Foto: Alejandro García Sánchez
En Ciego de Ávila, probablemente, seguiremos sin equiparar los precios que han logrado los arroceros de Arkansas y California, porque la agricultura también tiene sus primeros y terceros mundos, pero ahora los graneros avileños podrán, al menos, intentar el recorrido. Ya en Chambas deben estar con hojas de cálculo, sacando cuentas para que la Empresa —destinada a cerrar y dejar sin sustento a los miles de chamberos que viven del arroz— pueda retornar a la senda productiva, sin que el costo supere su precio de venta.
Así de desordenados estaban sus números, aunque con las nuevas medidas anunciadas este miércoles en la Mesa Redonda, los indicadores podrían tender ahora a la rentabilidad. Una rebaja de la tarifa de agua, la disminución de los precios de las horas de vuelo y de los servicios de las empresas agroindustriales, y un incremento de casi 400.00 pesos por tonelada de arroz cáscara húmedo, deben dejarlos en mejor situación. Sin dudas.
Igual debe sucederle a la Agroindustrial Ceballos, cuyas ajustadísimas matemáticas dejaron boquiabiertos a muchos, ya que se suponía que la devaluación hiciera tambalear a las débiles y nunca a un emporio en el que se han invertido millones y podía presumir de tecnología y eficiencia. Pues ahora que los precios de compra de la guayaba, el mango y la frutabomba se redujeron entre un 25 y 30 por ciento, las producciones asociadas a esos surtidos deben comercializarse a menor precio. No podríamos aventurarnos a decir que descenderán en igual proporción porque no sabemos el peso (o el porcentaje dentro de la ficha de costo) que tiene esa materia prima. Sin embargo, la rentabilidad de la entidad, sus trabajadores y los clientes, saldrán ganando. El negocio, ahora, parece más “redondo”.
Lo mismo para los acarreadores de leche, que la entregarán en los puntos por un valor adicional y podrán ganar por cada litro sin sentir que le hacen “un favor” al lácteo avileño, que antes le hacía un favor más grande a los empresarios holandeses e increíblemente salían ganando todos, menos el ganadero avileño.
No obstante, en valores redondos, parece ser que los porcicultores dieron un salto más grande que los ganaderos y podría estimularse, en lo adelante, un renglón tan deprimido que uno llega a asombrarse de que Sancti Spíritus, por ejemplo, con menos de 11 000 toneladas en el 2020, fuera la segunda mayor productora de carne de cerdo del país. Así de constreñidos andamos. Por eso la rebaja de un 60 porciento en el precio de los piensos nacionales debe impactar en ese sector; si bien sabemos que el pienso nacional hace rato no es comida suficiente (ni constante) para la masa porcina.
Quizás solo los productores de calabaza miraron de reojo la Mesa Redonda de este miércoles, porque, contra toda lógica, ese producto había tenido un precio centralizado, y ahora queda a merced de los gobiernos locales y provinciales. Para no pocos comerciantes era, incluso, excesivo. Junto con ella se descentralizan, también, el plátano, la malanga y el boniato, viandas sujetas a conciliaciones que deben variar su tope. ¿Descenderán entonces?
Si nos atenemos a los rendimientos, la calidad de las tierras, la tecnología… y otros aspectos que inciden en el costo, un boniato aquí no tendría por qué ser más caro que uno espirituano; y mucho menos un plátano avileño equiparar su precio al de otras provincias… pero esperemos y comparemos luego.
Mientras, tenemos los precios duales para irnos “estresando”, en tanto las nuevas facilidades implican que el tomate, la guayaba, la frutabomba y el mango tendrán un precio para la industria, que favorezca su entrada, y otro en la tarima, conciliado con los productores. Y dos valores diferentes podrían dictar preferencias de un lado y descuidos del otro, si no se balancea la oferta.
Y esa no es una cuestión menor: repartir lo poco o fijar su destino, teniendo como base compromisos y no ganancias, es una tarea compleja que se discutirá en el surco. Justo desde ahí se han estado emitiendo señales de humo que, por suerte, han sido bien interpretadas. No dudemos de que suban otras y reordenen, aún más, la política de precios.
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