SINE DIE
2021
SEGUNDA
SERIE # 56
SEPTIEMBRE
13 de 2021
Juan M Ferran
Oliva
E pure si muove (pero se mueve).
Dijo
Galileo, seguramente susurrando para que
no le escucharan los inquisidores. ¡El cuello es el cuello!
Actualmente
existe un comercio por la libre de
divisas. No lo considero reprochable siempre que no implique alguna práctica
vil. La reciente prohibición de aceptar dólares físicos en las sucursales
bancarias introducirá cambios en las cotizaciones, pero el canje espurio
seguirá. Las relaciones mercantiles son incontrolables y el intento de
eliminarlas es como poner un cinturón de castidad a una ninfómana.
La
moneda es una mercancía. Actúa como medio de cambio para
las personas naturales. Para las empresas sirve de unidad de cuenta. En función
de atesoramiento es válido en ambas esferas. Son sus tres funciones básicas.
Con el paso del tiempo apareció la moneda de
papel más manejable que la de metal.
El Periodo Especial cubano obligó a desarrollar el turismo internacional. La
medida resultó exitosa y hasta 2019 la cifra de visitantes se acercaba a los 5 millones anuales.
En algún momento cesará el Covid 19 y habrá recuperación (pero el socavón se
perderá).
En tiempos relativamente recientes la
iniciativa privada criolla descubrió nichos en las endémicas debilidades de la
oferta. Un grupo de mercachifles
desarrolló un mercado informal con bases de suministro en Panamá, Estados
Unidos, México y otras regiones.
Electrodomésticos, medios computacionales,
motocicletas, vestuario y otros bienes fueron sus renglones mas
socorridos aunque no únicos. Los involucrados compraban dólares en Cuba, los
invertían en el exterior y regresaban en forma de mercancías de fácil
venta. En 2018 se realizaron 459.000
salidas con tales propósitos. La apertura aduanera tras el 11 de julio,
seguramente dará brío a la iniciativa.
La génesis de las actuales tiendas en dólares
se relacionan con esta situación. El Estado se propone acopiar las divisas que
el mencionado tráfico deja en el extranjero. Lamentablemente, su oferta es
inconstante y limitada. Es el anti marketing.
En 1972, antes de la caída de Allende, visité
Chile en viaje oficial. Fui a un banco y cambié una pequeña cantidad de dólares
por moneda local. Al poco rato de salir de la instalación, el propio empleado
que realizó el canje me alcanzó sofocado para recomendarme que no reincidiera
en dicho cambio pues en la calle encontraría tasas más convenientes. Por
supuesto, violentando mi conciencia oficialista, en lo sucesivo seguí su
consejo aunque era poco lo que podía cambiar.
Hoy, medio siglo más tarde, se repite la
situación en Cuba. Si el gobierno ejerciera como cambista tendría que hacerlo
con la tasa oficial de 24 pesos por un dólar. Pero particulares no oficiales
ofrecen mejores oportunidades. En estos momentos, tras la prohibición sobre el
dólar billete, el cambio casi triplica la tasa oficial. El mercado impone sus
leyes.
Mi única recomendación ante tal desaguisado es
aplicar la famosa frase de los fisiócratas:
Laissez
faire
Fin
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