Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

martes, 1 de marzo de 2022

La tierra pide más brazos ( +Podcast)

Por: Joel Mayor Lorán, Otoniel Márquez

 

UEB 24 de Febrero Cítricos Ceiba Raisel Capote. Fotos: Otoniel Márquez

Desde sus entrañas, la tierra lanza un grito lastimero. Pide más brazos y no los encuentra. No importan las 17 279 hectáreas ociosas con las cuales Artemisa cerró en 2021. Las extensiones cultivadas tampoco disponen de fuerza de trabajo suficiente para atenderlas.

Según Daidée de la Candelaria Piedra, directora de capital humano del Grupo Empresarial Agropecuario y Forestal Artemisa, su fuerza total asciende a 11 446, de ellos 9542 de manera directa a la producción (897 mujeres). Y añade que, usualmente, contratan una cantidad adicional estimada en 900 obreros agrícolas, los llamados eventuales.

Algo similar revela José Piñero Borjas, jefe de despacho de la dirección de la Empresa Cítricos Ceiba, cuya sede radica en el municipio Caimito. La plantilla la integran actualmente 443 trabajadores.

“Nuestro polo productivo está ubicado en la UEB 24 de Febrero. Son 1500 hectáreas de cultivos varios. Hoy la principal inversión está dirigida a la yuca, gracias a un crédito de la Banca de Fomento Agrícola. Además, tenemos plátanos, maíz, frijoles, calabaza, tomate y frutales como mango, guayaba, frutabomba y coco.

“De acuerdo con las necesidades de los diferentes cultivos durante el ciclo, sus 30 usufructuarios contratan entre 20 y 25 jornaleros cada uno”.

Tal situación resulta común a toda la agricultura artemiseña, incluso en el tabaco. Lo confirma Clara Maris Cruz, directora de capital humano en la Empresa de Acopio y Beneficio Lázaro Peña, situada en San Antonio de los Baños.

“Nosotros disponemos de 3115 trabajadores, 1911 directos a la producción (686 mujeres). Contamos con ocho campamentos (y los productores tienen varios más), donde albergamos más de 700 movilizados”.

Estrategias diferentes

UEB 24 de Febrero, Fotos: Otoniel Márquez

Dice Raisel Capote García, uno de los usufructuarios de la UEB 24 de Febrero, que la fuerza de trabajo en la agricultura no es suficiente porque “nadie quiere trabajar en el campo, mucho menos los muchachos nuevos. No tengo trabajadores fijos”.

Por eso acude a los eventuales y al empleo de maquinaria.

“Además, así no tengo que invertir todo el tiempo, solo cuando los necesito, igual para cosechar boniato o sembrar yuca. Ellos trabajan bien. Ya no son tan jóvenes. Vienen de las provincias orientales, pero viven aquí hace tiempo. Están organizados en una brigada. Le pago 200 pesos en efectivo a cada uno”.

Este técnico de telares devenido usufructuario, atiende 15 hectáreas junto con su hijo Raimel. Aquellas tierras solían estar cubiertas de cítricos, hasta la llegada de la plaga del huanglongbing; ahora proliferan cultivos varios. El día de nuestro recorrido 13 trabajadores eventuales le recogían el maíz, a razón de 200 pesos la mañana.

“Somo una brigadita móvil de 12 personas –afirma su jefa Carmen Rosa Poll. Yo se lo digo a ello: ‘nosotro vamo a trabajar, nosotro no vamo a jugar’. Ahí ta’ él, que lo diga. Nosotro se lo demotramo: ya a la 10 o la 11 de la mañana nosotro terminamo la jornada, y es hata la 12 del día. Nosotro trabajamo”.

Muy cerca de allí, Karel Viña García, presidente de la CCS Néstor Milián, prefiere mezclar estrategias. Desde marzo de 2021 atiende 52 hectáreas en usufructo, con cinco trabajadores fijos a quienes paga 1000 pesos a la semana y el 2% de cuanto genere la producción.

“Por supuesto, recurro a eventuales para las siembras y cosechas grandes, y les pago según ajustes, de 250 a 300 pesos. Pero solo en esas ocasiones”.

Carliovi Maceo, uno de esos trabajadores fijos, llegó al Dagame hace diez años. Atrás quedó su natal Guantánamo. Pese a tener tres hijos y una casa de madera con techo de “fibra” y piso de cemento, siente que su empeño da frutos.

Ya puso en regla los papeles de la casa… y confía: a los 1000 pesos semanales ha podido sumarles, por concepto del 2%, cantidades ascendentes a 2000, 1896, 3100 y otros 1000 como resultado de las cosechas.

Drama en Dagame y en…

UEB 24 de Febrero Cítricos Ceiba Ismael Ortega. Fotos: Otoniel Márquez

Carmen Rosa Poll trabajó siete años en la caña. En consonancia con lo que ocurre en las tierras de este archipiélago, luego permutó el antaño oro verde por los más jugosos dividendos de los cultivos varios, y descubrió un modo mejor de buscarse la vida, al frente de una brigada alegre y jaranera, pero muy productiva.

Ninguno le teme al campo. Le entran al surco con fiereza. Las manos que seguro no escribieron muchas composiciones ni la solución a complejos problemas matemáticos, demuestran suma destreza en el maíz: en poco tiempo la loma de mazorcas comienza a desbordar su carreta.

La jefa de brigada parece ser no solo quien los organiza durante la jornada de trabajo, sino una verdadera líder. Procede de Ramón de Guaninao, zona cafetalera de Palma Soriano, en Santiago de Cuba. De allá vino con su hija Yaisel, entonces de 13 años.

“Vine a visitar a mi hermano, me gustó y me quedé. Tengo cinco hijo, tre trabajando aquí (dos varones y una hembra). Mi hija me ta’ haciendo lo papele de la casa. Ella vivía con su marido. Uno de su hermano le dio su casita, pa’ que ella no se quedara sin techo.

“Y el otro le va a hacer lo papele de su casa, que es de madera, porque ella empezó a hacer los de la mía: así, como es la hembra, si un día el marido la bota… no se queda sin casa. A mis hijo le pusieron multa y… todavía no tienen todo legal. El resto, algunos sí; otros viven… ¿tú me entiende?, entre familia ahí.

“La mía tiene un cuarto de mampostería, el resto de madera, en mala condiciones, pero el piso de cemento. Mi hija tiene tres hijo, que van a dormir a la mía, porque el polvo lo mata; son alérgico.

“¿Mis ingreso pa’ arreglar la casa? No se puede. Son 200 pesos pa’ comer, pa’ la merienda de lo niño, y más ná. ¿Qué vamo a hacer? Y cuando termine la cosecha de maíz, nos tá esperando otro guajiro pa’ recoger maní, y otro más pa’ recoger tomate”.

Su hija Yaisel Castellanos trabaja como el que más en la brigada. Mantiene las uñas largas, pintadas y el pelo cubierto bajo la capucha de la enguatada. Es madre soltera. “Tengo tres niños (cada uno de un padre diferente) y me hace falta trabajar”, afirma a secas.

Ismael Ortega Noa, especialista fitosanitario de la UEB 24 de Febrero, conoce al dedillo cuanto ocurre por aquellos lares. Se retiró hace un año y de inmediato lo recontrataron. Acumula 47 años en Cítricos Ceiba.

Es hijo de campesino y nativo del asentamiento Dagame, electrificado en 1984, cuando también le instalaron el servicio de agua.

“Era una comunidad pecuaria que atraía fuerza de trabajo. Teníamos una escuela pequeña; a estas alturas se ha convertido en un seminternado de primaria con 600 muchachos. Pero la Empresa Pecuaria Genética Los Naranjos perdió buena parte de la masa ganadera, sus instalaciones se fueron destruyendo… y toda esa fuerza se desplazó.

“Dagame ha crecido mucho, una parte pertenece a Alquízar y otra al municipio Artemisa. Se ha llenado de casas en malas condiciones, de personas que no trabajan y de otros muy laboriosos. ¡Ojalá podamos contar siempre con esta brigada, para apoyar a los usufructuarios durante los picos de cosecha! El principal problema de nuestra UEB es precisamente ese: la fuerza de trabajo”.

Sin embargo, el drama de la emigración descontrolada en busca de trabajo se extiende por gran parte del territorio, principalmente donde las tierras son más fértiles, como Alquízar, Güira de Melena, San Antonio de los Baños y Artemisa, aunque lo padecen Mariel, Caimito…

Niurka Navarro vive hace poco más de un año en Pulido, otro de los asentamiento de Alquízar. Como tantos a su alrededor, llegó de Oriente y el primer empleo que encontró fue en la agricultura. Varias veces la contrataron para apoyar durante los picos de siembra o de cosecha.

Así logró hacerse de una casita y comodidades dentro de esta, además de un capital suficiente para comprar mercancías a los productores y luego comercializarlas en su provincia de origen.

Una tierra seductora

UEB 24 de Febrero Cítricos Ceiba. Fotos: Otoniel Márquez

San Antonio de los Baños es conocida en toda Cuba como la Villa del Humor, algunos hasta le endilgan el título de Capital Cultural de Artemisa. El movimiento teatral, las peñas, el cantautor Silvio Rodríguez y aun el deporte le han deparado no pocas glorias. No obstante, son sus tierras el principal atractivo que resuena al otro extremo del Caimán antillano.

Lo atestigua José Abel Morales, vicepresidente de la CPA Antero Regalado. Ellos establecieron como estrategia la vinculación del hombre al área, pero contratan brigadas durante los picos de cosecha o de siembra.

“Es la fuerza mayor. Dos hombres no bastan para recoger una caballería de frijoles, o sembrar una de boniato. A veces hay que salir del municipio a buscar esos brazos. Y, como los necesitados somos nosotros, ellos mismos ponen su precio, y ya nadie trabaja por cien pesos”.

A escasos metros de la sede de la cooperativa, hallamos a Edy Salazar en la limpia de un terreno de calabaza. Edy es albañil en Granma, pero alega que “los materiales están muy malos de conseguir”. Al terminar aquel campo (cercano al IPVCE Mártires de Humboldt 7), le esperaban otras dos hectáreas de yuca por desyerbar, junto a su sobrino.

“Por lo meno aquí, todo lo que tú produzcas lo vendes. Allá en Granma había sembrado de boniato una parte de la tierra, y tuve prácticamente que negociarla con los que crían puerco, porque el Estado tenía demasiado boniato y no me lo compró. Y ya no te lo pagan igual, vas perdiendo. Eso fue ante de venir pa’ cá.

“Aquí no. Aquí lo que tú siembre enseguida lo vendes. Aunque haya que trabajar como loco, la agricultura sí rinde. Allá es más diferente.

“Pero esa no fue la razón pa’ venir. Mi sobrino me llamó pa’ que lo encaminara aquí, porque él no sabe de la agricultura, y quiere progresar. Es joven y esta es la primera vez que se va a aventurar en este mundo”.

Otros llegan donde el tabaco. Si Pinar del Río es famoso por la calidad de las hojas que cosechan en sus numerosas vegas, de San Antonio sale un elevado por ciento de las capas para los puros de exportación.

Darelis Báez Albuernes, directora adjunta de la Empresa de Acopio y Beneficio de Tabaco Lázaro Peña, nos propone visitar la UBPC La Reserva y el campamento del mismo nombre, para conocer a los hombres y mujeres capaces de cuidar de las solanáceas, pese al sofocante calor bajo las telas que las resguardan.

Empeño y cuidado

UBPC tabacalera La Reserva Irainy Piña. Fotos: Otoniel Márquez

A tono con el objetivo de producir capa, la tela brinda las condiciones ideales: protege a las plantas del sol, filtra la luz del Astro Rey… y retiene el calor, para que las hojas crezcan más y sean más finas. Sin embargo, justo ese calor entraña un tremendo reto.

Unos pocos rostros sobresalen apenas entre las hojas. Y las manos. Sobre todo las manos, que no se detienen. Será difícil medir cuánto de necesidad, cuánto de satisfacción y cuánto de amor a su obra los motivan a desafiar la sensación asfixiante en las vegas de tabaco tapado.

Si algún día lo fueron, ya esas manos no volverán a ser delicadas. Sí lo es su quehacer, cuidando el cultivo como si fuera de cristal.

Es mediodía y aún Irainy Piña Benítez persiste en su faena. Se alistó a la campaña anterior. Al finalizar regresó a Granma. Y en la presente campaña de nuevo acudió al trabajo en la UBPC La Reserva.

“Yo era cocinera. Oí del contingente del tabaco y vine a ver cómo era. Hasta el momento, todo bien: comida, relaciones, convivencia y el pago de 2000 a 2600 pesos cada quincena. Estoy encantada con la cooperativa”.

Yosbel Rodríguez, su esposo, trabajaba como fumigador en una CCS. “Aquí se gana más. Pensamos quedarnos en el campamento. Tenemos un cuarto bien acomodado; me siento como en casa”. “Incluso hemos ganado estímulos en la emulación entre los cuartos”, agrega ella.

La de Julio César Romero es otra historia. Ya suma 16 años de labor en el tabaco. Pero cada vez regresa al terminar. Allá labora con campesinos. Dice que si le dieran una casa, entonces sí se quedaría definitivamente.

Quien lo hará es Evelio Pérez Pérez. Él cambió la mecánica en el central Siboney, en Sibanicú, Camagüey, por el cultivo del tabaco. Lleva nueve años en la UBPC La Reserva, primero como obrero agrícola y luego como jefe de maquinaria y riego y miembro de la junta administrativa.

Pasa sus días en el campamento de la cooperativa. Antes compartía un cubículo; ahora tiene cuarto propio. Uno de sus dos hijos varones está pasando el Servicio Militar muy cerca y, probablemente, se quede a trabajar con él.

“Mejoré económicamente, lo que busca todo el que viene, para ayudar a su familia”.

Henry González Cardoso era su vecino allá y, al escucharle hablar de cómo le iba, se embulló a seguirlo. “Ganaba 561 pesos; ahora cobro aproximadamente 4800, y aquí en el campamento tenemos buenas condiciones, con el baño incluido en los cuartos y buena comida”. Pronto dejará de ser contratado para convertirse en cooperativista, incluso lo preparan como reserva de la jefa de producción.

No basta

UBPC tabacalera La Reserva Maribel Santiesteban. Fotos: Otoniel Márquez

La mamá de Maribel Santiesteban era ensartadora, el papá jefe de lote y a ella siempre le gustó el tabaco. Por eso a nadie le sorprendió que eligiera semejante destino.

“Fui obrera y después jefa de un lote que se convirtió en la UBPC Las Mercedes. La dirigí con muy buenos resultados: obtuvimos 30% de capa. Pero no soy la única mujer; casi toda la dirección de La Reserva lo somos.

“Todo se basa en el respeto y la confianza, en conversar y escuchar, desde el obrero hasta el motorista o el operador, y saber a diario sus preocupaciones: como dice el refrán, hombre atendido es hombre comprometido”.

¡Buenos hierros los suyos para organizar y motivar! Solo precisa personal suficiente.

“Este año no ha venido la cantidad usual. Esperábamos 80 trabajadores de Granma, y llegaron apenas 35. En Pinar del Río se detiene lo que sea para la campaña de tabaco, en Artemisa no. La fuerza viene de Oriente. Debía tener 100 hombres directos a la producción, y la plantilla total — incluidos los indirectos— solo son 79.

“El personal comienza a moverse hacia aquí a partir de agosto y septiembre, la mayoría en octubre, pues la siembra arranca el día 10. Muchos permanecen tres o cuatro meses, pero luego se van; ya para entonces la necesidad de personal no es la misma que durante la campaña del tabaco (cuatro hombres por hectárea).

“Para la siembra de canavalia y cultivos varios no precisamos tantos brazos. Nos vemos en la obligación de darles vacaciones o cerrar el ciclo de trabajo con ellos, y que vuelvan a incorporarse en septiembre u octubre de la campaña siguiente. Esto ocasiona que no haya estabilidad de la fuerza de trabajo.

“También influye no contar con una escogida propia. No todos están dispuestos a trabajar en la agricultura, teniendo la posibilidad de laborar en una escogida.

En la empresa hay ejemplos de cooperativas de muy buenos resultados que, cuando terminan la parte agrícola, tanto vegueros como técnicos y curadores, pasan a ocupar responsabilidades en el proceso de escogida.

“Las mujeres y gran parte de los hombres trabajan allí, a la sombra y con buena remuneración, porque es tabaco casi el año entero, a diferencia de nosotros que solo tenemos cuatro o cinco meses de tabaco y el resto en cultivos varios, donde la norma no asciende a 90 pesos sino a 56. Además, el personal que dejamos puede asumir esas labores.

“En la campaña siguiente llegan obreros nuevos, y es preciso volver a enseñar las actividades manuales y cuidados que demanda el tabaco. De ese modo se nos hace más difícil garantizar la calidad.

“Y este problema de la estabilidad de la fuerza no se debe a condiciones de campamento ni de alimentación, como ha podido comprobar”, sostiene.

“La recolección requiere un engranaje bien armado; si no, se detiene por falta de parihuelas, o se paran las mujeres por falta de tabaco. Unas cinco brigadas de nueve hombres deben abastecer a 24 mujeres para que ensarten de 1200 a 1500 cujes diarios. Pero ese ritmo no se cumple si no alcanza la fuerza de trabajo, porque debes realizar también otras actividades que aseguren la producción de capas.

“Cuando comienza la recolección se atrasan las demás actividades en el campo, pues casi la totalidad de la fuerza se ocupa de la recolección.

“Unido a esto, enfrentamos competencia: la gente se va para la papa y el ajo, donde no solo ganan buena plata sino que consiguen llevar esos alimentos a la casa. El tabaco da mucho dinero, si se atiende bien, no a medias. Entonces, si logramos repartir utilidades, será un gancho para que los trabajadores quieran quedarse.

“En los dos últimos años nos hemos autoabastecido de frijoles y maíz. Además de proveer a la UBPC, encaramos la responsabilidad de atender la vecina comunidad de Macondo. Mi intención es sostener ese logro, conducir esta UBPC a sembrar tres caballerías de tabaco y, con la estabilidad económica, lograr la estabilidad de la fuerza”.

Así en el tabaco como en la Empresa Cítricos Ceiba o las agropecuarias esparcidas por el territorio, el grito de la tierra sigue perdiéndose en el viento, quejumbroso, lastimero: se necesitan brazos que la atiendan, muchos más.

Escuche aquí:

 

Fotos: Otoniel Márquez

Fotos: Otoniel Márquez

Fotos: Otoniel Márquez

Fotos: Otoniel Márquez

No hay comentarios:

Publicar un comentario