Estas labores deben facilitar más la recepción de caña por ferrocarril.
Texto y fotos PASTOR BATISTA VALDÉS
Cuando los que saben –y hasta los que no dominan mucho el asunto- te ven como locomotora, no puedes ser un simple, y mucho menos último, vagón.
Tal imagen acudió a mi memoria mientras por el espejo retrovisor miraba el modo en que las chimeneas del central Uruguay parecían ponerse cada vez más pequeñas.
Ameno intercambio con el ingeniero termo energético Vladimir Gómez Morales, director de ese ingenio, y con trabajadores de allí me habían dejado la certeza de que el Uruguay no está dispuesto a ceder la condición de mayor productor de azúcar en Cuba y mucho menos dejar de ser la referencia que ha constituido durante años, para remolcar a otros centrales hacia lo que necesita el país: que todos cumplan sus respectivos planes de producción.
Pero ese resultado no cae por ley de gravedad. Hay que empezar a asegurarlo mucho antes de que despegue la zafra, sobre la base de preparativos que implican tocar con la mano hasta la última tuerca, desmontar, dar mantenimiento, reparar, sustituir, ajustar, invertir, probar, dejar listo el proceso tecnológico “de punta a cabo” y no retroceder ni un milímetro.
Sin atraso con respecto a lo planificado (pegándose al 90 por ciento) las labores de reparación mantienen en permanente actividad áreas que inciden de manera directa en la eficiencia industrial, energética y en la reducción del tiempo perdido, con el propósito de superar indicadores que por diversas razones no tuvieron el comportamiento deseado en la última contienda.
Tal y como explica el propio Vladimir, las acciones tienen lugar incluso fuera de la industria, en otras entidades, rastros y talleres que la autogestión pone en línea para enfrentar el déficit de recursos y dar al traste con distintas soluciones, así como en los centros de acopio y limpieza que en pleno campo deben quedar a punto de caramelo en busca de mayor calidad para la materia prima que llegue al basculador.
Por cierto, nada fácil se torna la pelea en esta área, con Fidel Rodríguez al frente de su brigada, “para reparar capitalmente la estera, llevarla de tres a cuatro cadenas y facilitar más la operación de descarga por ferrocarril”.
Cada quien “en su pedacito”, para integrarlos luego en un todo con fuerza de coloso, avanza también el trabajo encaminado a elevar la calidad en la preparación de la caña, por intermedio de los juegos de cuchillas, viejas tuberías son sustituidas por otras de mejor material (acero inoxidable) a fin de evitar salideros o fugas de materias azucaradas durante el proceso, mientras en el tercer molino son sustituidas las mazas.
EMPUJE CON ENERGÍA
Verdaderamente titánico el trabajo para poner a punto las calderas.
Los 50 años transcurridos desde el montaje inicial de siete calderas, cuatro de las cuales siguen ahí, estoicamente activas, con predominio de una tecnología envejecida, hacen que se eleven gastos en mantenimiento por la tendencia de los recursos necesarios a escasear cada vez más, según explica Vladimir.
Pero el Uruguay no se rinde, ni siquiera frente a la cantidad de material refractario que se requiere. Por ello, entre los milagros que asombrarían al visitante y que devienen “cosa normal” dentro de la gigantesca fábrica, emerge la sustitución de lozas W-811 por las WD-18, experiencia sin antecedente, fruto del otro ingenio: el que en forma de talento muele y remuele en el interior de hombres y mujeres que en la última zafra aportaron unas 170 soluciones científico-técnicas.
Pedro Pérez García, jefe del área de generación, sabe que ese espíritu de constante innovación “engrana lo mismo en función de mejorar el trabajo de filtros y clarificadores o en el cambio y reparación de cadenas bagaceras, que en evaporadores, tachos, cristalizadores y centrífugas, en pos no solo de calidad para el producto final, sino también de la inocuidad que demanda el azúcar del Uruguay, tanto para su consumo interno como para la exportación.
¿PRUEBAS DE INGRESO?
Vladimir, a la derecha, rara vez en la oficina, casi siempre por las áreas y recovecos del central.
Aunque no tengan las peculiaridades o el rigor de las que abren paso a los estudios universitarios, el coloso jatiboniquense también organiza sus pruebas para el ingreso… a la contienda.
“No basta con que cada área, departamento o equipo esté listo si en el personal hay alguna fisura. Por eso, un mes antes de la arrancada todo el mundo tiene que ajustar bien los detalles, dominar al dedillo sus funciones y responder a una prueba teórico-práctica que dice si de verdad cada trabajador está en condiciones de iniciar la zafra en su puesto” –explica Vladimir.
¿Nerviosismo, miedo en la gente?
“No lo creo. Nuestro central se caracteriza por mantener una estabilidad entre sus trabajadores, técnicos y cuadros. No por casualidad, hay una bolsa formada por alrededor de 150 personas esperando, interesadas en trabajar aquí”.
¿Y las otras pruebas… qué adelantan?
“Como te dije, los preparativos han avanzado bien y no debemos tener problemas para realizar el día 8 de diciembre el ejercicio de zafra, la prueba el 23, declarar listo el central para el 29 y comenzar a moler en los primeros días de eneroq”.
Traída de algún lugar donde no tenía uso, esta bomba de agua quedará “lista para la pelea” en unos días.
El reto que tiene por delante esa poderosa industria no es tan fácil como puede parecer. Si bien su aporte (con 8 600 toneladas de azúcar por encima del plan) fue determinante para que Sancti-Spíritus pudiera cumplir, junto a Cienfuegos, los trabajadores del central saben que determinadas fisuras, imputables directamente o no a la industria, impidieron mejores resultados.
Duele, por ejemplo, cerrar con un rendimiento de 10,14 (0,24 superior a lo planificado) y haber molido apenas al 51 por ciento de la capacidad, por problemas con el abasto de caña. De hecho, hubo que trasladar caña desde áreas del central Ciro Redondo, en la vecina provincia de Ciego de Ávila.
Quienes conocen ese giro, están claros de que moler al 80 por ciento allí significa bajar un entero de rendimiento, del mismo modo que mover materia prima desde distantes lugares incrementa el monto de los gastos.
Esos inconvenientes entroncan con otro problema: el tiempo industrial perdido, que por razones de basculador y calderas, fundamentalmente, se elevó al 18 por ciento, cuatro puntos por encima del máximo recomendado por el país.
Alinear bien todo eso, no transigir con rendimientos industriales inferiores a los ya mencionados y defender el entero logrado por encima del promedio nacional en cuanto a Rendimiento Potencial Cañero, pueden ser pilares para que el Uruguay remarque el prestigio que ha mantenido dentro de la industria azucarera cubana, aunque diste mucho de inscribir volúmenes como los del año 1991, cuando con dos tándems implantó récord productivo de 235 000 toneladas de azúcar, en medio de una fraternal y reñida rivalidad con el coloso Antonio Guiteras, de Las Tunas, al final de la cual siempre había un ganador supremo: el país.
Desde fuera, aparente calma; dentro, ajetreo en cada área.
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