Por Katia Siberia ECONOMÍA
06 Marzo 2022
Las losas de falso techo podrán ser comercializadas por CIMEX. Ya no solo se exhibirán en una feria. Fotos: Katia
La primera ronda de negocios entre los proveedores locales y las cadenas de tiendas en Ciego de Ávila dejó al descubierto posibilidades y fisuras de un camino zigzagueante que algunos creían en línea recta o redondo
Parece lo que es. Un disparate: las losas de techo que Jorge Espinosa fabrica en su pequeña empresa son de yeso matancero, aunque viva él a 150 kilómetros del mayor yacimiento cubano. De Punta Alegre no ha podido triturar ni una piedra.
Pero el disparate mayor no es ese, sino este: aun trayéndolas desde Matanzas, cuando quiso encadenarse al laboratorio de Ortopedia de Ciego de Ávila supo que la tirada sería más larga… y hasta al revés. Tenía que venir de Matanzas con el yeso, procesarlo, y llevarlo a La Habana para venderlo al proveedor nacional que, luego, lo traería a su ciudad. Cero contratos directos.
Mientras describe el “p’alante y p’atrás” se le escapa una sonrisa triste e irónica, porque su pequeña empresa ITALCAVILA S.R.L surgió como un negocio privado y nadie emprende para perder o hacerle juego a la burocracia.
Eso parece que es “cosa de estatales”.
Por eso, mientras el yeso —escasísimo, además— podría seguir dando tumbos antes de inmovilizar un brazo en el hospital avileño, él cuenta esa historia en pasado y se ubica en un presente prometedor.
Durante la primera ronda de negocios que efectuaron Cimex, Tiendas Caribe, Caracol y Artex con proveedores locales, ITALCAVILA ocupó una silla y concertó con Cimex. Ellos le importarán los cintillos para sostener las losas de falso techo y la empresa privada las venderá a la corporación. Serán clientes y proveedores al mismo tiempo: negocio redondo.
Los vericuetos del reciente entendimiento no han demostrado ser curvas esquivas, sino lógicas de un proceso de documentación “que está avanzando, por suerte”, dice Jorge Espinosa Altunaga, y no habría que ser ingeniero como él para sacar las cuentas finales. El precio que tendrán las losas matanceras-avileñas pudiera ser mayor que el de las hechas 100 por ciento en casa. Y esa sí parece ser la curva peligrosa por la que no debiera avanzarse, de cara a los clientes.
Es la duda que dejamos caer sobre Alexander Ramírez, el hombre que, sin ser titular de una Micro, pequeña y mediana empresa (Mypimes), también administra su miniindustria y ha logrado ser uno de los pocos que colocó productos avileños en Moneda Libremente Convertible (MLC).
—Pero son caras las latas de coco rallado. Cuestan más de 11.00 MLC.
—Bueno, dentro de mis productos ese me distingue, pero ni siquiera está dentro de los más rentables, implica mucho trabajo manual. En otros, mis ganancias oscilan entre un 12 y 20 por ciento, lo que cuando entran a Cimex ellos tienen aprobada una tasa de 0.35.
Directivos de la cadena confirmarían el dato de Alexander. Ese es el valor mínimo por el que multiplican y terminan elevando en un 35 por ciento los precios.
No sabe, sin embargo, cuál será el de Tiendas Caribe, cadena con la que acaba de negociar en esta primera ronda de oportunidades. Solo sabe que allí también los comercializará y es un alivio. Obligado está a captar MLC; parte de los insumos que necesita se venden en esa moneda. No ha ido allí por entusiasmo, sino por necesidad. Su negocio debe ser, literalmente, redondo. Tiene que cerrar ciclos.
Desde la finca El Placer también lo intentan y comparten con Invasor el desenlace: pronto, desde Majagua, comercializarán en esa divisa. No renuncian al CUP, solo se insertan en el otro mercado, amén de que tienen presencia en los hoteles de la cayería norte, contratos que impulsan su estado financiero.
Si bien las cadenas hoteleras pagan en pesos cubanos (CUP), los estimula la liquidez, el famoso CL, que no es otra cosa que el respaldo monetario para poder importar, por ejemplo. En el caso de los productos frescos, lograron pactar un 10 por ciento del valor, el 15 para los industrializados y 55 para el cerdo.
Obviamente, ese es el mejor dividendo para cruzar el pedraplén.
• Son de la tierra, la marca de la finca El Placer, ya había hecho estancia en la cayería norte
¿Cruzarlo? Osvaldo Rodríguez López piensa en esa posibilidad tan a futuro que ha decidido llamarle, a este año, “Año de la Resistencia”. Lo dice en broma, aunque es el chiste más serio que se permitirá durante la ronda avileña a la que ha acudido —pienso— más por disciplina que por posibilidades reales de concretar un negocio.
Este vinicultor, dueño de una microempresa enfocada en la producción de vinos y vinagres, ya tiene lo más difícil: clientes que quieran sus productos. “Todos los hoteles, las cadenas de tiendas, todos han coincidido en la calidad, quieren contratar, el mercado está seguro”, confiesa antes de revelar su impedimento mayor: el azúcar. Parecía lo más fácil en esta Isla, y ahora que Osvaldo tiene personalidad jurídica quiere pagarla al precio que sea, producir, captar sus divisas… y no puede.
El ciclo va al revés: primero debe tener la Moneda Libremente Convertible para poder adquirir el azúcar, y luego producir. Pero en cualquier orden el resultado da igual: no hay. Y sin azúcar no hay vino.
“Si pudiera comprarla, incluso al precio que la venden en Europa, se ahorrarían todos los gastos de la exportación y yo se los vendo luego al Turismo y a las cadenas de tiendas, que se ahorrarían, a su vez, la importación de los vinos. Sería un negocio redondo”, dice.
Un negocio redondo que no cierra en alguna parte.
Ni siquiera a la Agroindustrial Ceballos. Una semana antes de que Cimex, Artex, Caracol y Tiendas Caribe quisieran, formalmente, promover los encadenamientos en el territorio, la directora de la Agroindustrial se refería a la ausencia de azúcar y al contrasentido de tener que pagarla en MLC, cuando el 93 por ciento de sus ventas se efectuaban en CUP. Si no tuviera ese encargo estatal, allí estuviera sentada, intentando captar divisas. No obstante, el resultado también hubiera sido el mismo: no hay. No se puede con las mermeladas. No se puede con el vino…
Tampoco con la salsa de soya condimentada.
Reconocidos chef avalaron el producto avileño, elaborado con tecnología china; dijeron que nada tenía que envidiarle a las importadas, y ahí está el Proyecto de Iniciativa Municipal de Desarrollo Local (IMDL) a la espera. Sus gestores confiesan tener acumuladas unas 40 toneladas.
“Y Cuba importa cada año 110”, admite Víctor Delgado Ramírez, al frente del Órgano de Gestión del Desarrollo Local del Gobierno de Ciego de Ávila. Es el hombre que durante toda la feria servirá de guía entre los diferentes actores. Nadie como él para conocer las interioridades que revela.
“Para producir salsa de soya se requiere terminar la inversión para ampliarse, y no han podido vender porque necesitan primero abrir la cuenta en MLC”.
“Es el mismo caso del proyecto del bambú. Las roneras de Santa Cruz y de Santiago le demandan todos los toneles que sea capaz de hacer, pero lleva láminas de metal importadas y, al no tener cuenta en MLC creada...”.
El proceso, comenta Víctor, está detenido. Era de esperarse.
Con la entrada en vigor de la Resolución 222 del Banco Central que facultaba a los nuevos actores a comercializar en la red de tiendas, se vino la avalancha (y la violación). La normativa autorizaba a unos y negaba a otros, y de alguna manera los mayoristas desencadenaron el contrasentido: te vendo insumos en MLC y luego vendes productos en la red minorista, en CUP. ¿En serio?
Ahora, asegura Víctor, están revisando para adoptar nuevas decisiones. Sin embargo, de ahí no vendrán todas las soluciones. “Al menos 16 Proyectos de Desarrollo Local (PDL) están paralizados; tienen el financiamiento aprobado, encontraron los proveedores, el equipamiento, lograron concertar créditos a corto plazo; incluso hicieron sus planes para el 2022 montados en esa tecnología, y el país no está en condiciones de aceptar ahora cartas de crédito confirmadas. Es sabido, tenemos problemas de liquidez”, espeta.
En esa lista están el PDL de producción de queso Las Margaritas, que podría procesar 550 litros de leche diarios, y otros 15 proyectos, todos en la producción de alimentos. Todos priorizados.
De ahí que ciertos actores concurrieran a la primera ronda de negocios casi en calidad de espectadores, mostrando producciones que hoy no son sostenibles o estables, prácticamente en ninguna moneda.
Algunos, por el contrario, lucieron producciones que sí podrían respaldar, y no podrían comercializar en las cadenas, hasta tanto se deroguen o aprueben medidas que no contrapongan las lógicas de la economía empresarial con las del bolsillo del cliente.
Mientras, algunos, como Delavida, por ejemplo, lucieron un feliz engranaje, y en esa dirección caminan ya otros. Solo que el recorrido tiene demasiadas curvas y no siempre terminan en negocio redondo.
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