Cuando llegue el día que muchos estamos esperando, saldrán a la luz imprevistos y no-previstos; veremos que la lista de asuntos pendientes de resolver en la economía cubana es mayor.
en Contrapesos
Se detuvo delante de todos, los miro fijamente y entonces habló: Sí, yo soy el Sr. Día Cero.
Aunque no será exactamente así, el Día Cero de la unificación monetaria y cambiaria llegará y aunque todos hemos estado esperándolo desde hace mucho tiempo, unos con un tipo de expectativas y otros con otras, unos armados con conocimientos técnicos y otros con el saber “de la calle”, lo cierto es que el Sr. Día Cero siempre tendrá en la guantera algo para sorprendernos.
Por más que hayamos querido anticiparnos, existirán muchos imprevistos y otros no-previstos. Como repitió en su día un famoso economista, preguntado sobre la capacidad de predicción de la ciencia económica: la teoría es siempre gris, pero el árbol de la vida es siempre verde.
De lo que estoy convencido es que no será posible preverlo todo o anticipar una buena parte de los efectos que nos traerá, de la misma forma que seguro estoy de que tampoco la unificación monetaria y cambiaria será la varita mágica que resolverá o cambiará por sí misma temas tan decisivos para nuestro país, a saber:
- la ineficiencia,
- la baja productividad,
- el incremento de las exportaciones,
- la reducción adecuada de las importaciones,
- la deuda de corto plazo y aquella otra de largo plazo,
- la reducción del tiempo para poner en funcionamiento un nuevo negocio de inversión extranjera,
- el desperdicio de la fuerza de trabajo calificada y la mala asignación de la misma,
- la mala ejecución de las inversiones y el bajo rendimiento de los fondos derivados de ello,
- la terrible dependencia de los combustibles fósiles,
- la utilización tan deficiente de la tierra y del agua,
- la baja competitividad del turismo en comparación con sus pares del Caribe,
- la excesiva burocracia,
- la poca agresividad del sistema bancario cubano para poner a funcionar los dineros que permanecen en cuentas bancarias,
- el exceso de normatividad,
- la resistencia de las burocracias, etc. etc. etc.
No he descubierto nada, todo el listado anterior ha sido una y otra vez tratado por los principales funcionarios de nuestro gobierno, solo hay que acceder al sitio del gobierno de Cuba o a Granma y podremos constatar cuantas veces estos temas han sido objeto de discusión y análisis, en especial en los balances de los diferentes Ministerios.
Es cierto que el día después de que el Sr. Día Cero aparezca muchas cosas cambiarán y con su aparición deben también mejorar un grupo de señales importantes para el funcionamiento económico del país.
Estaremos en mejores condiciones de saber quién es realmente eficiente y quién no. Conoceremos cuán verídica es la sustitución de importaciones que estamos haciendo, cuán real es la necesidad de inversión extranjera, entre otras cosas.
Pero tener una tasa de cambio ajustada a la realidad y una sola moneda en nuestra economía no nos garantizará tener los anaqueles repletos de productos y menos aún, que el cubano promedio tenga suficiente capacidad de compra como para poder servirse de esa repletura de productos, porque el Sr. Día Cero no es Papá Noel, que regala juguetes si te portas bien.
Sr. Día Cero no nos traerá los dineros para saldar los impagos, ni para enfrentar el sobrecosto financiero de cualquier operación que Cuba debe pagar, provocado por aquellos adeudos y por la persecución del dúo perverso (Rubio-Trump).
Este asunto debemos solucionarlo antes de que Sr. Día Cero haga su aparición. Opciones hay, incluso en el corto plazo existen esas opciones, vuelvo a plantear algunas:
- reduzcamos el volumen de inversión de divisas en nuevos hoteles de dudosa recuperación en los plazos establecidos e invirtamos ese dinero allí donde el retorno es más seguro o para aliviar en cierta medida la escasez, o para pagar parte de los adeudos en ese mismo sector;
- licitemos una parte minoritaria de la propiedad de esos más de trescientos hoteles que son ciento por ciento propiedad del pueblo y convirtámosla en dinero líquido con el cual saldemos parte de las deudas;
- licitemos por un período de tiempo determinado una parte de ese casi millón y medio de tierras que no se cultivan y empleemos una parte de ese dinero en pagar adeudos y la otra en invertir más en sectores agropecuarios decisivos;
- licitemos también una parte de esos espacios vacíos en las ciudades y dediquemos ese fondo a invertir en la industria de materiales de la construcción. Se que es espinoso lo que digo, pero las espinas son parte del asunto.
El Sr. Día Cero no hará más competitivo a nuestro país como para que muchos inversionistas se decidan a arriesgar su dinero en esta plaza. Eso también depende de nosotros, pero mientras que un metro cúbico de movimiento de tierra cueste en Cuba tres y cuatro veces lo que cuesta en un país de Centroamérica, o las tarifas de determinados servicios sean una vez y media y hasta dos veces las de esos mismos países –por ejemplo el costo del metro cuadrado de vivienda en el sector inmobiliario, lo mismo que la conexión de Internet y la telefonía celular–; o que un inversionista tenga que pagar por un auto hasta tres veces lo que debe pagar en cualquier país del Caribe, o se le obligue a pagar por el servicio de contratación de fuerza de trabajo que él no ha pedido… Hasta entonces será muy difícil poder competir con otros destinos, sobre todo si a ello le agregamos la persecución que la OFAC ha establecido sobre los que negocian con Cuba y el miedo paranoico de algunos bancos.
Pero es cierto que mucho depende de nosotros, de los apuros para agarrar el pedazo de pastel más grande y por las ventajas que damos a ciertos “jugadores” que disfrutan de condiciones cuasi monopólicas y no se ven obligados por la competencia. Pasa con la inversión extranjera que todo el mundo quiere sacar la parte mas grande del pastel y nos olvidamos de pensar como país.
El Sr. Día Cero no nos hará exportar más. La exportación es mucho mas que una tasa de cambio adecuada. Requiere de un sistema productivo capaz de poner los productos que el mercado quiere, allí donde el mercado dice y cuando el mercado lo pide.
Hace muy poco me sorprendí al leer el reporte del balance del Ministerio de Comercio Exterior y no ver que se dijera algo sobre dos asuntos a mi juicio esenciales; el primero, el hecho de que nuestras empresas estatales tenga que pedir permiso para exportar (este tipo de restricción siempre me recuerda mis clases sobre el mercantilismo, cuando los estados le concedían a determinados compañías el derecho a comerciar con el extranjero). Vaya contrasentido, algo así en un país que año tras año ve disminuir sus ingresos por exportaciones.
El segundo, la existencia de un nomenclador positivo de exportaciones para cada empresas, esto es, alguien en algún lugar de la organización burocrática de algún Ministerio decidió que las empresas estatales cubanas tiene que exportar solo aquello que está establecido en su nomenclador, algo fabulosamente conveniente para la burocracia, pero totalmente contraproducente para nuestras empresas estatales y para nuestros país. Que conste que no siempre fue así.
Imaginemos una empresa que identifica una oportunidad de exportación, quimbumbias por ejemplo, tiene al cliente, puede desarrollar el producto, incluso logra un financiamiento, pero….. la quimbumbia no está en su nomenclador, pues ese producto esta decidido que los exporten tres o cuatro otras empresas. Entonces debe ir a “negociar” una excepción, el tiempo pasa, el futuro cliente se aburre y el mercado es tomado por otros productores, lamentablemente no cubanos.
El Sr. Día Cero no hará que los que producen para exportar, que hoy probablemente son los que se apropian de una parte menor del valor agregado del producto, puedan recibir los beneficios que realmente merecen. Son nuestras reglas, las que tenemos hoy, las que hay que cambiar.
El Sr. Día Cero no hará que la cadena de intermediarios que existe hoy entre quien produce y quien vende el producto se reduzca, debemos hacerlo nosotros y debería ocurrir ya.
El precio que se paga hoy por un kilogramo de carne de res de primera al productor es 17 veces menor que el precio al cual se vende en la red de tiendas en CUC. El productor se demora entre 36 y 48 meses en la ceba, el beneficio es de apenas minutos y la venta demora no mas de setenta y dos horas. Los intermediarios estatales se comen el 95% del valor.
Igual pasa con el listado de oficios del trabajo por cuenta propia. La regulación en positivo tiene múltiples daños daños. Ese listado reduce las oportunidades de generar más empleo, de generar más ingresos vía impuestos, y además de eso contribuye a estimular la emigración de fuerza de trabajo calificada hacia el exterior del país.
¿Queremos mayor incongruencia que fomentar algo así en un país que necesita empleo, que necesita mas ingresos fiscales, que invierte tanto en la calificación y la salud de sus jóvenes para después “regalárselos” a cualquier país? ¿Qué es más dañino para Cuba? ¿Qué es menos socialista?
Si hemos reconocido y se ha repetido una y otra vez que debemos destrabar el sistema empresarial cubano (todo él, empresas estatales, cooperativas y privadas, extranjeras) entonces por qué demorar dos años mas una ley de empresas, por qué mantener la condición de experimento para las cooperativas no agrícolas, por qué olvidarnos de aquel planeamiento de Raúl Castro cuando dijo que era necesario reconocer la existencia de pequeñas y medianas empresas. No hace falta esperar a que llegue el Sr. Día Cero repartiendo milagros que en realidad no traerá.
Sería muy bueno tener resuelto alguno de estos asuntos, o quizás todos, antes de que el Sr. Día Cero aparezca. Entonces sí le podríamos dar la bienvenida.
( Tomado On Cuba)
( Tomado On Cuba)
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