Por: Oscar Figueredo Reinaldo, Edilberto Carmona Tamayo, Lissett Izquierdo Ferrer, Cubadebate
El podcast de Cubadebate aborda hoy el ordenamiento monetario que comenzó este primero de enero en el país y que ha puesto a sacar cuentas a la familia cubana. Nuevos precios, una tasa de cambio única para actores económicos y población y una modificación en la manera en que se distribuyen los ingresos. Así amaneció Cuba este año.
Hemos invitado a dos periodistas cubanos:
- Ricardo Ronquillo Bello, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba.
- Raúl Menchaca, periodista de Radio Reloj especializado en temas económicos.
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—Ronquillo, hace unos días escribías un artículo en el que decías que esta es una reforma tan desafiante y peligrosa como prometedora, ¿por qué?
Ricardo Ronquillo: Hemos hablado mucho de las medidas prácticas de la reforma, lo que llamo las tres R: Reforma monetaria, cambiaria y salarial. Diría que es desafiante porque estamos asistiendo, aunque no se haya dicho, a la concepción tal vez de un nuevo contrato social en la Revolución. Hemos hablado mucho a lo largo de la historia de los famosos contratos sociales como el de Rousseau, el filósofo francés. Creo que la Revolución inauguró en Cuba un nuevo contrato social, una nueva manera de relacionarse el pueblo con la política, con la economía y con las instituciones, y la reforma monetaria, cambiaria y salarial nos está conduciendo a la concepción de un nuevo contrato social.
Habíamos tenido reglas con las cuales había funcionado el proyecto de justicia social y la independencia nacional de la Revolución. Ahora las reglas esenciales se mantienen, la concepción de justicia social de la Revolución; pero a veces nosotros llegamos a interpretar determinadas cosas que no parecían que tenían que ver con la justicia social, por ejemplo, determinados subsidios, gratuidades y beneficios sociales que disfrutó el pueblo cubano a lo largo de muchos años y que eran vistos como parte del sistema de justicia social de la Revolución.
Tendríamos que vivir muchos años de una complejidad económica, de agresividad, de acoso económico y deformaciones de distinto tipo en el ámbito económico y social, para llegar a entender de que algunas cosas que nosotros en algún momento interpretamos como concepciones de la justicia social de la Revolución, en realidad eran deformaciones que nos estaban creando determinados problemas. A veces problemas muy graves que condicionaban, por ejemplo, falta de amor al trabajo, de interés por el trabajo y otras cosas que son la consecuencia de esas deformaciones que en algún momento nos parecieron, como te decía, concepciones que formaban parte de la justicia social de la Revolución.
Ahora el gran desafío está en que efectivamente resolvamos esas deformaciones pero sin perjudicar el concepto de justicia social de la Revolución. Porque uno de los peligros que corremos es que tratando de ajustar la sociedad cubana, tratando de resolver sus deformaciones, conduzcamos a la sociedad cubana a una condición o a un mecanismo de funcionamiento que condicionen injusticias sociales, y que aquella idea tan bien defendida desde inicio de la Revolución de que esta es la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes no se quede en el camino. Que no sufra las consecuencias de una transformación que, en realidad, lo que está buscando es resolver las deformaciones y generar, resueltas esas deformaciones, una cantidad de riqueza que, lamentablemente con esas deformaciones, nunca íbamos a producir. ¡Fíjate qué contradictorio todo eso!
Raúl Menchaca: Yo creo que precisamente por eso es desafiante, porque nos estamos jugando el futuro, a partir de lo que tú planteabas (Ronquillo) de un nuevo contrato social que si no se logra se va a fracturar lo que sería el pilar fundamental de esta sociedad, que ha sido la unidad, la unidad revolucionaria que nos ha traído hasta aquí.
Lo que está en juego en esta reforma económica va más allá de la economía. En esta reforma está en juego el futuro de la Patria.
—Hemos visto en estos días un fenómeno que, según mi abuela, hace muchos años no se deba, que en las familias todos saquen cuentas al perder muchos servicios y productos los subsidios y, a la vez, se exija por la calidad de los que se consume. ¿Qué consideras de este fenómeno?
Raúl Menchaca: Vamos a poner un poco en contexto el proceso de ordenamiento económico. Creo que esta es la transformación más profunda que ha sufrido la economía cubana en el último medio siglo. Recordemos que en el 68 se desarrolló un procesos que se llamó “ofensiva revolucionaria” donde se estatizó casi toda la economía cubana; después a finales de los 90 e inicio del 2000 retomamos el trabajo por cuenta propia, y ahora viene esta transformación que va mucho más allá de lo económico.
Es una transformación profundamente económica pero que tiene una resonancia, que tiene un eco en toda la sociedad. Antes el pan valía un medio y la gente decía “un medio más un medio menos” y no se echaba a ver, incluso había quien lo cogía para alimentar a los cerdos; pero hoy ya la cosa cambia, hoy ya el pan ha multiplicado su precio varias veces, de cinco centavos subió a un peso, y eso es un crecimiento exponencial y la gente ahora demanda la calidad de ese pan porque lo tiene que pagar más caro.
Me refiero al pan porque es el ejemplo más manido y el que tenemos más a mano, “el pan nuestro de cada día”, pero es un fenómeno que no es de ahora; un fenómeno que teníamos que haber resuelto mucho antes y que por determinadas razones, que no vamos a entrar a discutir ahora, no se resolvieron, pero que ahora sí es imprescindible resolver. Porque si le vamos a vender a la gente productos y servicios más caros, estos tienen que tener la calidad que representa ese nuevo precio.
Ricardo Ronquillo: A veces recuerdo, en alguna columna de opinión, una idea que me dijo un padre jesuita en Santiago de Cuba durante mis años universitarios. El padre jesuita me decía que la Revolución nos había enseñado a dar por justicia lo que antes se daba por caridad; pero a veces las cosas tuvieron un precio tal en nuestra sociedad y fueron producidas bajo unas concepciones tales, que parecía a veces que determinadas cosas alguien no las daba por caridad y no por un derecho y por una concepción de justicia de la Revolución.
Así nos pasó con muchas cosas. Él hablaba (Menchaca), por ejemplo, el tema de la calidad del pan que está en el hit parade. Hemos visto la renuncia en masa de las personas a comprar el pan ahora. No pocos de nosotros hemos perdido la noción del verdadero valor de las cosas. El verdadero valor de las cosas no sólo para producirlas, sino también a la hora de tenerlas como un derecho.
La reforma también nos ayuda a reconfigurar esa concepción del valor de las cosas que no pocas veces se deformó en nosotros, o sea, no solo para producirlas, sino a la hora de recibirlas, o como un bien que se nos da como un servicio —no pocas veces gratuito— o recibirla por su justo valor, por el que tendría en el mercado. Creo que es un desafío a la vez que una oportunidad del proceso de reforma tan profundo que estamos viviendo.
—Algunos gobiernos locales han establecido precios máximos aprobados, quizás sin tener en cuenta los reales costos de producción. ¿Trasladar la ineficiencia de empresas a los precios será el camino más fácil?
Ricardo Ronquillo: Con la ofensiva revolucionaria el país perdió una concepción de la conformación de los precios porque, entre otras cosas, dejó de existir en Cuba la famosa burguesía comercial. Cuando quisimos rescatar a partir de la reforma de la economía de los años 90 del siglo pasado, y hemos ido tratando de reformar la economía cubana hasta llegar a este proceso, por el medio se perdió una cultura empresarial del mundo público y privado que ahora estamos pagando.
Una de las consecuencias de esa ruptura es que los que llegaron al sector privado de Cuba, desde la década del 90 hasta ahora, llegaron con la idea de que usted abría hoy una cafetería y mañana ya tenía que ser rico. El pequeño propietario que existió en Cuba antes del triunfo de la Revolución y en los primeros años de esta, había ido acumulando su riqueza poco a poco y los márgenes de ganancias a veces eran muy pequeños, pero como no había mucho empleo había que sobrevivir. Existían una serie de condicionamientos sociales y económicos que obligaban a mantener el negocio en esas condiciones, además no se tenía una cultura de enriquecimiento a toda costa, más bien de supervivencia a todo costo. Luego viene la etapa de economía socialista que hizo que se perdiera esa cultura. Un mundo empresarial donde se desdibujaron los costos y precios; donde no pocas veces desaparecieron los aparatos de contabilidad y de análisis de las empresas; se produjo un debate profundísimo sobre cómo llevar la economía, si de manera presupuestada o de otra manera. Después vendría la trilogía de monedas, incluso hubo momentos en que llegamos a tener cuatro: CUP, CUC, CUC con respaldo en divisa y el dólar. Esto llevó a conformar una mentalidad económica en la cual casi no sabíamos el costo de nada.
Lo primero que hay que hacer ahora es restablecer, poco a poco, una cultura económica, de la contabilidad. Porque un mundo empresarial público, que a lo largo de muchos años estuvo muy centralizado, con decisiones que venían desde arriba hasta el nivel del timbiriche que estaba en el municipio, de momento empieza a tener atribuciones en un contexto en el que se incrementan los precios de todo: el costo de la vida crece y también el de los servicios a veces escandalosamente. Frente a eso, cuál será la primera reacción de alguien que comienza a tener atribuciones que antes no tenía? Una de las primeras tentaciones puede ser cubrir lo que le cuesta todo lo que le rodea, poniéndole precios mayores a los productos. Esa es una tentación que hay que cortar de raíz porque sería una deformación más grande que la que teníamos anteriormente.
—Las realidades que provoca el ordenamiento monetario conducen a la necesidad de trabajar. A su juicio, ¿tiene el sector estatal la capacidad de absorber el incremento en la demanda de empleo, cuando por otro lado se habla de aumentar la eficiencia en ese sector?
Raúl Menchaca: Según las últimas cifras que conocí, hasta el 6 de enero se habían presentado buscando empleo en las oficinas de Trabajo y Seguridad Social, unas 11 000 personas, de ellas 6 000 aceptaron la oferta del Estado. Se trata de una reacción social ante la imperiosa necesidad de asumir empleo para tener los ingresos para sobrevivir. El peligro grande lo veo en que en algún momento se habló de eliminar las plantillas infladas en el gigantesco aparato estatal que teníamos, especialmente en el sector presupuestado. Este sector, por lo general, no genera riquezas. Por eso pienso que un peligro grande es que se rellenen esas plantillas. Considero que hay que redirigir a esas personas que buscan empleo hacia el sector productivo encargado de generar las riquezas que se pueden repartir en un futuro. Porque hoy lo que estamos haciendo es “re-repartiendo” (y que me disculpe la Academia Cubana de la Lengua) riquezas que teníamos hasta hace un momento. Y hay que crear riquezas y estas solo se generan en el sector productivo, por eso debe ser el sector que debe apuntar el crecimiento del empleo en estos próximos meses.
—Algunas personas estimaron un incremento salarial mucho más alto, sin embargo —como aclaró el Gobierno—, no se han creado nuevas riquezas, de ahí que la redistribución se esté realizando sobre la riqueza ya creada, ¿acaso la unificación monetaria y cambiaria es la varita mágica para solucionar los problemas de la economía?
Ricardo Ronquillo: Es lógico que la gente esté insatisfecha, porque la reforma monetaria, cambiaria y salarial no va a resolver los problemas de la familia cubana ni de los trabajadores después de tantos años de deformaciones salariales y de otra naturaleza. Se supone que la reforma es el primer paso en un camino para tratar de resolver esas deformaciones y que, al menos, todos quedemos en una posición no peor de la que estábamos antes. Ahí es donde está la discusión más importante de ahora, una percepción social que creo hay que atajar: algunos consideran que con la reforma monetaria y cambiara van a quedar en peor situación. Si esta es una primera impresión social que va a dejar este proceso, no sería bueno, porque los arquitectos de esta transformación plantearon los escenarios para una mejoría, para comenzar a enderezar la pirámide. Si la sensación que va a dejar la reforma es que vamos a estar en peor situación, no sería el resultado que se espera de los primeros momentos de la reforma. Por eso la política planteada por el Gobierno de corregir todo lo que haya que corregir, atender y escuchar, es la política correcta. Porque los arquitectos de esta transformación se plantearon un escenario, pero era el ideal, en el que ellos consideraron distintas variantes, y no siempre las variantes que se evalúan a la hora de plantearse un proyecto, después la vida real puede, de alguna manera, trastocar algunos de los componentes que usted consideró para esa transformación.
En estos momentos todo el mundo está haciendo sus ajustes, cuentas y evaluaciones, midiendo el nuevo salario con lo que le costará los productos. Lo que sí sería grave es que desde este instante la sensación social es que voy para peor, y no debería ser porque no era el fin del proyecto. Ir al ideal está lejos todavía, y para construir ese ideal vamos a tener que hacer mucho esfuerzo. Por otra parte, no podemos olvidar que en un ajuste todos vamos a tener que pagar una cuota. Se supone que no haya grandes perdedores, porque la vocación de justicia social de la Revolución no puede estar en juego en la reforma. Tal y como ha planteado la dirección del país, aquí no pueden haber desamparados. En el comentario publicado recientemente en Cubadebate, comenté que me había encontrado en un municipio del país una familia de tres personas y solo una tiene un ingreso de una jubilación que es muy pequeño, por tanto iban a estar en una situación de vulnerabilidad. De ahí la importancia de esa proyección que hizo la dirección del país de revisar barrio por barrio, que parece que en algunos no se hizo como se debió. Por ejemplo, escuché en una reunión del Consejo de Defensa de La Habana que se ha orientado hacer una nueva revisión de los vulnerables socialmente. Creo que hay que tener una gran sensibilidad, porque esta no es cualquier medida; es una medida muy compleja, nos estamos jugando muchas cosas y lo único que no puede pasar es que la injusticia que trató de borrar de la faz de Cuba la Revolución, regrese ahora por una medida de ajuste de la Revolución para tratar de resolver deformaciones de nuestra economía. No se están tomando solamente medidas técnicas, hay que tener mucha sensibilidad política. El Che siempre decía que las medidas técnicas no bastan, y en una Revolución como la cubana más todavía. Las medidas técnicas son importantes, pero estas solas no alcanzan, no por gusto Fidel fue un defensor de esa idea. Se trataba de no ser economicista, sino de hacer economía política. La economía tiene que ser pensada para que ofrezca resultados políticos. En el caso de Cuba tienen que ser resultados que apunten a la protección de la justicia social, la gran bandera política de la Revolución cubana que no podemos poner en juego en medio de la reforma monetaria y cambiara.
Raúl Menchaca: Los arquitectos de estas medidas han insistido en que no se trata de un ajuste neoliberal, porque precisamente están intentando darle un enfoque más humanista y social. A uno de esos arquitectos le pregunté en diciembre si había condiciones y su respuesta fue que nunca las habría, ni nadie asegura que en el futuro inmediato las haya. Lo que se está haciendo es crear nuestras propias condiciones, no podemos esperar a que se creen por generación espontánea. La idea es crear condiciones para que las empresas funcionen como debe ser. Recordemos que al final esto es una devaluación, que antes había ocurrido en el sector de las personas naturales que ya operaban con los CUC a 1x24, mientras que las empresas lo hacían a 1x1. Ahora se busca poner a todos en similares condiciones.
Considero que el ordenamiento sí tiene que tener por detrás, como se ha hecho hasta ahora —o al menos ha sido la voluntad expresada por el Gobierno—, un enfoque social. Puede haber existido distorsiones por el camino, pero la reforma apenas lleva 14 días de marcha. Todavía las personas no han podido cobrar su salario íntegro (por los 1 000 pesos de adelanto, las fiestas de fin de año), ha sido un momento atípico para aplicar esta reforma. Además, todos los procesos económicos no son inmediatos, requieren un tiempo de maduración. Lo que sí debemos tener en cuenta, como han dicho las autoridades, es la necesidad de ir por el camino modelando lo que va pasando.
Ricardo Ronquillo: Quisiera recordar algo dicho por Graziella Pogolotti, que me parece importante desde el punto de vista político en medio de toda esta situación. Graziella apunta —y coincido con ella— que la gran contienda de la contemporaneidad se está dando entre la tecnocracia y el humanismo. No es negar a los técnicos. Lo tecnocrático sería olvidarse del ser humano. El humanismo es poner al ser humano en el centro de las decisiones. La Revolución cubana está desafiada a tomar adecuadas y sabias medidas técnicas, que a la vez estén perfectamente conectadas con su vocación humanista.
Las medidas sociales tienen que tener un fundamento económico. La tecnocracia es muy necesaria pues con la técnica se generan las riquezas que pueden incrementar las medidas sociales. Las medidas técnicas para que no sean antisociales lo único que pueden hacer es plantear una distribución justa de las utilidades o sacrificar parte de estas en beneficio de la sociedad (no llevar los precios a niveles clasistas). Pero lo que no puede faltar en estas son los factores que generan riqueza y la combinación correcta de los mismos.
ResponderEliminarHay que producir, generar riquezas convertirlas en dinero para tener garantía de las medidas sociales.
Seguir tomando medidas sociales sin un respaldo financiero es demagógico. El principio está bien definido, subsidiar a personas no a productos.
Rogelio Castro Muñiz