormenorizada de los recursos materiales, sino la de la estrategia de dirección, de una visión del futuro. Aquí, la política monetaria y fiscal jugarían un papel importante en la implementación del plan; pero también lo harían las relaciones de reciprocidad, confianza y persuasión.
Por otra parte, aun cuando las empresas sean de propiedad pública y estén así sujetas al Regulador de Empresas Públicas, no estarían sujetas a directivas obligatorias de la administración central. Los empleados de las empresas del sector público no tendrían derechos de propiedad, pero sí de uso, y estas empresas serían autofinanciables.
Otro aspecto es que la reubicación de la fuerza de trabajo entre empresas públicas estaría organizada por el Regulador. Las empresas serían libres de elegir entre sus proveedores y clientes, pero sus interrelaciones con los demás, y con los hogares, estarían mediadas por las Comisiones de Precios y de Salarios, y por coordinadores de redes, incluida una Unión de Consumidores.
También acota nuevamente el tema de la socialización del proceso de formación de precios.
Las empresas establecerían contacto con los consumidores y los proveedores a través de canales públicos, financiados por impuestos; y estos canales serían canales de información abiertos. La formación de los precios y de los salarios sería transparente: el diseño de los productos y los procesos de producción sería transparente. Los obstáculos a la transferencia de información serían disueltos.
Este esquema de coordinación económica podría resolver el problema del inmenso flujo y cantidad de información que demanda una economía planificada centralmente. De hecho, según Elson, este tipo de esquema lo que requiere es “la reunión y el procesamiento a intervalos discontinuos y en forma separada de la información ya generada por las empresas para su propio uso, como los costos unitarios y el nivel se stock, y las especificaciones sobre el proceso de producción y el producto”10 .
Es importante acotar que, la barrera para establecer este tipo de esquema de coordinación económica no es de tipo técnica, sino social y política.
Resulta fundamental el criterio que Elson maneja en cuanto al control consciente de la economía por la sociedad, siendo este uno de los objetivos estratégicos y trascendentales de la teoría y la praxis marxista revolucionaria, presente tanto en la obra de Marx y Engels, como en el pensamiento posterior. Para Elson el control consciente de la economía por la sociedad no tiene que ser en términos de la centralización de toda la información relevante en un centro de toma de decisiones, y de la toma de decisiones con conocimiento total de todas las interconexiones y ramificaciones. Según ella, ese es un objetivo imposible, e indeseable. Su propuesta es que“El control consciente es concebido mejor como acceso abierto a toda la información disponible que se refiere al producto y a su precio, de modo que todo aquél que toma decisiones tiene acceso a la misma información que cualquier otra persona”11 .
Finalmente, Elson se plantea el problema de cómo transitar desde la economía realmente existente – sea de la economía de mercado capitalista o de la planificada centralmente socialista – hacia una economía basada en este esquema de coordinación que ella sugiere. Estos serían los caminos que sugiere Elson para cada economía en particular.
Para la economía de mercado capitalista: “lo importante parece ser un ataque a las prerrogativas que el capital posee sobre toda la información, y comenzar a desarrollar redes que prefiguren las que necesitaría una economía socialista. Una gran cantidad de cuestiones, que van desde la regulación del mercado, las prácticas restrictivas y los cárteles, las cuestiones ambientales, la protección del consumidor; desde la democracia industrial y las estrategias industriales nacionales a un gobierno abierto, pueden ser entrelazadas en una campaña coherente en torno al acceso libre a la información. En este marco, las prioridades deben ser elegidas desde el punto de vista de aquellos con menos acceso y control de la información, los hombres con menos educación y calificaciones, que también son, generalmente, los más pobres. Esto tendría la ventaja de conservar la moral bien alta, y de apelar a una amplia gama de no socialistas, así como también a los socialistas, mientras va hacia el corazón de la capacidad capitalista de explotar al trabajo”12 .
Para el caso de las economías socialistas “lo importante parece ser atacar tanto las prerrogativas sobre la información de la burocracia como las prerrogativas sobre la información de los administradores de las empresas”13 .
En este sentido considera que la Glasnost, es un paso en la dirección correcta, pero necesita ir más allá, ya que “por sí mismo, el socialismo de mercado refuerza y extiende el poder de los administradores de las empresas a expensas de los trabajadores comunes. Las medidas para crear mercados deben ser complementadas con las medidas para socializarlos”14 .
Termina siendo evidente en este aspecto el hecho de que para Elson la esencia del nuevo esquema de coordinación radica en la capacidad que posee para socializar la información, siendo este el ideal de control de la sociedad sobre la economía. A no ser que se pueda considerar como un modo sustantivo en sí mismo, este esquema de Elson es en verdad una representación del socialismo de mercado. Como se puede apreciar además, la forma de la propiedad dominante no es para nada el rasgo distintivo o decisivo en la concepción de Elson. Los mercados socializados podrían funcionar tanto en economías capitalistas como en economías socialistas.
1 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 155.
2 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 160..
3 Idem.
4 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 162.
5 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 163.
6 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p.
7 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 176 – 177.
8 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 177.
9 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p.181.
10 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p.182.
11 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p.183.
12 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 183.
13 Idem.
14 Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? Elson, D. 1988. ¿Socialismo de mercado o socializando el mercado? En: La crisis de la economía soviética y el debate mercado/planificación. www.cefyl.org.ar. p. 184.
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