La noticia de que asumiría el trabajo político con Colombia fue de enorme satisfacción, un país apasionante donde el libertador Simón Bolívar libró numerosas y heroicas batallas entre ellas la de Boyacá que dio lugar a su independencia y a él me entregué en cuerpo y alma.
Piñeiro y Arbezu
La tarea era enorme, pero tuve el gran apoyo de mi histórico jefe, me
refiero al comandante Manuel Piñeiro Losada, de él y de su ejemplar vida
aprendí como enfrentar tal empeño. Piñeiro era el dirigente revolucionario
ejemplar que había dedicado su vida a la solidaridad y al internacionalismo,
fue un fiel intérprete de esa política
preconizada y practicada por Fidel y el Che.
Él supo imprimirle la organización y el dinamismo de la época desde el
Departamento M, del Ministerio de Interior, donde se desempeñaba de Vice Ministro
Primero hasta 1970. En ese año se crea el Vice- ministerio Técnico y la
Dirección General de Liberación Nacional, (DGLN), bajo la jefatura de Manuel
Piñeiro Losada.
Unos años más tarde, en 1974, a propuesta del Comandante en Jefe, la DGLN
se transforma en el Departamento América, como órgano político auxiliar del
Comité Central del Partido, y todo lo relativo a las funciones operativas que
tenía la DGLN, se mantuvieron en el Ministerio del Interior. Fidel fue el que
sugirió el nombre, pues inicialmente se proponía Departamento Latinoamericano,
el comandante dijo no, se llamará Departamento América, este es un departamento
que debe incluir el trabajo político con todos los países de la región, Estados
Unidos, Canadá y el Caribe.
En el Departamento América, emprendió la tarea de trabajar y fortalecer las
relaciones con los partidos y movimientos políticos de la región y Piñeiro y el
equipo de trabajo que dirigía le inyectó el necesario dinamismo y apego solidario a todas las fuerzas
revolucionarias, progresistas y democráticas en toda esta zona territorial.
La entrega de Piñeiro a la causa de los pueblos latinoamericanos,
norteamericanos y caribeños lo convertía no sólo en un profundo conocedor de la
política y los entre telones de los
partidos y organizaciones políticas y sociales de cada uno de nuestros
países, también en un eficiente
asesor para fortalecer las
relaciones con sus gobiernos y movimientos sociales, como fue el trabajo que él
abrió hacia los movimientos religiosos, militares, sociales que en ese periodo
de las décadas de 60-70 tomaban fuerza.
Piñeiro era un hombre escuchado y admirado por líderes y dirigentes
políticos, religiosos, militares, revolucionarios y progresistas de la región.
También odiado por el enemigo, especialmente los servicios
estadounidenses.
Del educador “Barbarroja” como cariñosamente le decíamos, aprendí que la
política era el arte de sumar, que había que escuchar a todo el mundo, que no
podíamos casarnos con ninguna posición política de los Partidos y Organizaciones
con los que nos relacionábamos, era sin dudas un convencido de sus ideas
revolucionarias, anti dogmático,
aborrecía a los sectarios, era la antítesis del burócrata, del formalismo y de
los tecnócratas, para él nada era
absoluto.
Era orgánico, audaz, valiente, con métodos dinámicos y a su manera ordenado
en su trabajo. Solo basta decir que de cada información o mensaje recibido
Piñeiro anotaba cada detalle al margen de la hoja y dejaba un plan de trabajo,
con fecha de cumplimiento, el cual, era controlado
por él, a través de su eficiente y leal jefa de despacho Vidalina Valledor. Su
menuda letra era inconfundible y para la mayoría a veces indescifrable, solo
Vidalina era la que los descifraba y nos ponía a ejecutar lo que orientaba.
Se caracterizó por su humildad y una insuperable condición humana
demostrada en el trato y atención a sus subordinados, a los cuales no sólo le
exigía resultados en su trabajo, se preocupaba de los problemas personales de
cada uno y se convertía no sólo en un buen jefe, también en un sincero amigo,
su conducta le ganó la admiración cariño, fidelidad y respeto de todos los que
trabajamos con él. Siempre trasmitió a
los hombres bajo su mando su ilimitada lealtad a la Revolución Cubana y a la
obra y pensamiento político de Fidel Castro.
Dedicó horas en hablarme de la heroica lucha del pueblo colombiano, de las
virtudes, la valentía, entrega y nobleza de sus mujeres y hombres. De los
comandantes y combatientes guerrilleros que él había conocido no sólo de las
FARC, el ELN, el EPL y el M-19, también de los dirigentes y líderes políticos
liberales y conservadores, de la importancia de conocer sus opiniones, sus
puntos de vistas políticos, sus programas
y planes.
Del Partido Comunista Colombiano y de su dirección, de las coincidencias y diferencias que
existían entre diferentes organizaciones
guerrilleras, las sostenida por el
Partido Comunista en torno a la política de practicar
la combinación de todas las formas de lucha, también el uso político
electoral de la lucha armada o formas de autodefensa, las diferencias de estos
con otros sectores de izquierda y el
respeto con el cual teníamos que tratar estos temas para que no se interpretara
que hacíamos una injerencia en los asuntos internos de los países, los partidos
y organizaciones políticas y sociales, con los cuales nos relacionábamos. Una enseñanza permanente que recibíamos de
Fidel, y que como siempre Piñeiro nos subrayaba.
El tema de la unidad y de la no injerencia en los asuntos internos de otros
países ha sido y es un principio que Cuba
ha defendido y defiende, no sólo en su política interna, también en sus
relaciones internacionales, muy
especialmente con el movimiento revolucionario, progresista y
democrático de América Latina, siempre hemos sostenido que la unidad es la
única forma de vencer a las clases dominantes y que cada país y sus
organizaciones políticas y sociales son exclusivamente las llamadas a darse el
sistema político que consideren.
Por lo demás siempre me llamó la atención, que, ante las más difíciles
situaciones, donde tenían que tomarse decisiones delicadas él mostraba una
impresionante serenidad. Le molestaba los aduladores y admiraba a los frenteros,
así como despreciaba a los traidores,
pero siempre con ese carácter jovial y dicharachero,
Fuerte en el contenido de la crítica, pero suave en las formas, o espontáneo
en trasmitir lo que llamaba “un mangaso”. Su sonrisa y ese carácter que te daba
confianza, que siempre lo acompañó y lo percibí con gran fuerza cuando, me
llamó a Buenos Aires, Argentina, para decirme que ya no continuaría, al frente
del Departamento y pedirme el apoyo total a la decisión, que había tomado la
Dirección del Partido, y para el compañero Arbesú que lo remplazaría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario